Una joven madre me contó hace poco que, cuando le dice a la gente que es católica, algunos le preguntan cómo puede ser tan estúpida...
Por el Prof. Randall Smith
Hace poco oí la historia de un padre católico que invitó a su amigo ateo a cenar con su familia. Antes de cenar, la familia siempre reza una oración. Después de cenar, el amigo ateo del hombre se quejó de que habían rezado mientras él estaba allí.
Tuve que reírme porque empiezo mis clases con una oración, y lo que les digo a mis alumnos no cristianos es que supongo que actuarán como lo harían si les invitaran a cenar a casa de un amigo judío o musulmán. Supongo que inclinarían la cabeza respetuosamente hasta que su amigo y su familia hubieran terminado de rezar, y luego se dedicarían a cenar y a mantener una conversación agradable. (A veces añado el consejo que me daba mi madre: “¡Y come lo que te pongan delante!”).
Imagino que este ateo probablemente se considera muy “liberal” y “abierto de mente”, en contraposición a la familia católica, que es “cerrada de mente” y “opresiva”. Y sin embargo, ellos no insisten en que rece, sino que él insiste en que no recen. Entonces, ¿quién es cerrado de mente y opresivo?
Me pregunto qué habría respondido este hombre si alguien le hubiera preguntado: “Si estuvieras en casa de una familia judía o musulmana o hindú, ¿insistirías en que no rezaran delante de ti?”. No puedo estar seguro, pero sospecho que la respuesta podría ser: “¡No, claro que no! Nosotros no discriminamos a las minorías religiosas”.
¿Pero no son los católicos hoy una “minoría religiosa”? Creo que si buscas las estadísticas, encontrarás que lo son (al menos los católicos practicantes)- y lo han sido durante mucho tiempo con una larga historia de ser discriminados en muchas partes del mundo. Así que quizá deberíamos poner sobre aviso a las empresas: Si no contratan un porcentaje de católicos practicantes determinado, les demandaremos por discriminación.
De acuerdo, eso no va a ocurrir. No estoy seguro de por qué, pero no va a suceder. Así que la pregunta es: “¿Hay algo en los católicos que los hace 'odiosos' para tantos?”. Una vez me entrevistó una reportera de las noticias de televisión al día siguiente de un tiroteo en una iglesia cristiana perpetrado por un loco. Sospechaba que me preguntaría si los cristianos eran el objetivo, y yo estaba dispuesto a decir: “Mire, es pronto para decirlo. No conocemos sus motivaciones. Esperemos a ver”.
Pero su primera pregunta fue: “¿Hay algo en los cristianos que provoca este tipo de violencia?” ¿Eh? Esto me pareció como preguntar: “¿Hay algo en las mujeres que provoca la violación?” Pero yo no podía decir eso. He sobrevivido indemne a tres huracanes en Houston, pero nada me habría salvado de los vientos furiosos que habrían soplado si hubieran puesto eso en las noticias. El otro comentario que me vino a la cabeza fue: “¿Te has vuelto loca?”. Pero eso tampoco me pareció del todo diplomático.
El filósofo posmoderno francés Jean-François Lyotard afirmó célebremente que nuestra “condición posmoderna” se caracteriza por la “incredulidad ante las metanarrativas”. La gente duda de los “grandes relatos”, decía, como el “mito del progreso”. No sólo creo que Lyotard se equivocara en eso, sino que sería más exacto decir que nuestra “condición posmoderna” se caracteriza por la completa dominación de los modernos por las metanarrativas.
Todo el mundo tiene una pequeña historia que se cuenta a sí mismo sobre la historia y la cultura que justifica su comportamiento. Hoy la historia del mundo es la historia de un “patriarcado abusivo”. O la historia del mundo es la historia de la “lucha de clases” La historia de Estados Unidos es la historia de la “supremacía blanca”. El progreso de la historia depende de que la ciencia y la tecnología sustituyan a la fe cristiana.
Si crees que la historia es la historia del progreso, pero sólo cuando los buenos superan a los malos, entonces está claro que si quieres ayudar a traer el “progreso”, tienes que aplastar a los malos que siguen interponiéndose en su camino. Para quienes asumieron que el cristianismo iba a ser suplantado por la razón de la Ilustración, su poder de permanencia es molesto, y su influencia continua es repugnante.
Probablemente por eso los miembros de mi propia comunidad universitaria llaman “los talibanes católicos” a quienes en nuestro campus son devotos del carácter católico de artes liberales de la institución, un término que encuentro profundamente ofensivo. Acepto de buen grado el desacuerdo y el debate. Pero es como si incluso el hecho de que se les pida que se relacionen con “esa gente intolerante” les resultara intolerable. Una joven madre me contó hace poco que, cuando le dice a la gente que es católica, algunos le preguntan cómo puede ser tan estúpida. Parece que para quienes odian el catolicismo, no son necesarios los buenos modales.
Otra cosa sobre la que nos advirtieron los teóricos posmodernos son las oposiciones binarias que desfavorecen y oprimen a un lado del binario. Ejemplos populares son hombre/mujer, blanco/negro y presencia/ausencia. A esta lista, yo añadiría: razón/fe; ciencia/teología; progresista/conservador.
Una vez que las personas se han perdido en una metanarrativa autojustificativa que aceptan como “científica” o “hacia dónde se dirige la historia”, y una vez que han aceptado la legitimidad de binarios como “razón buena / fe mala”, es difícil, casi imposible, que se desvinculen de esa metanarrativa o incluso convencerlas de que están dominadas por ella.
Estas metanarrativas y binarismos se convierten en parte integrante de una ideología. Y como señaló Vaclav Havel, “la ideología es una forma engañosa de relacionarse con el mundo. Ofrece a los seres humanos la ilusión de una identidad, de una dignidad y de una moralidad, al tiempo que les facilita desprenderse de ellas”.
La ideología es lo que permite a ciertas personas proclamar “su devoción por la democracia” mientras toman medidas para sofocarla. Es lo que permite a otros proclamar su “apertura liberal” mientras insisten en que no pueden tolerar expresiones de opinión o fe contrarias a las suyas.
En una generación anterior, la gente habría utilizado términos más sencillos para referirse a esto. Lo habrían llamado “fanatismo ignorante” y a los culpables de él, “fanáticos ignorantes”. Es menos diplomático pero más claro.
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