“El Papa planea amplias excepciones para la llamada Misa Antigua”, rezaba el sensacionalista titular de kath.net. Según el artículo, “León XIV [...] habría decidido permitir a los obispos que lo soliciten una flexibilización para la celebración de la Misa Tridentina, habitual hasta el Concilio Vaticano II”.
Como fuente, kath.net se remite al periódico italiano Il Giornale, que a su vez recurre a “fuentes británicas”. Según estas fuentes, “León no quiere revocar el motu proprio “Traditionis custodes” de su predecesor Francisco, de julio de 2021”, pero intenta “unir a la Iglesia con excepciones de gran alcance”.
Regla y excepción
No cabía esperar otra cosa. Así es exactamente como nos imaginábamos la actuación de Prevost. Al fin y al cabo, es el jefe de la “iglesia conciliar” con su “misa” que es precisamente el novus ordo, como Bergoglio ha declarado con toda claridad, lo cual le agradecemos. Nunca ha sido de otra manera desde que existen esta “iglesia” y este “rito”. Solo como concesión política a los “retrógrados” se permitió la Misa Antigua dentro de ciertos límites, a veces más, a veces menos.
Montini había sido bastante tacaño, Wojtyla mostró más generosidad con su “indulto” y, tras el cisma de Lefebvre, tuvo que ceder aún un poco más con Ecclesia Dei. Ratzinger, por razones propias especiales, había ampliado bastante este marco, llegando incluso a hablar de “dos formas del único rito romano”, sin ponerlas, sin embargo, al mismo nivel. Seguía insistiendo en que el novus ordo era la norma, la “forma ordinaria”, mientras que la Misa Tradicional en Latín, como “forma extraordinaria”, era la excepción, por lo que no cambiaba nada en cuanto al principio.
Flexibilidad táctica
Para los tradicionalistas, sin embargo, esto significaba que las puertas estaban abiertas de par en par, y se volvieron cada vez más rebeldes y seguros de sí mismos, lo que finalmente llevó a Bergoglio a aclarar las cosas y a volver a apretar el cerco. Demasiado apretado para los tradicionalistas, acostumbrados ya a su libertad, que odiaban a Bergoglio de todos modos y que ahora reaccionaban con una rebelión abierta y dispuestos al cisma.
Por lo tanto, si Prevost quiere evitar un cisma en “su iglesia”, no le queda más remedio que ofrecerles a los tradicionalistas más “incentivos” para mantenerlos a raya, sin renunciar, por supuesto, a los principios de la “iglesia conciliar antropocentrista”, en la que se venera absolutamente al hombre. Parece la única solución lógica. ¿Qué otra cosa podría hacer?
De este modo, sigue la línea de sus predecesores, sin cambiar nada en los principios, sino que solo cambiando una vez más la táctica. Nada nuevo bajo el sol, pues.

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