MENSAJE DE LEÓN XIV
PRONUNCIADO POR EL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO PIETRO PAROLIN
EN LA TRIGÉSIMA SESIÓN DE LA CONFERENCIA DE LAS PARTES DE LA
CONVENCIÓN MARCO DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO (COP30)
EN BELÉN
Señor Presidente,
distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno, señoras y señores:
En nombre del Papa León XIV, extiendo un cordial saludo a todos los participantes en la trigésima sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y les aseguro su cercanía, apoyo y aliento.
“Si quieres cultivar la paz, cuida la creación”. Hay un vínculo claro entre la construcción de la paz y la custodia de la creación: “La búsqueda de la paz por parte de las personas de buena voluntad seguramente se facilitaría si todos reconocieran la relación indivisible entre Dios, los seres humanos y toda la creación” [1].
Si bien, por un lado, en estos tiempos difíciles la atención y la preocupación de la comunidad internacional parecen centrarse principalmente en los conflictos entre naciones, por otro lado, existe también una creciente conciencia de que la paz se ve amenazada igualmente por la falta de respeto debido a la creación, por el saqueo de los recursos naturales y por un progresivo deterioro de la calidad de vida debido al cambio climático.
Debido a su naturaleza global, estos desafíos ponen en peligro la vida de todos los habitantes del planeta y, por lo tanto, requieren cooperación internacional y un multilateralismo cohesionado y con visión de futuro que sitúe en el centro la sacralidad de la vida, la dignidad inherente a todo ser humano y el bien común. Lamentablemente, observamos enfoques políticos y comportamientos humanos que van en la dirección opuesta, caracterizados por el egoísmo colectivo, el desprecio por los demás y la miopía.
“En medio de un mundo en llamas, como resultado tanto del calentamiento global como de los conflictos armados” [2], esta Conferencia debería convertirse en un signo de esperanza, a través del respeto mostrado a las opiniones de los demás en el esfuerzo conjunto por buscar un lenguaje común y un consenso, dejando de lado los intereses egoístas y teniendo en cuenta la responsabilidad mutua y para las generaciones futuras.
Ya en la década de 1990, el Papa San Juan Pablo II enfatizó que la crisis ecológica “es una cuestión moral” y, como tal, “revela la urgente necesidad moral de una nueva solidaridad , especialmente en las relaciones entre los países en desarrollo y los altamente industrializados. Los Estados deben compartir cada vez más la responsabilidad, de manera complementaria, para la promoción de un entorno natural y social pacífico y saludable” [3]. Trágicamente, quienes se encuentran en las situaciones más vulnerables son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación. Por lo tanto, el cuidado de la creación se convierte en una expresión de humanidad y solidaridad.
Desde esta perspectiva, es vital convertir las palabras y las reflexiones en elecciones y acciones basadas en la responsabilidad, la justicia y la equidad para lograr una paz duradera cuidando la creación y a nuestro prójimo.
Además, dado que la crisis climática nos afecta a todos, las medidas correctivas deberían incluir a los gobiernos locales, alcaldes y gobernadores, investigadores, jóvenes, emprendedores, organizaciones religiosas y ONG.
Hace una década, la comunidad internacional adoptó el Acuerdo de París, reconociendo la necesidad de una respuesta eficaz y progresiva ante la urgente amenaza del cambio climático [4]. Lamentablemente, debemos reconocer que el camino para alcanzar los objetivos establecidos en dicho Acuerdo sigue siendo largo y complejo. En este contexto, se insta a los Estados Partes a acelerar con valentía la aplicación del Acuerdo de París y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Hace diez años, el Papa Francisco firmó la Carta Encíclica Laudato Si', en la que abogó por una conversión ecológica que incluya a todos, puesto que “el clima es un bien común, que pertenece a todos y es para todos. A nivel global, es un sistema complejo vinculado a muchas de las condiciones esenciales para la vida humana” [5].
Que todos los participantes en esta COP30, así como quienes siguen activamente su trabajo, se inspiren para abrazar con valentía esta conversión ecológica en pensamiento y acción, teniendo en cuenta el rostro humano de la crisis climática.
Que esta transformación ecológica inspire el desarrollo de una nueva arquitectura financiera internacional centrada en las personas, que garantice que todos los países, especialmente los más pobres y vulnerables a los desastres climáticos, puedan alcanzar su máximo potencial y que se respete la dignidad de sus ciudadanos. Esta arquitectura también debería tener en cuenta la relación entre la deuda ecológica y la deuda externa.
Que se promueva una educación en ecología integral que explique por qué las decisiones a nivel personal, familiar, comunitario y político dan forma a nuestro futuro común, al tiempo que se crea conciencia sobre la crisis climática y se fomentan mentalidades y estilos de vida que respeten mejor la creación y salvaguarden la dignidad de la persona y la inviolabilidad de la vida humana [6].
Que todos los participantes en esta COP30 se comprometan a proteger y cuidar la creación que Dios nos confió para construir un mundo pacífico.
Les aseguro las oraciones del Santo Padre mientras toman decisiones importantes en esta COP30 por el bien común y por el futuro de la humanidad.
Notas:
[1] Papa Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2010.
[2] Papa León XIV, Homilía para la Santa Misa por el Cuidado de la Creación, Borgo Laudato Si', Castel Gandolfo, 9 de julio de 2025.
[3] San Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz “Paz con Dios Creador, paz con toda la creación”, 1 de enero de 1990.
[4] Cf. Acuerdo de París, Preámbulo .
[5] Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato Si', 23.
[6] Cf. Papa Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2010.

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