Una breve visión sobre la desacralización en la “iglesia conciliar”
Por Joseph Sheppard
Al entrar en un nuevo milenio, cada día nos llegan más noticias horribles de depravación moral e indiferencia. A menudo estamos tan conmocionados por la avalancha de desinformación de los medios de comunicación que muchos, en un sentido relativista, están dispuestos a contentarse con una iglesia debilitada y menos sacra.
En un esfuerzo por atraer a nuestro mundo moderno, somos testigos de cómo los pastores de la Iglesia comprometen la santidad. Uno de los ejemplos más claros de este fenómeno son las Jornadas Mundiales de la Juventud. Aunque estos experimentos producen multitudes masivas, se burlan de nuestra Santa Fe. En esta misma línea, hemos sido testigos de años de experimentación con la Santa Misa.
Para atraer a los niños, hay misas de marionetas y payasos; para los jóvenes adultos hay misas folclóricas; para los nativos americanos, ornamentos y música nativos americanos. Parece haber un mayor esfuerzo por acomodar al hombre durante la misa que por servir a Dios.
Además, vemos que hombres y mujeres laicos han invadido el altar para realizar las funciones sagradas del sacerdote. La Sagrada Eucaristía es manejada por las manos no consagradas de los laicos, diluyendo la unicidad y la naturaleza sacral de la vocación sacerdotal. Hay que preguntarse: “¿Cuál es el resultado de esta socialización del altar?”. ¿Estos cambios pretenden agradar a Dios o a los hombres?
Por el contrario, cabe recordar cómo los israelitas, instruidos por Dios a través de Moisés, veneraban su Lugar Santísimo. El Arca de la Alianza, que contenía los Diez Mandamientos, la vara de Aarón y el maná milagroso, estaba colocada en el Lugar Santísimo y rodeada por un velo. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo después de hacer una ofrenda de sangre, y sólo una vez al año en el Día de la Expiación. Además del Lugar Santísimo, el tabernáculo contenía un santuario en el que sólo podían entrar los sacerdotes. Si estas reliquias sagradas de los israelitas eran tan veneradas, ¡cuán infinitamente más deberíamos venerar nosotros los sagrarios de cada Iglesia católica donde reside Nuestro Señor mismo! ¡Cuánto más elevado es el sacerdocio católico al de la Antigua Ley!
El hombre moderno se siente incómodo con los ejemplos tradicionales dados por Papas, Obispos, sacerdotes y miembros de Ordenes Religiosas. La mentalidad moderna desea un sacerdote o religioso que sea más o menos indistinguible de los laicos. Para satisfacer este deseo, los sacerdotes y los religiosos se abstienen de vestirse con los símbolos de su vocación. En casos más extremos, hay quienes desean un sacerdocio casado y un “sacerdocio” femenino. Casi todas estas tendencias tienen el objetivo común de destruir el carácter jerárquico y sacro de la Iglesia establecido por Nuestro Señor.
La misma tendencia a destruir el carácter sacro y jerárquico de la Iglesia puede manifestarse de maneras aparentemente inocuas. Al principio, el Padre Smith se convirtió en el Padre “Bob” y estos apelativos casuales y quizás bien intencionados hacia los hombres que representan a Nuestro Señor en el Santo Sacrificio de la Misa, fueron aceptados por la mayoría como “apropiados”, aunque fueran un desaire a la dignidad del sacerdocio. ¿Cuántas veces nos hemos dejado entretener por “chistes” cuyo contenido trata de cosas santas? Ese “humor” sirve para trivializar el tema.
No caigamos en el error de crear una Iglesia a imagen del mundo contemporáneo. Nuestro Señor ha establecido la naturaleza jerárquica y el espíritu sacro de la Iglesia para salvaguardarla y mantenerla santa. Pongamos de nuestra parte para combatir cualquier tendencia que trivialice nuestra Santa Fe.
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