miércoles, 25 de diciembre de 2024

DE LA CIENCIA Y DE LAS CONTROVERSIAS DE LOS MINISTROS PROTESTANTES (35)

Estas observaciones hacen comprender por qué la Iglesia ordena a los fieles anden con reserva, en cuanto a entrar en debates con los ministros protestantes.

Por Monseñor De Segur (1862)


A primera vista los ministros protestantes, parecen muy instruidos, en materia de religión; pero haciendo con ellos una prueba algo minuciosa, se descubren la poca solidez de su saber, el cual es casi siempre un saber protestante, es decir, negativo. Ellos tienen una erudición belicosa, puramente belicosa, que no está animada del santificante amor a la verdad; sino del odio, muy poco santificante, de todo lo que es católico.

En las disputas y controversias, se les ve llegar con un lujo increíble de libros, de citas, de textos, de hechos y fechas; con lo cual la mayor parte de los oyentes, deslumbrados por aquel artificio, están tentados a tomar por verdaderos sabios a aquellos señores.

Pero no es nada. Algunos de ellos, bien lo sé, forman una excepción, porque realmente estudian y se distinguen. Tales son particularmente algunos alemanes, y muchos individuos de la que en Inglaterra se llama alta Iglesia Anglicana; los cuales, por sus muchos estudios, se acercan cada día más a la Fe Católica. Pero haciendo este homenaje a los hombres doctos y amigos de la verdad que haya entre los ministros protestantes, es necesario reconocer que su número es corto, especialmente entre los de Francia. La erudición de estos últimos se compone en general de un cierto número de pasajes de los Santos Padres, alterados, o torcidamente interpretados; de algunos hechos más o menos auténticos, que a primera vista parecen contradecir algunos dogmas o algunas prácticas de la Iglesia; y en fin de una lluvia de textos de la Biblia, que ellos no comprenden. Es inútil decir que esas armas se les han roto y pulverizado veinte veces, por los grandes controversistas católicos como Belarmino, el docto Suarez, San Francisco de Sales, Fenelón, Bossuet, etc. Las armas son las mismas desde el tiempo de Lutero. A falla de otras, los sectarios las usan siempre con un nuevo gusto.

Concíbese que cuando no se ha estudiado esta materia en particular, un católico y aun algún eclesiástico, de pronto se halle embarazado con las objeciones de los herejes; pero el más ligero examen, la más mediana investigación, basta para resolver todas sus dificultades. Sin embargo, ellos son astutos; y cuando sorprenden a alguien desprevenido, no dejándole tiempo para recurrir a las fuentes, atribuyen a derrota su momentáneo embarazo.

Estas observaciones hacen comprender por qué la Iglesia, aunque está tan segura de la verdad de su doctrina y de la futilidad de las aserciones de los herejes, ordena a los fieles anden con reserva, en cuanto a entrar en debates con los ministros protestantes; y prohíbe asistir a sus prédicas, como también leer sin licencia competente los libros heréticos. No es esto por miedo, sino por prudencia. La prudencia es madre segura.

Continúa...

Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.




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