Por Monseñor De Segur (1862)
Nuestro Señor Jesucristo declaró terminantemente, que sus discípulos serían aborrecidos por los malvados, como el mismo lo había sido antes que ellos. “No es superior el discípulo a su maestro: si el mundo os aborrece, acordaos que primero me aborreció a mí”. Ahora bien, desde los tiempos apostólicos, como lo atestigua la historia, los esfuerzos y los odios de los impíos, constantemente se han dirigido contra la Iglesia Católica.
Los judíos, los paganos, los turcos, los malos de todos los siglos y en nuestros días todos los revolucionarios, han escogido y todavía escogen por blanco de sus tiros, a la Iglesia Católica y solamente a la Iglesia Católica. Los facinerosos de la revolución francesa se lanzaron contra ella encarcelando y matando a sus Obispos y sacerdotes, mientras, que dejaban muy tranquilos a los rabinos judíos y a los ministros protestantes. Leed los escritos incendiarios de nuestros revolucionarios modernos. La Iglesia Católica es la única que excita sus furores. Ellos no solamente no se levantan contra el protestantismo, sino que lo proclaman como favorable a sus miras anticristianas.
La unión de todos los impíos contra la Iglesia Católica solamente bastaría para verificar la profecía de Nuestro Señor, pero las sectas heréticas y especialmente las protestantes, se han encargado de completar esta prueba. Separadas entre sí para todo lo demás, divididas en creencias e intereses, y anatematizándose las unas a las otras, ellas se ponen en un maravilloso acuerdo, cuando se trata de injuriar y atacar a la antigua Iglesia de San Pedro. En presencia de esta enemiga sus bocas prorrumpen en blasfemias unísonas, como si fuesen una sola boca.
Herodes y Pilatos eran enemigos mortales entre sí hasta que se unieron contra Nuestro Señor Jesucristo. La herejía y la impiedad separadas por otros muchos títulos se unen como Pilatos y Herodes para ultrajar, azotar y destruir a la Santa Iglesia Católica. Pero esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana, si bien debe sufrir su pasión como la sufrió el Salvador, para completar la de su Divina Cabeza, también tiene a su favor las promesas de vida eterna. Siempre odiada, blasfemada siempre, ella siempre vive y vivirá siempre, porque Jesús está con ella hasta el fin del mundo, siendo ella la única a quien se ha dicho: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ti”.
La unión de todos los impíos contra la Iglesia Católica solamente bastaría para verificar la profecía de Nuestro Señor, pero las sectas heréticas y especialmente las protestantes, se han encargado de completar esta prueba. Separadas entre sí para todo lo demás, divididas en creencias e intereses, y anatematizándose las unas a las otras, ellas se ponen en un maravilloso acuerdo, cuando se trata de injuriar y atacar a la antigua Iglesia de San Pedro. En presencia de esta enemiga sus bocas prorrumpen en blasfemias unísonas, como si fuesen una sola boca.
Herodes y Pilatos eran enemigos mortales entre sí hasta que se unieron contra Nuestro Señor Jesucristo. La herejía y la impiedad separadas por otros muchos títulos se unen como Pilatos y Herodes para ultrajar, azotar y destruir a la Santa Iglesia Católica. Pero esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana, si bien debe sufrir su pasión como la sufrió el Salvador, para completar la de su Divina Cabeza, también tiene a su favor las promesas de vida eterna. Siempre odiada, blasfemada siempre, ella siempre vive y vivirá siempre, porque Jesús está con ella hasta el fin del mundo, siendo ella la única a quien se ha dicho: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ti”.
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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