viernes, 20 de diciembre de 2024

EL NEFASTO PODER DE LA TELEVISIÓN

¿Por qué invitar a un huésped malvado e inmoral a tu casa?

Por Christine Fitzgerald


Hay mucha gente disgustada con los medios de comunicación y la basura televisiva en general. Durante años, las noticias han sido sesgadas para que se ajusten a agendas revolucionarias, es decir, para promover ideas igualitarias, inmoralidad y violencia y favorecer un desequilibrio mental general en todas las situaciones posibles.

Contenidos disponibles en TV

Al revisar la programación televisiva disponible se puede ver lo siguiente como posible contenido para jóvenes y mayores por igual:

● Lesbianas declaradas

● Contenido homosexual mostrado en un contexto de empatía

● El aborto visto como una “elección” sin ninguna consecuencia

● Violencia y crímenes

● Satanismo

● Brujería

● Escenas de sexo con la mínima censura

● Relativismo: sé fiel a ti mismo, sea lo que sea…

¿Cuán cruel e insensible debe llegar a ser una persona que, por gradualismo, se endurece ante los asesinatos cometidos ante sus ojos? ¿Cuántas personas están influenciadas por estos modelos criminales? Las respuestas a estas preguntas se pueden encontrar fácilmente en las noticias de los noticieros nocturnos. Niños secuestrados, abusados, torturados y asesinados; mujeres asesinadas por sus maridos y viceversa; adolescentes de la escuela secundaria que están matando a sus compañeros de clases; en todas partes hay suicidio, deshonestidad en el lugar de trabajo, aventuras extramatrimoniales y mucho más.

Esto es a lo que nuestras familias se están acostumbrando. Aunque la televisión no es la única causa de estos crímenes crecientes, sin duda tiene una poderosa influencia. Al ver la televisión todos los días, saturada por la inmoralidad y la violencia mostradas con impunidad, las personas se están volviendo más corruptas y agresivas.

Un proceso nefasto que cambia inconscientemente nuestras costumbres

Junto con la violencia y la inmoralidad creciente, hay un proceso sutil que tiene lugar en la mente de los espectadores. 
Las personas tienden a pensar que es solo entretenimiento y no se dan cuenta de que, de manera sutil y silenciosa, toda su ideología está siendo alterada. El cambio es gradual y las afecta a ellas, a sus hijos y a toda la sociedad.

Este proceso se ha llamado transbordo ideológico inadvertido, palabras grandes que significan que nuestras mentes están cambiando sin que nos demos cuenta.

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Los médicos expertos en hipnosis dicen que la luz parpadeante de la televisión pone a las personas en un trance imperceptible en el que las imágenes y las ideas pasan a su cerebro sin la censura normal de la razón. Así es como las imágenes y las ideas son introducidas en la mente de una persona por un extraño, y además, de una manera extraña y diferente de otros tipos de aprendizaje.

Este poder nefasto de la televisión puede explicar parte del cambio que se ha producido en nuestra vida cotidiana. 

Hace cuarenta años, era raro oír hablar de un asesinato, un secuestro o de un niño que hubiera sido abusado. En aquella época, la gente se iba a dormir por la noche sin que hubiera necesidad de cerrar las puertas con llave. La Navidad traía consigo exposiciones públicas de pesebres por todas partes. En mi pueblo natal, el Viernes Santo, todos los comerciantes cerraban sus tiendas entre las 12 y las 3 de la tarde en respeto al momento en que Nuestro Señor fue crucificado. Los niños eran respetuosos con sus padres y con los adultos en general, y se vestían como niños y niñas. Los tatuajes y las perforaciones corporales eran relegados, con razón, a las tribus paganas y a los bárbaros, no a las personas de un país civilizado.

Niños de ayer y niños de hoy...

De hecho, ningún niño habría sido capaz de imaginar las atrocidades en la vestimenta y la “decoración” personal que vemos hoy. ¿De dónde vino la inspiración para eso? Somos diferentes, radicalmente diferentes como sociedad de lo que éramos hace 40 años. ¿Qué nos trajo a este lugar, a esta condición en la que todos estamos sufriendo hoy?

Uno de los factores de este cambio fue sin duda la televisión. Ideas revolucionarias, paganas y esotéricas inaceptables para nuestra mentalidad católica se implantaron en nuestras costumbres. La sociedad fue introducida a diferentes formas de ser, vestir, hablar y actuar - vulgares, igualitarias e inmorales - y los espectadores, sin darse cuenta, sin percibirlo, las aceptaron gradualmente y cambiaron sus propias actitudes y valores

La reacción normal de indignación, suavizada por las visiones repetidas y por situaciones seductoras que glorificaban inmoralidades y comportamientos antinaturales, se enfrió. Este proceso gradual hizo aceptables ahora cosas que eran inaceptables hace años.

Una solución sencilla y sabia: apagarlo

¿Es este un asunto complejo y complicado que requerirá años de investigación para encontrar la manera de detenerlo? No, la respuesta es simple y directa. Como ciudadanos, nosotros debemos apagar el televisor. Al hacerlo, habremos cortado algunas líneas de comunicación importantes que las personas revolucionarias, inmorales y depravadas tienen con nuestros hogares y nuestros hijos. Necesitamos bloquear ese acceso a nuestras propias almas y a las de aquellos por quienes tenemos una responsabilidad.

En el pasado, la Iglesia Católica nos enseñaba que éramos moralmente responsables –culpables– de ponernos a nosotros mismos o a nuestros hijos en una situación cercana de pecado. La programación televisiva de hoy es una ocasión de pecado, sin duda, incluso en algunos casos los programas de noticias con sus “informes” de toda clase de atrocidades y actos antinaturales.

La sola idea de apagar la televisión causa miedo y temblor en muchos padres. ¿Qué podemos hacer con nuestro tiempo? ¿Cómo nos entretendremos? Los niños nunca lo aceptarán. Si uno quiere hablar de miedo y temblor, sería sabio revisar las palabras de San Pablo:
“Con temor y temblor ocupaos en vuestra salvación… para que seáis hijos de Dios irreprensibles y sinceros, sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.” (Fil 2:12,16)
Las personas que verdaderamente se preocupan por “ocuparse de su salvación con temor y temblor” deberían preguntarse cuál sería el mejor uso de su tiempo. ¿Cuánto tiempo hace que las familias no juegan juntas? ¡Qué maravillosa manera de conectarse con sus hijos! Cuando pasamos el tiempo en casa en silencio frente al televisor, es imposible desarrollar relaciones normales que construyan respeto, amor, comprensión y cooperación entre hijos y padres. Las personas que han desechado el televisor han descubierto, para su deleite, que la vida se vuelve más interesante, los hijos gradualmente se vuelven más tranquilos y se acercan más a la familia. La inocencia y la paz regresan lentamente al hogar.

En años pasados, las personas eran felices e incluso orgullosas de sus distinciones, sus rasgos familiares y formas de ser que las hacían diferentes de los demás. Hoy, tenemos al hombre masa, que se ve y actúa de la misma manera. El adolescente moderno piensa lo que piensan sus amigos, se viste como sus amigos. Los modelos para esta vestimenta y comportamiento provienen de lo que se ve en la televisión. El punto de referencia ya no es la familia. Los amigos -o incluso un grupo o pandilla- han reemplazado los vínculos normales con el hogar y la familia.

Los modelos de la familia y el hogar católicos no hace mucho tiempo eran Cristo, la Santísima Virgen y San José. Se exponían las vidas de los santos para admirarlas e imitarlas. Uno de los elementos que ha contribuido a esta caída es la influencia casi universal y mortal de la televisión en la sociedad.

Afortunadamente, también están apareciendo una avalancha de libros que detallan los efectos negativos de la televisión en todos los aspectos de la vida de una persona, particularmente en la formación de un niño. Si nos angustia lo que vemos a nuestro alrededor en la sociedad –y ¿a quién no le preocupa?–, la solución es fácil: Apaguemos la televisión de una vez por todas.

Recordar que seremos juzgados por lo que voluntariamente escojamos poner en nuestra mente, ya sea inocente o vil, es recordar el consejo de Nuestro Señor mismo hablando a las multitudes:
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.

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