Por Monseñor de Segur (1878)
XXI
QUE LA FRANCMASONERÍA ES UN PODER TEMIBLE
Su organización secreta y pública basta para probarlo hasta la evidencia. Pruébanlo también sus hechos; y por la pluma indiscreta de sus más fervientes adeptos, la gloria de haber sido, de un siglo a acá, la causa ignorada, pero real, de las grandes perturbaciones religiosas que han llenado de espanto al mundo entero, y en particular la Europa.
Con pruebas en la mano, gloríase de haber engendrado el filosofismo revolucionario del último siglo, y de haber tenido por órganos a Voltaire, Helvecio (1), Rousseau, Diderot, d'Alembert, Condorcet, Mirabeau, Sieyes, La-Fayette, Camilo Desmoulins, Dantón, Robespierre, Marat, Santerre, Petión, etc. Jáctase también de haber herido de muerte a la monarquía cristiana en la persona del infortunado Luis XVI y de la reina María Antonieta, y de haber promovido en Francia la sangrienta Revolución del 89 y del 93. “Cuando del fondo de las logias (decía el H∴ Bremond al O∴ de Marsella) salieron estas tres palabras: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, la Revolución quedó hecha”. Y otro francmasón, iniciado desde su juventud en los grados más altos de la secta en Prusia, el conde de Taugwitz, hacía en 1822 la siguiente declaración: “He adquirido la firme convicción de que el drama comenzado en 1788 y 1789, el regicidio con todos sus horrores, no solamente había sido resuelto en las logias, sino que era el resultado de las asociaciones y de los juramentos”. En fin, el Gran Capítulo de los francmasones alemanes, alegrándose de ver los estragos de la incredulidad y de la rebelión, que desde Francia se habían propagado ya por toda Europa y hasta por América, exclamaba triunfante en 1794: “Nuestra Orden ha revolucionado los pueblos de Europa por muchas generaciones”.
La mayor parte de los revolucionarios tan profundamente impíos de 1830 eran francmasones. Lo mismo sucedió en 1848; sólo que por táctica, el lado anticristiano fue mucho más disimulado que en los trastornos precedentes.
Casi todos los corifeos de la impiedad contemporánea han pertenecido a la Francmasonería: Mazzini, Garibaldi, Kossuth, Juárez, etc. De este modo la Francmasonería declara altamente ser ella la que prepara y determina en la oscuridad la destrucción del catolicismo en Italia, Alemania, Austria, Bélgica, España, Portugal y Méjico. En todas partes ocupa los puestos más importantes; penetra en todos los ejércitos y altos cuerpos del Estado, y dirige la mayor parte de los periódicos: da el impulso que quiere a la mayor parte de los gobiernos, y su divisa universal es: “¡Abajo la Iglesia! ¡Abajo la Autoridad! ¡No más Cristo! ¡No más Dios!”. Esto es lo que la Francmasonería entiende bajo esa palabra mágica de libertad, que hace relumbrar ante los ojos ofuscados de todos los pueblos, como hizo la serpiente del Edén al mostrar a Eva la hermosura de la fruta prohibida.
La misma Francmasonería se declara en vía de progreso y plena prosperidad. Hace poco decía por medio de uno de sus periódicos: “Síntomas que no pueden engañarnos demuestran la proximidad del día en que la influencia y el poder de la Francmasonería tomarán un desarrollo considerable en el mundo. La Francmasonería comprende, de cada día más, la importancia de su misión, y rechaza las tapaderas en que la tenían oculta las necesidades de otros tiempos. Sabe lo que significa su divisa, y pronto, despojándose de los últimos pliegues de un vago misticismo, proclamará como principio y base de su instituto la independencia absoluta de la conciencia... Alegrémonos del triunfo obtenido por los esfuerzos de nuestros Hermanos: por todas partes aparece el signo luminoso del Eterno Jehovah” (2).
¿Quién es este “Eterno Jehovah” cuyo signo aparece en todas partes, gracias a los francmasones? Vamos a verlo...
Continúa...
Notas:
1) Al morir el materialista y ateo Helvecio, su viuda devolvió sus insignias a la logia de los Nueve Hermanos, a la que había pertenecido. Se ofreció a Voltaire el mandil de Helvecio, y Voltaire, el gran Voltaire, antes de ceñírselo lo besó religiosamente como una reliquia. Voltaire, que se llamaba a sí mismo Christ-Moque (mofador de Cristo), no se contentó con haber sido recibido francmasón en Inglaterra; su conciencia y su piedad no estuvieron satisfechas hasta que se vio iniciado en la Francmasonería francesa. En ella fue admitido el 7 de abril de 1778, siete semanas antes de su muerte, sin duda como preparación próxima. Fue aclamado desde luego como perfecto francmasón y dispensado de las pruebas, porque, decían los Hermanos, “sesenta años consagrados a la virtud y al genio, lo habían dado a conocer bastante”.
2) Mundo Masónico, Agosto de 1866 y Febrero de 1867.
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