viernes, 13 de septiembre de 2024

UN MAQUIAVÉLICO EN EL TRONO DE PEDRO

El enfoque teológico de Francisco ha sido un desastre para la Iglesia. Pero peores han sido las maquinaciones con las que disimula para distraernos. 

Por Pieter Vree


“Es bueno parecer misericordioso, fiel, humano, sincero.... Porque los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos, pues todos pueden ver, pero muy pocos tienen que sentir. Todos ven lo que aparentas ser, pocos sienten lo que eres.... Las masas siempre se dejan impresionar por la apariencia superficial de las cosas” - Maquiavelo en “El Príncipe”.

Es el mayor disimulador que ha conocido el papado. ¿Qué otra conclusión se puede sacar del episodio más reciente de “Las tonterías de  Francisco? clasificada R (Restringido. Los menores de 17 años deben estar acompañados por un padre o tutor adulto).

En caso de que no lo hayas visto, esto es lo que te has perdido: El 20 de mayo, durante una reunión a puerta cerrada con 200 obispos italianos, Francisco supuestamente pronunció el término italiano checche, un insulto que describe a los hombres homosexuales estereotípicamente afeminados, y dijo a los reunidos que “ya hay suficiente mariconada” (troppa frociaggine) en los seminarios católicos.


Los corresponsales y tertulianos se quedaron atónitos. Los conservadores hicieron su agosto con el tema, mientras que los medios liberales cacareaban y se quejaban. Seguramente, Francisco no quiso decir eso. ¿Quizás fue un lapsus de la lengua petrina?

Al poco tiempo, la Oficina de Prensa de la Santa Sede -acostumbrada como está a barrer los numerosos desaguisados del Gran Jefe- emitió un comunicado en el que decía: “El Papa nunca quiso ofender ni expresarse con términos homófobos, y presenta sus más sinceras disculpas a todos aquellos que se sintieron ofendidos por el uso de un término denunciado por otros”.

En lo que respecta a las disculpas, no son sinceras. Las disculpas genuinas expresan remordimiento por algo que uno ha dicho o hecho, no por lo que otra persona siente sobre lo que uno ha dicho o hecho. La Oficina de Prensa también podría haber dicho: “El Papa lamenta que seas un copito de nieve sensible”.

En cuanto a la peculiar frase “un término denunciado por otros”: ¿Se supone que eso pone en duda los informes del evento, o a los prelados que filtraron las palabras impropias de Francisco? Si no dijo lo que se dice que dijo, ¡que lo desmienta! Nadie lo creería, por supuesto, así que aquí estamos.

Tres semanas más tarde se produjo el acontecimiento que desenmascaró la disculpa como un falso acto de contrición. Como informó ANSA, el noticiario italiano, Francisco volvió a hablar de frociaggine el 11 de junio, durante otra reunión a puerta cerrada, esta vez con sacerdotes de la diócesis de Roma. Al parecer, Francisco les dijo: “En el Vaticano se respira un aire de mariconería” (aria di frociaggine).


Lo siento. No lo siento.

¿Cómo lo manejó la Oficina de Prensa de la Santa Sede? Con un deliberado despiste. En un resumen del evento, la oficina de prensa afirmó que Francisco “retomó el tema de la admisión de personas con tendencias homosexuales en los seminarios, subrayando de nuevo la necesidad de acogerlas y acompañarlas en la Iglesia y la indicación prudencial del Dicasterio para el Clero circa su ingreso en el seminario”. Ni una palabra de lo que realmente dijo Francisco.

El engaño fue fomentado por los miembros del “Equipo de Francisco”, esas figuras públicas que se han encargado de defender a Francisco a capa y espada. “La idea de que el papa ha revelado de repente su intolerancia oculta hacia las personas homosexuales, que parece ser el consenso en las redes sociales, es ridícula”, escribió Michael Sean Winters de National Catholic Reporter (29 de mayo). “Nada en este hombre o en su papado sugiere que sea intolerante con nadie”.

¿Es así?

ANSA informó de que en la reunión de junio Francisco volvió a criticar a los tradicionalistas católicos (uno de sus blancos favoritos), diciendo que son non vanno bene, o “no están bien”. Anteriormente les había llamado “retrógrados”, “fundamentalistas” y “guardianes de las cenizas del pasado” cuya fe “está muerta”. Y les ha quitado su forma elegida del rito romano: la Misa Tradicional en latín.

Según la definición del diccionario, un “fanático” es “alguien que actúa con fanatismo”... y sus sinónimos son intransigente, exaltado, intolerante, extremista, dogmático, sectario, inflexible, incondicional. ¿No ha demostrado Francisco un patrón de intolerancia hacia los tradicionalistas católicos?

Sea como fuere, al tratar de analizar lo que Francisco quiso decir cuando condenó la “mariconería”, muchos de sus partidarios se olvidaron de hacer la pregunta crítica: ¿Tiene razón? Según todos los indicios, la respuesta es sí.

En mayo, cuando Francisco pronunció su primer discurso, se dirigía a los obispos italianos que se habían reunido para una asamblea nacional, durante la cual estaban considerando la posibilidad de flexibilizar la “prohibición” de los homosexuales en el seminario, como se encuentra en el “problemático” documento “Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas”.

¡Basta! parece haber dicho Francisco. ¡Basta! Ya tenemos demasiados de esos tipos.

Esa es la interpretación obvia. Pero algo así es inconcebible no solo para los acosados adláteres de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sino para gente como Francis DeBernardo, director ejecutivo de New Ways Ministry, una notoria organización pro homo. 


Buscando una explicación alternativa, DeBernardo se pregunta si Francisco era consciente de lo “ofensivas” que eran sus palabras. “¿Sabía que la palabra que utilizó era una expresión despectiva o pensaba que sólo era una forma coloquial de hablar?”. se preguntó DeBernardo. Pero se apaciguó con la disculpa de Francisco, diciendo que “confirma” que el “uso del insulto por parte de Francisco fue un coloquialismo descuidado”.

¿Descuidado o astucia?

¿Es Francisco simplemente un bufón, o juega hábilmente el papel de bufón?

Para DeBernardo, tiene que ser lo primero. Verás, todavía está tratando de aprovechar las buenas vibraciones de su reciente audiencia papal. En octubre pasado, él y la hermana Jeannine Gramick, cofundadora de New Ways, se reunieron con Francisco en su residencia privada de la Casa Santa Marta. DeBernardo describió la reunión como una “afirmación” de su “ministerio” y “un gran estímulo” para “continuar nuestro trabajo en la Iglesia católica” después de la “gran desaprobación y ostracismo” que New Ways sufrió bajo los predecesores de Francisco. Eso incluye una notificación de 1999 de la DDF (entonces la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger), donde se alertaba sobre las “posiciones ambiguas” de New Ways respecto “al mal intrínseco de los actos homosexuales y al desorden objetivo de la inclinación homosexual,  doctrinalmente inaceptables en cuanto incompatibles con la doctrina clara y constante de la Iglesia Católica, y a la hermana Gramick se le prohíbe de forma permanente cualquier tipo de apostolado en favor de las personas homosexuales. Sus posiciones son doctrinalmente inaceptables, y la prohibición es permanente. Esta notificación no ha sido modificada ni rescindida; sigue en vigor a día de hoy.

Sin embargo, la reunión con Francisco representa “un cambio radical” para New Ways. Refleja la constante “aceptación de los funcionarios católicos a las cuestiones lgbtq+ y el ministerio”, dijo el grupo en un comunicado. “El papa Francisco no siempre ha sido claro en sus comentarios sobre las personas lgbtq+”, dijo. “Esperamos que este incidente le anime a aprender más sobre el lenguaje que utiliza”.

Buena suerte con eso.

Francisco tiene 87 años. No va a cambiar ni a empezar a “aprender” sobre el lenguaje. Sabe muy bien lo que hace y lo que dice.

Pero DeBernardo tiene razón en una cosa: Francisco no siempre ha sido claro en sus comentarios sobre los homosexuales. Hay una razón para ello. Quizá la frase más citada de “su papado” sea “¿Quién soy yo para juzgar?”. Recordemos que dijo esto allá por 2013 en respuesta a la pregunta de un reportero sobre los “pecadillos sexuales” de los sacerdotes homosexuales - ya sabes, a lo que ahora se refiere como “mariconería”.

Sí, una subcultura homosexual infecta al sacerdocio católico y al Vaticano. ¿Necesitan pruebas? Hace unos años, en medio de informes generalizados de una orgía homosexual alimentada con cocaína en el antiguo Palacio del Santo Oficio, a solo 500 metros de la residencia privada de Francisco, un alto miembro de la curia le dijo al veterano corresponsal del Vaticano Edward Pentin que la actividad homosexual entre el clero en Roma “nunca ha sido peor”. Pero se supone que no debemos creer que Francisco realmente quiso señalar eso. Se supone que debemos creer que habló incautamente y que lo sentía. Hasta que volvió a decirlo. O no lo dijo. ¿Quién sabe lo que se supone que debemos creer? Y ese es el punto: nos mantenemos sumidos en la confusión.

Pero espera, ¡hay más!

En medio de todos los subterfugios y excusas, se informó (4 de junio) que Francisco animó a un homosexual de 22 años a seguir adelante con su vocación al sacerdocio después de haber sido rechazado del seminario. “La Iglesia debe estar abierta a todos, sigue adelante con tu vocación..... Jesús llama a todos, a todos”.

¿Todos? ¿Incluso los maricones?

Sí, el Gran Tipo se contradijo a sí mismo, una vez más. Es suficiente para marearte.

Si, como dice el refrán, las acciones hablan más que las palabras, entonces debemos mirar lo que Francisco ha hecho con respecto a las “personas lgbtq+” para darle sentido a todo esto. 

¿Qué nos dicen sus acciones?

A principios de junio, entre sus comentarios sobre la “mariconería” en el sacerdocio y el Vaticano, Francisco nombró a tres hombres para puestos en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF). Un punto en común que comparten estos tres es su abierta promoción de la homosexualidad. Ellos son:

“Cardenal” José Tolentino de Mendonça. Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, este prelado portugués fue anteriormente rector de Capela do Rato, una capilla de Lisboa conocida por su “ministerio” con personas con atracción hacia el mismo sexo. Al ser preguntado por este ministerio en 2015, Mendonça dijo que “no juzga a los homosexuales. La actitud de la Iglesia tiene que ser de acogida”, dijo, “de un acompañamiento normal de lo que las personas viven y son”. Él no juzga. ¿Te suena?

Mendonça es también un estrecho colaborador de Sor Maria Teresa Forcades i Vila, una benedictina catalana que ha propugnado una “revolución queer” en la Iglesia. En su prefacio a su libro de 2013 “Teología feminista en la historia”, Mendonça escribió que “el futuro del cristianismo depende en gran medida del proceso de “limpieza” de su pasado”.


“Cardenal” Marcello Semeraro. Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, este prelado italiano acoge anualmente el “Foro de Cristianos lgbt Italianos”, un grupo que, como News Ways, agita a favor de la plena aceptación de la homosexualidad en la Iglesia. Escribió el prólogo del libro de 2020 “Amor posible: las personas homosexuales y la moral cristiana”, escrito por un sacerdote italiano, y es partidario del reconocimiento legal de las uniones civiles entre personas del mismo sexo. En este sentido, Semeraro es un hombre hecho a imagen y semejanza de Francisco. 

Francisco es, después de todo, el primer “papa” que apoya las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Al hacerlo, rompió con la doctrina de la Iglesia, en concreto con el documento de 2003 de la DDF “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales”, que afirma rotundamente que no se puede dar tal reconocimiento.


“Arzobispo” Bruno Forte. Este “teólogo” italiano ha sido una destacada voz pro-homosexuales y fue el responsable de las secciones sobre homosexualidad del polémico documento provisional para la primera sesión del sínodo sobre la familia de 2014, un documento que intentaba abrir la puerta a la aceptación oficial de las relaciones homosexuales en la Iglesia. Se le ha descrito como un protegido del difunto cardenal Carlo Martini, que también estaba a favor de las uniones civiles entre personas del mismo sexo y trató de “revisar” la doctrina de la Iglesia sobre las relaciones homosexuales.

También Francisco ha sido comparado con Martini, que fue el primero en proponer la idea de una “iglesia sinodal”. Francisco lo llamó una figura “profética”.

Entonces, ¿qué sabemos?

Mientras habla de forma ambigua sobre la homosexualidad, Francisco eleva a puestos de poder a hombres que promueven la sodomía de la Iglesia. Estos tres prelados ayudarán ahora al Cardenal” Víctor Manuel Fernández, prefecto del DDF, a dar forma a la doctrina católica en el futuro inmediato. Fernández, por supuesto, es el mismo hombre que emitió, con la aprobación de Francisco, el desastroso documento que da permiso a los sacerdotes para bendecir a parejas del mismo sexo.

Ese, amigos, es el camino por el que este “papa” está “pastoreando” a la Iglesia. Todo lo demás son cortinas de humo y espejitos de colores.

Por eso no puedes fiarte de lo que crees saber sobre lo que Francisco quiere decir cuando habla. Y así es como a él le gusta. Como dijo el veterano corresponsal del Vaticano John L. Allen Jr., “Este es un papa que no quiere que nadie piense que conoce su mente, y prefiere mantener a la gente alerta en cuanto a lo que pueda decir a continuación” (Cruxnow.com, 2 de junio).

Pero, ¿por qué y con qué fin? ¿Para qué le sirve todo este disimulo? El enfoque teológico de Francisco ha sido un desastre para la Iglesia. Pero peores han sido las maquinaciones con las que disimula para distraernos. Con un maquiavélico en el Trono de Pedro, no es de extrañar que el Vaticano esté en desorden, y que la Iglesia en general haga sonar una trompeta incierta sobre las cuestiones controvertidas del momento.

Así lo quiere el Mandamás.


New Oxford Review

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