Por Monseñor De Segur (1862)
No, el protestantismo no se ha hecho para el pueblo. Jesús ama a los pobres y a los humildes; pero el protestantismo, dando por regla fundamental de fe la lectura de la Biblia, excluye del cristianismo al pueblo. En efecto los pobres o no saben leer y entonces ¿de qué les sirve un libro?; o saben leer, pero no tienen tiempo para hacerlo, porque el trabajo de mano les absorbe todo su tiempo. Y ¿qué es un libro para el que no tiene tiempo de leer?
Si el protestantismo, tuviera razón: si para salvarse fuera necesario leer la Biblia, “en tal caso -dice el luterano Lessing- cuanto os compadezco ¡oh hombres nacidos en países a cuya lengua no ha sido traducida la Biblia, o que estáis en tal condición social que por falta de conocimientos no podéis leerla, aunque la tengáis traducida a vuestro idioma! Os creéis cristianos, porque estáis bautizados. ¡Infelices! ¿No veis que es tan necesario saber leer como haber recibido el bautismo? Además temo que necesitéis aprender el hebreo para estar seguros de que salvareis vuestras almas”.
Nótese que durante los quince primeros siglos de cristianismo, es decir hasta la invención de la imprenta, casi nadie sabía leer en el pueblo; y que sería absurdo suponer que todos los que hallándose en ese caso vivieron hasta entonces, carecieron de los medios de llegar a la fe. Nótese además que, según informes de las mismas sociedades protestantes, es absolutamente imposible, traducir la Biblia en ciertos idiomas, porque estos no tienen palabras para representar la mayor parte de las ideas contenidas en los libros santos. De manera que según esta confesión de los mismos protestantes, resultarían naciones enteras, que jamás pudieran llegar a la fe, si la fe se ha de formar por la lectura de la Biblia. ¡Qué absurdo!
Pero aun cundo todos los pobres supiesen leer ¿habrían con eso adelantado gran cosa? A cada paso, como acabo de demostrar, se verían embarazados en cada verso. Ni se diga que basta al pueblo que los pastores le lean y expliquen, una vez por semana, la Sagrada Escritura en sus prédicas. Las explicaciones no son más que opiniones personales, que no descansan en ninguna autoridad y que varían según el capricho de cada cual. Esa no es la palabra de Dios, sino la palabra del ministro protestante Fulano o la del ministro protestante Zutano, cosa muy diferente.
Que el pueblo, pues, sepa o no sepa leer, resulta siempre ser imposible que la Biblia le sirva de regla de fe. Si Dios hubiera establecido semejante regla, habría excluido de su Iglesia y de la salvación eterna a casi todos los hombres. Pensar así es una impiedad en que ningún verdadero cristiano incurrirá nunca.
Luego el protestantismo que nos viene a decir: Tomad y leed mi Biblia, no necesitáis ni Iglesia ni sacerdotes, contentaos con sola la palabra de Dios contenida en la Escritura, no puede ser la religión del pueblo; y por consiguiente, no puede ser ni es el verdadero cristianismo, porque el verdadero cristianismo es la Religión para todos.
Nótese que durante los quince primeros siglos de cristianismo, es decir hasta la invención de la imprenta, casi nadie sabía leer en el pueblo; y que sería absurdo suponer que todos los que hallándose en ese caso vivieron hasta entonces, carecieron de los medios de llegar a la fe. Nótese además que, según informes de las mismas sociedades protestantes, es absolutamente imposible, traducir la Biblia en ciertos idiomas, porque estos no tienen palabras para representar la mayor parte de las ideas contenidas en los libros santos. De manera que según esta confesión de los mismos protestantes, resultarían naciones enteras, que jamás pudieran llegar a la fe, si la fe se ha de formar por la lectura de la Biblia. ¡Qué absurdo!
Pero aun cundo todos los pobres supiesen leer ¿habrían con eso adelantado gran cosa? A cada paso, como acabo de demostrar, se verían embarazados en cada verso. Ni se diga que basta al pueblo que los pastores le lean y expliquen, una vez por semana, la Sagrada Escritura en sus prédicas. Las explicaciones no son más que opiniones personales, que no descansan en ninguna autoridad y que varían según el capricho de cada cual. Esa no es la palabra de Dios, sino la palabra del ministro protestante Fulano o la del ministro protestante Zutano, cosa muy diferente.
Que el pueblo, pues, sepa o no sepa leer, resulta siempre ser imposible que la Biblia le sirva de regla de fe. Si Dios hubiera establecido semejante regla, habría excluido de su Iglesia y de la salvación eterna a casi todos los hombres. Pensar así es una impiedad en que ningún verdadero cristiano incurrirá nunca.
Luego el protestantismo que nos viene a decir: Tomad y leed mi Biblia, no necesitáis ni Iglesia ni sacerdotes, contentaos con sola la palabra de Dios contenida en la Escritura, no puede ser la religión del pueblo; y por consiguiente, no puede ser ni es el verdadero cristianismo, porque el verdadero cristianismo es la Religión para todos.
Continúa...
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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