martes, 28 de octubre de 2025

LEÓN XIV ELOGIA A UN SACERDOTE AL QUE LE GUSTABAN NIÑOS Y LO LLAMA “PROFETA”

En el Vaticano de hoy, el hombre que escribió sobre “llevar a los niños a la cama” es exaltado como un “santo”, mientras que la Misa de los Santos es tratada como una amenaza.

Por Chris Jackson


Una Iglesia que bendice el desorden

En Alemania, el “obispo” Helmut Dieser, de Aquisgrán, ha autorizado formalmente las bendiciones para “todas las parejas que se aman”, independientemente de su estado civil u orientación sexual. El decreto, extraído del documento de los “obispos” alemanes Segen gibt der Liebe Kraft, integra estas “ceremonias” en la vida pastoral diocesana.

Helmut Dieser

El texto se inspira en Fiducia Supplicans (2023), que abrió la puerta a las “bendiciones espontáneas” para las “parejas” del mismo sexo. Aquisgrán va más allá: no hay límites doctrinales, solo la invitación a “celebrar el amor”. Las palabras matrimonio, pecado y castidad no aparecen por ninguna parte.

Durante dos mil años, la Iglesia bendijo lo que Dios unió. Ahora bendice lo que el hombre desea. Esto es la institucionalización de la confusión. Una vez que la doctrina es sustituida por el sentimiento, todos los límites se derrumban.

El “profeta” de la perversión

El 11 de octubre de 2025, en la plaza de San Pedro, León XIV se dirigió a los peregrinos de la Toscana:

“Don Lorenzo Milani, profeta de la Iglesia toscana e italiana... tenía como lema “Me importa”. Les insto a que no sean pasivos y a que contribuyan a dar forma a una Iglesia que se preocupa por la vida de las personas”.

Esas palabras, pronunciadas ante miles de personas, fueron deliberadas. Se hacían eco de los elogios que Francisco había dedicado anteriormente al mismo hombre. León sabía exactamente lo que estaba diciendo. Estaba canonizando la corrupción.


Don Lorenzo Milani (1923-1967) no era ningún profeta. Era un “sacerdote” que escribía cartas tan viles que incluso sus admiradores se sonrojan al citarlas.

***Se recomienda discreción al lector***

En una carta de 1959, admitió:

“Si arriesgo mi alma, no es por haber amado demasiado poco, sino por haber amado demasiado (¡es decir, llevándolos a la cama conmigo!). […] ¿Quién podría amar a los niños hasta los huesos sin acabar metiéndoselo por el culo, sino un profesor que, junto con ellos, también ama a Dios y teme al infierno?”.

Esas son las propias palabras de Milani, impresas por sus seguidores. Se leen como el diario de un depredador; una mezcla impía de piedad y perversión. Revelan una mente que confundía el afecto con la lujuria, la santidad con la enfermedad. Nada en ellas habla de santidad, solo de la corrupción de la inocencia disfrazada de sensibilidad espiritual.

Este es el hombre al que León XIV llamó “profeta”. ¡A quien Francisco llamó “modelo a seguir para los sacerdotes”! Un sacerdote que fantaseaba abiertamente con actos sexuales con niños es ahora considerado “un modelo” de “una Iglesia que se preocupa”. Es obsceno. Es la inversión de todo lo que la Iglesia de Cristo representaba.

El experimento educativo de Milani en Barbiana difuminó todas las líneas morales entre profesor y alumno. Se convirtió en el semillero de Il Forteto, la comuna toscana cuyo fundador, Rodolfo Fiesoli, se jactaba de estar haciendo realidad la visión de Milani “aún mejor y más grande. Más tarde, los tribunales italianos denunciaron Il Forteto como un sistema de abuso sexual organizado de menores; Fiesoli está cumpliendo una condena de catorce años de prisión. Sin embargo, los medios de comunicación progresistas siguen llamando al proyecto “educación inclusiva”.

Incluso los críticos más benévolos admiten que los escritos de Milani estaban “llenos de obsesiones y contradicciones”. Esa es una forma educada de decir que estaba enfermo. Y aún así, León XIV, siguiendo a Francisco, se atreve a proclamar a este hombre como “profeta”.

El marxismo de Milani

Por si esto no fuera suficiente, Milani era marxista. Su radicalismo político no era el entusiasmo pasajero de un joven “sacerdote”, sino que se convirtió en su credo

Denunciaba la propiedad privada como una forma de robo y alababa la lucha de clases como el verdadero camino de la redención. En sus escritos y sermones se hacía eco de la retórica del Partido Comunista Italiano con más fidelidad que de la del Evangelio. “Los pobres deben luchar contra los ricos”, declaraba, como si la envidia fuera un sacramento y el resentimiento una bienaventuranza.

Según el mismo artículo citado anteriormente que proviene del sitio alemán Katholisches: “En 1952, Milani calificó de “mierda” el trabajo de Acción Católica, de “mierda” el trabajo del Papa Pío XII y de “mierda” también el trabajo de Alcide De Gasperi, entonces líder del Partido Demócrata Cristiano y primer ministro de Italia”.

Milani sustituyó las palabras pecado y gracia por opresión y liberación, reconvirtiendo a Cristo en un reformador social cuya misión no era salvar almas, sino reorganizar la sociedad. Era una “teología” reescrita con la gramática de Marx, donde el Cielo se convertía en igualdad y la salvación significaba la nivelación de toda jerarquía. En el mundo de Milani, la Cruz ya no era la escalera hacia la eternidad, sino la bandera de la revolución.

El escándalo de León y Francisco

A pesar de todo esto, en junio de 2017, Francisco salió del Vaticano para visitar y rezar en la tumba de Milani, fallecido en 1967. Lo describió como “un modelo a seguir para los sacerdotes”.


Honrar a una figura así es una profanación. Le dice al mundo que el cargo más alto de la Iglesia ya no distingue entre pecadores heridos que buscan la redención y depredadores que glorifican su propia depravación. Proclama que la sinceridad ahora sustituye al arrepentimiento, y que el vicio puede ser bautizado si sirve al nuevo evangelio de la empatía.

Por mucho que se le dé vueltas, esas cartas no pueden considerarse sagradas. Son la prueba de un corazón que codiciaba las almas que estaba ordenado proteger. Que Roma pudiera leerlas y seguir atribuyendo la palabra “profeta” a su autor es la medida más fiel de lo mucho que ha caído la jerarquía.

La misa de los santos reducida a un “tema candente”

Mientras León alaba a los rebeldes y Alemania bendice el pecado, los fieles apegados a la Misa Tradicional en latín son tratados como delincuentes. El cardenal Robert Sarah reveló recientemente que habló con León sobre la difícil situación de estos católicos. “Los cristianos practicantes hoy en día -dijo Sarah- son los que acuden a la Misa Tradicional. ¿Por qué prohibírselo?”.

La respuesta pública de León fue que el tema es “muy complicado”. En la práctica, Traditionis Custodes permanece intacta; unos pocos permisos aislados solo ponen de relieve la supresión más amplia. El mensaje es inequívoco: la Iglesia bendecirá el desorden moral, pero castigará la fidelidad litúrgica.

El patrón de inversión

El patrón es ahora innegable.

● En Aquisgrán se consagra el “amor” sin ley.

● En Roma, un sacerdote que escribió sobre niños en términos sexuales es canonizado como “profeta”.

● En todo el mundo, la Misa de los Santos es silenciada.

Esta es la lógica de una nueva religión que llama mal al bien y bien al mal. La autoridad ha abandonado la verdad por el sentimiento; la retórica pastoral ha sustituido a la doctrina. La jerarquía habla ahora el lenguaje del mundo: inclusión sin arrepentimiento, compasión sin conversión, misericordia sin justicia.

La mafia lavanda: Prevost y Martin

La Iglesia antes santificaba al pecador que se arrepentía. Ahora canoniza al pecador que redefine el pecado.

La justicia de la que no se puede escapar

La hora del juicio aún no ha llegado, pero llegará. Cada falsa misericordia proclamada en Roma, cada aplauso al pecado, cada profanación envuelta en la palabra pastoral: nada de eso desaparecerá en el sentimiento. La justicia no se suspende por la emoción. Espera.

Dios permite que la corrupción se pavonee durante una temporada; permite que se burlen de su Iglesia y se profanen sus altares para que la separación sea completa. Los que predican que “nadie es condenado” se encontrarán un día con el Juez que no adula, que retribuye cada acción con la verdad. La jerarquía puede bendecir lo que le plazca, pero el Cielo lleva su propio registro.

Puede que no veamos la justicia perfecta en esta vida. Puede que veamos sufrir a los inocentes mientras se honra a los culpables, y nos preguntemos si el Cielo aún reina. Pero la promesa es segura: el Señor retribuirá. Llegará el día en que cada blasfemia, cada traición a la inocencia, cada bendición falsa se enfrentará al fuego del juicio divino. Entonces los ídolos de la compasión se derrumbarán, y la justicia, pura, implacable, incorruptible, se revelará.

Hasta ese día, los fieles perseveran. Se aferran a la antigua fe no solo por amor, sino por justicia: para dar a Dios lo que le corresponde cuando el mundo se niega a hacerlo. Esperan la sentencia que ningún sínodo puede alterar y ningún papa puede posponer. Porque al final de toda esta falsa misericordia, habrá juicio y la verdad tendrá la última palabra.
 

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