lunes, 5 de febrero de 2024

OBJECIONES CONTRA LA RELIGIÓN (30)

Dios es demasiado bueno para que vaya a condenarme.

Por Monseñor de Segur (1820-1881)


Ya se ve que sí. Y por eso, no es Dios el que te condena, sino tú mismo.

Tú eres el que pecas, no Dios el que peca por ti. Tú eres el que cierra los ojos, los oídos y el entendimiento, para no ver ni oír ni entender las reglas que la bondad de Dios te ha dado para que evites tu condenación.

Tú eres el que usas como te acomoda ese libre albedrío que Dios te ha dado para que obres según tu voluntad. Dios te ha dicho, por ejemplo: “Te prohíbo matar a tu prójimo; si lo hicieres, te condenarás; ahora haz lo que quieras”. Si después de oído y sabido esto matas, no digas que Dios es el que te condena; quien se condena eres tú que, usando de tu libre albedrío, has matado a tu prójimo.

¿Qué querías? ¿Que Dios no te hubiese dado el libre albedrío? Entonces, no serías hombre, es decir, no serías un ser racional, capaz de conocer y de querer lo bueno o lo malo; capaz de merecer premio por el bien, y castigo por el mal que obres. Sin libre albedrío, serías como una bestia, que obra como obra y vive como vive, porque no puede obrar ni vivir de otro modo. Pero tú eres libre, tan libre, que Dios es el primero a respetar tu libertad.

¿O querías que Dios, después de haberte hecho libre, te esforzara a obrar de este o del otro modo? Entonces, hijito, destruiría Dios la misma libertad que te ha dado; y en ese caso, en lugar de ser un Señor soberanamente Sabio y soberanamente Justo, que te ha dado lo que te hace ser hombre, y que ha puesto en tu mano todos los medios de que puedas conocer y ejecutar su voluntad soberana, vendría Dios a ser un tirano, caprichoso e ignorante, que no sabe lo que te da, y que después de habértelo dado te lo quita.

Luego tu libre albedrío es un bien, un derecho, una propiedad que debes a la Sabiduría infinita y a la infinita Justicia de Dios: es como un arma que Dios te ha dado para que te defiendas de todos tus enemigos; es decir, para que huyas de todos los vicios, de todos los pecados. Si en lugar de emplear esta arma contra tus enemigos, la vuelves contra ti mismo, ¿tendrá Dios la culpa de que te mates con ella? No; la culpa será toda tuya.

Dos caminos tienes abiertos delante de ti, para que tu libre albedrío escoja el que quieras. El uno, que es el del vicio, suele ser, sobre todo en el principio, más agradable a la vista; el otro, que es la virtud, suele ser un poco más escabroso. Pero el primero conduce a un abismo y el segundo a una eterna bienaventuranza. En el viaje de la vida, la fe y la razón son los guías que van mostrando a tu libre albedrío cada uno de aquellos caminos. Si tu libre albedrío toma el de la perdición, si se empeña en no oír a la religión que te ama y a la razón que te grita, tuya es la culpa, repito; tú eres el que se condena a sí mismo, no Dios quien te condena.

Continúa...





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