A Bergoglio no le interesa la salvación de las almas, sino que las alienta en el pecado y el escándalo público.
Compartimos la opinión de Mons. Carlo Maria Viganò tras la noticia de que Bergoglio dio la bienvenida a una mujer que se autopercibe como un hombre y se hace pasar por un “ermitaño” en una reciente audiencia papal.
El Salvador no oculta la culpa, sino que, por el contrario, la muestra como un obstáculo para la salvación y la santidad, y ofrece su Gracia para cambiar de vida y seguirle. Porque lo que el Señor quiere es la salvación del alma, no la normalización del pecado. La batalla contra el mundo, la carne y el demonio se libra y se gana ante todo reconociendo al enemigo y armándonos para derrotarlo.
Los conocidos de Bergoglio son todo lo contrario. Y a él no le interesa la salvación de las almas, sino que las alienta en el pecado y el escándalo público. Su “simpatía” por los hacedores de iniquidad es ostentosa, como lo es su aversión por los que sirven fielmente a Nuestro Señor.
Bergoglio usurpa las enseñanzas y el ejemplo de Nuestro Señor, reclamando para sí la autoridad de decir lo que está bien y lo que está mal, prerrogativa exclusiva de Dios. No dice “Vete y no peques más”, sino “Dios te ama tal como eres”. Pero no se lo dice a todo el mundo. Hay categorías de “pecadores” que necesitan cambiar: los rígidos, los indietristas, los católicos que se oponen a la apostasía.
Para Bergoglio, el pecado no es contra Dios, sino contra el anti-decálogo de la “iglesia conciliar y sinodal” y contra la agenda globalista. Se puede negar, ofender, blasfemar y contradecir a Dios, pero no a Bergoglio.
Esta mentira, pronunciada por el hombre que se hace pasar por “Papa”, traiciona el mandato de Cristo y la confianza de los fieles, mostrando a este usurpador como lo que realmente es.
Esto es lo que hace que las acciones de Bergoglio no sólo sean fraudulentas, sino esencialmente “anticristianas”.
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