lunes, 28 de octubre de 2024

LA MANERA CATÓLICA DE CELEBRAR UN CUMPLEAÑOS

Un lector ha preguntado cómo un católico debe celebrar su cumpleaños de una manera meritoria o tradicional como se hacía en el pasado.

Por Rachel Lee Lozowski


Tal vez la mejor manera de comenzar a entender el verdadero espíritu católico de los cumpleaños sea imitar a Nuestra Señora, cuya conmemoración de su natividad está registrada en La mística ciudad de Dios: La coronación de la Venerable María de Ágreda (cap. XII):

“El día ocho de septiembre, el mismo día en que nació, comenzó la víspera con las mismas postraciones y cánticos que hizo para honrar la fiesta de su Concepción. Dio gracias por haber nacido a la vida en la luz de este mundo y por el favor de haber sido elevada al Cielo en la hora de su nacimiento para contemplar intuitivamente la Divinidad, como he narrado en la primera parte de esta historia.

Resolvió de nuevo dedicar toda su vida a cumplir el placer del Señor, reconociendo que solo para este propósito le había sido dado … Pidió al Señor que le prestara su ayuda, la gobernara en todas sus acciones y la condujera al fin más alto propuesto para su gloria.

En cuanto al resto de esta fiesta, aunque no fue elevada al Cielo como el día de su Concepción, sin embargo su Divino Hijo descendió con muchos coros de Ángeles, con los Patriarcas y Profetas, y con San Joaquín, Santa Ana y San José. Con esta compañía descendió Cristo nuestro Salvador para celebrar el cumpleaños de su Santísima Madre en la tierra.

Y esta purísima criatura, en presencia de aquella compañía celestial, adoró al Señor con admirable reverencia y adoración, y nuevamente expresó su reconocimiento agradecido por haber sido puesta en la tierra y por los beneficios relacionados con ella”
(pp. 524-532).

Nuestra Señora luego da instrucciones a María de Agreda sobre cómo celebrar su cumpleaños:

“El día de tu nacimiento en el mundo, debes dar gracias especiales al Señor a imitación mía y realizar algún trabajo extra en su servicio. Sobre todo, debes resolverte a partir de ahora a enmendar tu vida y comenzar a trabajar en esto de nuevo. Y todos los mortales, en lugar de pasar el aniversario de su nacimiento en la demostración de vanos gozos terrenales, deben hacer resoluciones similares” (p. 532).

Con estas admirables instrucciones dadas a nosotros por Nuestra Señora, parecería apropiado asistir a Misa en el cumpleaños de uno, si el tiempo y el deber lo permiten. Los pensamientos y prácticas en el día deben centrarse a menudo en la gratitud a Dios como nuestro Creador y la sumisión a la Divina Providencia, descrita tan perfectamente arriba. Sin embargo, aunque Nuestra Señora advierte contra las demostraciones de "vana alegría terrena", no es contrario al espíritu católico tener una celebración inocente y alegre según los medios de uno.

Historia de la celebración de los cumpleaños

En la mente de la Iglesia, el día de la muerte de un santo se considera como el día de su nacimiento a una nueva vida en el Cielo; por esta razón, el día tradicional para la fiesta de un santo se asigna al día de su muerte. En el Martirologio Romano, el comienzo de una entrada del día de la muerte del santo a menudo describe la fecha como el "natalis" ("el cumpleaños de") el santo que se conmemora.


Los primeros cristianos rechazaron las fastuosas fiestas de cumpleaños, como la de Herodes, y consideraron que el verdadero cumpleaños de un santo era el día de su muerte, cuando entraba en el Reino Eterno.


San Ambrosio declara que “el día de nuestro entierro se llama nuestro cumpleaños (natalis) porque, al ser liberados de la prisión de nuestros crímenes, nacemos a la libertad del Salvador”. Continúa: “Por lo que este día se observa como una gran celebración, porque es en verdad una fiesta del más alto orden estar muertos a nuestros vicios y vivir solo para la justicia” (Serm. 57, de Depos. St. Eusebii)

El día de la muerte se conocía como natalis o cumpleaños desde al menos 150 d.C. cuando los cristianos de Esmirna describen por escrito cómo honraban los huesos de San Policarpo, “que son más valiosos que las piedras preciosas y más finos que el oro refinado”. Por lo tanto, “los colocaron en un lugar adecuado donde el Señor nos permita reunirnos, como podamos, en alegría y gozo y celebrar el cumpleaños de su martirio”.

En los primeros días de la Iglesia, los cristianos no celebraban los cumpleaños, ya que era una costumbre pagana de la sociedad romana. Orígenes sostiene que “de todas las personas santas en las Escrituras, nadie está registrado que haya celebrado una fiesta o haya celebrado un gran banquete en su cumpleaños. Son solo los pecadores (como Faraón y Herodes) quienes hacen grandes regocijo por el día en que nacieron en este mundo abajo”. (Orígenes, en Levit., Hom. VIII, en Migne PG, XII, 495)

Los primeros cristianos, en cambio, consideraban que su verdadero “día de nacimiento” era el día de su Bautismo, cuando fueron hechos hijos de Dios. En el siglo IV, después de que el dominio del paganismo en la sociedad romana comenzó a disminuir y la Natividad de Nuestro Señor comenzó a celebrarse públicamente, algunos romanos católicos de las clases altas comenzaron a celebrar cumpleaños. En la época medieval, la nobleza celebraba sus cumpleaños reales con grandes fiestas y desfiles.

Celebraciones del día del santo

Mientras que los nobles celebraban el día de su nacimiento, los campesinos solían festejar su onomástico con celebraciones más sencillas, acordes con su condición. Hasta el siglo XX, muchos países católicos celebraban el onomástico en lugar (o además) del cumpleaños. El onomástico es la fiesta del santo patrón que da nombre a la persona. En muchas familias católicas del pasado, a los niños se les ponía el nombre del santo en cuya fiesta nacían, por lo que el cumpleaños y el onomástico coincidían en el mismo día.

Los nobles medievales celebraban sus cumpleaños
con maravillosos festines.

En el día del onomástico de una persona, ésta asistía a Misa por la mañana. Por la tarde, todos sus amigos, familiares y vecinos lo visitaban y le ofrecían buenos deseos, y él disfrutaba de comidas especiales para celebrar. En algunos lugares, la persona que celebraba su onomástico proporcionaba la comida para la fiesta e invitaba a otros a participar de ella. Durante la comida festiva, se hacían brindis en honor de la persona y su santo patrón.

En Lituania, la gente decoraba la puerta de la persona cuyo onomástico era y adornaba su asiento en el comedor con cintas y flores. Durante la comida, se le daba una banda para que la usara con el nombre de su santo y él y la silla eran izados en el aire tres veces.

Estas costumbres del onomástico se podían utilizar o adaptar fácilmente para las celebraciones de cumpleaños. Algunos católicos pueden incluso descubrir que desean tener su celebración principal en el día del onomástico. Sin embargo, o cuando sea que un católico decida celebrar, debe reconocer ambos días y ofrecer a Dios y a los santos el honor que merecen.

Otra costumbre piadosa del pasado era que las personas establecieran su cumpleaños como una festividad especial en honor a sus ángeles guardianes. Trataban el cumpleaños exactamente como lo harían con las festividades de los grandes santos que honraban, tanto en la forma de preparación como en el cumplimiento de la octava. Además, uno daba tantas limosnas como años tenía en honor a su ángel guardián, o bien hacía tantos actos de virtud o devoción a su amable guardián. (Henri-Marie Boudon, Devotion to the Nine Choirs of Holy Angels, Londres: Burns, Oates, & Co, 1869, p. 157)

Celebrando los cumpleaños como católicos tradicionales

Los cumpleaños, tal como se celebran hoy en día, suelen estar llenos de vulgaridad, tonterías y mundanalidad, especialmente entre las personas sin fe. También existe entre muchos una tendencia hacia la extravagancia, convirtiendo cada cumpleaños en una especie de evento secular y a menudo costoso. Sin embargo, las costumbres comunes que asociamos con los cumpleaños no son malas en sí mismas.

La costumbre de cubrir el pastel de cumpleaños con velas que indican la edad, y la ceremonia de apagar las velas y cortar el pastel, parecen haberse originado a finales del siglo XVIII, cuando se popularizaron en Alemania durante los cumpleaños de los hijos de las familias ricas.

A pesar de su aparición más reciente, estas costumbres todavía pueden incluirse en una celebración de cumpleaños católica tradicional. No hay una única forma de celebrar un cumpleaños. Diferentes familias, pueblos y regiones deben desarrollar sus propias costumbres y comidas, como lo hicieron en el pasado.

Para evitar dejarse llevar por la “vana alegría terrena” de la que nos advierte Nuestra Señora al principio de este artículo, la persona debe considerar como deber primordial en su cumpleaños dar gracias a Dios, especialmente asistiendo a Misa, dando limosna, realizando oraciones y devociones extras, etc.

Las celebraciones deben estar llenas de alegría, pero también templadas por la virtud, la seriedad y la sacralidad. El comedor debe estar decorado elegantemente, la conversación debe ser edificante y los brindis y los buenos deseos deben estar dirigidos al bien del alma de la persona y al cumplimiento de su vocación.

Fuentes:

1) Orly Redlich, The Concept of Birthday: A Theoretical, Historical, and Social Overview, in Judaism and Other Cultures
 (El concepto de cumpleaños: una visión teórica, histórica y social, en Judaísmo y otras culturas) (The World Academy of Science, Engineering and Technology International Journal of Humanities and Social Sciences vol:14, n:9, 2020), pp. 791-792. (https://www.researchgate.net/profile/Orly-Redlich-2/publication/344327597_The_Concept_of_Birthday-_A_Theoretical_Historical_and_Social_Overview-_in_Judaism_and_Other_Cultures/links/5f686ff5299bf1b53ee76fa2/The-Concept-of-Birthday-A-Theoretical-Historical-and-Social-Overview-in-Judaism-and-Other-Cultures.pdf)

5) Mary Gage y James Gage, “Birthday Cakes: History & Recipes” (Tortas de cumpleaños: historia y recetas) (https://www.newenglandrecipes.org/Birthday-Cake.pdf)



MONSEÑOR VIGANÒ: CARTA ABIERTA A LOS CATÓLICOS ESTADOUNIDENSES

La gran marcha de la destrucción mental continuará. Todo será negado … Se encenderán fuegos para testificar que dos y dos son cuatro. Se desenvainarán espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano (G. K. Chesterton, Herejes, 1905)



Carta de Monseñor Viganò en vísperas de las elecciones presidenciales de 2024.


Queridos fieles católicos americanos:

Me dirijo a todos vosotros, a pocos días de las elecciones presidenciales que llamarán a las urnas a millones de ciudadanos estadounidenses.

Incluso en condiciones de relativa normalidad, el ejercicio del voto es vuestro deber moral, mediante el cual cooperáis en primera persona en la elección de quien dirigirá la Nación durante los próximos cuatro años. Pero en esta próxima ronda electoral –al igual que en 2020 y, de hecho, mucho más– no se está simplemente llamado a elegir entre dos candidatos que están en lados políticos diferentes pero que, sin embargo, se preocupan por el bien común de conformidad con la Constitución y la Ley. No; en estas elecciones debéis elegir entre dos modos radicalmente opuestos de concebir el gobierno de vuestra Nación: estáis llamados a elegir entre democracia y dictadura, entre libertad y esclavitud.

Por un lado tenemos al candidato Donald J. Trump, quien, a pesar de graves problemas en sus cargos –especialmente en materia de aborto y procreación asistida– tiene como objetivo el bien común y la protección de las libertades fundamentales de los ciudadanos. En la América de Donald Trump, todo católico puede practicar su fe y educar en ella a sus hijos sin interferencias del Estado.

Del otro lado tenemos un candidato y un partido que promueve todo lo que se opone directamente a la Fe y la Moral de la Iglesia Católica. En los Estados Unidos de Kamala Harris, los católicos –pero también los protestantes– son considerados fundamentalistas que deben ser marginados y eliminados, y sus hijos son considerados propiedad del Estado, que se arroga el derecho de extraviarlos desde una edad temprana, tanto en el cuerpo como en el alma. Los Estados Unidos de Trump pueden volver a ser grandes y prósperos. Los Estados Unidos de Harris están destinados a la invasión y a la destrucción moral, social y económica: la dictadura más feroz.

¡Mirad vuestro país! Vuestras ciudades se han convertido en basureros llenos de indigentes y criminales, traficantes de drogas y adictos, prostitutas y ladrones. Vuestras escuelas están llenas de adoctrinamiento y corrupción desde el jardín de infantes en adelante. En vuestros tribunales se absuelve a los criminales y se encarcela a los inocentes: se persiguen nuevos crímenes ideológicos, mientras se tolera y fomenta la ilegalidad. En vuestros hospitales gobiernan las corporaciones multinacionales, y ustedes son sus conejillos de indias a los que deben exterminar o enfermar crónicamente para convertirse en sus clientes perpetuos. Agricultores, ganaderos y pescadores son perseguidos y obligados a fracasar, mientras la tierra es acaparada por corporaciones sin escrúpulos que la transforman en interminables sistemas fotovoltaicos y turbinas eólicas para alimentar sus centros de datos y granjas de servidores donde recopilan todos vuestros datos, vuestros movimientos, vuestras compras y vuestras preferencias políticas. Han llegado incluso a alterar el clima mediante sofisticadas operaciones de geoingeniería y devastadores incendios provocados para hacer creíble el fraude del calentamiento global e imponer la transición verde, el aumento del coste de la energía y de los coches y scooters eléctricos. Y todo esto se hace basándose en pruebas que consisten en mentiras sin ninguna prueba científica, pero que se propagan gracias a la colaboración servil de los medios de comunicación del régimen, siempre dispuestos a etiquetar a cualquier disidente como teórico de la conspiración. Pero lo que hasta ayer se descartaba como resultado de teorías conspirativas, ahora lo admite el propio gobierno. Os quitan la luz del sol; os envenenan sembrando las nubes; arrasan vuestras aldeas y vuestros campos con huracanes mortales; matan vuestro ganado y secan vuestras cosechas con sequías inducidas e incendios devastadores. Su objetivo es controlar todo el sector alimentario, obligaros a comer sólo lo que ellos ponen a vuestra disposición. Esto es lo que pide la Agenda 2030, que ha sido impuesta sin votación por las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial.

En estos cuatro desastrosos años de la administración Biden-Harris, hemos tenido una marioneta en la Casa Blanca y una vicepresidenta corrupta e incompetente que nunca ha dejado de mentir y engañar a los votantes sobre su pasado y su futuro. El poder lo maneja el Estado criminal profundo –cuyos nombres y rostros ahora conocemos– que es responsable de la destrucción de vuestra gran Nación. Y para que la crisis sea interminable, continuamente se abren nuevos escenarios de guerra, en conflictos que nadie realmente quiere, excepto aquellos que obtienen enormes beneficios de ellos, sacrificando vidas humanas y comprometiendo la estabilidad internacional.

Habéis visto de lo que han sido capaces los demócratas, es decir, la extrema izquierda revolucionaria, en cuatro años. Imaginaos lo que podrán hacer si, en lugar de los numerosos sustitutos de Biden, resulta elegida su vicepresidenta –en el fraude más escandaloso e inimaginable– con su séquito de ministros lgbtq+, rigurosamente revolucionarios, vendidos a China o al Foro Económico Mundial, patrocinado por George Soros o Bill Gates, manipulado por Barack Obama y Hillary Clinton. En ese momento, queridos católicos americanos, no sólo tendréis que ir a otra manifestación –como le gustaría a Kamala– para decir “Cristo es el Señor”, porque decir eso se considerará discurso de odio, y orar delante de una clínica de abortos un acto de terrorismo. No creáis que se trata de hipótesis remotas: dondequiera que la izquierda revolucionaria toma el poder, establece la dictadura más cruel, antihumana y anticristiana que la humanidad haya conocido jamás. Y sabemos que cada vez que la izquierda ha llegado al poder, nunca lo ha abandonado por medios democráticos.

Donald Trump y Kamala Harris: no estamos hablando de dos visiones un poco diferentes pero que siguen formando parte del vaivén político normal. No; Estamos hablando de dos mundos diametralmente opuestos e irreconciliables, en los que Trump lucha contra el Estado profundo y está comprometido a liberar a Estados Unidos de sus tentáculos, mientras que en el lado opuesto tenemos a un candidato corrupto y chantajeado, una parte orgánica del Estado profundo que actúa como un títere en manos de belicistas como Barack Obama y Hillary Clinton, de autoproclamados “filántropos” como los criminales George Soros y Klaus Schwab, o de personajes como Jeffrey Epstein y Sean Combs. Su programa es el de la Izquierda Global, el Foro Económico Mundial, la Fundación Rockefeller, la Fundación Bill y Melinda Gates y, en última instancia, el programa de Vanguard, BlackRock y StateStreet. Su agenda está dictada por la oligarquía financiera que controla a la humanidad en detrimento del pueblo: una élite que opera no sólo en Estados Unidos sino también en Canadá, Australia, Europa y dondequiera que la política sea rehén de sus fondos de inversión y sus pseudo “organizaciones humanitarias” dedicadas a la destrucción de la civilización occidental.

Detrás de estas personas – ya deberíamos saberlo – hay personas devotas al mal, unidas por el odio satánico contra Nuestro Señor Jesucristo y aquellos que creen en Él, principalmente contra los fieles católicos. Queremos que Cristo reine y lo proclamamos con orgullo: ¡Cristo es Rey! Quieren que reine el Anticristo, cuya tiranía está hecha de caos, guerra, enfermedades, hambruna y muerte. Y cuanto más aumentan las emergencias y las crisis planeadas y creadas por la élite globalista, más pretexto tiene esa élite para imponer nuevas limitaciones, nuevas restricciones de los derechos fundamentales y nuevos controles sociales.

Joe Biden, el actual “presidente”, es un servidor de esta élite subversiva y ampliamente chantajeable por los escándalos y crímenes cometidos por él personalmente y también por su familia, comenzando por su hijo Hunter. Su “vicepresidenta”, Kamala Harris, está igualmente subordinada al mismo Estado profundo. Y el Partido Demócrata, al que ambos pertenecen, es la expresión de la ideología del despertar que afecta a todos los partidos de la izquierda global.

El candidato Donald J. Trump, si bien ciertamente adopta algunas posiciones críticas serias con las que un católico no puede estar de acuerdo, representa para nosotros, queridos fieles estadounidenses, en este momento histórico específico, la única opción posible para contrarrestar el golpe globalista que la izquierda revolucionaria está a punto de implementar de manera definitiva, irreparable y con daños incalculables para las generaciones futuras.

Votar por Donald Trump significa distanciarnos firmemente de una visión de la sociedad anticatólica, anticristiana y antihumana. Significa detener a quienes quieren crear una distopía infernal incluso peor que la anunciada por George Orwell. Y también significa –no lo olvidéis– darle nuestro voto de confianza, para que el presidente Trump sepa que el voto masivo de católicos y cristianos que lo trajo de regreso a la Casa Blanca debe convertirse en la premisa de un compromiso más incisivo en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia tradicional, el derecho de los padres a educar a sus hijos, y a la defensa de la fe cristiana y la identidad cultural de la Nación.

Repito: la elección es entre un presidente conservador, que paga con su propia vida su lucha contra el Estado profundo, y un monstruo infernal que obedece a Satanás. Para un católico no puede haber dudas: votar por Kamala Harris es moralmente inadmisible y constituye un pecado muy grave. Tampoco es moralmente posible abstenerse, porque en esta guerra, declararse neutral, significa aliarse con el enemigo.

La gente de todo el mundo está empezando a comprender la amenaza que se cierne sobre ellos y el futuro de sus hijos, y vosotros, los estadounidenses, también lo habéis comprendido. Pero aunque esta vez será más difícil para el Estado profundo repetir el fraude de 2020, no hay que pensar que se resignará tan fácilmente a la derrota. Preparémonos, pues, para evitar que posibles ataques y escenarios de guerra civil sirvan para imponer la ley marcial y nuevas restricciones, después de los atentados contra su vida de los que el presidente Trump escapó providencialmente.

Pero no olvidemos, queridos fieles, que las energías humanas por sí solas son impotentes ante este despliegue infernal de fuerzas. Proclamamos que Cristo es Rey – esto significa que Nuestro Señor debe regresar a reinar, y la primera manera de hacerlo reinar es obedeciendo Su santa Ley y viviendo en Su Gracia. Dejad que Cristo reine en vuestros corazones, en vuestras familias, en vuestras comunidades y en todos los Estados Unidos de América: este es el único camino hacia la paz, la armonía y la prosperidad para vuestra Nación.

¡Pensad en cuántos católicos hay en los Estados Unidos! Votad sin dudar y orad para que Nuestro Señor ilumine a los ciudadanos americanos en su elección y conceda la victoria a aquellos que, al menos, no tienen problemas en proclamar que Cristo es el Señor.

Que Dios os bendiga a todos y que la Virgen de Guadalupe, la Patrona de los Estados Unidos y de toda América, y San Miguel Arcángel os proteja. 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo,
ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América

22 de Octubre de 2024


EL SIGLO DE LAS TIRANÍAS

Conviene que nos vayamos haciendo a la idea, tanto para que nos resistamos en lo que podamos como para que nos preparemos seriamente para el futuro

Por Bruno M.


Algunos siglos o épocas han pasado a la historia con un sobrenombre, como la era de los descubrimientos o el mal llamado siglo de las luces. Tiendo a pensar que, si el siglo XXI recibiera en el futuro uno de esos sobrenombres, sería el del siglo de las tiranías.

Ya sé que el siglo no ha hecho más que empezar, pero me temo que todo apunta en esa dirección. A fin de cuentas, el Estado ha ido creciendo de forma desbocada hasta hacerse omnipresente en todos los países, incluidas muy especialmente las democracias occidentales.

No hace falta ser muy observador para ver que el Estado moderno se mete en todo, lo regula todo, lo grava todo y hace lo posible por organizarlo todo de acuerdo con la ideología de la clase gobernante. Nada queda fuera de su actuación, desde la dieta hasta la salud, pasando por los viajes, las viviendas, la educación de los niños, las ideas, la religión, los cigarrillos, el idioma, los pensamientos, la moral, la definición de hombre o mujer, la oración y un larguísimo etcétera.

Nunca antes la autoridad estatal había tenido el poder que tiene ahora. La Unión Soviética o Mao Tse Tung, en sus días de gloria, nunca soñaron con disponer del poder para dominar a sus ciudadanos que tiene el Estado moderno. En consecuencia, sus tiranías apenas eran nada al lado de las que se están gestando en el mundo entero: tiranías absolutas que lo dominarán todo.

Uno de los indicios más claros es la lucha abierta del Estado contra todo aquello que pueda limitar su poder, en particular los dos grandes espacios que tradicionalmente escapaban a ese poder: la familia y la Iglesia. ¿O es que es una casualidad que la destrucción de la familia y la domesticación de la religión, especialmente la Católica, hayan sido objetivos constantes (aunque más o menos camuflados) del Estado desde, por lo menos, la Revolución Francesa?

Conviene que nos vayamos haciendo a la idea, tanto para que nos resistamos en lo que podamos como para que nos preparemos seriamente para el futuro, porque parece obvio que las nuevas tiranías serán todas (ya lo van siendo) militantemente anticatólicas. En ese contexto, la idea de una autoridad mundial, que asombrosamente han elogiado los últimos papas, resulta aterradora para los católicos. Sed non praevalebunt.


Espada de Doble Filo


28 DE OCTUBRE: SAN SIMON Y SAN JUDAS, APÓSTOLES


28 de Octubre: San Simón y San Judas, Apóstoles

(✞ siglo I)

Los gloriosísimos Apóstoles y mártires de Jesucristo, San Simón y San Judas fueron hermanos de Santiago el Menor, hijos de Clofás y de María, primos de la Virgen Santísima, Nuestra Señora. 

Eran llamados hermanos del Señor según las costumbres de los judíos, por ser parientes. 

Simón se llamaba el Cananeo o Zelotes para distinguirlo de San Pedro que tenía el mismo nombre de Simón, y Judas también tomó sobrenombre de Tadeo o Lebbeo, para distinguirse de Judas Iscariote. 

Habiéndolos el Señor escogido para su apostolado, recibieron la doctrina de su Santo Evangelio, y le siguieron con gran fidelidad y fueron testigos de sus admirables prodigios y compañeros de sus trabajos y persecuciones. 

Después de la institución de la Sagrada Eucaristía y terminado aquel admirable sermón que hizo el Señor, que se refiere en el capítulo XIV de San Juan, como San Judas no hubiese comprendido aquellas palabras: “El mundo no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo estaré vivo y vosotros lo estaréis también”, preguntó al Salvador: “Señor, ¿cómo ha de ser eso que te has de manifestar a nosotros y no al mundo?” 

A lo que respondió el Señor que era porque ellos le amaban y no le amaba el mundo, pues no guardaba sus mandamientos

Habiendo subido Jesús a los cielos, y después de la venida del Espíritu Santo, padecieron San Simón y San Juan grandes trabajos en la predicación del Evangelio, hicieron muchos milagros, derribaron ídolos y redujeron a la Fe innumerables gentes. 

Se dice que San Simón predicó en Egipto y San Judas o Tadeo en Mesopotamia, y que después entraron juntos en Persia. 

Entre las conversiones que hicieron, la más ruidosa fue la de toda la familia real y de muchos hombres principales de la corte que recibieron el Bautismo. 

Abrieron iglesias y formaron cristiandades, una de las cuales fue la de Babilonia. 

Refiérese también que oyendo el apóstol San Judas sobre el martirio de Santiago el Menor, pasó a Jerusalén y se halló presente en la elección del nuevo obispo de aquella Iglesia; más, una vez que fue elegido Simón, volvió a Persia, y los dos Apóstoles coronaron la carrera de su vida apostólica con un glorioso martirio; porque cayendo sobre ellos una turba de feroces idólatras, San Simón fue aserrado por el medio, y a Judas le cortaron la cabeza. 

Añade la misma antigua Tradición que en el mismo punto que fueron muertos estos dos sagrados Apóstoles delante de unos ídolos del Sol y de la luna, se levantó una terrible tempestad que dio por tierra con los templos y estatuas de aquellos falsos dioses, quedando sepultados en las ruinas los que habían dado muerte a los dos sagrados apóstoles. 

Reflexión

La vida de los dos gloriosos Apóstoles San Simón y San Judas es como la de todos los demás Apóstoles de Jesucristo. Toda ella consistió en amar con toda su alma a su Divino Maestro, en predicarle crucificado, confirmar con milagros la verdad de su Evangelio, ganar muchas gentes idólatras, padecer por su amor grandes trabajos y persecuciones, y la misma muerte. No se entiende pues como hay hombres tan ciegos que no se fían del testimonio de los Santos Apóstoles, porque aunque sea verdad que eran los más íntimos amigos del Salvador del mundo, también lo es que fueron sus más abonados testigos, y los más desinteresados confesores de su divinidad. 

Oración

¡Oh Dios! que nos hiciste merced de venir al conocimiento de tu nombre por medio de los bienaventurados Apóstoles Simón y Judas, concédenos la gracia de aprovechar en virtud al celebrar su gloria sempiterna. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

domingo, 27 de octubre de 2024

LA HOMOSEXUALIDAD EN EL CLERO CATÓLICO: UNA REFLEXIÓN NECESARIA

La homosexualidad en el clero es un obstáculo para el desarrollo espiritual y pastoral de los sacerdotes afectados.

Por Aurora Buendía


La homosexualidad en la Iglesia Católica es un tema que ha ido ganando visibilidad con el tiempo, especialmente en algunos sectores del clero. Aunque el fenómeno se manifiesta de distintas maneras en diferentes países, parece cobrar especial fuerza en Hispanoamérica, donde incluso se podría argumentar que se ha convertido en una especie de “moda” dentro de ciertos círculos eclesiásticos.

Los escándalos de abusos sexuales cometidos por eclesiásticos a menudo tienen un denominador común: la homosexualidad. Un análisis riguroso de los casos públicos muestra que la mayoría de estos abusos son perpetrados por hombres hacia otros hombres, y no tanto hacia mujeres. Las estadísticas son claras en este sentido: los casos de abusos heterosexuales dentro de la Iglesia son notablemente menos frecuentes que aquellos de naturaleza homosexual. Es más, los abusos entre mujeres son prácticamente inexistentes. Esta realidad plantea una cuestión ineludible: si bien cualquier forma de abuso es condenable, el problema parece estar particularmente vinculado con la homosexualidad en el clero.

Recientemente, Francisco hizo una controvertida mención al “mariconeo” que, según él, se produce en algunos seminarios. Sus palabras no son fruto de la ignorancia, sino de un conocimiento profundo de lo que ocurre en las entrañas de la Iglesia. Francisco, conocido por ser contrario a la admisión de homosexuales en los seminarios, parece tener claro que el reto de vivir la castidad puede ser mucho más difícil para aquellos que experimentan atracción por personas del mismo sexo. En un ambiente mayoritariamente masculino, es fácil que las relaciones afectivas deriven en encuentros sexuales, impulsados en gran medida por las dinámicas hormonales y la testosterona.

Es cierto que la Iglesia enseña que todos los sacerdotes deben vivir en castidad, pero la realidad demuestra que sin una intensa vida de oración, la castidad se vuelve una lucha titánica, especialmente para quienes tienen tendencias homosexuales. Un sacerdote debe ser, ante todo, un enamorado de Jesucristo, pero cuando ese amor no está presente, el corazón humano tiende a llenarse de afectos que buscan satisfacción en otros lugares. Esos vacíos emocionales, en algunos casos, han sido colmados con relaciones sexuales impropias, creando así un terreno fértil para la propagación de la homosexualidad clerical.

Este “mantra de la homosexualidad clerical” no es algo nuevo, ni tampoco un secreto dentro de la Iglesia. Al contrario, es un problema que ha avanzado, según algunos, de manera impecable, especialmente entre aquellos sacerdotes que han abandonado la vida de oración. Y este fenómeno es particularmente dañino para la institución, ya que desvía a quienes están llamados a entregarse a los demás hacia una existencia marcada por su propia miseria interior y deseos sexuales no controlados. La homosexualidad en el clero es, en ese sentido, un obstáculo para el desarrollo espiritual y pastoral de los sacerdotes afectados.

En este punto, surge una pregunta esencial: si la Iglesia ha adoptado una política de “tolerancia cero” frente a los abusos sexuales, ¿por qué no aplicar los mismos criterios a los sacerdotes homosexuales?. La tolerancia cero debería implicar, también, la limpieza de los seminarios de toda forma de lujuria, y el cese de aquellos obispos que, abiertamente o en silencio, han permitido que estas prácticas continúen. La homosexualidad clerical, en definitiva, no solo es una cuestión moral, sino que afecta la integridad de la vocación sacerdotal y la confianza que los fieles depositan en la Iglesia.

Se trata de un problema que no puede seguir siendo ignorado o minimizado. La Iglesia debe ser coherente en su postura y no mostrar favoritismos o excepciones según las circunstancias. Si realmente se busca erradicar el mal que ha causado tanto daño, es fundamental que la homosexualidad en el clero se aborde con la misma determinación que los abusos sexuales, aplicando la misma rigurosidad y compromiso en la purificación de sus filas.

La Iglesia debe ser valiente y adoptar medidas contundentes si quiere asegurar un futuro más santo y seguro para todos sus miembros. Solo así podrá recuperar plenamente la confianza que, en muchos lugares, ha sido profundamente erosionada.


InfoVaticana


UNO, MUCHOS FIASCOS DEL “CARDENAL” FERNÁNDEZ

La sinodalidad es el escaparate mientras que las verdaderas maniobras tienen lugar a puerta cerrada.

Por el padre Raymond J. de Souza


El buque insignia de la flota, el buque de la Santa Sede Sinodal (SSS en adelante), se encuentra en una situación desesperada (las filtraciones sobre el documento final que se publicará sugieren que será, para los que tienen esperanzas revolucionarias, una decepción). La SSS recibió un duro golpe el pasado diciembre con el fiasco de Fiducia supplicans en relación con la bendición de “parejas” del mismo sexo, y empezó a escorar seriamente a estribor.

La actual asamblea sinodal sobre la sinodalidad en Roma ha asestado ahora otro golpe a babor; se ha desencadenado otro fiasco en relación con las mujeres diáconos. Y el responsable de ambos golpes es el “cardenal” Víctor Manuel Fernández, uno de los almirantes más veteranos al servicio de la barca de Pedro.

El buque de la SSS zarpó cuando Francisco anunció en marzo de 2020 la puesta en servicio de una nueva gran nave. El proceso sinodal sobre la sinodalidad para una Iglesia sinodal cumplirá así su quinto aniversario a principios del próximo año. Ha navegado por aguas turbulentas, pero incluso después de cinco años, no está claro hacia dónde se dirige exactamente la sinodalidad. Así pues, la sinodalidad de la SSS ha emprendido un viaje sin destino.

Tal vez el propósito sea el viaje, no el destino - el lema de las agencias de viajes y los reclutadores militares durante generaciones. No se trata de hacia dónde se dirige el barco, sino de cómo llega hasta allí. Por eso el “cardenal” Fernández ha resultado tan letal para la sinodalidad. En su marina, los almirantes no consultan a los contramaestres, ni siquiera a los comandantes.

Abriendo esta asamblea del proceso sinodal, Francisco predicó a principios de este mes que, “cada palabra debe ser recibida con gratitud y sencillez y puede convertirse en un eco de lo que Dios ha dado para el bien de nuestros hermanos y hermanas”.

Y agregó: “Cuanto más nos demos cuenta de que estamos rodeados de amigos que nos quieren, nos respetan y nos aprecian, amigos que quieren escuchar lo que tenemos que decir, más libres nos sentiremos para expresarnos espontánea y abiertamente”.

La “apertura”, la “consulta”, la “transparencia”, el “respeto”, la “escucha”, son las señas de identidad de la sinodalidad. Todas las voces deben ser escuchadas. Todos son amigos que hay que apreciar.

Por eso fue un golpe mortal cuando, en diciembre pasado, sin haber dicho nada a nadie, el “cardenal” Fernández lanzó el torpedo Fiducia supplicans, autorizando las bendiciones a las “parejas” del mismo sexo. La reacción del lado de “estribor” de la Iglesia fue feroz y estuvo encabezada por los obispos africanos. Fernández se vio obligado a dar marcha atrás, anulando en esencia sus propias órdenes.

Algunos en el lado de “babor” habían acogido con satisfacción las nuevas órdenes -el capitán James Martin, SJ, las aplicó inmediatamente-, aunque nadie podía defender que fueran sinodales en ningún sentido. La asamblea sinodal de octubre de 2023 había decidido cuidadosamente no mencionar la cuestión. Mientras tanto, el “cardenal” Fernández trabajaba en la autorización de las bendiciones homosexuales y lo mantenía todo en la clandestinidad. La sinodalidad quedó al descubierto como una farsa.

Sin embargo, el Sínodo de la SSS siguió navegando con valentía, cojeando y tambaleándose, mientras se fraguaba un motín. Francisco, sabiendo que la sinodalidad no podía sufrir otro golpe semejante, decidió en los meses posteriores a Fiducia supplicans crear “grupos de estudio” sobre diez temas, eliminando así todas las cuestiones sustantivas del proceso sinodal. No habría más debates perjudiciales sobre hacia dónde se dirigía la sinodalidad de la SSS. Sólo habría reflexiones sobre el disfrute del viaje.

Los grupos de estudio no presentarían sus informes hasta junio de 2025, lo que prolongaría el proceso sinodal más allá de su quinto aniversario, pero presentarían un informe provisional en octubre de 2024.

En julio se anunció la composición de los 15 “grupos de estudio” sobre los diez temas. Sin embargo, el Grupo 5, encargado de “la cuestión de la necesaria participación de las mujeres en la vida y el liderazgo de la Iglesia”, no divulgó su composición. Sólo se informó de que “había sido confiado al Dicasterio para la Doctrina de la Fe”. El “almirante” Fernández estaría al timón.

Fernández entregó obedientemente su informe provisional a principios de este mes a la asamblea. Confirmó que las mujeres diáconos -es decir, las Órdenes Sagradas- no eran posibles, algo que el propio Francisco había afirmado rotundamente en el foro extrasinodal de 60 Minutes, al que había concedido una entrevista el pasado mes de abril. Fernández no aclaró cómo se había desarrollado el debate ni a quién se había consultado; ni siquiera reveló quién formaba parte del “Grupo de Estudio 5”. Todo era muy reservado y nada “sinodal” -aunque Francisco había encargado a los “grupos de estudio” que procedieran de forma “sinodal”-.

El fuego entrante por babor fue inmediato y feroz. Al capitán Martin y a otros que estaban dispuestos a tirar la sinodalidad por la borda cuando convenía a su defensa del mismo sexo no les gustó que se les excluyera del proceso cuando se trató sobre las mujeres diaconisas.

Los gestores del sínodo tenían un problema entre manos. El fiasco de Fiducia supplicans había alienado a muchos de los que, para empezar, no eran partidarios de la sinodalidad. Pero en el caso de las mujeres diaconisas, la sustitución de la sinodalidad por el secreto enfureció a los que tenían más ganas de embarcarse en la sinodalidad de la SSS. Este motín sería más grave.

Se anunció apresuradamente una adición al programa del sínodo. El viernes pasado, habría ocasión de reunirse con los “grupos de estudio” y celebrar un poco de consulta sinodal correctiva.

No fue bien. Más de un centenar -más de una cuarta parte- de los delegados sinodales optaron por asistir a la discusión con el “Grupo de Estudio 5”. Salvo que ningún miembro del “Grupo de Estudio 5” se presentó, y sus identidades permanecieron en secreto. Fernández envió a dos marineros subalternos de la oficina doctrinal a repartir una dirección de correo electrónico a la que podían enviarse comentarios.

A los portuarios no les hizo ninguna gracia. De hecho, la “indignación palpable” fue el tema, reconocido incluso por Austen Ivereigh, un fiable impulsor del proceso sinodal. A las pocas horas, Fernández intentó contener los daños emitiendo un mensaje en el que pedía disculpas por el “malentendido” y ofrecía otra reunión en la que estaría presente personalmente.

El lunes por la mañana, Fernández volvió a abordar el asunto en la propia asamblea, intentando contener el fuego bajo cubierta. Explicó que Francisco ya había cerrado la puerta a las mujeres diaconisas en 60 Minutes y en otros lugares, que las mujeres en el diaconado no abordan la situación real de la gran mayoría de las mujeres católicas, y que la apertura de Francisco del ministerio de catequista a las mujeres había sido algo así como un fracaso. No obstante, si los delegados desean reunirse con él en relación con el “Grupo de Estudio 5”, estará encantado de hacerlo el jueves 24 de octubre. Además de una dirección de correo electrónico, se facilitarán otros medios para el envío de material.

Desgraciadamente, la seriedad de esa oferta se vio inmediatamente socavada cuando se anunció esa misma mañana que la cuarta encíclica de Francisco -Dilexit nos, sobre el Sagrado Corazón- se publicaría ese mismo día. Así, el jueves se dio a conocer la encíclica y se celebró una rueda de prensa para presentarla.

Así pues, en dos cuestiones importantes, el “cardenal” Fernández ha socavado (¿fatalmente?) la sinodalidad, revelando que en los niveles más altos de la Iglesia, en cuestiones de gran importancia, los procesos secretos sin consulta alguna son el método preferido de proceder. La sinodalidad es el escaparate mientras que las verdaderas maniobras tienen lugar a puerta cerrada.

Se mire por babor o por estribor, la sinodalidad de la SSS se hunde. ¿Cuántos están dispuestos a abandonar el barco?


The Catholic Thing


'ARZOBISPO' DE SYDNEY: ¡DECIR QUE LOS JUDÍOS YA NO SON EL PUEBLO ELEGIDO DE DIOS ES UNA HEREJÍA!

Anthony Fisher OP, ¡un “obispo” hereje que denuncia la ortodoxia como herejía!


En junio de este año, la Gran Sinagoga de Sydney, Australia, organizó una conferencia conmemorativa en honor de su antiguo rabino jefe, el Dr. Raymond Apple (1935-2024), quien había fallecido el 19 de enero.

No está claro si este discurso se pronunció el 25 o el 27 de junio, ya que hay información contradictoria al respecto en Internet. Sin embargo, en realidad no es de gran importancia; el verdadero problema es que esta conferencia en memoria del rabino Apple fue pronunciada por un hombre que se considera “arzobispo católico romano” de Sydney y a quien el mundo reconoce como tal.

Hablamos de Anthony Colin Joseph Fisher OP. Nacido en 1960, Fisher fue ordenado sacerdote el 14 de septiembre de 1991, en el problemático rito de ordenación novus ordo de 1968, pero por un obispo válido. El 16 de julio de 2003, el falso papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Sydney; el falso papa Benedicto XVI lo nombró ordinario diocesano de Parramatta el 8 de enero de 2010; y el 18 de septiembre de 2014, el falso papa Francisco nombró a Fisher arzobispo de Sydney.

La conferencia que Fisher pronunció en la sinagoga en junio se tituló “Judíos y cristianos caminando juntos: ¿dónde estamos en 2024?”, y su texto completo con notas a pie de página está disponible en el sitio web de la arquidiócesis (en inglés aquí).

La fotografía siguiente muestra a Fisher. Observe la llamativa ausencia de la cruz pectoral del “obispo” en la sinagoga (a la derecha), que siempre lleva en su lugar:

imagen: marriageresourcecentre.org

Es evidente que Fisher se quitó la cruz pectoral para este acontecimiento, para no ofender a los judíos recordándoles el instrumento por el cual el Hijo de Dios los redimió amorosamente. (La forma en que los judíos consideran la cruz se explica, por ejemplo, en la
1906 Jewish Encyclopedia).

Si San Pablo reprendió a San Pedro por comer con los judíos conversos separados de los gentiles conversos (ver Gálatas 2:11-15), ¿se imaginan lo que le diría a un supuesto “obispo católico” que efectivamente escondió la cruz para que los judíos no convertidos estuvieran dispuestos a escucharlo hablar monótonamente sobre las buenas relaciones entre ellos desde la década de 1960, buenas relaciones que se deben en gran parte al hecho de que a los judíos ya no se les dice que deben aceptar a Jesucristo para ser salvos y se les afirma continuamente en su incredulidad y en su supuesto estatus como el Pueblo Elegido de Dios?

Sí, también los Apóstoles predicaban en las sinagogas, pero precisamente de eso se trata: predicaban el Evangelio en las sinagogas, no decían a los judíos que seguían siendo el Pueblo Elegido de Dios y que no necesitaban aceptar a su Redentor. Como dice San Pablo: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles” (1 Cor 1,23).

En lugar de ayudar a los judíos a superar este “obstáculo” ayudándolos a quitarse el “velo” del corazón, como hicieron los Apóstoles (cf. 2 Cor 3,13-16), Mons. Fisher opta por el “ecumenismo” del Vaticano II. No sólo guarda silencio sobre la verdad del Evangelio, sino que tiene la audacia de rechazar explícitamente la posición católica tradicional sobre la relación entre católicos y judíos –a veces llamada “supersesionismo”– y la califica escandalosamente de herejía.

Ahora veamos las palabras exactas de Fisher respecto al supersesionismo, tomadas de su conferencia:

Si los cristianos no siempre han sido buenos parientes de los judíos, si algunos han caído en el prejuicio, la culpabilización o la herejía supersesionista de que han reemplazado a los judíos como pueblo elegido de Dios, tal vez les venga bien a la mente san Pablo. Pablo, un firme apologista de la nueva religión, nunca olvidó que era judío y que debía mucho al judaísmo.

('Arzobispo' Anthony Fisher, OP, “Jews and Christians Walking Together: Where Are We in 2024?”Arquidiócesis Católica de Sydney, 28 de junio de 2024; subrayado añadido).

Todo el discurso de Fisher se basa en el flagrante error de que los judíos de hoy son los judíos del Antiguo Pacto, como si no hubiera una diferencia religiosa esencial entre una persona judía de hoy (que rechaza explícitamente a Jesucristo y su religión) y una persona judía que vivió antes de la llegada de Cristo (que, adhiriéndose fielmente al Antiguo Pacto entonces vigente, esperaba la llegada del Redentor prometido).

Lo que hoy conocemos como “judaísmo” no es la religión del Antiguo Pacto; no podría serlo, porque esa religión llegó a su fin por decreto divino con el establecimiento del Nuevo Pacto: “Al decir “nuevo”, dio por viejo a lo primero; y lo que se descompone y envejece, está próximo a su fin” (Hebreos 8:13).

Lo que hoy se conoce como “judaísmo” es en realidad un judaísmo apóstata. Es apóstata porque se fundó en el rechazo oficial y definitivo del sumo sacerdote Caifás al verdadero Mesías, Jesucristo:

El sumo sacerdote se levantó y le dijo: ¿No respondes nada a las cosas que éstos testifican contra ti? Pero Jesús calló. El sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por Dios vivo, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho. Pero os digo que de aquí en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: Ha blasfemado; ¿qué más necesidad tenemos de testigos? Mirad, ahora habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Ellos respondieron y dijeron: Es reo de muerte.

(Mateo 26:62-66; cf. Juan 11:49-53)

Respecto al rechazo del verdadero Mesías por parte del sumo sacerdote, el Doctor de la Iglesia San Jerónimo (c. 340-420) comenta:

Y con este rasgado de sus vestiduras, Caifás muestra que los judíos habían perdido la gloria sacerdotal y que el trono de su Sumo Sacerdote estaba vacante. Porque al rasgar sus vestiduras rasgó el velo de la Ley que lo cubría.

(San Jerónimo, Comentario sobre Mateo 26:65; citado en Santo Tomás de Aquino, ed., Catena Aurea: Commentary on the Four Gospels collected out of the Works of the Fathers Vol. I, Part III [Oxford: John Henry Parker, 1842], pág. 926.)

El judaísmo actual es, pues, una distorsión diabólica de lo que en otro tiempo fue la religión verdadera (cf. Jn 4,22), pero no podía seguir siendo así porque, por su misma naturaleza, era sólo provisional, una mera preparación temporal para realidades mayores y eternas que vendrían. Así, con la llegada del Mesías, la Antigua Alianza debía dar paso a la Nueva, como la promesa necesariamente da paso a su cumplimiento:

He aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá; no como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; pacto que ellos invalidaron, y yo me enseñoreé de ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo.

(Jeremías 31:31-33)

Mantener artificialmente “viva” la religión de la promesa cuando la religión del cumplimiento ya ha sido revelada e instituida, es obviamente una perversión espantosa y blasfema; convierte la que un día fue la religión verdadera y salvífica (cf. Jn 4,22) en portadora de muerte, porque, frustrado su verdadero sentido y función, impedirá necesariamente que la gente acepte al verdadero Mesías y, en cambio, la conducirá a uno falso: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis” (Jn 5,43).

Lo que hoy conocemos como judaísmo es, por lo tanto, una especie de cadáver zombificado, una cáscara sin vida que ha sido infundida con las enseñanzas del Talmud y del misticismo cabalístico para darle la apariencia de vida. El verdadero propósito de este judaísmo talmúdico apóstata es, pues, mantener a la gente alejada del verdadero Mesías y del verdadero cumplimiento de la Antigua Alianza, y preparar a sus adeptos para que acepten en su lugar al Anticristo: “Porque han salido por el mundo muchos engañadores que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne; éste es un engañador y un anticristo” (2 Jn 7). ¡No es extraño que el libro del Apocalipsis hable de “los que se dicen judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás (Ap 2,9)!

Al señalar todo esto, simplemente estamos enunciando hechos que pertenecen al orden objetivo. De ninguna manera estamos afirmando o insinuando que cada uno de los seguidores del judaísmo apóstata sea de mala voluntad, o que busque agradar al diablo, o que odie a los cristianos, o algo por el estilo. Sin duda, una gran mayoría de los judíos de hoy, como tantos gentiles, están simplemente engañados, pero eso no es realmente relevante para nuestros propósitos aquí. No nos interesa juzgar el estado del alma de cada persona judía ante Dios, lo cual de todos modos no nos corresponde hacer; nos interesa analizar y explicar hechos objetivos, independientemente de las intenciones de cada uno, sean buenas o malas.

Parte del orden objetivo, podríamos añadir aquí, es también el hecho de que mientras se nieguen a aceptar al verdadero Mesías, Jesucristo, los judíos de hoy no podrán salvarse. Pues, aunque la ignorancia invencible puede excusar de culpa en ciertos casos, no puede suplir la falta de creencia en aquellos “misterios de la fe que son necesarios [para la salvación] por una necesidad de medios, como son especialmente los misterios de la Trinidad y de la Encarnación” (Papa Clemente XI, Respuesta del Santo Oficio al Obispo de Quebec, 25 de enero de 1703; Denz. 1349a).

Esto significa que la evangelización de los judíos de hoy es de suma importancia. Sin embargo, la evangelización del pueblo judío es precisamente lo que ha sido oficialmente rechazado por la iglesia del novus ordo desde el infernal concilio Vaticano II (1962-65) y su horrible declaración sobre las religiones no cristianas, Nostra Aetate. En cierto sentido, entonces, el arzobispo Fisher simplemente está siendo un fiel seguidor de la secta del Vaticano II:


El hecho de que Fisher invoque a San Pablo para apoyar su afirmación de que los judíos no fueron sustituidos por los cristianos (católicos) como Pueblo Elegido de Dios, no sólo es una blasfemia y un sacrilegio, sino también una estupidez increíble, porque es muy fácil de refutar. Después de todo, fue San Pablo quien escribió:

Porque vosotros, hermanos, sois imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues también habéis padecido de vuestros propios compatriotas lo mismo que ellos de los judíos, los cuales mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos han perseguido, y no agradan a Dios, y son adversarios de todos los hombres, prohibiéndonos hablar a los gentiles para que se salven, para colmar siempre sus pecados; porque la ira de Dios ha venido sobre ellos hasta el fin.

(1 Tesalonicenses 2:14-16)

Eso no es exactamente un respaldo rotundo a la idea de que los judíos apóstatas son el Pueblo Elegido de Dios.

Pero hay más. Los siguientes pasajes bíblicos también fueron escritos por San Pablo, bajo inspiración divina:

Entonces dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Pues bien, por su incredulidad fueron desgajadas. Pero tú por la fe estás en pie; no te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, teme que a ti tampoco te perdone. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad, a la verdad, para con los que cayeron, pero la bondad de Dios para contigo, si permaneces en la bondad; de otra manera, tú también serás cortado. Y también ellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. (Romanos 11:19-23)

Sabed, pues, que los que son de fe son descendientes de Abraham; porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. (Gálatas 3:7,26-29)

Pero ahora ha obtenido un mejor ministerio, cuanto es mediador de un mejor pacto, el cual se funda en mejores promesas. Porque si el primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos, dice: He aquí que vienen días, dice el Señor, en que perfeccionaré para la casa de Israel y para la casa de Judá un nuevo pacto. No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, por cuanto ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Por lo cual, éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mis leyes en la mente de ellos, y en su corazón las escribiré; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande; porque seré propicio a sus maldades, y no me acordaré más de sus pecados. Al decir "nuevo", ha hecho viejo a lo primero; y lo que se corrompe y envejece, está cerca de su fin. (Hebreos 8:6-13)

Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer lo que viene después. (Hebreos 10:9)

La doctrina católica, desde el principio, ha enseñado que el Antiguo Pacto fue abrogado, reemplazado y superado por el Nuevo Pacto. Esto se enseña de manera inequívoca en la Sagrada Escritura, en la Sagrada Tradición y en el magisterio eterno de la Iglesia.

En cuanto a la Sagrada Escritura, ya hemos visto numerosos pasajes que enseñan el supersesionismo. En resumen, podemos decir que el Antiguo Testamento mismo lo predice; Nuestro Señor mismo lo predica; y el Nuevo Testamento en su conjunto lo confirma.

He aquí algunos pasajes más de los Evangelios que indican que el estatus de “Pueblo Elegido” se transferiría del pueblo de Israel o los judíos a los seguidores de la Nueva Alianza, los cristianos (católicos):

Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. (Mateo 8:11-12)

Por eso os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. (Mateo 21:43)

6. Y como aún tenía un hijo muy querido, lo envió también a los últimos de todos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Pero los labradores se dijeron unos a otros: Éste es el heredero; venid, matémoslo, y la herencia será nuestra. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a aquellos labradores, y dará la viña a otros. ¿Y no habéis leído esta Escritura: La piedra que desecharon los edificadores, ha sido puesta por cabeza del ángulo; en el Señor se ha hecho esto, y es maravilloso a nuestros ojos? (Marcos 12:6-11)

Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. (Lucas 13:28-29)

Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá al verlo, le tendrán respeto. Al verlo los labradores, pensaron dentro de sí, diciendo: Este es el heredero; matémosle, para que la herencia sea nuestra. Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Ellos, al oírlo, le dijeron: En ninguna manera. Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo? El que cayere sobre esa piedra, será herido; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. (Lucas 20:13-18)

No es sorprendente que encontremos un testimonio claro sobre la sustitución de la Antigua Alianza y su pueblo por la Nueva Alianza y sus adherentes también transmitido en la Sagrada Tradición.

Por ejemplo, Tertuliano (c. 155-220) en su tratado Contra los judíos (también conocido como Una respuesta a los judíos) habla de la “superación” y “abolición” de la Antigua Ley (en los capítulos 3 y 6, respectivamente).

Asimismo, San Agustín de Hipona (354-430), Doctor de la Iglesia, escribe:

Así, los sacramentos del Antiguo Testamento, que se celebraban en obediencia a la ley, eran tipos de Cristo que había de venir; y cuando Cristo los cumplió con su advenimiento, fueron abolidos, y fueron abolidos porque se cumplieron. Porque Cristo vino no para destruir, sino para cumplir. Y ahora que se revela la justicia de la fe, y los hijos de Dios son llamados a la libertad, y se ha quitado el yugo de esclavitud que se requería para un pueblo carnal y de dura cerviz, se instituyen otros sacramentos, mayores en eficacia, más beneficiosos en su uso, más fáciles de realizar y menos numerosos.

(San Agustín, Contra Faustum, Libro XIX , párr. 13)

El Magisterio Católico, perpetuamente iluminado por la revelación de Dios que se encuentra en la Escritura y la Tradición, también ha sido sumamente claro en este tema. Veamos algunos ejemplos.

En 1442, el Concilio de Florencia bajo el Papa Eugenio IV enseñó:

Cree, profesa y enseña firmemente que las prescripciones legales del Antiguo Testamento o de la ley mosaica, que se dividen en ceremonias, santos sacrificios y sacramentos, por haber sido instituidas para significar algo en el futuro, aunque eran adecuadas para el culto divino de aquel siglo, una vez que hubo venido nuestro Señor Jesucristo, que fue significado por ellas, terminaron y tuvieron su comienzo los sacramentos del Nuevo Testamento. Quien, después de la pasión, pone su esperanza en las prescripciones legales y se somete a ellas como necesarias para la salvación y como si la fe en Cristo sin ellas no pudiera salvar, peca mortalmente. No niega que desde la pasión de Cristo hasta la promulgación del evangelio se hubieran podido conservar, con tal de que de ninguna manera se creyera que fueran necesarias para la salvación. Pero afirma que después de la promulgación del evangelio no se pueden observar sin pérdida de la salvación eterna.

(Concilio de Florencia, Bula de unión con los coptos Cantate Domino)

La enseñanza del Concilio es evidente y se explica por sí sola: ¡no se necesita ninguna “clave hermenéutica”!

En su encíclica contra la masonería en Italia (1892), el Papa León XIII hablaba de los católicos cuando se lamentaba: “¿Cómo podemos soportar ver a su pueblo escogido expuesto a un peligro constante y omnipresente de apostasía, empujado hacia el error y el vicio, las miserias materiales y la degradación moral?” (Custodi Di Quella Fede, n. 1; subrayado añadido).

De manera similar, el Papa Pío XI en su primera encíclica (1922) se refirió a sí mismo con razón como “Nos, como el célebre caudillo de Israel” (Ubi Arcano Dei, 17).

El 25 de marzo de 1928, el Santo Oficio, bajo el reinado de Pío XI, publicó un decreto por el que abolía la asociación Amici Israel (Amigos de Israel), que se había convertido en una amenaza para la integridad de la Doctrina Católica sobre el judaísmo y la relación de la Iglesia con los judíos apóstatas. Esto es lo que decía ese decreto sobre el Pueblo Elegido:

… la Iglesia Católica siempre ha estado acostumbrada a orar por el pueblo judío, que fue depositario de las promesas divinas hasta la llegada de Jesucristo, a pesar de su posterior ceguera, o mejor dicho, a causa de esta misma ceguera. Movida por esa caridad, la Sede Apostólica ha protegido al mismo pueblo de los malos tratos injustos, y así como censura todo odio y enemistad entre los hombres, así también condena en el más alto grado posible el odio contra el pueblo una vez elegido por Dios, a saber: el odio que ahora es lo que generalmente se entiende en el lenguaje común por el término conocido generalmente como “antisemitismo”.

(Sagrada Congregación del Santo Oficio, Decreto Cum Supremae; subrayado añadido.)

Pío XI afirmó la doctrina supersesionista también en su hermoso Acto de Consagración de la raza Humana al Sagrado Corazón de Jesús: “Vuelve tus ojos de misericordia hacia los hijos de esa raza, que en otro tiempo fueron tu pueblo elegido: en otro tiempo invocaron sobre sí la Sangre del Salvador; que ahora descienda sobre ellos una fuente de redención y de vida” (subrayado añadido).

No sorprende que el Papa Pío XII también enseñara la posición supersesionista que el arzobispo Fisher considera una “herejía”:

Y, en primer lugar, por la muerte de nuestro Redentor, el Nuevo Testamento tomó el lugar de la Antigua Ley que había sido abolida; luego, la Ley de Cristo, junto con sus misterios, decretos, instituciones y ritos sagrados, fue ratificada para todo el mundo en la sangre de Jesucristo. Porque, mientras nuestro Divino Salvador predicaba en un lugar restringido —no fue enviado sino a las ovejas que se habían perdido de la casa de Israel— la Ley y el Evangelio estaban juntos en vigor; pero en el patíbulo de su muerte Jesús invalidó la Ley con sus decretos, clavó en la cruz la escritura del Antiguo Testamento, estableciendo el Nuevo Testamento con Su sangre derramada por toda la raza humana. “Hasta tal punto, pues”, dice San León Magno, hablando de la Cruz de nuestro Señor, “se hizo un traspaso de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de muchos sacrificios a una sola Víctima, que, al expirar nuestro Señor, aquel velo místico que cerraba la parte más íntima del templo y su sagrado secreto se rasgó violentamente de arriba abajo”.

En la cruz murió entonces la antigua ley, para ser pronto sepultada y portadora de muerte, para dar paso al Nuevo Testamento, del que Cristo había elegido a los Apóstoles como ministros cualificados.

Pero si nuestro Salvador, con su muerte, se convirtió, en el sentido pleno y completo de la palabra, en la Cabeza de la Iglesia, fue también por su sangre como la Iglesia fue enriquecida con la más plena comunicación del Espíritu Santo, por el cual, desde el momento en que el Hijo del hombre fue elevado y glorificado en la cruz por sus sufrimientos, ella es divinamente iluminada. Porque entonces, como observa San Agustín,  al rasgarse el velo del templo, sucedió que el rocío de los dones del Paráclito, que hasta entonces había descendido sólo sobre el vellón, es decir, sobre el pueblo de Israel, cayó copiosamente y abundantemente (mientras que el vellón permaneció seco y desierto) sobre toda la tierra, es decir, sobre la Iglesia Católica, que no está limitada por fronteras de raza o territorio.

(Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, 29-31; subrayado añadido.)

Puesto que la enseñanza católica sobre el tema es tan clara, no es sorprendente que la encontremos afirmada y repetida también en las enseñanzas de autores católicos aprobados.

Por ejemplo, en su famoso comentario de las Escrituras, el erudito del siglo XIX, Padre George Leo Haydock, señala que cuando Apocalipsis 2:9 habla de “los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son la sinagoga de Satanás”, se refiere a “esos falsos maestros, que se llaman a sí mismos judíos e israelitas, y el pueblo elegido de Dios, que esperan la venida del Mesías, pero que no deben ser considerados como tales; habiendo rehusado reconocer a su verdadero Mesías, Jesucristo, son la sinagoga de Satanás, los mayores enemigos de la verdadera fe” (fuente en inglés aquí; cursiva agregada).

Otro ejemplo proviene del jesuita del siglo XIX, el padre Richard F. Clarke, quien dijo: “Debemos recordar que los católicos son, mucho más que los judíos, el pueblo elegido de Dios, y estamos obligados a amarlos y honrarlos por amor a su Maestro” (“El ministerio de Jesús: breves meditaciones sobre la vida pública de nuestro Señor”, en
Beautiful Pearls of Catholic Truth (Hermosas perlas de la verdad católica) [Cincinnati, OH: Henry Sphar & Co., 1897], pág. 542).

De manera similar, el padre Joachim Salaverri escribió en su tratado De Ecclesia Christi de 1955 que “Cristo no sólo predicó un Reino religioso y universal… sino que también dijo que la economía religiosa del AT [Antiguo Testamento] iba a ser abrogada, y la sustituyó por un nuevo orden religioso” (Sacrae Theologiae Summa , vol. IB , n. 84; cursiva añadida).

Todo esto demuestra una y otra vez que el supersesionismo es la auténtica posición católica romana sobre el falso judaísmo que surgió del rechazo a Jesucristo. Como dominico, el arzobispo Fisher sabe muy bien que esa es la enseñanza católica perenne, pero la rechaza en favor de la novedad escandalosa del Vaticano II. De hecho, en su miserable conferencia, el falso pastor de Sydney relata con regocijo:

Al comentar la creciente amistad entre judíos y católicos durante su vida, el rabino Apple contó la historia de una mujer laica católica que trabajaba en 1958 en la oficina de la Junta de Educación Judía Unida, pero temía que entrar en una sinagoga fuera contrario a su religión. Sin embargo, en 2005, el rabino podía recibir a tres cardenales en una función en la sinagoga sin que nadie pestañeara. Menos de dos décadas después, el arzobispo católico está ofreciendo una conferencia en memoria del rabino en esa misma sinagoga. ¡Eso es un verdadero progreso desde 1958!

Resulta irónico que el año mencionado sea 1958, el mismo año en que falleció el Papa Pío XII, abriendo así, por así decirlo, las compuertas para que comenzara la revolución modernista. Un pasaje de la Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses no deja de ser relevante en este caso:

No dejéis que nadie os haga extraviar. La apostasía debe venir primero; el campeón de la maldad debe aparecer primero, destinado a heredar la perdición. Éste es el rebelde que ha de levantar su cabeza por encima de todo nombre divino, por encima de todo lo que los hombres tienen en reverencia, hasta que al final se entronice en el templo de Dios y se proclame Dios. ¿No recordáis que os dije esto antes de dejar vuestra compañía? En la actualidad hay un poder (sabéis lo que quiero decir) que lo tiene bajo control, de modo que no pueda mostrarse antes del tiempo señalado para él; mientras tanto, la conspiración de la revuelta ya está en acción; sólo que, quien la frene ahora podrá frenarla, hasta que sea apartado del camino del enemigo. Entonces es cuando el rebelde se mostrará; y el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca, abrumándolo con el resplandor de su presencia. Vendrá, cuando venga, con toda la influencia de Satanás para ayudarlo; No faltarán poderes, señales y prodigios falsos; y su maldad engañará a las almas condenadas, para castigarlas por rechazar esa comunión en la verdad que las habría salvado. Por eso Dios está desatando entre ellos una influencia engañosa, para que den crédito a la falsedad; él señalará para juicio a todos aquellos que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en hacer el mal.

(2 Tesalonicenses 2:3-11; traducción de Mons. Ronald Knox )

En este artículo no nos interesa comentar la conferencia de Fisher en su totalidad, de lo contrario no terminaríamos nunca. Sin embargo, sí señalaremos dos cosas más mencionadas en el discurso que no deben quedar sin comentar.

Al principio de su discurso, Fisher revela que el judaísmo apóstata está presente en su propia historia familiar:

Así pues, la madre de mi madre era judía, y sus madres también lo fueron durante incontables generaciones. Y aunque soy católico y arzobispo, al igual que el apóstol Pablo, no olvido de dónde vengo. Cuando hablamos de judíos y cristianos como familia, tiene una resonancia particular para mí.

El hecho de que su abuela practicara el judaísmo apóstata no tiene nada que ver con la moralidad de las palabras y acciones de Anthony Fisher en 2024. Puede decir que de ahí “vengo”, pero todo lo que hace es revelar un cierto apego emocional y un potencial conflicto de intereses. ¡Imagínese estar ante el Tribunal de Dios y responderle a Nuestro Señor que confirmó a los judíos talmúdicos en su incredulidad porque su abuela era una de ellos!

Hacia el final de su conferencia, Fisher se las arregla para añadir sal a la herida haciendo referencia a la blasfema película de 1979 La vida de Brian de Monty Python. Aunque la parte que citó de ella no es problemática en sí misma, sacarla de una película tan repugnante que se burla de Nuestro Señor Jesucristo y que fue creada deliberadamente para ofender es totalmente inaceptable y, francamente, dice mucho.

En retrospectiva, fue bueno que Fisher se quitara la cruz pectoral para la ocasión, para que nadie lo confundiera con un prelado católico romano.

Los tiempos en que vivimos no son sólo malos sino absurdos. Por eso, el “arzobispo” de Sydney va a una sinagoga para decirles a los judíos de hoy que cree que es una herejía decir que ya no son el Pueblo Elegido de Dios, sino que han sido reemplazados en esto por los católicos. Si bien repudia así la perenne doctrina católica del “supersesionismo”, no tiene ningún problema en creer que esta doctrina ha sido reemplazada por el espectáculo teológico del Vaticano II, especialmente su declaración Nostra Aetate.

No es difícil determinar quién es el verdadero hereje.


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