sábado, 18 de octubre de 2025

EL MILAGRO IGNORADO: LA TRAICIÓN DE LEÓN XIV EN FÁTIMA

Ante la propia estatua de Nuestra Señora de Fátima, León se negó a nombrar Fátima, el Milagro del Sol, las advertencias del Infierno, la consagración o el Tercer Secreto aún enterrado en las bóvedas del Vaticano.

Por Chris Jackson


El gran silencio ante la mujer vestida de sol

13 de octubre de 2025: ciento ocho años desde que el sol giró y se precipitó hacia la tierra ante setenta mil testigos aterrorizados en Fátima, y ​​León XIV no pronunció una sola palabra al respecto. Ni una sola.

De pie ante la misma estatua que viajó desde Portugal para la ocasión, León ofreció un espectáculo de dulces perogrulladas sobre la ternura, la escucha, la fraternidad y la “forma de Dios de ser madre”. ¿El milagro del sol? Nunca mencionado. ¿Las advertencias de Nuestra Señora sobre las almas que caen al infierno “como hojas en otoño”? Omitidas. ¿El mandato del Cielo de consagrar Rusia, aún sin cumplirse después de casi un siglo? Ignorado.

Fue un espectáculo de estudiada irrelevancia. Mientras la Madre de Dios pedía penitencia, él ofrecía pan. Mientras ella advertía que las naciones serían aniquiladas si se ignoraban sus peticiones, él instaba al diálogo y a “una paz sin armas”.

Incluso la fecha misma, el 13 de octubre, debería haber resonado como una campana en el Vaticano. En cambio, el aniversario de la aparición más apocalíptica del Cielo pasó en silencio para el hombre que afirma ser su principal intérprete.

La estatua de Fátima como elemento decorativo, no como mensaje

El sábado 11 de octubre, León presidió una vigilia mariana y un rosario ante la estatua original de Fátima. Su discurso fue sorprendente por lo que le faltaba. Ni una sola vez pronunció el nombre de Nuestra Señora en el contexto de las advertencias o promesas de Fátima. En cambio, la transformó en un símbolo de “diálogo” y “ternura”, citando el “Haced lo que Él os diga” de Caná, evitando las palabras pronunciadas en Fátima: “Penitencia, penitencia, penitencia”.

Les dijo a los poderosos del mundo que “depusieran sus espadas”, pero no dijo nada de la guerra espiritual contra el pecado, la herejía y la apostasía: la guerra que Nuestra Señora misma identificó como la verdadera causa de la miseria humana.

El rosario de la noche se presentó como una manifestación de activismo por la paz, no de reparación. La adoración eucarística se convirtió en una plataforma para la fraternidad humana, en lugar del culto divino. Y la estatua de Fátima, la misma imagen que una vez atrajo a millones al arrepentimiento, fue testigo mudo de su propia reinterpretación, reducida a un mero decorado teatral para una Iglesia que ha olvidado su propósito.

La consagración perdida: el mandato del cielo desafiado

Nuestra Señora fue precisa. Pidió la consagración de Rusia, no del mundo, ni de la humanidad, ni de todos, incluyendo Rusia y Ucrania, a su Inmaculado Corazón. Debía hacerse pública y solemnemente, en unión con todos los obispos del mundo y en reparación por el pecado.

Desde 1929, esto no se ha hecho ni una sola vez. Todos los intentos han fracasado: ya sea por omisión, dilución o desobediencia.

Pío XII mencionó a Rusia, pero actuó solo.

Juan Pablo II consagró “el mundo”.

En 2022 Francisco añadió Rusia a Ucrania pero consagró a la “humanidad” en su conjunto y sin la participación obligatoria de los obispos.

Ahora León XIV hereda el mismo escenario y se niega siquiera a mencionar la palabra Rusia. El acto mismo que el Cielo ordenó para la paz sigue sin realizarse, mientras los “papas” hacen fila para realizar sus versiones falsas ante multitudes que ya no recuerdan la verdadera petición.

Si la condición para la paz fue la obediencia al mandato preciso del Cielo, ¿qué paz puede seguir a la desobediencia disfrazada de devoción?

El secreto aún oculto

En cuanto al Secreto, bueno, resulta que soy de los que creen que no lo entendimos todo. ¡Te lo dije! O sea, tienes derecho a tu propia opinión, ¿verdad, padre? Ahí tienes, ya sabes, esa es mi opinión. Porque me da miedo... - Madre Angélica, 16 de mayo de 2001

El Tercer Secreto, aún suprimido, aún incompleto, no predijo una catástrofe política mundial, sino espiritual: “La gran apostasía en la Iglesia comenzará desde arriba”. Esta frase, confirmada por múltiples testigos que vieron la parte inédita, describe a la perfección la decadencia de la iglesia posconciliar.

La publicación del Vaticano del año 2000 omitió las propias palabras de Nuestra Señora y las reemplazó con una visión de martirio desprovista de contexto. El “obispo de blanco” escalando una ciudad en ruinas encaja con la crisis, pero las palabras faltantes, las que pronunció Nuestra Señora, son las que la interpretan. Permanecen enterradas.

El arzobispo Viganò declaró en 2020 lo que los fieles católicos ya sabían: el texto completo nunca se ha revelado. El secreto permanece oculto porque expone la misma corrupción que ahora se presenta como “santidad”.

Así, la cuidadosamente redactada homilía de León XIV, su misticismo afeminado, su rechazo a la militancia, su sentimentalismo disfrazado de misericordia, solo confirma la veracidad de la profecía. La apostasía sobre la que nos advirtió Nuestra Señora se ha convertido en el programa de gobierno de la Iglesia.

La falsa paz de la Iglesia conciliar

León oró por la “paz”, pero ¿cómo puede orar por lo que se niega a obtener según lo prescrito por el Cielo? La suya es la paz de los ceses del fuego y los comités, no la paz que nace del arrepentimiento y la reparación. La verdadera paz que Nuestra Señora prometió llegará solo después de la consagración de Rusia y la conversión de esa nación a la fe católica. Hasta entonces, continuarán las guerras, las persecuciones y la pérdida de innumerables almas.

Nuestra Señora no apareció para enseñar fraternidad. Vino a advertir sobre el Infierno. Mostró a los niños almas cayendo en él, gritando. Pidió penitencia, sacrificio y devoción a su Inmaculado Corazón. No pidió reinterpretaciones sentimentales por parte de clérigos modernistas que intentan neutralizar su mensaje.

El 13 de octubre de 1917, el sol giró sobre Fátima para confirmar la advertencia celestial. El 13 de octubre de 2025, el Vaticano, en cambio, dio vuelta el mensaje.

Al final, su Inmaculado Corazón triunfará

Nuestra Señora prometió que, al final, su Inmaculado Corazón triunfará. La cuestión no es si triunfará, sino cuánto tiempo la jerarquía retrasará el triunfo al negarse a obedecer su simple petición.

El Cielo no necesita el permiso del departamento de relaciones públicas del Vaticano. Cuando los “papas” de la era moderna sustituyen la obediencia por la “sinodalidad”, Nuestra Señora encuentra otros instrumentos: almas que creen en lo que ella realmente dijo.

El Milagro del Sol fue la advertencia del Cielo a un mundo sumido en el pecado. Ciento ocho años después, el milagro ha quedado sepultado bajo los escombros de una iglesia sinodal que llama  “renovación” a la desobediencia. Pero el triunfo llegará, y quienes se burlaron, ignoraron o falsificaron su mensaje no tendrán defensa ante la Mujer vestida de Sol.

Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.
 

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