Por Chris Jackson
Roma como escenario
El sábado por la noche, el Vaticano se convirtió en una sala de conciertos. La Plaza de San Pedro no estaba iluminada por velas ni antorchas de penitentes, sino por drones coreografiados hacia el rostro de Francisco, que observaban con lascivia la basílica como un ídolo tecnológico. Abajo, Pharrell Williams y John Legend cantaban junto al grupo de hip hop Clipse, mientras Jelly Roll cantaba a todo pulmón “Amazing Grace” con Andrea Bocelli, todo transmitido por Disney+.
El mensaje es inequívoco: esta no es la Esposa de Cristo, sino una franquicia. La liturgia de la salvación ha sido sustituida por la liturgia de las alianzas con marcas.
Un hombre llorado por las naciones
Mientras tanto, fuera de la burbuja de Roma, otra historia se desarrollaba. Charlie Kirk fue asesinado a sangre fría y el mundo estalló en luto. Los puentes de Londres se llenaron de oleadas de personas que portaban su imagen. Las vigilias en Seúl, Auckland y Sídney se extendieron por varias manzanas. En Long Island, miles de personas alzaron velas en la noche, sus luces formando una constelación descoordinada pero mucho más auténtica que la coreografía de drones de Roma.
El frío consuelo de la “dignidad”
No todos se sumaron a la efusión de dolor. Algunos, como Mike Lewis de Where Peter Is, lograron convertir el asesinato de Kirk en una lección sobre las “opiniones reprensibles” y la noción abstracta de la dignidad. Su comentario parecía una lección de catecismo en un funeral: “Antes de ayer, solo conocía vagamente a Charlie Kirk... En las últimas 30 horas supe que tenía muchas opiniones reprensibles”.
Este es el instinto del novus ordo en su máxima expresión: reducir el martirio a la sociología, reducir la tragedia a abstracciones y asegurarse de que el verdadero titular sea “no olviden que discrepamos con él”. Es la misma voz que se silencia en Roma mientras los drones iluminan el rostro de Francisco en el cielo: una voz alérgica al testimonio, aterrorizada por la claridad y propensa a sustituir el dolor por la jerga.
La rebelión alemana
Mientras Roma danzaba y las naciones lloraban, Alemania volvió a declararse en rebelión abierta. El “obispo” Peter Kohlgraf de Maguncia apareció en la televisión estatal para anunciar que la Biblia no puede usarse para oponerse a la sodomía. “Las Escrituras -dijo- no contienen verdades atemporales, solo fragmentos condicionados culturalmente que deben ser analizados por la ciencia social moderna”. Levítico y Romanos son descartados como productos del patriarcado, sin mayor validez que las leyes dietéticas.
No se trata de una disidencia marginal. Es el jefe del episcopado alemán y uno de sus “teólogos” más destacados, quien rechaza rotundamente la Palabra de Dios y la Tradición Apostólica. Su rebelión es pública, sostenida e impune; porque Roma ya no castiga, solo “dialoga”.
Las dos ciudades reveladas
Aquí vemos el contraste al desnudo. En Roma: drones en el cielo, Pharrell en el escenario, un papado que prefiere el entretenimiento y las frases diplomáticas a la defensa de la verdad. En Alemania: “obispos” que desmantelan las Escrituras y la Tradición con impunidad, sonriendo mientras guían a sus rebaños hacia la apostasía.
Y en las calles del mundo: millones de hombres y mujeres comunes, descoordinados pero unidos, encendiendo velas por un hombre asesinado por decir la verdad. Independientemente de lo que se piense de Kirk, su instinto era católico: honrar la verdad, reconocer el martirio, lamentar como si hubiera caído un profeta.
El espectáculo en San Pedro y las vigilias en el Puente de Londres no fueron dos eventos inconexos. Eran las dos ciudades de las que escribió Agustín: la ciudad del hombre, que se viste de luces, monótonos y sentimentalismo, y la ciudad de Dios, que se reúne en duelo, elevándose instintivamente al cielo.
Los fieles deben tomar nota. No se distraigan con los láseres en el cielo. No se dejen engañar por los “obispos” que les dicen que la Biblia ya no es vinculante. Recuerden que el verdadero Pastor no habla por medio de drones ni conciertos, sino a través de su cruz y de quienes están dispuestos a sufrir por su verdad.
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