Por Monseñor Henri Delassus (1910)
Nota: Continuamos con la publicación del noveno capítulo del libro “La Conjuración Anticristiana” publicado en 1910 por Monseñor Henri Delassus. En este capítulo, relata los hechos ocurridos referidos a la muerte de Francisco Ferrer en 1909 (un año antes de escribir este libro). Este tal Ferrer era un masón de primera línea, anarquista confeso y acérrimo enemigo de la Iglesia Católica. Hoy, haciendo una simple búsqueda en Google, encontramos que Ferrer era un hombre “pedagogo”, “librepensador”, “impulsor de una red de escuelas laicas, privadas y libertarias”, promotor de una “educación no basada en dogmas ni prejuicios, aceptando los métodos de la ciencia y desterrando todo lo que no se puede demostrar por el método científico”. Así, la masonería, con el paso de los años, fue borrando la verdadera identidad de este nefasto personaje y presentándolo como un ejemplar y modelo de virtudes, además de un “mártir” asesinado por la Iglesia Católica.
CAPÍTULO IX
LA MASONERÍA DIRIGE LA GUERRA
CONTRA LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA
“Lo mínimo que la masonería puede hacer es agradecer al Soberano Pontífice su última encíclica. León XIII, con una autoridad indiscutible y con gran abundancia de pruebas, acaba de demostrar, una vez más, que existe un abismo insalvable entre la Iglesia, de la que él es representante, y la Revolución, de la que la masonería es el brazo derecho. Es bueno que aquellos que están indecisos dejen de albergar vanas esperanzas. Es necesario que todos se acostumbren a comprender que ha llegado el momento de ELEGIR entre el antiguo orden, que se apoya en la Revelación, y el nuevo orden, que no reconoce otros fundamentos que no sean la ciencia y la razón humana, entre el espíritu de autoridad y el espíritu de libertad” (1).
Esta idea fue expresada nuevamente en la Convención de 1902 por el orador encargado de pronunciar el discurso de clausura: “... ¿Qué nos separa? Es un abismo, un abismo que solo se cubrirá el día en que triunfe la masonería, incansable trabajadora del progreso democrático y la justicia social... Hasta entonces, nada de tregua, de descanso, de acercamiento, de concesiones... Es la última fase de la lucha de la Iglesia y la Congregación contra nuestra sociedad republicana y laica. EL ESFUERZO DEBE SER SUPREMO...”. Una vez derrocada la Iglesia, todo lo demás se derrumbará.
También La Lanterne, órgano oficial de nuestros gobernantes y de la masonería libre, no cesó de repetir cada día y en todos los tonos: “Antes que cualquier otra cuestión, antes que la cuestión social, antes que la cuestión política, hay que acabar de una vez por todas con la cuestión clerical. Es la clave de todo lo demás. Si cometemos el crimen de capitular, de retrasar nuestra acción, de dejar escapar al adversario, pronto el partido republicano y la República estarán perdidos... La Iglesia no nos permitiría volver a empezar la experiencia. Ella sabe hoy que la República le será mortal, y si esta no la mata, será ella quien mate a la República. Entre la República y la Iglesia existe un duelo a muerte. Apresurémonos a aplastar a la infame, o resignémonos a dejar la libertad sofocada durante siglos”.
Un hecho que acaba de ocurrir resume lo que se expondrá en la segunda y tercera parte de este libro: cómo actúa la secta para alcanzar sus objetivos.
Bajo un falso pretexto, se produce una revuelta en Barcelona; incendios y masacres obligan al Gobierno español a declarar el estado de sitio en la ciudad... El instigador Ferrer es detenido.
En lugar de ser fusilado inmediatamente, es entregado al tribunal militar, que lo condena a muerte. La sentencia es ratificada. Se envían despachos falsos a los periódicos de todos los países: Ferrer no ha sido juzgado según las leyes. Su defensor no ha podido actuar ampliamente. El clero, el propio Papa, están implicados. “La mano sangrienta de la Iglesia, parte en el proceso -escribe La Lanterne- lo ha dirigido todo; y los soldados del rey de España se limitan a ejecutar sus órdenes. Todos los pueblos deben rebelarse contra esta religión de muerte y sangre”. En apoyo, una caricatura representa a un sacerdote sosteniendo una daga. Las amenazas de represalias, de asesinato del rey y del Papa llueven en Madrid y en Roma. Circulan peticiones en París, Roma, Bruselas, Londres y Berlín para protestar contra el juicio. Ferrer es ejecutado. Pronto se producen manifestaciones, algunas sangrientas, en las principales ciudades de Francia y de todos los países europeos. Para colmo, una especie de triunfo quiere glorificarlo en las calles de París, con la cobertura de la policía y la participación del ejército, al son de la Internacional.
Los gobernantes son interpelados en los distintos parlamentos, se firman protestas por parte de los consejos departamentales y municipales. Cincuenta y siete ciudades de Francia deciden dar el nombre de Ferrer a una de sus calles.
La espontaneidad y el prodigioso conjunto de estas manifestaciones por una causa ajena a los intereses de los distintos países indican una organización que se extiende a todos los pueblos, con capacidad de acción incluso en las localidades más humildes. Entre las piezas del proceso de Barcelona, hay una que establece que Ferrer pertenecía a la gran logia internacional, el misterioso centro desde donde se ejerce sobre el mundo el poder oculto de la masonería.
Pero he aquí que la secta se denuncia a sí misma.
El consejo de la Gran Logia de París envió a todos sus talleres y a todas las potencias masónicas del mundo un manifiesto de protesta contra la ejecución de Ferrer. En él, el consejo reivindicaba al rebelde como uno de los suyos: “Ferrer era uno de los nuestros. Sentía que la obra masónica expresaba el ideal más elevado que el hombre puede alcanzar. Afirmó nuestros principios hasta el final. Lo que se quiso alcanzar en él fue el ideal masónico”.
“Ante el avance indefinido del progreso de la humanidad, se ha levantado una fuerza de estancamiento cuyos principios y acciones pretenden sumirnos en la oscuridad de la Edad Media”.
El Gran Oriente de Bélgica se apresuró a responder al manifiesto del Gran Oriente de Francia:
El Gran Oriente italiano y otros sin duda hicieron lo mismo:
El comité central de la Liga Masónica de los Derechos Humanos, reunido en sesión extraordinaria el 13 de octubre de 1909, decidió erigir un monumento en memoria de Ferrer, “mártir del libre pensamiento y del ideal democrático”. Invitó a todas las organizaciones de librepensadores a contribuir a la realización de este proyecto y decidió erigirlo en Montmartre, frente a la iglesia del Sagrado Corazón.
La masonería declaró, pues, con palabras y hechos, que consideraba y defendía a Ferrer como la encarnación del “ideal masónico”. ¿Cuál era el ideal de Ferrer? Él mismo lo proclamó en mayo de 1907, en la revista pedagógica Humanidad Nueva, en la que expuso los principios de la “Escuela moderna” que acababa de fundar con dinero obtenido de forma poco leal de un católico practicante e incluso piadoso.
“Cuando hace seis años tuvimos la inmensa alegría de inaugurar la Escuela Moderna de Barcelona, nos apresuramos a difundir que su sistema educativo sería racionalista y científico. Queríamos advertir al público que, siendo la ciencia y la razón los antídotos contra todo dogma, en nuestra escuela no se enseñará ninguna religión...
Cuanto más nos mostraban la temeridad que teníamos al enfrentarnos tan francamente a la todopoderosa Iglesia de España, más sentíamos el valor para perseverar en nuestros proyectos.
Sin embargo, es necesario aclarar que la misión de la escuela moderna no se limita únicamente al deseo de ver desaparecer los prejuicios religiosos de las mentes. Aunque estos prejuicios sean los que más se oponen a la emancipación intelectual de los individuos, con su desaparición no obtendríamos una humanidad libre y feliz, ya que se puede concebir un pueblo sin religión, pero también sin libertad.
Si las clases trabajadoras se liberaran de los prejuicios religiosos y conservaran la propiedad tal y como existe en la actualidad, si los trabajadores creyeran sin cesar en la parábola de que siempre habrá pobres y ricos, si la enseñanza racionalista se contentara con difundir nociones sobre higiene y las ciencias se limitaran a preparar buenos aprendices, buenos obreros, buenos empleados en todas las profesiones, seguiríamos viviendo más o menos sanos y robustos con la modesta alimentación que nos proporcionaría nuestro modesto salario, pero no dejaríamos de ser siempre esclavos del capital.
La Escuela Moderna pretende, pues, combatir todos los prejuicios que se oponen a la emancipación total del individuo y, con ese objetivo, ha adoptado el racionalismo humanitario, que consiste en inculcar en la juventud el deseo de conocer el origen de todas las injusticias sociales, para que pueda combatirlas mediante los conocimientos que adquiera.
Nuestro racionalismo combate las guerras fratricidas, ya sean internas o externas, la explotación del hombre por el hombre; lucha contra el estado de servidumbre en el que se encuentra actualmente la mujer en nuestra sociedad; en una palabra, combate los enemigos de la armonía universal, como la ignorancia, la maldad, el orgullo y todos los vicios y defectos que dividen a los hombres en dos clases: los explotadores y los explotados”.
En una carta dirigida a uno de sus amigos, Ferrer expresaba aún mejor el pensamiento de su escuela: “Para no atemorizar a la gente y no dar al gobierno un pretexto para cerrar mis establecimientos, los llamo “Escuela Moderna” y no “Escuela de Anarquistas”. Porque el objetivo de mi propaganda es, lo confieso francamente, formar en mis escuelas a anarquistas convencidos. Mi deseo es convocar a la revolución. Por el momento, sin embargo, debemos contentarnos con implantar en el cerebro de la juventud la idea del saqueo violento. Debe aprender que no existe, contra los policías y la tonsura, más que un único medio: la bomba y el veneno”.
La investigación del caso condujo al descubrimiento, en la villa “Germinal”, donde vivía, de documentos ocultos en un sótano hábilmente disimulado y que tenía varias puertas de salida. Estos documentos probaban que él era el alma de todos los movimientos revolucionarios que se habían producido en España desde 1872. He aquí, entre otros, extractos de circulares redactadas en 1892:
“Compañeros, seamos hombres, aplastemos a esos infames burgueses... Antes de construir, arruinemos todo... Si entre los políticos algunos apelan a vuestra humanidad, matadlos... Abolición de todas las leyes... expulsión de todas las comunidades religiosas... Disolución de la Magistratura, del Ejército y de la Marina... Demolición de las iglesias...”.
Por último, de puño y letra de Ferrer, esta nota:
“Tengo una receta para fabricar la panclastita” (Explosivo muy violento, derivado del ácido pícrico).
He aquí al hombre que la masonería presentó al mundo como profesando su “IDEAL”.
Unos días después de la ejecución de Ferrer, el Gabinete de Madrid se vio obligado a dimitir; los líderes del Partido Liberal y del Partido Democrático, obedeciendo sin dudar las órdenes de la logia, comunicaron a Maura que obstruirían sin concesiones cualquier medida o proyecto que él presentara. Ahora bien, en España, sin al menos dos tercios de los votos, todo puede quedar paralizado y convertirse en legalmente imposible. El partido liberal y el partido democrático, al negarse a colaborar a partir de ese día, hacían imposible la administración. Esta dimisión alegró a los librepensadores y ateos de toda Europa. El Action decía:
Nos detenemos en este hecho. Nada podría preparar mejor al lector para comprender lo que sigue: la historia de la acción masónica en Francia durante los dos últimos siglos, la exposición de la organización de la secta, sus medios de acción y sus procedimientos, las conjeturas sobre el resultado de la lucha en la que se enfrentan la sinagoga de Satanás y la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.
Continúa...
Nota:
1) Citado por Don Sardá y Salvany. Le mal social, ses causes, ses remèdes.
La espontaneidad y el prodigioso conjunto de estas manifestaciones por una causa ajena a los intereses de los distintos países indican una organización que se extiende a todos los pueblos, con capacidad de acción incluso en las localidades más humildes. Entre las piezas del proceso de Barcelona, hay una que establece que Ferrer pertenecía a la gran logia internacional, el misterioso centro desde donde se ejerce sobre el mundo el poder oculto de la masonería.
Pero he aquí que la secta se denuncia a sí misma.
El consejo de la Gran Logia de París envió a todos sus talleres y a todas las potencias masónicas del mundo un manifiesto de protesta contra la ejecución de Ferrer. En él, el consejo reivindicaba al rebelde como uno de los suyos: “Ferrer era uno de los nuestros. Sentía que la obra masónica expresaba el ideal más elevado que el hombre puede alcanzar. Afirmó nuestros principios hasta el final. Lo que se quiso alcanzar en él fue el ideal masónico”.
“Ante el avance indefinido del progreso de la humanidad, se ha levantado una fuerza de estancamiento cuyos principios y acciones pretenden sumirnos en la oscuridad de la Edad Media”.
El Gran Oriente de Bélgica se apresuró a responder al manifiesto del Gran Oriente de Francia:
“El Gran Oriente de Bélgica, compartiendo los nobles sentimientos que inspiraron la proclamación del Gran Oriente de Francia, se une, en nombre de las logias belgas, a la indignada protesta que este dirigió a la masonería universal y al mundo civilizado contra la sentencia injusta pronunciada y ejecutada sin piedad contra el Hermano Francisco Ferrer”.
El Gran Oriente italiano y otros sin duda hicieron lo mismo:
“Francisco Ferrer, honor de la cultura y el pensamiento moderno, apóstol incansable de la idea laica, fue fusilado por orden de los jesuitas en la horrible mazmorra de la fortaleza de Montjuich, en la que aún resuenan los gritos de innumerables víctimas... Un estremecimiento de horror recorrió el mundo, que, en un sublime impulso de solidaridad humana, maldijo a los autores conocidos y ocultos de la muerte y los condenó al execración y la infamia”.
El comité central de la Liga Masónica de los Derechos Humanos, reunido en sesión extraordinaria el 13 de octubre de 1909, decidió erigir un monumento en memoria de Ferrer, “mártir del libre pensamiento y del ideal democrático”. Invitó a todas las organizaciones de librepensadores a contribuir a la realización de este proyecto y decidió erigirlo en Montmartre, frente a la iglesia del Sagrado Corazón.
La masonería declaró, pues, con palabras y hechos, que consideraba y defendía a Ferrer como la encarnación del “ideal masónico”. ¿Cuál era el ideal de Ferrer? Él mismo lo proclamó en mayo de 1907, en la revista pedagógica Humanidad Nueva, en la que expuso los principios de la “Escuela moderna” que acababa de fundar con dinero obtenido de forma poco leal de un católico practicante e incluso piadoso.
“Cuando hace seis años tuvimos la inmensa alegría de inaugurar la Escuela Moderna de Barcelona, nos apresuramos a difundir que su sistema educativo sería racionalista y científico. Queríamos advertir al público que, siendo la ciencia y la razón los antídotos contra todo dogma, en nuestra escuela no se enseñará ninguna religión...
Cuanto más nos mostraban la temeridad que teníamos al enfrentarnos tan francamente a la todopoderosa Iglesia de España, más sentíamos el valor para perseverar en nuestros proyectos.
Sin embargo, es necesario aclarar que la misión de la escuela moderna no se limita únicamente al deseo de ver desaparecer los prejuicios religiosos de las mentes. Aunque estos prejuicios sean los que más se oponen a la emancipación intelectual de los individuos, con su desaparición no obtendríamos una humanidad libre y feliz, ya que se puede concebir un pueblo sin religión, pero también sin libertad.
Si las clases trabajadoras se liberaran de los prejuicios religiosos y conservaran la propiedad tal y como existe en la actualidad, si los trabajadores creyeran sin cesar en la parábola de que siempre habrá pobres y ricos, si la enseñanza racionalista se contentara con difundir nociones sobre higiene y las ciencias se limitaran a preparar buenos aprendices, buenos obreros, buenos empleados en todas las profesiones, seguiríamos viviendo más o menos sanos y robustos con la modesta alimentación que nos proporcionaría nuestro modesto salario, pero no dejaríamos de ser siempre esclavos del capital.
La Escuela Moderna pretende, pues, combatir todos los prejuicios que se oponen a la emancipación total del individuo y, con ese objetivo, ha adoptado el racionalismo humanitario, que consiste en inculcar en la juventud el deseo de conocer el origen de todas las injusticias sociales, para que pueda combatirlas mediante los conocimientos que adquiera.
Nuestro racionalismo combate las guerras fratricidas, ya sean internas o externas, la explotación del hombre por el hombre; lucha contra el estado de servidumbre en el que se encuentra actualmente la mujer en nuestra sociedad; en una palabra, combate los enemigos de la armonía universal, como la ignorancia, la maldad, el orgullo y todos los vicios y defectos que dividen a los hombres en dos clases: los explotadores y los explotados”.
En una carta dirigida a uno de sus amigos, Ferrer expresaba aún mejor el pensamiento de su escuela: “Para no atemorizar a la gente y no dar al gobierno un pretexto para cerrar mis establecimientos, los llamo “Escuela Moderna” y no “Escuela de Anarquistas”. Porque el objetivo de mi propaganda es, lo confieso francamente, formar en mis escuelas a anarquistas convencidos. Mi deseo es convocar a la revolución. Por el momento, sin embargo, debemos contentarnos con implantar en el cerebro de la juventud la idea del saqueo violento. Debe aprender que no existe, contra los policías y la tonsura, más que un único medio: la bomba y el veneno”.
La investigación del caso condujo al descubrimiento, en la villa “Germinal”, donde vivía, de documentos ocultos en un sótano hábilmente disimulado y que tenía varias puertas de salida. Estos documentos probaban que él era el alma de todos los movimientos revolucionarios que se habían producido en España desde 1872. He aquí, entre otros, extractos de circulares redactadas en 1892:
“Compañeros, seamos hombres, aplastemos a esos infames burgueses... Antes de construir, arruinemos todo... Si entre los políticos algunos apelan a vuestra humanidad, matadlos... Abolición de todas las leyes... expulsión de todas las comunidades religiosas... Disolución de la Magistratura, del Ejército y de la Marina... Demolición de las iglesias...”.
Por último, de puño y letra de Ferrer, esta nota:
“Tengo una receta para fabricar la panclastita” (Explosivo muy violento, derivado del ácido pícrico).
He aquí al hombre que la masonería presentó al mundo como profesando su “IDEAL”.
Unos días después de la ejecución de Ferrer, el Gabinete de Madrid se vio obligado a dimitir; los líderes del Partido Liberal y del Partido Democrático, obedeciendo sin dudar las órdenes de la logia, comunicaron a Maura que obstruirían sin concesiones cualquier medida o proyecto que él presentara. Ahora bien, en España, sin al menos dos tercios de los votos, todo puede quedar paralizado y convertirse en legalmente imposible. El partido liberal y el partido democrático, al negarse a colaborar a partir de ese día, hacían imposible la administración. Esta dimisión alegró a los librepensadores y ateos de toda Europa. El Action decía:
“¿No es cierto que, en todo el mundo, se libra una gran contienda, igual en todas partes, entre las religiones y el librepensamiento, entre la autocracia y la democracia, entre el absolutismo y la revolución? ¿Existen fronteras para la Iglesia y una patria para el Vaticano? ¿No se desarrolla el drama de la humanidad en torno a esas formas internacionales que son la Convención y la Escuela? La caída del gabinete Maura, así como la ejecución de Ferrer, no fueron más que un episodio de este gran drama incesante”.
Nos detenemos en este hecho. Nada podría preparar mejor al lector para comprender lo que sigue: la historia de la acción masónica en Francia durante los dos últimos siglos, la exposición de la organización de la secta, sus medios de acción y sus procedimientos, las conjeturas sobre el resultado de la lucha en la que se enfrentan la sinagoga de Satanás y la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.
Continúa...
Nota:
1) Citado por Don Sardá y Salvany. Le mal social, ses causes, ses remèdes.
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