Por el padre Jorge González Guadalix
Llevamos sesenta años de retorcimiento del Vaticano II con la única justificación posible: “no lo dicen los documentos”, “no lo apoya ninguna reflexión”, “no hay magisterio posterior”… Es igual. Basta afirmar que cualquier barbaridad, cualquier ocurrencia, sostener la idea más peregrina, celebrar de la forma más “creativa”… ni están en los documentos conciliares ni en el desarrollo posterior, pero todo es posible porque en realidad lo único que vale es que sea conforme con el “espíritu del concilio”.
Mucho me temo que al omnipresente “espíritu del concilio” vamos a unir el “espíritu del sínodo”.
El sínodo ha sido una gaseosa pasada de fecha. Ni burbujas. El documento final no concreta cosa alguna, y todo se queda en buenas intenciones y recomendaciones que ya teníamos todos en la cabeza. Después de cada sínodo se espera la exhortación post sinodal, magisterial, en la que el santo padre, una vez recibida toda la documentación, se dirige al pueblo de Dios para concretar, recomendar, pedir o aclarar. No es el caso. El papa se ha limitado a decir que ahí tenemos el documento final y que basta.
¿Y ahora qué?
Pues ahora se nos ha quedado como aportación fundamental colocar la palabra “sinodal” en todas las salsas, de forma que no habrá documento, homilía, reflexión, especialmente de obispos y de los más sinodales, que no incluya varias veces la “necesidad de ser sinodales” y hacer todo “de forma sinodal”, que no es nada, que no aporta nada, pero que añade a cualquier discusión, ponencia, reunión o proyecto un halo de “modernidad francisquista” que queda bien.
En mis pequeños pueblos no somos para nada “sinodales”. Nosotros, más modernos que nadie, directamente asamblearios. Sí, porque ante cualquier realidad o proyecto basta preguntar a la gente, a todos, y rápido nos ponemos de acuerdo. Sin “comités”, sin “reuniones formales”, sin “comisión permanente” o sin “delegado de sinodalidad”. Cosas nuestras.
A lo que voy. Verán cómo va a surgir un “nuevo espíritu”, el “espíritu del sínodo”, al que van a seguir apelando los mismos para continuar con lo mismo de los últimos sesenta años, con resultados completamente previsibles. No hay argumentos para justificar lo injustificable, y tras la inutilidad de apelar al “concilio”, sesenta años nos contemplan, ahora tenemos a mano otro “espíritu”, el del “sínodo”, por más que hasta los más tenaces defensores del “invento” hayan tenido que reconocer que ha sido un fracaso total.
No pasa nada. Seguirán con sus nefastas hojas de ruta. Los alemanes con sus “sinodalidades”, James Martin con su defensa de lo nefando y los del sacerdocio de la mujer amparados en que “sinodalmente, hay que seguir estudiando”.
Concretar hubiera sido una desgracia. Supongo que para muchos de todos los niveles. Es mejor así. El triunfo del “espíritu conciliar” es el fracaso de la Tradición de la Iglesia.
Y para esto, tres años.
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