29 de Noviembre: San Saturnino, obispo y mártir
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Estaba aquella ciudad tan sumergida en las tinieblas de la infidelidad, y tan dada a las supersticiones del paganismo, que el santo obispo, al poner el pie en ella, apenas encontró vestigios de la fe cristiana.
Confiado en el poder de Dios, y esperando la divina misericordia, que abriría los ojos de aquellos miserables ciegos, dio principio a su predicación ensalzando los misterios de la cruz; y desde luego, reconoció la soberana protección de lo alto, en lo rendido que halló los corazones de los tolosanos a la eficacia de su predicación, y en las numerosas conversiones a la fe de Cristo.
La santidad de la vida, el ejemplo de las apostólicas virtudes, el celo de la salvación de las almas, que resplandecían en el santo obispo, y el soplo del Espíritu Santo, en poco tiempo cambiaron el aspecto de aquella ciudad, cuyos habitantes recibieron, en gran número, el santo Bautismo, cambiaron sus antiguas costumbres en otras nuevas, dignas de la fe que acababan de abrazar, y de la santidad de su doctrina.
De todos los templos de los ídolos que había en la ciudad, después de pocos años sólo quedaba uno abierto, en el cual se reunían los sacerdotes de las falsas deidades del imperio con los paganos más contumaces y feroces a celebrar sus sacrílegas festividades.
Y viendo la rapidez con que iba desapareciendo la antigua y diabólica superstición, que ellos llamaban religión, y que tanto estrago, como ellos decían, era obra de la predicación de un solo hombre; se congregaron para deliberar sobre los medios con que debían conjurar la completa ruina de quien les amenazaba.
La resolución que tomaron fue de quitar para siempre de en medio a san Saturnino, dándole la muerte.
En esto acertó a pasar por delante del templo el apostólico varón: corrieron hacia él, lo prendieron, lo arrastraron al templo, y le intimaron que ofreciese sacrificio a los dioses; y que de lo contrario, le quitarían la vida.
Como el santo se negase valerosamente a cometer tamaña iniquidad, le infligieron cruelísimos azotes; y como él permaneciese constante en la confesión de su fe, lo ataron a un toro bravo y furioso, al cual luego soltaron, y corriendo él, arrastró al santo hasta que lo dejó reducido a una masa informe de carne y de huesos.
Recogieron los cristianos las reliquias de su apóstol, y las colocaron en un templo con gran veneración, que se ha conservado hasta nuestros días.
Reflexión:
¿Quién no puede ver en la vida de este santo la eficacia que tiene la palabra, si va precedida del ejemplo? Más fruto se hace con una vida ejemplar, que con cuantas exhortaciones se puedan hacer. Los hombres más creen lo que ven con sus ojos, que lo que oyen con sus oídos. ¿Cómo podrás reprender en otros los vicios y defectos que ven en ti? ¿Quieres aprovechar a los demás y enmendar sus malas inclinaciones? Pues comienza por resplandecer con una insigne santidad de vida: y tus prójimos, viendo la luz de tus buenas obras, glorificarán a su Padre que está en los cielos.
Oración:
Vuelve tus ojos, oh Dios omnipotente, a nosotros, miserables; y ya que nos oprime el peso de nuestras culpas, protégenos con la gloriosa intercesión de tu bienaventurado mártir y pontífice san Saturnino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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