6 de Noviembre: San Leonardo, solitario y confesor
(✞ 559)
El admirable solitario San Leonardo nació en Francia de padres nobles e ilustres y muy favorecidos del Rey Clodoveo, del cual se dice que, para honrarlos, estaba dispuesto a ayudarlo con energía y resolución.
Leonardo se hizo discípulo de San Remigio, varón santísimo, por cuya predicación el rey Clodoveo había abrazado la fe cristiana.
Por la buena instrucción de varón tan insigne y divino, creció nuestro Leonardo en toda virtud y comenzó a resplandecer con maravillosa fama de santidad, por la cual, movido el rey, le rogó que fuese a su corte, y le ofreció preeminentes dignidades de las cuales él no hizo caso, porque era amigo de la quietud y deseaba atender a Dios y al provecho de los prójimos, como lo hizo, predicando el Evangelio en Orleans y en otras partes de la Aquitania, en donde por aquel tiempo había aún muchos gentiles.
Para que mejor pudiese hacerlo, el Señor lo honraba, y obraba por él muchos milagros, echando los demonios de los cuerpos y sanando a los sordos, rengos y ciegos, y a otros enfermos.
Cumplida esta misión, se escondió en la soledad de un bosque; más, avisado por el Rey, que la reina se hallaba en grave peligro de muerte, fue a la corte donde aplicó una gracia de salud a la agonizante, y la dejó completamente sana.
Agradecido el rey, le ofreció muchos vasos de oro y plata, y grandes tesoros, los cuales él no quiso recibir, rogando al rey que los repartiese a los pobres y con aquella limosna comprase el cielo.
Le ofreció, después todo, aquel bosque donde el santo moraba y solo aceptó una parte de él en la cual edificó un monasterio.
Allí vivió con maravillosa abstinencia y oración; y como faltase agua para los monjes, el Señor, ante los ruegos del santo, les proveyó de una fuente muy copiosa que hasta el día de hoy da de beber a los moradores de aquel lugar.
Se extendió la fama de sus virtudes y milagros por toda Francia, Inglaterra y Alemania; y señaladamente, el maravilloso poder para librar los presos de la cárcel y sacarlos de ella y traerlos a su casa.
Muchos que habían estado presos, venían de remotas partes a traerle sus grillos, esposas y cadenas, suplicándole los admitiese en su compañía y se sirviese de ellos como de esclavos, más el santo era tan humilde que les servía a ellos, y les enseñaba a servir al Señor, y les daba parte de aquel campo que había recibido del Rey para que lo cultivasen y viviesen de su trabajo.
Finalmente, después de una vida santísima y admirable, dio su bendita alma al Señor, el cual le honró con los mismos milagros que había hecho por él en vida; y fueron tantos, que casi no se podían contar las esposas, grillos y cadenas y otros instrumentos penales que estaban colgados alrededor de su sepulcro.
Reflexión:
No estimó Leonardo el oro y la plata, sino que cifro toda su esperanza en los bienes del cielo. Muchos, dominados por el amor terrenal vano, sufren con pena que se les arrebate o difiera el gozo de un bien corruptible, en el cual creen hallar el descanso del corazón. Si deseas la verdadera paz del espíritu, pon tu felicidad solo en Dios; sin el cual las alegrías son llanto; las dulzuras, hiel; las riquezas, espinas; los deleites, tormentos.
Oración:
Recomiéndanos Señor, la intersección del bienaventurado Leonardo, a fin de que logremos con su patrocinio, lo que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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