domingo, 22 de septiembre de 2024

22 DE SEPTIEMBRE: SAN MAURICIO Y LA LEGIÓN TEBEA


22 de Septiembre: San Mauricio y la legión Tebea

(✞ 287)

El martirio del esforzado caballero de Cristo San Mauricio, capitán de la legión de los Tebeos, sucedió de esta manera:

Después que Diocleciano tomó el centro del imperio, hizo cesar a Maximiano y lo envió a Francia con un ejército poderoso a sosegar algunos alborotos que habían levantado Amando y Esiano.

Entre la otra gente que llevaba consigo había una legión de seis mil seiscientos sesenta y seis soldados, los cuales eran de la provincia de Tebas, y cristianos confirmados en la fe por el santo Pontífice Marcelino.

A Maximiano le pareció que era bien hacer la reseña de su gente, y ofrecer sacrificio a los dioses, y sobre sus aras, tomar a los soldados un juramento de fidelidad y de pelear animosamente.

San Mauricio, que era capitán de aquella legión, entendida la resolución del emperador, para no contaminarse con aquel sacrílego juramento y sacrificio abominable, se apartó de sus tropas ocho millas lejos del resto del ejército, a un lugar que se llama Agauno y ahora se llama San Mauricio.

Cuando Maximiano supo de la retirada de la legión Tebea y la causa, les envió un mensaje mandándoles que viniesen y se juntasen con el ejército e hiciesen lo que los demás soldados hacían.

Todos los santos soldados, con un mismo ánimo y determinación, respondieron que estaban dispuestos a obedecer a Maximiano en todo lo que no fuese contra Dios, y a pelear por él como lo habían hecho muchas veces, pero que, siendo cristianos, no querían sacrificar ni conocer por dioses a los ídolos vanos.

Maximiano se enojó sobremanera con esta respuesta y mandó diezmar aquella legión.

Se ejecutó aquella rigurosa orden en los valerosos guerreros de Jesucristo, y creyendo Maximiano que, escarmentados los que quedaban vivos, estarían más blandos y rendidos a su voluntad, y volvió otra vez a mandarles que viniesen a juntarse con los demás soldados para hacer aquel solemne juramento y sacrificio; pero ellos se quedaron firmes como antes, y no quisieron obedecer, prefiriendo dar la vida por Jesucristo y obedecer antes al emperador del cielo que al de la tierra.

Cuando Maximiano vio el ánimo de aquellos fuertísimos caballeros de Cristo, y teniéndolo como una obstinación y pertinencia, se embraveció con increíbles saña y mandó que todo el ejército cayese sobre ellos y no dejase de aquella legión ningún hombre con vida.

Bien podían los santos soldados haber resistido y pelear y defenderse, pues eran harto temibles; pero armados con la fe y el Espíritu del Cielo, no quisieron tomar las armas, sino con una nueva manera de victoria, vencer sin pelear, y alcanzar la gloriosa corona del martirio, no moviendo las manos sino ofreciendo sus cuellos al cuchillo.

Y así, animados por su capitán, el glorioso Mauricio, sin alzar las armas para defenderse, puestos de rodillas y levantando las manos y los corazones al cielo, recibieron todos la muerte y se ofrecieron en sacrificio a Jesucristo.

Reflexión:

Solía antiguamente la Iglesia Romana invocar en las batallas contra los enemigos de la Fe, la intercesión de San Mauricio, de San Sebastián y de San Jorge, como se saca del Orden romano. Resucitemos ahora aquella tan pía costumbre; pues nos hallamos con tanta frecuencia acercados de enemigos que con infernal astucia y con mil artes diabólicas hacen guerra a nuestra santa Fe, y desean quitarnos este tesoro que hemos de conservar a todo trance, aunque nos costara la sangre y la vida como a San Mauricio y a sus soldados.

Oración:

Haz Señor, que nos alegremos en la solemne fiesta de tus Santos mártires, Mauricio y sus compañeros, y que nos gloriemos en el nacimiento para el cielo de estos santos, en cuya intercesión tenemos puesta nuestra confianza. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

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