martes, 30 de enero de 2024

OBJECIONES CONTRA LA RELIGIÓN (29)

¿Qué es el infierno? ¿Dónde está? ¿Ha venido alguna vez de allá quien nos lo cuente?

Por Monseñor de Segur (1820-1881)


No, y si tú entras en él, tampoco volverás para contarlo. Pero precisamente porque nadie vuelve es, cuando menos, una tontería el no hacer lo posible para libertarse de caer en él.

Tú me podrás decir a esto que no crees que haya tal infierno; pero yo te respondo, por de pronto, que eso que tú te atreves a negar así, tan resueltamente, ha sido objeto de grande duda para los impíos más famosos. Ahí tienes a Rousseau, que a la pregunta de si hay infierno nada tuvo que contestar más que un: “Qué se yo”. Y si esto no te contenta, te volveré a citar a Voltaire, quien, respondiendo a un amigo suyo que se figuraba haber descubierto la prueba de que no había infierno, le decía: “Dichoso usted! Yo, por mi parte, no he podido llegar a tanto”.

De modo que los más desalmados entre los incrédulos tienen, cuando menos, al hablar de este asunto, un “quizás”, un “qué sé yo”, sin que jamás se atrevan a decir un no redondo y seguro. ¿Serás tú más atrevido que ellos?

Por si tal disparate te ocurriera cometer, empezaré diciéndote que ese infierno, del que tú dudas o que niegas, ha sido revelado a los cristianos por el mismo Dios.

Quince veces nada menos habla nuestro Señor Jesucristo del infierno en su Evangelio.

Lee si no el capítulo IX de San Marcos, y allí verás, dicho por el mismo Jesús, que vale más perderlo todo y sufrir en este mundo todas las penas, que “ir al infierno, al fuego que jamás se apaga, donde no tiene fin el remordimiento; donde todo el que entre será salado por el fuego”, es decir, donde será penetrado, devorado y conservado todo a un mismo tiempo por el fuego, a la manera que la sal, penetrando las carnes, las conserva sin que se destruyan.

Repasa luego el capítulo XXV de San Mateo, donde dice el propio Jesús: “Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno, que fue preparado para el demonio y sus ángeles... Y éstos irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna”. 

Por último, en el capítulo XV de San Juan, dice: “Si alguno no viviere unido a Mí, será arrojado al fuego y arderá”, etc., etc.

Como ves por estas citas, no puede ser más terminante la palabra de Jesucristo, es decir, de Dios mismo. Con que tenemos que aquel buen Jesús, tan dulce y misericordioso, que todo se lo perdona a los pecadores arrepentidos, que recibe en su seno con tanto amor a la culpable Magdalena, a la mujer adúltera, al publicano Zaqueo y al ladrón crucificado a su lado; ese mismo buen Jesús, tan misericordioso y dulce, te dice que hay un infierno y un fuego eterno, y para que no te quede duda alguna, te lo repite quince veces.

Esto supuesto, ya no puedes negarme ni poner en duda la existencia del infierno, sin que me niegues o dudes de que Jesucristo es Dios, o de que su Evangelio dice lo que dice. Pero si te ocurriese la insensata blasfemia de dudar o negar cualquiera de estas cosas, todavía, contra tu impiedad y tu falta de fe, hablaría a tu razón la voz de todo el género humano.

Porque has de saber que desde que el mundo es mundo, no hay religión ninguna de ningún tiempo y de ningún lugar que no haya creído en el infierno. Desde luego lo creyeron y enseñaron los judíos, como primitivos depositarios que fueron de la revelación divina. Lo han creído todos los filósofos, poetas y naciones de la antigua gentilidad. Lo creen hoy todos los paganos, los moros, los salvajes más incultos. En todas las tierras habitadas que se han descubierto y se van descubriendo se ha visto que la existencia de un infierno sin fin ha sido punto de fe de las religiones más bárbaras y groseras.

¿Qué más? Los protestantes mismos, que apenas han dejado en pie un solo artículo de la Fe Católica, no se han atrevido a negar el infierno.

¿Ni quién puede tampoco negarlo, por poco sentido común que tenga? Pues qué, ¿no es infinita la justicia de Dios? ¿No es infinita su misericordia? En cuanto es infinitamente misericordioso y bueno, ¿no nos ha dado Dios todos los medios de conocer su voluntad y de cumplirla, y no está igualmente propicio a perdonarnos si nos arrepentimos de haberle ofendido? 

Claro es que sí; pero, por lo mismo que es claro, no se deduce de aquí necesariamente que, siendo Dios infinitamente justo, no puede menos de castigar con una pena infinitamente grande al que se empeñe en desoírle y ofenderle, sin tener jamás un remordimiento ni un pesar de haberle ofendido.

¿Qué idea tienen de la justicia los que niegan el infierno? ¿Quieren que Dios tenga reservado el mismo lugar al ladrón y al santo, al opresor y al oprimido? ¿Quieren que Dios haga lo que no consentirían hacer a un magistrado cualquiera? ¿Qué dirían de un juez que, llamado a sentenciar entre un pupilo huérfano y el tutor que le hubiere usurpado sus bienes, declarara absuelto al tutor y dejara al pobre pupilo morirse de miseria? 

Pues esto quieren que haga Dios los que niegan el infierno; quieren que el bribón que ha pasado su vida a costa de los sudores y lágrimas del pobre y del desvalido tenga luego en la otra vida el mismo lugar de la gloria y bienaventuranza que el mismo desvalido y pobre a quien haya oprimido y vejado.

Mira, hijito, la ofensa que se hace a Dios es infinita, porque lo es la majestad del Dios a quien se ofende; y si bien la infinita Misericordia del Señor puede perdonar y perdona al arrepentido, su infinita Justicia no puede dejar de castigar con una pena infinita, es decir, eterna, al que le ofende sin jamás arrepentirse.

¿Cómo se puede poner esto en duda? Y si esto no te bastara, examina los frutos que produce la creencia en el infierno, y piensa los que produciría la falta de esta creencia. ¿Cuánto y cuánto crimen no deja de cometerse por temor a las eternas penas de la otra vida? ¿Cuánta y cuánta buena acción no ha inspirado el justísimo y saludable deseo de evitarlas? ¿Cuánto y cuánto desenfreno no sería el del mundo si llegara a faltar el santo temor que nos infunde la creencia en estas penas?

¿Quieres creer en el infierno? Pues pórtate de manera que no tengas por qué temerlo, y verás entonces como no niegas ni dudas de su existencia. Los pícaros lo niegan, porque lo temen; quisieran que no lo hubiese, y esta es la mejor prueba de que lo hay.

Por consiguiente, hijito mío, no pongas tú en duda una verdad que tan de cerca te toca, que es creída y confesada por todo el género humano, que es conforme a todas las ideas de razón y de justicia, y, sobre todo, que ha sido enseñada por aquel buen Jesús, que dice de sí mismo: “Yo soy la VERDAD: el cielo y la tierra pasarán; pero no pasará mi palabra”.

30 DE ENERO: SANTA MARTINA, VR. y MR.


Santa Martina, virgen y mártir

(✝ 230)

Nació esta nobilísima virgen en la ciudad de Roma, su padre había sido elevado tres veces a la dignidad de cónsul. Formada desde su niñez en las sagradas letras y en las costumbres cristianas, en el Imperio de Alejandro Severo fue delatada ante los magistrados; los cuales le preguntaron por qué siendo doncella romana había de reconocer por Dios a un judío condenado por sus crímenes a muerte de cruz y no había de ofrecer incienso al gran Apolo. Respondió ella: Llevadme al templo de Apolo y veréis como en nombre de Jesús reduzco a polvo ese demonio que tanto veneráis

Condujéronla, pues, al templo de aquel ídolo, y apenas lo divisó, alzó los ojos y las manos al cielo diciendo: Jesucristo, Señor mío, muestra que eres omnipotente Dios a la vista de este pueblo ciego. Y diciendo estas palabras, sintióse un espantoso terremoto que llenó a todos de horror, desplomóse una parte del templo y cayó hecha pedazos la estatua de Apolo. Pero los ministros del emperador, así como el populacho gentil, atribuyeron el suceso a una poderosa fuerza mágica de la cristiana virgen y la condenaron a los más atroces suplicios.

Azotáronla primero con palos nudosos, rasgaron su rostro con uñas de hierro; y entonces fue cuando la vieron cercada de un resplandor celestial que desarmó a los mismos verdugos, los cuales echándose a sus pies, confesaron en altavoz que también eran cristianos.

El fiero presidente ordenó que allí mismo le cortasen la cabeza, y arrastraron a la santa virgen al templo de Diana. Más lo mismo fue entrar en el templo, que salir de él con espantoso ruido el espíritu infernal que presidía en la estatua de la diosa y caerse esta reducida a polvo.

Mandó el juez traer la cabeza de la santa Martina diciendo que tenía en ella sus encantamientos; y habiendo sido conducida después al anfiteatro, soltáronle un león muy grande, para que la despedazase y la devorase, pero viéndola el terrible león, comenzó a bramar sin querer arrojarse sobre la santa virgen, y llegando a ella, se echó a sus pies y comenzó a lamérselos blandamente, sin hacerle ningún daño. Entonces levantó su voz la santa Martina y dijo: ¡Maravillosas son, oh Señor, tus obras! Y a los presentes añadió: ¿No veis como los ángeles de Dios refrenan la crueldad de las fieras? 

Viendo el presidente semejante prodigio, mandó regresar al león a la jaula; y cuando iba a ella, arrebató a Limeneo, pariente del emperador, y lo despedazó. 

Probó todavía el bárbaro tirano otros suplicios, atormentando a la santa virgen con el hierro y con el fuego, hasta que rugiendo de coraje, al ver que de todos salía victoriosa, mandó sacarla fuera de la ciudad y cortarle la cabeza.



lunes, 29 de enero de 2024

PROGRESISTAS REPRESIVOS

Cuando su método de “escuchar la voz del pueblo” no produce los resultados deseados, los progresistas impulsan sus “reformas” de todos modos, utilizando la legislación, el lobby, el soborno, el chantaje emocional y espiritual

Por el padre Dwight Longenecker


Recuerdo cuando Richard Nixon fue elegido y un demócrata rico y desconcertado de Nueva York dijo: “¿Cómo pudo haber ganado? ¡No conozco a nadie que haya votado por él!” Esa frase resume la actitud de los progresistas de élite, ya sea que vivan en Washington, Nueva York, Roma o cualquier otro lugar del planeta.

Los progresistas de la Iglesia están entusiasmados con “el camino sinodal” porque creen verdadera, honesta y sinceramente que la mayoría de la gente piensa como ellos – y todo lo que se necesita es eliminar a los conservadores rígidos, obstruccionistas y atados a la Tradición. Una vez que las puertas estén abiertas de par en par y todos puedan escuchar “la voz del pueblo”, se podrá avanzar. 

Realmente creen que la mayoría de la gente piensa como ellos (al menos la mayoría de las personas “que piensan correctamente”). Y si todavía no piensan a su manera, pronto lo harán, porque sus ideologías son patente y manifiestamente hermosas, verdaderas y buenas. No pueden imaginar que haya personas sensatas, inteligentes, educadas y elocuentes que simplemente no estén de acuerdo, y por razones bien pensadas y razonadas.

Reconocen la existencia de tales personas, pero están convencidos de que son estúpidos, ignorantes, estrechos de miras y probablemente –para citar a un conocido inglés– “neuróticos”.

La ceguera de los progresistas impregna como un humo malo todos los aspectos de la vida, no sólo la Iglesia. En política y economía no recuerdan las lecciones de la historia: que el marxismo siempre termina en violencia, decadencia y fracaso total. En el mundo académico, se niegan a reconocer que sus ideologías sólo pueden implementarse mediante intimidación, violencia e intimidación de todo tipo, y que cuando se implementan, todo implosiona rápidamente.

Cuando los progresistas se enfrentan al fracaso de sus “brillantes ideas”, llegan a la conclusión de que el problema es que no han implementado sus programas de manera eficaz o exhaustiva. Lo que se necesita es más de sus ideologías e ideas brillantes. Es como un hombre que llena el tanque de gasolina de su auto con jugo de naranja, y cuando eso no funciona, decide que no hay suficiente jugo de naranja, entonces abre las ventanas y llena el interior con jugo de naranja también.

Cuando su método de “escuchar la voz del pueblo” no produce los resultados deseados, impulsan sus “reformas” de todos modos: utilizando la legislación, el lobby, el soborno, el chantaje emocional y espiritual y todas las artes oscuras que puedan, siempre y cuando se salgan con la suya. Experimentamos esto cuando los ideólogos elitistas progresistas de la Iglesia de Inglaterra alentaron la ordenación de mujeres.

Si una votación no les salía bien, no decían: “El Espíritu Santo nos guió por la voz del pueblo”. Dijeron: “Tenemos que trabajar un poco más duro e intimidar (quiero decir convencer) más a la gente para que la votación se apruebe la próxima vez”.

Ahora sabemos que Fiducia Supplicans fue escrita y promulgada sin ninguna consulta real. Edward Pentin informó que FS fue el resultado de las partes ambiguas (y no aprobadas) de Amoris Laetitia. Cuando las propuestas del dudoso “Sínodo sobre la Familia” no fueron aprobadas por la mayoría necesaria, los ideólogos continuaron presionando sus posiciones.

En otras palabras: “Utilice la ‘vía sinodal’ tanto como sea posible para promover su propia agenda, pretendiendo que es la voluntad del pueblo, y si eso no funciona, recurra a formas autocráticas de liderazgo”.

Y así es siempre con los progresistas. Fingen durante el mayor tiempo posible que son “un grupo democrático, atento y que escucha, de personas bien intencionadas que sólo persiguen el bien común” y, si eso no funciona, traen las porras, el régimen represivo, las torres de vigilancia y la policía del pensamiento.


JAVIER MILEI: UNA ESPINA CLAVADA EN EL COSTADO DE LOS GLOBALISTAS

El presidente argentino, Javier Milei, entró en el vientre de la bestia (el Foro Económico Mundial) y denunció todo lo que esa organización representa.

Por Scott Ventureyra


El presidente de Argentina, Javier Milei, volvió a hacerlo. Está erizando todas las plumas correctas, en el momento correcto y en el lugar correcto. Del 15 al 19 de enero de 2024, el Foro Económico Mundial (FEM) organizó su 54ª reunión anual. El tercer día, el 17 de enero de 2024, pronunció su histórico discurso. Pero antes de discutir algunos de los aspectos más destacados del discurso de Milei, sería importante situar el contexto de su discurso explicando brevemente qué es el Foro Económico Mundial, quiénes son los actores clave involucrados y su agenda.

El Foro Económico Mundial es parte de una serie de organizaciones globalistas internacionales, como el Instituto Internacional de Migración, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, que comparten la misma agenda y trabajan en colaboración entre sí.

Este año, la reunión del Foro Económico Mundial acogió a cerca de 3.000 líderes de gobiernos, empresas, instituciones y organizaciones de la sociedad civil, como grupos de activistas, organizaciones religiosas, movimientos sociales, fundaciones, académicos individuales y otros, de más de 125 países, incluidos cientos de jefes de estado y de gobierno y ministros, que participaron en esta reunión sobre una amplia gama de temas y cuestiones globales que el foro considera cuestiones globales claves y fundamentales. No reúne al 1 por ciento sino al 0,000001 por ciento de personas más ricas del mundo. La mayoría de las veces, la mayoría de los participantes comparten una visión común y una meta y una visión homogéneas. Son pocos los disidentes como Javier Milei y otros como el presidente de la Fundación Heritage, Kevin Roberts.


El Foro Económico Mundial es famoso por su lema “no tendrás nada y serás feliz”, que se originó en un video de 2016 del FEM. Desde entonces, han tratado de borrar las huellas de su verdadero significado. Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, que parece un villano de una de las películas de James Bond, fue coautor con Thierry Malleret de un libro en 2020 titulado “COVID-19: El Gran Reinicio”. En este libro, proponen un reinicio económico global de la economía mundial. A este reinicio lo llaman “capitalismo de partes interesadas”, pero el Gran Reinicio es en realidad socialismo global, una redistribución de la riqueza y la abolición de la propiedad privada

Y para aquellos que todavía piensan que eso de comer insectos es una “teoría de la conspiración”, pueden ir directamente al sitio web del WEF y ver cómo promueven el consumo de insectos con el pretexto de reducir el cambio climático (en ingles aquí). 


La famosa actriz Nicole Kidman incluso ha promovido el consumo de insectos en un perturbador video. Aparte de este plan de marketing, quieren lograr que los campesinos (las personas comunes que no forman parte del grupo de élite) dejen de comer carne y “reduzcan su huella de carbono” a prácticamente cero para 2050 a través de su iniciativa de “transición neta cero”, bajo el pretexto de “salvar el planeta”. Este objetivo incluiría ciudades de 15 minutos para evitar que los campesinos se desplacen y contribuyan a las emisiones de carbono.

Esta estrategia no es diferente de cuando utilizaron la pseudopandemia de Covid como pretexto para eliminar nuestros derechos y libertades. Mientras tanto, estas élites no se vieron afectadas por ninguna de estas restricciones y continuaron viajando en sus aviones privados y consumiendo carne de la más alta calidad que desean, una mentalidad típica de los líderes comunistas. 

No olvidemos tampoco el impulso hacia más “derechos reproductivos” (más abortos), la ampliación de los criterios de elegibilidad para recibir “asistencia médica para morir” (eutanasia), la promoción de la ideología de género en sus diversas formas (feminismo, lesbianismo, homosexualismo, transgenerismo), y otras aspiraciones similares para “ayudar a reducir las emisiones de carbono” debido a la afirmación de un crecimiento demográfico “insostenible” .

Los principales temas discutidos en Davos fueron el cambio climático, la economía mundial, el futuro de la IA y la humanidad, nuestras guerras actuales y la ideología de género, por nombrar algunos. Pero uno de los temas clave se puede encontrar en el lema de este año: “Reconstruir la confianza en medio de la incertidumbre”. Pero, ¿cómo se supone que van a reconstruir la confianza, suponiendo que las organizaciones globalistas la tuvieran en primer lugar, considerando que, para cualquier observador reflexivo, están impulsando una agenda que es perjudicial para la persona humana, la familia, la prosperidad económica, la vida sana, la libertad de conciencia, libertad de expresión y mucho más?

La respuesta, por supuesto, está en combatir la “información errónea” y la “desinformación”. Sin duda, esto lo lograrán controlando aún más cómo y qué tipo de información recibimos. Esencialmente, no quieren que usted piense por sí mismo y, por implicación, quieren ser dueños de sus pensamientos. Esto es algo que no está lejos de la verdad cuando consideramos los objetivos transhumanistas del “contribuyente a la agenda” del FEM, Yuval Noah Harari, de piratear a los humanos y sus mentes.

En su discurso, Milei denunció todas las formas de colectivismo que sofocan el auténtico florecimiento humano. Afirmó que, a pesar de las variantes de los nombres, los colectivistas (ya sean comunistas, fascistas, socialistas, socialdemócratas, nacionalsocialistas, democristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas) se arrodillan ante los dictados del Estado, permitiéndole así controlar todos los aspectos de la vida de la persona individual. En cambio, sostuvo que la libertad económica, el gobierno limitado y el respeto ilimitado por la propiedad privada son elementos fundamentales de la prosperidad económica. Milei enfatizó los peligros del colectivismo utilizando a Argentina como ejemplo empírico.

Milei sostuvo que la pobreza es en última instancia el resultado de quitarles su libertad y autonomía mediante la aplicación de políticas económicas destructivas que obstruyen el libre funcionamiento de los mercados, la competencia, los sistemas de precios, el comercio y la propiedad privada.

Milei también afirmó que la evidencia empírica es innegable de que el capitalismo de libre comercio no es el problema sino la solución para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo. En consecuencia, también es innegable la evidencia de que el socialismo ha sido un completo fracaso en el espacio y el tiempo. No sólo ha empobrecido sistemáticamente a la gente, sino que también ha sido responsable de más de 100 millones de muertes.

Milei habló de los errores garrafales de la teoría económica neoclásica, que ha sido defendida por diferentes pensadores, entre ellos académicos y líderes políticos. Utilizó herramientas que involuntariamente sirven al socialismo y a la intervención del Estado. Esto se hace bajo el falso supuesto de una “falla del mercado”. Subrayó que no existe nada parecido a un “fallo de mercado”, ya que el mercado no puede reducirse a un gráfico que describa la oferta y la demanda, sino que funciona como un mecanismo mediante el cual los individuos intercambian libremente derechos de propiedad. Sostuvo que las regulaciones que pretenden corregir las “fallas del mercado” causan ineficiencias en el sistema de precios, obstaculizan el cálculo económico y obstruyen el ahorro, la inversión y el crecimiento.

En su discurso, continuó explicando que, dado el fracaso del marxismo económico, los izquierdistas tuvieron que introducir el neomarxismo (marxismo cultural) para crear divisiones sociales que son igualmente dañinas para la vida y el progreso humanos. En este sentido, argumentó en contra del feminismo radical, que ha llevado a una mayor intervención estatal al asignar puestos de trabajo a burócratas que no hacen ninguna contribución a la humanidad y la sociedad. También argumentó en contra de la histeria climática que enfrenta a los humanos contra la naturaleza y lleva a los marxistas culturales a abogar por el aborto y otros métodos de despoblación (sin mencionar el consumo de insectos), como se discutió anteriormente.

Continuó refutando a aquellos que afirman tener “autoridad moral” y que claman que el individualismo es “egocéntrico” y que el colectivismo es “altruista” (al mismo tiempo que utiliza irreflexivamente el dinero de otros). Estos detractores defienden el concepto incoherente de “justicia social” ya que la justicia es en última instancia individualista. 

Milei sostuvo con razón que la justicia social es injusta y no ofrece nada al bienestar general del ser humano. Desafortunadamente, la justicia social, entendida como tal, es algo que el “papa” Francisco, por ejemplo, defiende continuamente, pero sin una buena razón.

Con esta vigorosa defensa del marxismo cultural en cada rincón de la sociedad occidental, las tácticas han pasado del marxismo económico clásico (donde para controlar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, todo lo que hay que hacer es controlar los medios de producción) a métodos como imprimir dinero y controlar las tasas de interés, la deuda, los subsidios gubernamentales, los controles de precios, las regulaciones para corregir las llamadas “fallas del mercado” y otros métodos como los bloqueos y la vacunación forzada.

Con razón denunció la pérdida del sentido común y cómo las instituciones educativas, los medios de comunicación, la cultura y las organizaciones globalistas promueven tonterías. Reconoció que, lamentablemente, Occidente se ha aventurado demasiado en el camino del marxismo cultural. Esto es algo sobre lo que el escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn advirtió a Occidente hace mucho tiempo en su discurso de 1975 que pronunció ante la BBC, que luego se publicó como Warning to the West (Advertencia a Occidente). Todos podríamos aprender mucho de la sabiduría de Solzhenitsyn, quien enfrentó con dureza los males de su época. Estos mismos males ahora están llegando a Occidente, pero con diferentes nombres y diferentes pretextos. Así, la lucha que Milei está librando contra el colectivismo y el globalismo es de suma importancia.

Un pensamiento del que no puedo escapar es que debería ser alguien como el “papa” Francisco quien defienda este mensaje de esperanza y libertad, no un libertario secular (aunque Milei puede estar en camino de convertirse al judaísmo). Por el contrario, el “papa” Francisco ha simpatizado con el Gran Reinicio de Klaus Schwab y ha mantenido reuniones privadas con personas como el director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla. Parece estar de acuerdo con la agenda colectivista y globalista. No podemos dejar de preguntarnos si esto se hace de forma involuntaria o intencionada. Dejaré que los lectores decidan.

El mensaje de Milei es, en definitiva, de esperanza. Indica que la gente común de todo el mundo es la protagonista de esta historia (no el 0,000001 por ciento que quiere controlar a la mayoría) y que no debemos avergonzarnos ni sentirnos culpables por nuestro éxito, prosperidad, innovación y ambición. Al final, a pesar del Estado, somos los autores de nuestras propias vidas.


Crisis Magazine


PAGLIARANI: “LA IGLESIA ESCUCHANDO AL MUNDO, PERO SORDA A LA PALABRA DE DIOS”

Publicamos el discurso pronunciado por el padre Davide Pagliarani, Superior general de la FSSPX, sobre la crisis que esta atravesando la Iglesia.


El 13 de enero de 2024 tuvo lugar el congreso Courrier de Rome, en la cripta de la capilla Notre-Dame de Consolation, en París. El tema fue: “¿Sinodalidad o Romanidad? ¡Esa es la cuestión!”

En una síntesis muy fuerte, el padre Pagliarani buscó las causas profundas de las desviaciones recientes, y en particular las que surgieron bajo el pontificado de Francisco, y las que están vinculadas al movimiento sinodal en la Iglesia, iniciado y dirigido por Bergoglio.

El Superior general mostró que la Iglesia conciliar se esfuerza por “sacralizar” el mundo moderno, en todas sus tendencias, incluso en aquellas más alejadas de la ley divina, como quedó claramente demostrado en el caso de Fiducia supplicans.


Fiducia supplicans: la Iglesia sinodal escuchando al mundo, pero sorda a la palabra de Dios”

Nos corresponde a nosotros ofrecer una síntesis y expresar la posición de la Fraternidad ante todas las realidades que la “Iglesia sinodal” promueve.

Intentemos, en primer lugar, ordenar estos diferentes elementos, en particular en lo que respecta al reciente documento Fiducia supplicans, que ya ha hecho correr mucha tinta. Debemos poner este evento en su lugar. ¿Por qué se ha llegado a esto, qué significa? El papel de la Fraternidad no puede limitarse a una reacción inmediata e instintiva: nos corresponde a nosotros profundizar lo más posible nuestra comprensión de lo que está en juego en este texto. Si nuestro análisis carece de profundidad, corremos el riesgo de caer en la trampa de algunos que reducen la cuestión de Fiducia supplicans a una excentricidad personal del papa Francisco, cuya extravagancia no podemos explicar.

Otras reacciones a Fiducia supplicans reducen la cuestión de las bendiciones a una cuestión de conveniencia: esta iniciativa sería inapropiada en ciertos contextos culturales, especialmente en África. La realidad es todavía un poco más compleja... Todas estas reacciones son bienvenidas, son positivas en el sentido de que demuestran todavía una cierta capacidad de reacción; pero la Fraternidad debe profundizar. Así que demos un paso atrás respecto de la agitación mediática.


I. Un pontificado a la altura de las expectativas del mundo moderno

Fiducia supplicans no es, en sentido estricto, un acto sinodal, sino un acto elaborado por el Dicasterio de la Doctrina de la Fe y firmado por el propio papa. Sin embargo, es un documento que responde a lo que muchas veces se mencionó en la preparación del propio sínodo. Se trata, pues, de una respuesta a una expectativa actual y sinodal.

Esta “Iglesia sinodal”, que intentamos definir, es una Iglesia que escucha a todos los hombres: las periferias, las bases, todos, en el sentido más amplio del término… una Iglesia que escucha “al mundo” como tal... Es, por lo tanto, una Iglesia que muestra una nueva sensibilidad y un nuevo deseo de encontrarse con el mundo.

De hecho, este pontificado responde, cada vez más perfectamente, a las expectativas y exigencias del mundo contemporáneo, y más precisamente del mundo “político”, en el sentido profundo del término. De hecho, por un lado, este pontificado corresponde a una visión política que hoy es común y universalmente compartida. Por otra parte, también se adapta a los métodos de una política que quiere crear una nueva organización social y que, hay que reconocerlo, ya ha triunfado en gran medida. Ahora bien, ¿por qué es tan importante la presencia de representantes de la Iglesia en esta reorganización del mundo?

No es la primera vez que notamos este proceso: cuando hay nuevos principios, cuando queremos construir una nueva sociedad y reorganizarla, es necesario que una institución religiosa santifique esos mismos principios. Esto es bastante claro y corresponde a una necesidad arraigada en el corazón humano. El hombre, en lo más profundo de sí mismo, siempre mantendrá un trasfondo religioso. Necesita creer en algo y, por lo tanto, sacralizar aquello que, en el fondo, no tiene nada de sagrado. Es una necesidad muchas veces inconsciente, pero que está arraigada en la naturaleza del hombre. ¿Por qué? Porque el hombre fue creado para Dios. E incluso la Revolución no puede cambiar la naturaleza humana.

Tarde o temprano, por lo tanto, lo sagrado debe imponerse para dar una dimensión trascendente a aquello en lo que creemos, a los principios que consideramos fundamentales. Se ve claramente en la historia, entre los Antiguos, que sacralizaron todo lo que era importante para ellos: sacralizaron el poder, la fuerza, el fuego, la tierra, la fertilidad. Mucho más cerca de nosotros, la llamada Revolución “francesa”, la Revolución Liberal, hizo lo mismo: por ser fundamentalmente laica, llevó a cabo un rechazo total del pasado, una desacralización de todo lo que formaba parte de la vieja organización, de la religión… pero al mismo tiempo buscaba santificar, en cierto modo, la razón humana. Tomemos también la Declaración de Derechos Humanos. Se hacen declaraciones todos los días, especialmente en estos tiempos. Los recordamos durante unas semanas, en el mejor de los casos, pero no tienen un impacto eterno. Por el contrario, la Declaración de los Derechos del Hombre parece haber dejado para siempre su huella en la Historia. ¿Por qué? Porque no es una simple declaración: es un verdadero Credo. La Declaración de los Derechos del Hombre está escrita con la solemnidad de un Credo. Responde a esta exigencia religiosa de santificar los nuevos principios, los nuevos dogmas sobre los que hemos decidido construir la sociedad contemporánea. Podríamos multiplicar los ejemplos.

¿Y qué hace el papa? ¿Qué está haciendo la Iglesia hoy? Van en la misma dirección. Santifican lo que es fundamental a los ojos del mundo de hoy. Pongamos sólo algunos ejemplos. Sabemos cómo el papa predica y enseña la ecología. Esta nueva teología “ecológica” va más allá de consideraciones de oportunidad, puramente ligadas a un momento histórico. Se trata de una nueva moral, predicada a todos, una moral transversal propuesta incluso a los ateos. ¿Por qué? Porque debemos respetar esta Casa común, que llamamos “creación”, que salió de las manos de Dios, pero que en sí misma, independientemente de cómo la concibamos y cómo la llamemos, es la Casa común de todo el mundo. Es un carácter religioso, un sello religioso, impreso en un sermón y una exigencia instantánea del mundo político actual. La Iglesia interviene dando este sello religioso que, como hemos visto, responde a una necesidad muy real.

Pongamos otro ejemplo: la insistencia en que debemos desjerarquizar, alejarnos de una visión jerárquica de la sociedad y de una visión jerárquica de la Iglesia. Ahora abogamos por una sociedad donde el poder ya no sea jerárquico: esté distribuido, redistribuido. De ahí la autoridad compartida, la lucha contra el clericalismo, la emancipación de la mujer, temas que están en la agenda desde hace algún tiempo: la Iglesia quiere que, incluso dentro de su estructura jerárquica de gobierno, las mujeres tengan su propio lugar. Todo ello en contra de un patriarcado tradicional, considerado la causa sistémica e institucionalizada de una serie de abusos de poder a lo largo de la Historia. Y, entre estos valores modernos que se proponen a todos, pero a la Iglesia en particular para que los santifique, está la agenda lgbt. Es uno de estos “valores”. Asistimos a la instauración de una sensibilidad sinodal que inevitablemente debe adaptarse a la sensibilidad del momento, también en este último punto.

Al mismo tiempo, otro aspecto merece nuestra atención. La Iglesia es consciente de haber perdido su credibilidad, por diversas razones históricas, y, en consecuencia, su influencia. En este escenario, cree que es necesario predicar lo que está “actualizado” para seguir siendo creíble. Y es inevitable: habiendo perdido de vista la dimensión sobrenatural de su lucha y de su misión en el mundo, la Iglesia llega a acomplejarse ante el mundo, con el que ha perdido prestigio y credibilidad. Por lo tanto, buscará otros medios para intentar seguir siendo creíble. Y para ser entendida por este mundo, ella hablará el mismo idioma que él. Gran ilusión, porque la Iglesia no está hecha para eso, no está hecha para permanecer en esta perspectiva horizontal, ni que decir tiene.

Aquí ya podemos sacar una primera conclusión, que nos permite situar adecuadamente la Fiducia supplicans. ¿Porqué tuvo que pasar esto? Bueno, paradójicamente, porque el mundo secular todavía necesita de la Iglesia, de ese sello religioso que sólo la Iglesia puede dar. Y por otro lado, porque esta Iglesia, que ha perdido credibilidad, paradójicamente todavía necesita del mundo. Esta doble necesidad ha creado una verdadera simbiosis, una sinergia en este terreno político. Fiducia suplicans responde a una exigencia política del momento.


II. ¿Qué significa sintonizarse con las sensibilidades políticas modernas?

Abramos aquí un paréntesis filosófico para llegar al meollo del problema. Esta perspectiva política moderna depende del pensamiento moderno: es el reflejo, la imagen del pensamiento moderno. Y el pensamiento moderno parte de una categoría fundamental que es nueva: la conciencia, individual o colectiva. Es a partir de la conciencia que el hombre moderno reconstruirá primero su pensamiento, luego el mundo que lo rodea, este mundo al que también la Iglesia tendrá que adaptarse.

Sin embargo, poner la conciencia como principio y fundamento de todo lo demás significa utilizar un principio disociado de la realidad, de una realidad que, en cualquier caso, pierde su primacía sobre las inteligencias. De esta manera, vamos más allá de la idea de que existe un orden objetivo que captar y al que debemos ajustarnos. No, este orden lo establece el hombre, es la conciencia la que lo descubre en sí misma. Y es según esta idea que reconstruimos el mundo que nos rodea: esta es la política moderna, en el sentido amplio del término.

En otras palabras, ya no hay una finalidad, una perfección que estaría en el orden de las cosas. La felicidad del hombre o de la sociedad ya no es un objetivo recibido, coherente con su naturaleza. Este orden exterior de las cosas ya no corresponde a lo que la conciencia definirá en lo sucesivo: éste es el nuevo principio de un nuevo orden en el mundo. Por lo tanto, ya no hay finalidad ni perfección en el respeto del orden objetivo de las cosas.

En consecuencia, encontraremos en la política moderna cuatro rasgos inseparables, que encontraremos paralelamente en la Iglesia del papa Francisco, en la Iglesia sinodal.

En primer lugar, la política moderna es ideológica. Es ideológica en el sentido de que reemplaza la realidad con la libre representación que la conciencia ha hecho. Está claro: la ideología acompaña cada expresión de la política moderna. Detrás de cada partido no hay una comprensión de la realidad objetiva, hay una ideología subjetivista.

Segundo rasgo: es autodeterminista. Ésta es la consecuencia inevitable: ella decide por sí misma lo que debe ser, lo que debe ser el hombre. Ella misma construye un plan y un proyecto, sin partir de la realidad, a partir de un análisis de la realidad.

Tercer rasgo: la política moderna es totalitaria. Detrás de la imagen de “libertad” –la “liberación” que se ha exhibido durante siglos, especialmente desde la revolución liberal– la política moderna es totalitaria, porque es la realidad la que debe ajustarse a ella, aunque sea forzada. Colocamos sobre la realidad concreta una idea que hemos concebido en la conciencia individual o colectiva, y por lo tanto, forzamos la realidad. De aquí surge el totalitarismo. Vivimos en un mundo totalitario: hay ideas que se atascan en la realidad y que la fuerzan en una dirección u otra.

Y cuarto rasgo: es convencional, no se basa en el orden natural, sino en un orden convencional: lo que es bueno, lo que hay que perseguir, lo decide, lo elige arbitrariamente la conciencia, y no es captado ni acogido por la realidad.

Si bien estas cuatro características de la política moderna no son nuevas, es interesante observar cómo se aplican a la Iglesia sinodal en particular.

Pero antes de ver esta aplicación, debemos comprender que frente a esta modernidad la Iglesia no puede permanecer indiferente. No existe una tercera posibilidad:

♦ o la Iglesia condena la primacía de la conciencia sobre la realidad, sobre la Revelación y toda la política moderna que de ella resulta;

♦ o la Iglesia entra en este sistema.

Este sistema está en todas partes. Esta perspectiva, esta visión de las cosas es omnipresente. No podemos pretender permanecer neutrales, sin exponernos demasiado, sin condenar demasiado, sin intentar discutir, sin intentar ganar algo. No, no! ¿Qué hizo la Iglesia hasta el Concilio? Ella condenó este sistema. Hoy la Iglesia entra en este sistema, lo hace suyo y lo bendice. Esto es lo que es muy importante comprender.

Esta Iglesia sinodal es, a su manera, ideológica. Creamos necesidades pastorales que existen sólo en la mente de quien las concibe; la doctrina ya no se recibe, sino que se produce. Por ejemplo, ¿crees que hay millones de parejas lgbt en todo el mundo buscando la bendición de la Iglesia? ¡No! Pero es importante para la Iglesia hoy, por las razones que acabamos de ver, dar un signo, una promesa. Documentos como Fiducia supplicans tienen un valor político para el mundo, independientemente de la solicitud real de bendición, del requisito pastoral y del número de bendiciones que se darán. No importa que haya gente que esté en contra, episcopados enteros que no estén a favor. En caso de apuro, ¡no importa! Lo importante es que estos textos fueron producidos y publicados por lo que significan políticamente.

También está el aspecto autodeterminista. Sí, porque la Iglesia ya no se ve en una estructura inmutable, dada por Dios, con objetivos inmutables, con una misión inmutable. No, es una Iglesia que, según las circunstancias históricas, y sobre todo según las exigencias del momento, es capaz de revitalizarse y darse una finalidad nueva, capaz de evolucionar siempre.

La Iglesia sinodal también es totalitaria. ¿Por qué? Porque obligamos a la Iglesia, como cuerpo social, a ajustarse a principios que no le son naturales. Forzamos violentamente la realidad de las cosas. De ahí ciertas reacciones, perfectas o imperfectas, completas o incompletas. Se ha mencionado a menudo una aparente contradicción entre la escucha de una Iglesia sinodal –abierta a todos, donde todos pueden hablar, participar, etc. – y al mismo tiempo actos muy autoritarios, por parte del papa Francisco en particular, al menos durante su pontificado. Esta contradicción ya ha sido mencionada. ¿Cómo resolverlo? La respuesta está ahí: la Iglesia sinodal es totalitaria. Colocamos conceptos e ideas sobre la realidad que no le corresponden; y necesariamente, cuando hacemos violencia, cuando forzamos las cosas, somos totalitarios: usamos nuestra autoridad para forzar las cosas, al mismo tiempo que pretendemos estar escuchando.

Finalmente, es convencional: es la base sinodal la que, teóricamente, sugiere las opciones del gobierno. Lo que se decide se presenta siempre como tal: es todo el pueblo de Dios quien, a través de su sensus fidei, sugiere un camino o camino particular a seguir.

Esta debería ser una clave de lectura para nosotros. Debemos ver, en las grandes decisiones de este pontificado, el deseo de ajustarnos lo más posible a los grandes principios del mundo de hoy, y del mundo político, con todo lo que eso puede significar.


III. El sínodo, un instrumento revolucionario

Miremos ahora el sínodo mismo, en este contexto. ¿Tiene el sínodo un papel especial?

No me detendré en el aspecto teológico, doctrinal, según el cual el Sínodo es expresión de la colegialidad, de este deseo de gobernar a la Iglesia todos juntos desde la base.

Junto a esto encontramos una función práctica, podríamos decir “política”, del Sínodo. ¿Para qué sirve? Sirve para hacer circular ideas que queremos transmitir, que queremos transformar en ley, atribuyéndolas a una expectativa, a una exigencia, a una necesidad del Pueblo de Dios. Y no podemos dejar de responder a lo que todos parecen preguntar dentro de la Iglesia, porque todo lo atribuimos al sensus fidei. Pero, inevitablemente, en todo lo que pide el Pueblo de Dios encontramos el eco de todo lo que se espera del mundo contemporáneo, simplemente.

Si se toma el documento de trabajo del Sínodo, el Instrumentum laboris [1] publicado hace más de un año, ¡se encuentra todo! Es un magma, una masa informe donde se encuentra todo y lo contrario de todo. Con tal documento en mano, la autoridad elige lo que le parece más apropiado. “Eso está bien, es el momento, está maduro, la situación está lista, podemos irnos...”

¿Cuál es la consecuencia inevitable de esta forma de hacer las cosas? Al decir siempre “sí” a todo y lo contrario de todo, sin partir de un principio doctrinal, sin partir de la realidad, sino sólo escuchando las expectativas de todos, terminamos haciendo cosas que están fuera de la realidad.

Subrayo este aspecto de desconexión de la realidad, porque esta Iglesia sinodal es una Iglesia que pretende escuchar a todos, con los pies arraigados en los sentimientos del pueblo de Dios: ¡en realidad, es utópica! La bendición prevista por Fiducia supplicans no es simplemente un error, es una utopía. No tiene sentido. Detrás de ello está el sueño quimérico de un mundo nuevo, y de una Iglesia completamente nueva que lo seguirá. Hay una especie de milenarismo allí. Estamos ante una ilusión utópica y milenaria. Fuera de la realidad.

La realidad concreta, la verdadera realidad que la Iglesia está llamada a conocer y predicar es el Evangelio, el dogma, la Revelación, Nuestro Señor Jesucristo, la moral cristiana, la lucha contra el pecado. Pero todo esto se convierte para los reformadores en una realidad abstracta, que ya no tiene ninguna influencia en la vida concreta. Lo que cuenta en la perspectiva moderna es la conexión con el Pueblo de Dios: lo consideramos como la única realidad concreta, a pesar de todas sus utopías, y lo oponemos radicalmente a todo lo que es Doctrina de la Iglesia; esto no se niega directamente, sino que se deja de lado, se considera una verdad abstracta.

La Iglesia, atrapada en este sistema, encadenada, hechizada, empantanada en este sistema... la Iglesia necesariamente escucha y trata de satisfacer todas las expectativas de los hombres, sin indicar ninguna finalidad, ninguna perfección última; sin trascendencia, sin bien supremo que alcanzar. ¿Quién habla hoy de la vida eterna?

¡Mira el estado de la Iglesia, que actualmente vive este debate mundial sobre ciertas “bendiciones”! Es bueno que haya habido reacciones. Pero ya ves dónde estamos... Y mientras episcopados enteros debaten si bendecir o no a los homosexuales, ya no hablamos de Evangelio, ya no hablamos de Nuestro Señor, ya no hablamos de gracia, ya no hablamos de la Cruz. ¿Por qué? Porque todo esto es abstracto.

La jerarquía de la Iglesia se encuentra hoy en una situación similar a la que se encontraron los padres de familia después de 1968. Me refiero al padre de familia desilusionado, que ya no sabe por qué tiene hijos. Con la crisis de 1968 y todo el deterioro progresivo que siguió, un padre no sabe por qué es padre. Ya no sabe para qué debe educar... ¿para qué? ¿para qué?... Entonces, ¿qué hace un padre moderno?

En primer lugar, su familia debe mantenerse unida: porque si no hay un objetivo que alcanzar en la educación, que justifique plenamente el papel del padre y de la madre, la familia corre el riesgo de desmoronarse. Pero luego, mientras un padre logra mantener a su familia, ve su papel reducido, por la fuerza de las circunstancias, a tener que responder únicamente a exigencias concretas o materiales. El niño tiene hambre, por eso debemos proporcionarle comida; necesita educación, por eso lo enviarán a la escuela; necesita hacer deporte, necesita al médico, necesita que le arropen... y luego no sabemos para qué. En lugar de indicar un propósito respondemos a exigencias, buenas o malas, pero que siguen siendo contingentes. Es terrible.

La Iglesia sinodal corresponde a esta paternidad disminuida y discapacitada del padre de familia después de 1968. Y la mayoría de las veces, ¿qué piden los hijos? No necesariamente educación, sino lo que corresponde a los caprichos.


IV. Fiducia supplicans: una historia antigua

Acabamos de poner, con estas consideraciones, en el lugar que le corresponde esta posibilidad de bendecir a las parejas irregulares o del mismo sexo. Consideremos este acontecimiento reciente como si perteneciera a una historia más antigua. Esto es lo importante para nosotros: la rendición de la Iglesia a la presión del día.

¿De dónde viene esta presión? ¿Por qué es tan grande esta presión? Debemos comprender el alcance de esta presión sobre la Iglesia, comprender la gravedad de lo que la Iglesia ha decidido.

Recordemos siempre este principio: la revolución, por definición, destruye un orden establecido. Estoy hablando aquí de Revolución con R mayúscula, en el sentido más amplio del término, que engloba todas las revoluciones posibles. La Revolución destruye todo orden, y para lograrlo debe destruir toda distinción: porque sin distinción ya no hay orden posible.

¿Por qué hay orden en una familia, por ejemplo? En una familia hay orden porque hay distinciones. El padre no es la madre, no es el abuelo, no es el niño, no es el hijo ni la hija: el padre es padre y no es nada más. La madre es madre y no es nada más. Se supone que cada uno debe hacer lo que le conviene, y en la familia existe un orden naturalmente establecido, que permite a la familia alcanzar su objetivo.

Puesto que la Revolución destruye todo orden, debe destruir toda distinción: no sólo a nivel de la familia, sino a nivel de toda la sociedad. ¿Pero por qué este deseo de destruir? Intentemos ver estos principios teológicamente. ¿Por qué la Revolución necesita destruir toda distinción?

Porque todas las distinciones, de una forma u otra, derivan o conducen a la distinción más fundamental: la que existe entre lo humano y lo divino, entre Dios y el hombre. La primera revolución comienza con Lucifer, que no acepta la distinción entre él y Dios. Todo el esfuerzo del modernismo, que mezcla lo sobrenatural y lo natural, es una manifestación de esta revolución. La conciencia humana deificada es otra forma de eliminar esta distinción fundamental: a través de ella, el hombre se convierte en el principio del bien y del mal, el principio de la verdad y la falsedad.

Desde esta perspectiva, cualquier distinción tradicional, ligada al sentido común, debe ser eliminada, porque es una huella de la distinción fundamental que hemos mencionado, un eco de la primera y última distinción entre el hombre y Dios: estas distinciones son parte integral de un pedido rechazado, y que debe ser reconsiderado de arriba a abajo. Muy a menudo intervenimos entonces en el lenguaje: prohibimos determinadas expresiones, determinadas palabras ya no pueden utilizarse, las satanizamos, sobre todo cuando se trata de expresiones que expresan distinciones tradicionales.

Tomemos un ejemplo muy concreto: las distinciones tradicionales entre maestro y alumno, patrón y trabajador, padres e hijos, sacerdotes y laicos, distinciones entre diferentes pueblos, entre diferentes credos religiosos... Estas distinciones se eliminan o se reconsideran. Se hace hincapié en lo que los hombres tienen en común: la tierra, la casa común, la dignidad del hombre, los derechos humanos, etc.

Pero concretamente, ¿cuál es la última distinción a destruir? ¿La distinción más arraigada en la naturaleza física del hombre y los animales? ¿La que vino directamente de las manos de Dios el día de la creación? ¿Cuál es esta distinción? “Los creó varón y mujer” [2]. Dios creó los animales machos y hembras. Hombre y mujer: esta distinción es la más inmediata, la más obvia. Y a esta distinción se vinculan funciones muy específicas, roles muy específicos.

Si eliminas esta distinción, o si el mundo ya no puede entenderla, intenta explicar la belleza de la paternidad, la emanación, la aplicación aquí en la tierra de la autoridad de Dios. Es muy hermoso, es un concepto que se revela, es San Pablo quien lo subraya. Un padre que ve su misión como una extensión de la de Dios sobre la creación es muy noble... Pero todo esto se vuelve incomprensible y hay que destruirlo. Queremos llegar a una humanidad donde ya no entendamos quién es hombre y quien es mujer, varón y hembra. Queremos eliminar esta distinción, al menos en la mente de la gente.

Es, por lo tanto, un proceso que viene de lejos, que tiene un motivo muy concreto. Hay que entenderlo con todos sus entresijos. Hay una voluntad detrás de todo esto que es diabólica. En el sentido teológico y profundo del término. Es Satanás el primero en rechazar esta distinción: quiere que todos, sin excepción, sigan el mismo camino: “Seréis como Dios” [3].

Y la eliminación de todas estas distinciones, especialmente la última, conduce a la autodestrucción de la humanidad. Una humanidad donde ya no hay padre, ni madre, porque ya no sabemos qué es un padre, una madre, un hombre o una mujer, es una civilización que está destinada a apagarse. Ella no puede continuar. ¿Por qué? Porque Satanás es homicida. Desde el principio intenta engañar al hombre para hacerlo perecer. Y lo consigue. Hoy todos deben aceptar estos principios y la supresión de estas distinciones, por supuesto con matices, con tolerancias, porque hay que ocultar hábilmente el juego. Hoy todos están obligados a aceptar, de un modo u otro, la supresión de estas distinciones y, por lo tanto, de el orden que suponen.

Ahora bien, ¿por qué existió la Encarnación? ¿Por qué existe la Iglesia? ¿Cuál es el papel de la Iglesia? ¿Cuál es el papel del papa? Es precisamente para combatir esto. Es recordar cuáles son las distinciones: la primera, entre el hombre y Dios, y todas las que de ella se derivan, todo lo que sigue. Reconstruir este orden destruido por el pecado, por la Revolución que es su eco en la Historia, es la misión de la Iglesia, razón de la Encarnación.

Pero ¿qué hacen los hombres de Iglesia? No sólo avanzan en la misma dirección que el mundo contemporáneo, sino que hoy están dando su bendición. Es aquí donde comprendemos el alcance de la gravedad de la Fiducia suplicans. Es importante que cada uno de nosotros haga un esfuerzo por comprender el tema de lo que está sucediendo hoy. Este diario está aquí. No importa si esta bendición se da o no puntualmente, porque no es el momento, quizás más tarde, quizás no en África... el problema es mucho más grave. Los hombres de la Iglesia bendijeron esto. ¿Cómo explicarlo?


V. ¿Es el papa Francisco el responsable?

Teníamos que llegar allí. Estamos escandalizados, pero no demasiado sorprendidos. ¿Por qué tuvo que suceder? Porque la moral es hija del dogma, hija de la fe, y no al revés. Defino mis reglas de conducta en base a lo que creo que es el hombre, Dios, el alma, el pecado, la redención. Es en base a lo que creo que es verdad que estableceré mis reglas de conducta.

Tomemos el ejemplo de la libertad religiosa, la expresión más sorprendente del error moderno, de la decadencia del dogma y la fe. La libertad religiosa se ha predicado durante sesenta años, desde el concilio. 

¿Qué deseas? Si tenemos la posibilidad de elegir a nuestro Dios, de elegir nuestra propia idea de Dios, o ninguna idea de Dios, a fortiori elegimos nuestras reglas de comportamiento, nuestra moralidad, y elegimos lo que queremos ser. Elegimos si queremos cambiar y ser diferentes, si no estamos contentos con lo que el buen Dios nos dio o con la forma en que nos hizo (según ideas extrañas sobre la ley natural, por ejemplo). ¿Porque no? Puesto que podemos elegir nuestro propio Dios, nuestra propia religión -es la Iglesia la que ahora enseña esto-, a fortiori podemos elegir algo completamente diferente, podemos elegir con quién viviremos y con quién formaremos una familia, o un tipo de familia.

El ecumenismo es otro ejemplo. ¿Qué es el ecumenismo? ¡Es libertinaje entre religiones! Y por lo tanto, necesariamente, si uno está imbuido de este espíritu, tarde o temprano seguirá el libertinaje de la moral. La moral es hija del dogma. El dogma ha sido destruido hace mucho tiempo. Era necesario sacar conclusiones. Y el papa Francisco lo hace de forma bastante lógica. Pero el problema no empieza con él.

Éste es el papel de la Fraternidad. Es ir a las causas, ir a los principios, volver a los principios.


VI. Un signo de los tiempos

¿Hay elementos en este marco específicos de la crisis de la Iglesia que estamos viviendo? De hecho, hay algo nuevo que hay que reconocer.

Sólo menciono uno: es la ceguera de la mente. Vivimos en un momento en el que los hombres de la Iglesia están ciegos. Ya ni siquiera tienen la preocupación de preguntarse si están en continuidad o discontinuidad con la Tradición, para resolver ciertas cuestiones... Todo esto ya está superado... Es la ceguera más total. Es el peor castigo. La ceguera de la mente es un castigo de Dios. Es la respuesta de Dios que se retira, que retira su luz. Es la respuesta de Dios que permanece en silencio.

¿Por qué? Porque durante sesenta años no quisimos escucharlo. Entonces Dios se retira y muestra a todos los hombres de buena voluntad lo que sucede sin él; muestra las consecuencias de esta retirada. Es el castigo para quien se deja llevar por el mundo, para quien busca constantemente la conveniencia que ofrece el mundo, y especialmente la conveniencia del mundo mismo. Tarde o temprano se queda ciego. El mundo ciega con sus sutilezas. El mundo ciega la mente y destruye la voluntad. Es inevitable: o condenamos todo lo malo que hay en el mundo, o nos dejamos engañar y tarde o temprano nos quedamos ciegos.

De ahí se sigue la pérdida total del sentido sobrenatural, del justo juicio; y no sólo juicio sobre las realidades sobrenaturales, sobre la Trinidad, sobre la Redención… No, estamos aquí en proceso de perder el juicio incluso sobre las realidades naturales. Ya no somos capaces de comprender las distinciones más elementales y obvias que están inscritas en la naturaleza humana. Ya no somos capaces de defenderlas por lo que significan: es verdaderamente la ceguera de la mente.

Sesenta años de errores, caos, mentiras. Sesenta años de ceder ante el mundo. Aquí es donde llegamos. Esto es lo que bendecimos.


VII. Del primado de la conciencia al primado de Cristo Rey

¿Hay alguna solución?

¡Sí! La primera es creer en la gracia.

Esta preocupación por agradar al mundo, este miedo a contradecirlo, proviene de una visión puramente natural, puramente política de las cosas. Por eso insistí en este término. Es una visión puramente humana, una visión en la que la gracia ya no interesa. Ella está excluida. ¡Ya no lo creemos!

Y el mundo contemporáneo seguirá necesariamente en la dirección adoptada, porque no hay ningún elemento sobrenatural capaz de cambiarlo. No hay gracia. No hay redención capaz de renovar este mundo. La redención de ahora en adelante significará algo más.

Tienes que creer en la gracia.

Y la otra solución que la acompaña, que es consecuencia de nuestra fe en la gracia, es una solución en la que Mons. Lefebvre insistió en cada ocasión, en cada sermón. Es la quintaesencia del tesoro que nos dejó. Es una solución muy sencilla, siempre que la entiendas bien y te dediques por completo a ella.

Es Cristo Rey.

Debemos regresar a Cristo Rey.

Vimos que efectivamente se trataba de un problema político, que afecta al mundo y que afecta a la Iglesia.

Regresa a Cristo Rey.

Rey de las inteligencias, ante todo. Rey de los espíritus. El único capaz de iluminar de forma sobrenatural y natural. Hemos visto cómo, si perdemos la luz sobrenatural, tarde o temprano perdemos luz sobre las cosas naturales más obvias.

Y Rey de corazones. Rey del verdadero amor, de la verdadera caridad. Esto es lo que falta. Todo el mundo habla de amor, pero si perdemos la noción de caridad, si perdemos la noción de redención, si perdemos la noción de Dios, veis cómo la palabra “amor”, incluso dentro de la Iglesia, puede adquirir significados escandalosos. Llamamos amor a lo que no es amor. Bendecimos el amor, ¿qué amor?

Rey de la inteligencia, Rey de los corazones, de la verdadera caridad... y Rey de los pueblos. 

Vean la inconsistencia de todos estos falsos principios bendecidos por la Iglesia, en comparación con las consecuencias, los resultados: el mundo nunca ha estado en una situación tan catastrófica. El mundo está en guerra... y no hay nadie en la Iglesia que diga que la solución está en Cristo Rey. ¿Por qué? Porque perdieron la luz sobrenatural, y con ella, la luz natural.

La cuestión de la paz, el problema político en el sentido más noble de la palabra, incluye una visión del hombre, de la historia, incluye un programa. Y en nuestra situación, en la situación actual de la Iglesia, comprendemos aún mejor el primado de Cristo Rey; entendemos mejor a qué se debe el abandono de esta doctrina, de este dogma, de este principio... vemos a qué ha conducido todo esto: la destrucción de todo orden, en la Iglesia y en el mundo.

Cristo Rey no es una idea abstracta. No es un sueño. No es una quimera. Este es el único medio dado a la Iglesia para restaurar todas las cosas. Y se le da sólo a la Iglesia; esta es la paradoja que le resulta incomprensible, ya que quiere estar no sólo en el mundo sino que es del mundo

Cristo Rey es el medio que sólo la Iglesia puede comprender y ofrecer a los hombres. Es su tesoro. Es la quintaesencia de su doctrina social. A ella le fue confiado el reinado de Cristo. Sólo ella puede predicarlo y hacerlo fructificar. Sólo a través de ella puede reinar sobre los hombres el Rey de reyes, Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida [4].


Notas a pie de página:

1) Instrumento de trabajo para la primera sesión del sínodo sobre la sinodalidad (octubre de 2023), “Amplía el espacio de tu tienda”.

2) Génesis 1:27–28: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra creó. Dios los bendijo, y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra, y sojuzgadla; y tendrás dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. Mt 19,4: “Él respondió: ¿No habéis leído que el Creador en el principio hizo al hombre y a la mujer?” Mc 10,6: “Pero en el principio de la creación Dios hizo al hombre y a la mujer”.

3) Génesis 3:4–5: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No morirás; pero Dios sabe que el día que comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, sabiendo el bien y el mal”.

4) Cf. Jn 14, 6.


Fuente: Courrier de Rome/Dici  FSSPX.News

29 DE ENERO: SAN FRANCISCO DE SALES, OB., CONF. y DR.


San Francisco de Sales, Obispo, Confesor y Doctor

(✝ 1622)

San Francisco de Sales nació en el castillo de Sales en el ducado de Saboya. Siendo niño, repartía a los pobres lo que le daba para su entretenimiento la condesa, su madre; y llegado a la edad competente, aprendió las letras humanas y divinas en el colegio que tenían en París los Padres Jesuitas, y tuvo por maestro de teología al sapientísimo padre Maldonado, y por maestro de las lenguas hebrea y al famoso Genebrardo. Comulgaba cada ocho días, ceñíase el cilicio tres días a la semana, y siendo prefecto de la Congregación de María Santísima, hizo votos de perpetua virginidad. 

De París pasó a la universidad de Padua para estudiar jurisprudencia, y escogió por confesor al insigne padre Posevino de la Compañía de Jesús.

Allí fue donde algunos malignos compañeros de escuela le llevaron a la casa de una dama ruin, de cuya tentación hubo de librarse el castísimo mancebo tirándole a la cara un tizón que halló a mano. 

Habiéndose ordenado sacerdote, le confiaron el ministerio de la palabra, y en su primer sermón convirtió trescientos pecadores.

Andaba de aldea en aldea y de choza en choza, padeciendo fríos, lluvias, hielos, insultos y persecuciones de muerte por ganar almas para Cristo. Siempre iba entre los lobos aquel cordero mansísimo, pero con su caridad mudaba los lobos en corderos.

Cuando entró en Tonón no había más que siete católicos en toda la ciudad; y poco después pasaban ya los seis mil; y no paró hasta reducir a la verdadera fe los protestantes de Ger, de Gaillac y del Chablais. El mismísimo hereje Teodoro Beza se convenció y lloró; aunque por haber diferido su conversión, murió apóstata en Ginebra. 

El rey de Francia Enrique IV ofreció al santo el obispado de París, y el capelo cardenalicio, más rehusó él estas dignidades, y sí admitió la mitra de Ginebra, fue porque el sumo Pontífice se lo mandó con riguroso precepto. 

Visitó a pie todas las parroquias poniéndose mil veces en peligro de muerte, predicó muchas Cuaresmas, fue como el oráculo de su tiempo y escribió muchos libros de piedad y entre ellos la Introducción a la vida devota, del cual se dice, que son más las almas que ha convertido que las letras que tiene; y el Tratado del amor de Dios, suficiente para encender en el amor divino los corazones más fríos y helados.

Fundó además la Orden de la Visitación, inspirando a sus Religiosas un espíritu de suavidad y caridad de Cristo, que jamás ha padecido menoscabo.

Finalmente, después de increíbles trabajos y méritos, a la edad de 56 años, murió el santo en el humilde aposento del hortelano de la Visitación.


Su corazón precioso y conforme al de Cristo se conserva en una urna de oro que mandó labrar el rey Luis XIII por haber recobrado la salud en el mismo instante que se le mostró aquella sagrada reliquia.


domingo, 28 de enero de 2024

¿HA ABANDONADO SPADARO EL CÍRCULO ÍNTIMO DE BERGOGLIO?

Los comentaristas especulan que Spadaro ha caído en desgracia. En nuestra opinión, esto es poco probable.

Por el Abad Claude Barthe


En septiembre pasado, uno de los miembros del círculo bergogliano, el padre Antonio Spadaro, jesuita de 57 años, fue nombrado subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación, quien al mismo tiempo dejó la dirección de la revista La Civiltà Cattolica, que ocupó durante 12 años. Los comentaristas inmediatamente especularon que había caído en desgracia. En nuestra opinión, esto es poco probable.


Antonio Spadaro, el comunicador de Bergoglio

El padre Spadaro es un literato que se hizo jesuita. Completó sus estudios en Chicago y tiene un gran conocimiento de la literatura italiana y estadounidense contemporánea, y se ocupa con facilidad de la música y el arte contemporáneos, así como del cine. Lanzó un proyecto cultural, BombaCarta, que promueve iniciativas de escritura creativa y producción de videos.

Es sobre todo un especialista en comunicación, que considera principalmente política, que ha estudiado y que enseña en el Centro Interdisciplinario de Comunicación Social de la Universidad Gregoriana. Tiene un interés especializado en las nuevas tecnologías de la comunicación y su influencia social... y espiritual: inspira el pensamiento de los directivos que concilian la espiritualidad y la innovación tecnológica. Es un virtuoso de la animación de sitios Internet: además de un sitio personal, dirige un blog dedicado a la ciberteología y otro dedicado a la novelista estadounidense Flannery O'Connor.

Este brillante personaje se convirtió en 2009, bajo Benedicto XVI, en director de La Civilità Cattolica, revista mensual jesuita instalada en la romántica Villa Malta, en las alturas del Pincio, que es un órgano no oficial de la Secretaría de Estado. Cada artículo de la revista es revisado cuidadosamente por funcionarios de la Secretaría de Estado. Pero esta supervisión es puramente formal, ya que la revista está bajo la dirección de un hombre tan influyente como Spadaro.

Se convirtió en tal desde la elección de Francisco, organizando en septiembre de 2013 una entrevista de treinta páginas publicada simultáneamente en las revistas culturales jesuitas de dieciséis países de Europa y América, que causó mucho ruido y que tuvo valor de encíclica informal para la apertura del pontificado. El tema principal se refería a un ablandamiento de las costumbres en nombre de la misericordia, en particular respecto de los divorciados “que se han vuelto a casar” y de los homosexuales.

La importancia concedida a la comunicación en estos últimos años quedó demostrada con la creación en 2015 de un Dicasterio para la Comunicación, cuyo prefecto es actualmente el laico Paolo Rufffini, y en el que Spadaro se siente como en casa. Este Dicasterio reúne y supervisa todos los órganos de comunicación de la Santa Sede, la Sala de Prensa, la Librería Editorial Vaticana, la Oficina de Internet del Vaticano, la Tipografía Vaticana, el Centro de Televisión Vaticano y L'Osservatore Romano. Además, la dirección de este periódico oficial de la Santa Sede fue confiada a Andrea Monda, un escritor amigo de Antonio Spadaro, tras la eliminación de Giovanni Maria Vian, el hombre del cardenal Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI.


Antonio Spadaro y los grandes proyectos de este “pontificado”

La pluma del sutil Spadaro se encuentra en los documentos importantes del pontificado, notablemente en Querida Amazonia. Esta exhortación pontificia, publicada tras la asamblea del Sínodo sobre la Amazonía, proponía una visión secularizada de la Iglesia, fundamentalmente hostil al “clericalismo”, y que, de hecho, iba más allá, y posiblemente incluía, el tema de los sacerdotes casados ​​en una perspectiva más amplia.

Pero fue para el gran designio del “pontificado” bergogliano, la relajación de la moral conyugal, que el padre Spadaro ha trabajado con el arzobispo 
Víctor Manuel Fernández, que llegó a ser arzobispo de La Plata y luego Cardenal-Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe; con el cardenal Lorenzo Baldisseri, que fue Secretario General del Sínodo pero que ya ha alcanzado el límite de edad, con el arzobispo de Chieti Bruno Forte, dos veces secretario especial de la asamblea sinodal, y con monseñor Marcello Semeraro, obispo de la sede suburbana de Albano, presidente de la Comisión episcopal para la doctrina de la fe de la Conferencia episcopal italiana y secretario del grupo de cardenales encargados de asesorar a Bergoglio sobre el gobierno de la Iglesia y la reforma de la Curia.

Después de las dos asambleas del Sínodo, extraordinaria y ordinaria, en 2014 y 2015, a cargo del cardenal Baldisseri, se publicó la exhortación apostólica Amoris laetitia, del 19 de marzo de 2016, que pretendía dar la posición actual de la Iglesia Católica sobre la vida familiar y matrimonial y definió el discernimiento del acceso a los sacramentos para los divorciados vueltos a casar.

La sinodalidad fue discutida por primera vez en un seminario de expertos organizado en 2015 por el padre Spadaro, que reunió en particular a estrellas de la teología progresista como Dario Vitali, de la Universidad Gregoriana, Alphonse Borras, de Lovaina, y Gilles Routhier, de Laval, Quebec. El resultado fue una obra editada por A. Spadaro y Carlos María Galli, teólogo argentino, “La riforma e le riforme nella Chiesa” (Reforma y reformas en la Iglesia)
 [1]. Luego se pusieron a disposición de los lectores francófonos las contribuciones de una “investigación” de La Civiltà Cattolica en “Des chemins de résistance” (Caminos de resistencia), dirigida por A. Spadaro [2].

Un concentrado de las reflexiones de estos laboratorios de ideas más o menos orquestados por el director de la revista jesuita se encuentra en el capítulo dedicado a la “sinodalidad misionera de la Iglesia” del documento final de la asamblea sinodal sobre los jóvenes: “[La experiencia de corresponsabilidad vivida con los jóvenes] llama a la Iglesia a practicar la sinodalidad como modo de ser y de actuar, favoreciendo la participación de todos los bautizados y de las personas de buena voluntad, cada uno según su edad, su estado de vida y su vocación
” (n. 119).


El Dicasterio para la Cultura

Es muy probable que fuera el propio jesuita siciliano quien quisiera incorporarse al Dicasterio para la Cultura que preside el cardenal José Tolentino de Mendonça. Ciertamente, sólo existe el rango de subsecretaria, junto con otra subsecretaria, una mujer, Antonella Sciarrone Alibrandi, especialista en derecho bancario. Pero este Dicasterio, vía della Conciliazione, que hereda el Consejo de Cultura presidido por el cardenal Ravasi, es uno de los altos lugares de pensamiento de la izquierda curial.

Su prefecto, el cardenal Tolentino de Mendonça, no es un personaje secundario. Portugués de Madeira, biblista de formación, poeta favorito de la intelectualidad católica lusitana, muy cercano a la teóloga feminista Teresa Forcades, benedictina de Montserrat, tiene la misma edad que Spadaro. Ambos, de perfiles eminentemente compatibles, tienen la misma preocupación, compartida por todos los miembros de los círculos del poder romano: hacer irreversible la entrada de la Iglesia en este perpetuo aggiornamento que promueven desde hace diez años.


Res Novae


ARZOBISPO ESPAÑOL: 'NO VOY A BENDECIR NI UNA SOLA UNIÓN HOMOSEXUAL'

“No voy a bendecir ni una unión homosexual”, ha dicho el Arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, al ser preguntado sobre la aplicación de la declaración Fiducia supplicans.


En un encuentro con periodistas celebrado el 24 de enero, Mons. Gil Tamayo ha declarado: “no voy a bendecir ni una unión homosexual ni similar, yo voy a bendecir a la persona sin que haga falta hacer una ceremonia”, según informó la agencia Europa Press.

El arzobispo de Granada ha indicado que en esta arquidiócesis andaluza se seguirá, con “respeto exquisito” y “en comunión con el papa Francisco”, la Doctrina de la Iglesia sobre el “verdadero matrimonio y las uniones irregulares, evitando toda confusión y buscando el bien de los fieles”.

Este es un tema que ni siquiera le ha sido planteado por parte del clero de la diócesis, por lo que monseñor José María Gil Tamayo apuesta por afrontar el tema dentro de la normalidad de la vida de la Iglesia, partiendo de la base de que “el actual es un mundo muy complejo con culturas muy distintas”, en las que no es lo mismo por ejemplo África que América, donde ha detallado que es muy común que el sacerdote bendiga a quien lo pide.

De acuerdo con el reporte de Europa Press, durante la conversación con los medios, Mons. Gil Tamayo añadió que no va a participar en campañas planteadas en términos de decidir si estar “a favor o en contra” de Bergoglio.