Por el padre José Luis Aberasturi
Va de perfecto ‘continuador’ de Francisco. Lo señala él mismo, sin la menor sombra de duda: “El Papa Francisco [en/con Laudato si'], nos indicó la extrema necesidad de una mirada contemplativa: si no es cuidador del jardín, el ser humano se convierte en su devastador”.
¿Y?
¿“Extrema necesidad”? ¿“Mirada contemplativa”: aquí, para esto? ¿“Devastador”? ¿El planeta está devastado?
Llegados a este punto, podría haber añadido perfectamente: “ahí lo dejo”. Pero no. Bien agarrado a Francisco -con gran empeño y afición, a lo que demuestra-, sigue: “La muerte y resurrección de Jesús, por lo tanto, son el fundamento de una espiritualidad de la ecología integral, fuera de la cual las palabras de la fe se quedan sin conexión con la realidad y las palabras de la ciencia se quedan fuera del corazón”.
Esto es prácticamente una auténtica locura. ¿Qué tiene que ver “la muerte y resurrección de Jesús” con “una espiritualidad de la ecología integral”? Por cierto, y ya que estamos: ¿Cómo se come o estructura “espiritualidad” y “ecología integral”? ¿“La muerte y resurrección de Jesús” no es, como lo ha sido hasta hace 4 días, el fundamento de nuestra Redención, y el fundamento de nuestra Fe? ¿Hay que dejar de entrar en San Pablo, dejar de leer los Evangelios, y repudiar más de 2000 años de Teología, Doctrina y Magisterio?
¿Hasta antes de ayer, como quien dice, la Fe de la Iglesia, nuestra Fe personal, ha estado “sin conexión con la realidad”? ¿“Las palabras de la ciencia”, importan algo frente a ‘las Palabras’? ¿Tenemos que tener metidas en el corazón “las palabras de la ciencia”? En el orden de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad, ¿tienen algo que decir “las palabras de la ciencia”? Y en caso afirmativo, ¿a qué nivel?
Para rematar el mensaje, cita a Francisco, totalmente entregado ya: “La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia”.
“Por esto hablamos de una conversión ecológica -sigue León-, que los cristianos no pueden separar de ese cambio de dirección que les requiere seguir a Jesús”. Amén, añado yo.
¿No será que “conversión ecológica” es la “conversión” a la tan famosa como cruel e inhumana “Agenda”: 30, 50, y lo que venga?
Todo está bien apuntalado, por lo tanto, para despejar cualquier espejismo o vacilación al respecto. Si alguien aún cree en “Caperucita Roja”, o en “el Gato con botas”, que arroje de su alma toda esperanza. Descorazonador, por demás.
O sea, y para aclararme y aclararnos: ¿para seguir a Jesús hay que sumergirse de modo total y absoluto en “una conversión ecológica”? Aquello de Cristo: “El que quiera venir en pos de Mi, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día, y sígame”, ¿sigue vigente, o ya no es vinculante, porque hemos de dedicarnos a criar patatas, y tener algunas gallinas caseras?
Porque casi lo único que señala como metodología de la tal “conversión”, es lo de “cuidar el jardín”. Que será para contemplar cómo crecen la cosas y los bichos, y para regarlas periódicamente si faltan lluvias… Digo yo.
¿Estamos en presencia de “la nueva espiritualidad”, que nos meta en “la nueva iglesita”, que va a ser ya la única que lleve a Jesús? ¿Va a seguir teniendo “sacramentos” al estilo Francisco y su “Amoris laetitia”, con la que se los carga a todos ellos, amén de a sus receptores? No deja títere con cabeza.
No me extraña el énfasis en la “conversión ecológica” como placebo, o como droga dura, para pretender que se sigue estando en la Iglesia: “la Doctrina no se toca”. Lisa y llanamente, TODO es ya distinto en la práctica. Ya que, a día de hoy, de la Ortodoxia y de la Ortopraxis no queda ya ni la “memoria histórica”.
Estos son los vientos que soplan. Se convertirán sin la menor duda, en recios huracanes y tornados; porque, como nos dice San Pablo, recogido del Señor: Hemos de ser probados. Por esta única razón: “para que se descubran los corazones de sus hijos”.
De sus hijos fieles, que no se han vendido al “señor del mundo”; que, en esta deriva, ya NO es Jesucristo, Señor de los Cielos y de la tierra.
Evidentemente.

No hay comentarios:
Publicar un comentario