Y finalmente llegó el “rito maya”, después que Traditionis Custodes insistiera tanto en la necesidad de la “unidad ritual”
Con la aprobación de Francisco, el 8 de noviembre el Dicasterio para el Culto Divino concedió la recognitio a “algunas adaptaciones litúrgicas para la celebración de la santa misa” en México, en las etnias tseltal, tsotsil, ch'ol, tojolabal y zoque de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas.
Ya les había adelantado que este rito estaba en preparación. Ahora conocemos los detalles. El cardenal mexicano Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la doctrina de la fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, dio a conocer la noticia en un artículo publicado por Exaudi: Cardenal Arizmendi: Adaptaciones litúrgicas indígenas.
Una, dos o tres mujeres inciensan el altar, las imágenes, el Evangeliario, los ministros y los fieles en lugar del sacerdote, utilizando incienso típico de la cultura de que se trate; las oraciones son pronunciadas por un laico o una laica, conocido como “principal” o “principale”, que se sitúa junto al sacerdote como cuasiconcelebrante; danzas rituales en el ofertorio, en la oración de los fieles o durante la acción de gracias después de la comunión, que son movimientos “monótonos y contemplativos” de toda la congregación, acompañados de música tradicional; el uso de conchas mayas, que antiguamente se utilizaban para comunicarse con los antepasados; el encendido de velas mayas, que permiten entrar en contacto con otras personas, vivas o muertas, y con “nuestra hermana la Madre Tierra”; una especie de altar maya, conocido como “ofrenda maya”, con productos de la tierra y del trabajo humano, plantas, flores, frutos, semillas, y velas de diferentes colores que apuntan hacia los cuatro puntos cardinales, más o menos divinos para los mayas.
Es importante destacar la presencia en el centro de la celebración de un laico o una laica, conocidos como “principal” o “principales”, que son como jefes locales y que dirigen así ciertas partes de la oración comunitaria, al principio de la “misa”, cuando comienza la celebración, para declarar intenciones, pedir perdón y dirigir las oraciones de los fieles.
El cardenal Arizmendi considera que esta concesión a los mayas es muy significativa, como lo fue la adaptación ritual para las diócesis del Zaire. Añade que si hay desviaciones en ciertas costumbres indígenas, no se purifican de su paganismo, como se decía tradicionalmente de cualquier proceso de inculturación, sino que alcanzan así “su plenitud en Cristo y en su Iglesia”. Esto es perfectamente coherente con la extraña teología del “diálogo interreligioso”, que da consistencia a las religiones no cristianas, que son “incompletas” en lugar de falsas.
Hay que decir, sin embargo, que los historiadores y antropólogos serios debatirían la validez de estos supuestos “préstamos” de la cultura y la religión mayas precolombinas. Se trataba de una religión aterradora, con su inframundo infernal y su increíble multitud de dioses, en consonancia con las palabras del Salmo 95:5 “sus dioses son demonios”, que estaban sedientos de la sangre derramada durante los sacrificios humanos, la de prisioneros, esclavos y niños, especialmente huérfanos e hijos ilegítimos comprados especialmente para “la ocasión”.
También hay que señalar que el término “rito maya” es erróneo. En realidad, se trata de una adaptación introducida en el rito romano: tanto el Dicasterio para el Culto Divino como el cardenal Arizmendi son muy claros al respecto. En consecuencia, la pregunta obvia que viene a la mente es aún más obligada: si podemos celebrar el rito romano a la manera zaireña, a la manera maya y mañana a la manera amazónica, ¿por qué no podemos celebrarlo también en la forma tradicional, la cual lleva el rostro de la cultura en la que ha estado tan profundamente arraigado?
No soy el primero que se hace esta ingenua pregunta, como puede imaginarse. En México, donde este asunto está dando mucho que hablar, este tema ha sido ampliamente planteado por los tradicionalistas. El cardenal Arizmendi se opuso (Jesucristo celebró la eucaristía inculturada) y afirmó que sus reacciones demostraban “ignorancia litúrgica”. En su opinión, “no hay nada pagano ni contrario a la fe católica” en estos “ajustes litúrgicos”. Es más, “los tradicionalistas quieren que la Misa no cambie y conservar el rito romano tal y como era antes del Concilio Vaticano II, pero ni Jesús ni los Apóstoles celebraron con el Misal Tridentino”. Tampoco con el rito maya, podríamos señalar. Y el cardenal añade este solemne, llamémosle disparate: “Éste [el Misal Tridentino] sólo data del siglo XVI”. Con “eruditos” como el cardenal Arizmendi y como el cardenal Roche, que dijeron casi las mismas tonterías, la liturgia romana está en buenas manos...
Queridos amigos vigilantes, nosotros, que no recibimos el mismo trato preferencial que los zaireños, los mayas y los amazónicos, seguiremos luchando por el perseguido rito romano tradicional. Nuestros rosarios son una petición urgente al cielo y una protesta constante ante nuestros pastores: “¡Devolved a la misa tradicional su libertad!”
Paix Liturgique
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