En una “reflexión” sobre las reformas litúrgicas derivadas de Sacrosanctum Concilium, una de las cuatro constituciones del conciliábulo Vaticano II, el homocardenal argumentó que “el documento se basó en investigaciones académicas que revelaban adaptaciones introducidas con el tiempo, que incorporaban elementos de las cortes imperiales y reales. La reforma -sostuvo- tenía como objetivo purificar la liturgia de estas adaptaciones… para que la liturgia pudiera sostener la renovada identidad de la iglesia”.
Según informó The Catholic Herald Cupich dejó claro que “la liturgia renovada no es simplemente una cuestión de forma externa, sino de identidad y misión eclesial”. Subrayó que “la medida de la autenticidad en la celebración eucarística reside en la preocupación por los necesitados; es este el criterio por el cual se juzga la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas”. Fue aún más allá, describiendo la misa (conciliar) no solo como un ritual, sino como el lugar de solidaridad con los pobres.
Cupich pronunció estas palabras en el contexto de la visión renovada de la iglesia que el concilio introdujo. Citó la carta del falso papa Prevost Dilexi Te, señalando que “el concilio Vaticano II representó un hito en la comprensión que la Iglesia tiene de los pobres en el plan de salvación de Dios”, un tema aparentemente poco importante en los documentos preparatorios, pero que cobró protagonismo gracias al nefasto Roncalli (alias Juan XXIII), quien declaró que “la Iglesia se presenta como es y como desea ser: la Iglesia de todos y, en particular, la Iglesia de los pobres”.
Cupich recordó las palabras de Giacomo Lercaro, “arzobispo” de Bolonia, quien declaró en diciembre de 1962: “Esta es la hora de los pobres, de los millones de pobres en todo el mundo”.
Según Cupich, “la renovación litúrgica tenía como objetivo restaurar la sencillez y la sobriedad en el culto para que la Iglesia pudiera presentarse más claramente como propiedad del Señor y no como servidora del poder mundano. La reforma litúrgica se benefició de la investigación académica sobre los recursos litúrgicos, que identificó aquellas adaptaciones… que habían transformado la estética y el significado de la liturgia, convirtiéndola más en un espectáculo que en la participación activa de todos los bautizados”.
Cupich sostuvo que “purificar esas adaptaciones era esencial para que la Eucaristía recuperara su verdadero significado”.
La reforma se produjo tras publicación en 1963 de Sacrosanctum Concilium, el primer documento que los enemigos de la Iglesia Católica introdujeron en el nefasto conciliábulo Vaticano II, que abogaba por la protestantizada “participación plena, consciente y activa” del “Pueblo de Dios” en la liturgia.
La reforma se produjo tras publicación en 1963 de Sacrosanctum Concilium, el primer documento que los enemigos de la Iglesia Católica introdujeron en el nefasto conciliábulo Vaticano II, que abogaba por la protestantizada “participación plena, consciente y activa” del “Pueblo de Dios” en la liturgia.
Pablo VI introdujo la “nueva misa” en 1969, afirmando que permitiría a los fieles “participar más plenamente” en la Eucaristía. Esta “novedad” representó el cambio más significativo del rito romano en siglos, cambiando o eliminando oraciones y rúbricas clave que habían estado vigentes desde el siglo XVI.
La Misa Tradicional en Latín, codificada por el Papa Pío V tras el Concilio de Trento, continuó practicándose de forma limitada tras las innovaciones montinianas, pero experimentó un resurgimiento después de 2007, cuando Benedicto XVI autorizó mediante su Summorum Pontificum la práctica del Rito Antiguo. Esta disposición fue posteriormente cancelada por el motu proprio Traditionis Custodes del Sumo Hereje Jorge Bergoglio en 2021.
Cupich hizo estas declaraciones la misma semana en que el “cardenal” Raymond Burke celebró una Misa Pontificia Solemne en el Rito Latino Tradicional en la Basílica de San Pedro, un evento al que asistieron clérigos y fieles de todo el mundo.

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