miércoles, 13 de noviembre de 2024

EL CONTINUO ESCÁNDALO DE LA POLÍTICA DEL VATICANO HACIA CHINA

Que se haya renovado el degradante, embarazoso y evangélicamente destructivo acuerdo entre el Vaticano y China es nada menos que escandaloso.

Por George Weigel


En Londres, Lord Alton de Liverpool, un católico acérrimo, pro-vida y defensor de los derechos humanos, que ayudó a publicitar un informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada sobre los “Perseguidos y Olvidados”, y dijo lo siguiente sobre el acuerdo entre el Vaticano y China:
Desde que se firmó por primera vez en 2018, el acuerdo chino-vaticano solo ha provocado un mayor aumento e intensificación de la persecución religiosa en China y no ha producido ninguna mejora. Pregúntenle a los musulmanes uigures perseguidos de Xinjiang, a los budistas del Tíbet, a los cristianos de todas las denominaciones y a Falun Gong. Es profundamente problemático que este acuerdo se haya renovado una vez más sin debate, escrutinio o, al parecer, condicionalidad. La liberación de la prisión de los obispos y sacerdotes católicos encarcelados debería haber sido al menos una condición para que el Vaticano aceptara renovar este sórdido acuerdo. El Vaticano también debería haber pedido como condición previa el fin del continuo e injusto encarcelamiento de Jimmy Lai, un católico fiel y profundamente comprometido encarcelado en Hong Kong. En cambio, hay un silencio ensordecedor cuando se trata de la libertad de religión o creencia. El silencio del Vaticano sobre los derechos humanos y la libertad religiosa en China es profundamente decepcionante y peligrosamente contraproducente.
En el mismo acto en el Palacio de Westminster, en el cual habló Lord Alton, además leyó los nombres de diez obispos chinos perseguidos cuyos casos han sido documentados por la infatigable defensora de la libertad religiosa, Nina Shea, en un informe publicado por el Centro para la Libertad Religiosa del Instituto Hudson (en inglés aquí). El resumen ejecutivo del informe de Shea incluye siete medidas que la próxima administración estadounidense debería adoptar para abordar la creciente crisis de la libertad religiosa en China; se espera que estas recomendaciones estén en vigor a partir del 20 de enero.

Pero más allá de las prescripciones políticas, el informe de Shea constituye una poderosa lectura espiritual, ya que la destacada abogada de derechos humanos (que una vez defendió al Premio Nobel de la Paz Andrei Sakharov) cuenta las historias de diez hombres valientes que, fieles al juramento que hicieron antes de su consagración como obispos, han sido verdaderos sucesores de los apóstoles mártires que caminaron con el Señor Jesús y dieron sus vidas en obediencia a su mandato de “Id… y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28:19).

Al acercarse el Adviento, recordemos a estos hombres y su testimonio: el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, que ha vivido su retiro con gran riesgo como voz de los que no tienen voz; el obispo James Su Zhimin, en detención secreta continua durante 27 años después de ser torturado en un campo de trabajo; el obispo Peter Shao Zhumin, puesto bajo custodia secreta el pasado 2 de enero, su sexta detención desde que se firmó por primera vez el acuerdo entre el Vaticano y China; el obispo Augustine Cui Tai, perseguido desde 1993 y ahora detenido en secreto, descrito por uno de sus feligreses como “nuestro obispo que se ha convertido en un cordero de sacrificio”; el obispo Julius Jia Zhiguo, fundador de un orfanato para niños discapacitados posteriormente desmantelado por el régimen como una “actividad religiosa no autorizada”, que se cree que está bajo arresto domiciliario desde 2020; el obispo Joseph Zhang Weizhu, arrestado en 2021 mientras convalecía de una cirugía de cáncer y detenido en secreto sin el debido proceso; el obispo Joseph Xing Wenzhi, desaparecido desde 2011; el obispo Thaddeus Ma Daquin, reemplazado por un obispo complaciente con el régimen en una medida aprobada supinamente por el Vaticano; el obispo Melchior Shi Hongzhen, confinado en el recinto de una iglesia parroquial durante quince años y reconocido cínicamente por el régimen como obispo de Tianjin porque tiene 95 años y es demasiado frágil para llevar a cabo sus deberes episcopales; el obispo Vincent Guo Xijin, privado de su sede episcopal por el “papa Francisco” como condición del acuerdo chino-vaticano de 2018, obligado a dormir en la calle durante el invierno, y su paradero ahora se desconoce.

La Iglesia tiene una gran deuda de gratitud con Nina Shea y David Alton por haber llamado la atención del mundo sobre estos mártires confesores del siglo XXI. Es vergonzoso que en este “pontificado” no se reconozca semejante deuda. Que se haya renovado el degradante, embarazoso y evangélicamente destructivo acuerdo entre el Vaticano y China es nada menos que escandaloso.


Catholic World Report


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