Por Flavio Pisaniello
Según el mundo benevacantista, quien no promueva la “libertad religiosa” como un “derecho inherente a la naturaleza humana”, siguiendo el documento Dignitatis Humanae de Pablo VI, sería no católico. No sólo eso: preguntan sarcásticamente si existe un “derecho” a no profesar la verdadera religión, llegando incluso a sostener que quienes no admitan el “derecho a cometer errores libremente” dejarían de adherirse a la doctrina de la Iglesia. Son atrocidades para cualquiera que conozca vagamente las enseñanzas de los Papas.
El Cardenal Alfredo Ottaviani, entonces Prefecto del Santo Oficio, durante las reuniones de la Comisión Central Preparatoria del Concilio, se opuso firmemente al Cardenal Augustin Bea, que deseaba absolutamente que la libertad religiosa fuera adoptada por el concilio, proponiendo un proyecto titulado "De libertate religion", mientras que el Prefecto del Santo Oficio propuso un texto claramente contrastante titulado “De tolerantia editore”. La diferencia es clara: “el error se tolera en la medida en que no se puede suprimir, pero si es posible, hay que hacerlo”. De hecho, Ottaviani recuerda que León XIII también habla de tolerancia en la encíclica “Libertas”.
Escuchemos lo que dice el Magisterio al respecto:
Papa Pío IX en Quanta Cura:
“Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia Católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria, a saber: 'que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida'”.
Gregorio XVI en Mirari Vos condena el liberalismo sostenido por Félicité de Lamennais: “De esta fuente muy corrupta de indiferencia proviene la frase absurda y errónea, o más bien la ilusión, de que la libertad de conciencia debe ser admitida y garantizada a cada uno: un error muy venenoso ... que siempre va aumentando en detrimento de la Iglesia ... '¿Pero qué muerte peor para el alma que la libertad de error ?' dijo San Agustín”
León XIII en Libertas Praestantissimus: “Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de una religión, el Estado debe profesar la única religión verdadera, la cual es reconocible con facilidad, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como grabados los caracteres distintivos de la verdad. Esta es la religión que deben conservar y proteger los gobernantes, si quieren atender con prudente utilidad, como es su obligación, a la comunidad política”.
Pío IX en el Syllabus, Proposición ANATEMIZADA (por lo tanto no pronunciable bajo pena de anatema) número 15: “Todo hombre es libre de abrazar y profesar la religión que, a la luz de la razón, haya juzgado verdadera”. Me gustaría señalar que esta proposición del Syllabus es un anatema de lo que propone, ¡no una aprobación del ideal expuesto!
San Pío X en su Carta Notre Charge Apostolique en la que condenaba el movimiento Le Sillon: “es un hecho histórico que no hay verdadera civilización, ni civilización moral, fuera de la Religión verdadera”.
Pío VI en la Carta Quod aliquantum del 10 de marzo de 1791, a los obispos franceses de la Asamblea Nacional: “no debe extrañar a nadie que la propia Constitución de la Asamblea no tenga como objetivo ni pretenda otra cosa que la abolición de la religión católica y, con ello, también de la obediencia debida a los Reyes. Establece como principio de derecho natural que el hombre que vive en sociedad debe ser plenamente libre, es decir, que en materia de religión no debe ser molestado por nadie y puede pensar libremente como le plazca, y escribir e incluso publicar cualquier cosa en materia de la religión”.
Pío VII en la Carta Apostólica Post tam diuturnas, al obispo de Troyes, en Francia, que condena la “libertad de culto y de conciencia” concedida por la constitución de 1814 (Luis XVIII): “En el artículo veintidós de la constitución vimos, no solo que ‘la libertad de religión y de conciencia’ (para usar las mismas palabras que se encuentran en el artículo) fueron permitidas por la fuerza de la constitución, sino que también se prometió asistencia y patrocinio tanto a esta libertad como a los ministros de estas diferentes formas de ‘religión’. Ciertamente, no hay necesidad de muchas palabras, al dirigirme a Vos, para haceros reconocer plenamente cuán letal es la herida que este artículo causa a la Religión Católica en Francia. Porque cuando se afirma indistintamente la libertad de todas las ‘religiones’, por este mismo hecho se confunde la verdad con el error y la santa e inmaculada Esposa de Cristo, la Iglesia, fuera de la cual no puede haber salvación, se pone a la par con las sectas de herejes y con la misma perfidia judaica. Porque cuando se promete favor y patrocinio incluso a las sectas de herejes y sus ministros, no sólo sus personas, sino también sus mismos errores, son tolerados y fomentados: un sistema de errores en el que se contiene esa HEREJÍA fatal y nunca suficientemente deplorable, que, como dice San Agustín, 'afirma que todos los herejes proceden correctamente y dicen la verdad: lo cual es tan absurdo que me parece increíble'”.
León XIII. Encíclica Immortale Dei, sobre la constitución cristiana de los Estados: “Y como se afirma que el pueblo es en sí mismo fuente de todo derecho y de toda seguridad, se sigue lógicamente que el Estado no se juzgará obligado ante Dios por ningún deber; no profesará públicamente religión alguna, ni deberá buscar entre tantas religiones la única verdadera, ni elegirá una de ellas ni la favorecerá principalmente, sino que concederá igualdad de derechos a todas las religiones, con tal que la disciplina del Estado no quede por ellas perjudicada. Se sigue también de estos principios que en materia religiosa todo queda al arbitrio de los particulares y que es lícito a cada individuo seguir la religión que prefiera o rechazarlas todas si ninguna le agrada”.
Pío XII (Alocución “Ci Riesce”, 1953, sobre la diferencia entre libertad y tolerancia): “En primer lugar, lo que no corresponde objetivamente a la verdad o a la norma de la moral no tiene derecho a existir, a difundirse o a activarse. En segundo lugar, el hecho de no impedirlo con leyes civiles y medidas coercitivas puede, no obstante, justificarse en interés de un bien superior y más general”.
Entonces, queridos benevacantistas: ¿no fueron católicos todos los Papas que reinaron hasta 1958? ¿O son ustedes quienes están huyendo del catolicismo?
Radio Spada
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