Todo el documento, incluidas sus últimas palabras, descarta cualquier pretensión de que la autoridad en la Iglesia Católica sea “colegial” y que el Sumo Pontífice sea solo “el primero entre muchos obispos iguales”.
Una vez que se demuestra que la autoridad de la Iglesia no es colegiada, la Iglesia “sinodal” a la que León XIV ha dedicado su “pontificado” pierde su razón de ser.
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Papa León XIII
Y no hay que creer que la sumisión de los mismos súbditos a dos autoridades implique confusión en la administración.
Tal sospecha nos está prohibida, en primer término, por la sabiduría de Dios, que ha concebido y establecido por sí mismo la organización de ese gobierno. Además, es preciso notar que lo que turbaría el orden y las relaciones mutuas sería la coexistencia, en una sociedad, de dos autoridades del mismo grado y que no se sometiera la una a la otra. Pero la autoridad del Pontífice es soberana, universal y del todo independiente; la de los obispos está limitada de una manera precisa y no es plenamente independiente. “Lo inconveniente sería que dos pastores estuviesen colocados en un grado igual de autoridad sobre el mismo rebaño. Pero que dos superiores, uno de ellos sometido al otro, estén colocados sobre los mismos súbditos no es un inconveniente, y así un mismo pueblo está gobernado de un modo inmediato por su párroco, y por el obispo, y por el papa” (Santo Tomás, IV Sententiarum, dist. 17., a. 4, ad q. 4, ad 3).
Los Pontífices romanos, que saben cuál es su deber, quieren más que nadie la conservación de todo lo que está divinamente instituido en la Iglesia, y por esto, del mismo modo que defienden los derechos de su propio poder con el celo y vigilancia necesarios, así también han puesto y pondrán constantemente todo su cuidado en mantener a salvo la autoridad de los obispos.
En todo lo que precede, Nos hemos trazado fielmente la imagen y figura de la Iglesia según su divina constitución. Nos hemos insistido acerca de su unidad, y hemos declarado cuál es su naturaleza y por qué principio su divino Autor ha querido asegurar su conservación.
Todos los que por un insigne beneficio de Dios tienen la dicha de haber nacido en el seno de la Iglesia Católica y de vivir en ella, escucharán nuestra voz apostólica, Nos no tenemos ninguna razón para dudar de ello. “Mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10, 27). Todos ellos habrán hallado en esta carta medios para instruirse más plenamente y para adherirse con un amor más ardiente cada uno a sus propios Pastores, y por éstos al Pastor supremo, a fin de poder continuar con más seguridad en el aprisco único y recoger una mayor abundancia de frutos saludables.
León XIII, Encíclica Satis cognitum, §§ 43, 44
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