MENSAJE DE LEON
A LOS PARTICIPANTES EN EL
VIII CONGRESO DE LÍDERES
DE LAS RELIGIONES MUNDIALES Y TRADICIONALES
[Palacio de la Independencia en Astana (Kazajstán), 17-18 de septiembre de 2025]
¡Paz, Shalom, Salam, Бейбітшілік (Beybitshilik)!
Envío un cordial saludo a todos los participantes en el VIII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales, celebrado en Astana bajo el lema “Diálogo entre religiones: sinergia para el futuro”. En particular, expreso mi agradecimiento a Su Excelencia el Sr. Kassym-Jomart Tokayev, presidente de la República de Kazajistán. Se han reunido aquí personas de todos los rincones del mundo para renovar amistades y forjar otras nuevas, unidas por nuestro deseo común de sanar nuestro mundo fracturado y herido. Este tema es especialmente oportuno, ya que subraya el papel fundamental del diálogo interreligioso en una época marcada por conflictos violentos.
En esencia, “sinergia” significa trabajar juntos, tanto entre nosotros como con lo Divino. Todo impulso religioso auténtico fomenta el diálogo y la cooperación, basados en nuestra conciencia innata de la interdependencia que une a las personas y a las naciones. Desde esta perspectiva, trabajar juntos en armonía no es solo una elección pragmática, sino un reflejo del orden más profundo de la realidad. Se alinea con la estructura misma de nuestra existencia compartida como miembros de la única familia humana. En lo más profundo de nuestra conciencia, esta conciencia da lugar a un profundo sentido de solidaridad, a la convicción de que somos responsables los unos de los otros (cf. Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, 38). La solidaridad, entonces, es sinergia en acción: la expresión vivida de amar al prójimo como a nosotros mismos a escala global.
Esta colaboración no es un llamamiento a borrar las diferencias, sino más bien una invitación a acoger la diversidad como fuente de enriquecimiento mutuo. Por su parte, la Iglesia católica reconoce y estima todo lo que es “verdadero y santo” en las otras religiones (Nostra Aetate, 28 de octubre de 1965, 2). De hecho, busca fomentar una sinergia auténtica aportando los dones distintivos de cada tradición a la mesa del encuentro, donde cada fe contribuye con su sabiduría y compasión únicas al servicio del bien común.
En este empeño, la “sinergia para el futuro” no es un eslogan abstracto, sino una realidad viva que ya ha dado sus frutos. La histórica reunión de líderes religiosos para la oración en Asís en 1986, convocada por el papa Juan Pablo II, demostró que no puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones. Más recientemente, el Documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia, firmado en Abu Dabi en 2019 por mi venerable predecesor, el papa Francisco, y el gran imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, ofreció un plan claro sobre cómo la sinergia religiosa puede promover la paz y la coexistencia mundiales. Fuimos testigos de este mismo espíritu en la última reunión de este Congreso en 2022, donde líderes de diversas religiones, incluido el papa Francisco, se reunieron para condenar la violencia y el extremismo, abogar por la atención a los refugiados y pedir a todos los líderes que trabajen conjuntamente por la paz. Estos compromisos de alto nivel se reflejan en acciones concretas: cuando se producen desastres naturales, cuando los refugiados se ven obligados a huir o cuando las familias sufren pobreza extrema y hambre, las comunidades religiosas suelen unirse y trabajar codo con codo para llevar ayuda y esperanza a los más necesitados.
El futuro que imaginamos —un futuro de paz, fraternidad y solidaridad— exige el compromiso de todas las manos y todos los corazones. Cuando los líderes religiosos se unen para defender a los más vulnerables de la sociedad, se unen para plantar árboles y cuidar nuestra casa común, o alzan una voz unida en apoyo de la dignidad humana, dan testimonio de la verdad de que la fe une más de lo que divide. De este modo, la sinergia se convierte en un poderoso signo de esperanza para toda la humanidad, revelando que la religión, en su esencia, no es una fuente de conflicto, sino un manantial de sanación y reconciliación.
Con estos sentimientos, confío en que el trabajo de este Congreso nos inspire a trabajar incansablemente por la armonía, creando una sinergia para la paz, una sinergia que, como he dicho antes, “está desarmada y desarma, es humilde y perseverante”, buscando siempre la caridad y acercándose a los que sufren (Urbi et Orbi, 8 de mayo de 2025). Oremos juntos, sirvamos codo con codo y hablemos con una sola voz allí donde la dignidad humana esté en peligro. Que el Todopoderoso bendiga nuestros esfuerzos y los haga fructificar abundantemente para el bien de todos.
Desde el Vaticano, 14 de septiembre de 2025.
LEO PP. XIV
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