domingo, 17 de noviembre de 2024

LA GUERRA QUE NOS HACEN NUESTROS HERMANOS CATÓLICOS

Escribiendo a los monjes acosados por los arrianos, San Basilio de Cesarea les recordaba que los herejes dentro de la Iglesia son más difíciles de combatir que los paganos de fuera de la Iglesia


Les recordaba que surgieron traidores entre el propio clero, pero esto no hacía sino aumentar la necesidad de luchar, teniendo confianza en que Dios dará la victoria.

Por último, les dijo que estaba convencido de que la recompensa que Dios tiene para los justos que luchan contra los herejes dentro de la Iglesia es aún mayor que la concedida a los mártires.

Esto se parece mucho a la situación en la que viven hoy los buenos católicos...


San Basilio de Cesarea

He creído justo anunciaros por carta lo que me dije a mí mismo, cuando me enteré de las pruebas que os han hecho sufrir los enemigos de Dios, que en un tiempo considerado de paz habéis ganado para vosotros las bendiciones prometidas a todos los que sufren persecución por causa del nombre de Cristo.

A mi juicio, la guerra que se libra contra nosotros por parte de nuestros compatriotas es la más difícil de soportar, pues es fácil defendernos contra enemigos abiertos y declarados, mientras que estamos necesariamente a merced de los que están asociados con nosotros, y por lo tanto expuestos a un peligro continuo. Este ha sido vuestro caso.

Nuestros padres fueron perseguidos, pero por idólatras, sus posesiones fueron saqueadas y sus casas derribadas. Ellos mismos fueron llevados al exilio por nuestros enemigos abiertos, por causa del nombre de Cristo. Los perseguidores que han aparecido últimamente [los arrianos dentro de la Iglesia] no nos odian menos que estos idólatras, pero, para engaño de muchos, esgrimen el nombre de Cristo para que los perseguidos se vean privados de todo consuelo por su confesión...

Estoy, por lo tanto, persuadido de que la recompensa que os espera del justo Juez es aún mayor que la concedida a aquellos mártires anteriores. Ellos, en efecto, tuvieron la alabanza pública de los hombres y recibieron la recompensa de Dios. A vosotros, aunque vuestras buenas acciones no son menores, el pueblo no os rinde honores. Es justo que la recompensa que os espera en el mundo venidero sea mucho mayor.

Os exhorto, por lo tanto, a no desmayar en vuestras aflicciones, sino a ser reanimados por el amor de Dios, y a aumentar diariamente vuestro celo, sabiendo que en vosotros debe preservarse ese remanente de la Verdadera Religión que el Señor encontrará cuando venga a la tierra.

Aunque los obispos sean expulsados de sus iglesias, no os desaniméis. Si han surgido traidores de entre el propio clero, que esto no socave vuestra confianza en Dios. No nos salvan los nombres, sino la mente y el propósito, y el amor genuino hacia nuestro Creador.

Recordad cómo, en el ataque contra Nuestro Señor, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos urdieron el complot, y cuán pocos del pueblo fueron hallados recibiendo realmente la palabra.

Recordad que no es la multitud la que se salva, sino los elegidos de Dios. No os asustéis, pues, de la gran multitud del pueblo que es llevada de acá para allá por los vientos como las aguas del mar. Si uno solo se salva, como Lot en Sodoma, debemos permanecer en el recto juicio, manteniendo inquebrantable la esperanza en Cristo, porque el Señor no abandonará a sus santos.


Tradition in Action


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