martes, 21 de enero de 2025

MILES CHRISTI - SOLDADO DEL CRISTO

¿Qué significa este título para un cristiano?


Este es el título que todos tenemos si hemos recibido el Sacramento de la Confirmación, en el que se nos da la fuerza para hacernos más capaces de luchar contra el mal que nos asalta. Nos fortalece en la batalla que tenemos que librar contra nuestras faltas y nuestras tentaciones.

Esta lucha es parte cotidiana de la profesión cristiana, pero desde cierto punto de vista es negativa, mientras que es sobre todo positiva, constructiva, la que obra en nosotros la Confirmación. Edifica y construye al cristiano adulto, y es sobre todo por este lado positivo por el que nos alcanza y nos pone en condiciones de afrontar después la lucha, es decir, el lado negativo.

Hay que distinguir entre:

Una fuerza general, la del adulto. Es el crecimiento de nuestro ser cristiano desde la infancia hasta la edad adulta. Esta fuerza completa el bautismo y nos hace cristianos perfectos. Llega hasta nuestra vida cotidiana y nos hace profesar la fe católica en nuestras acciones diarias.

Una 2ª fuerza especial, la del luchador. Es un efecto del desarrollo general del organismo cristiano que, fortalecido, nos hace robustos en la lucha diaria, ahora más ardua, contra nuestras faltas y nuestras tentaciones y nos equipa así para el lado negativo de la profesión de fe.

Una 3ª fuerza, la del soldado. Ésta es siempre un efecto de nuestro crecimiento general, en la medida en que su robustez nos hace capaces de responder con vigor no sólo a las acciones cotidianas de la vida cristiana adulta, sino también a los actos menos habituales y más bien excepcionales de esta vida, es decir, a la confesión de la fe para su mantenimiento, propagación y defensa.

Esta triple fortaleza no debe confundirse con el aumento del don de fortaleza, que también es fruto del desarrollo del ser cristiano y que, sobre todo, da al confirmado más flexibilidad para realizar los actos de la virtud de fortaleza ya recibida en el Bautismo y aumentada en la Confirmación. La virtud de la fortaleza es la que regula los sentimientos del cristiano en los momentos difíciles. El don de la fortaleza le inspira a emprender obras arduas para conseguir su salvación, le da confianza y valor en los peligros que se ciernen sobre su alma y le hace triunfar sobre el miedo a la muerte.

En el Sacramento de la Confirmación, recibimos una unción. La idea de sellar la frente de los confirmados llegó a los primeros cristianos procedente del ambiente griego o romano en el que vivían. Los paganos imprimían su marca personal (su sello) con un hierro candente en la carne de los esclavos y soldados, que llevaban así hasta la muerte la marca de su amo en la frente, una marca de propiedad, indeleble y definitiva.

La unción de la cabeza en el Bautismo significa que el fiel pertenece a Jesucristo. En la Confirmación, la señal de la cruz en la frente, el sello del obispo, de la Iglesia, de Cristo -todo es uno y lo mismo- tiene el mismo, pero insistente, significado de propiedad definitiva. El sello de Nuestro Señor impuesto al confirmado significa que pertenece enteramente a Jesucristo, en su milicia. Al sellar al confirmado, el obispo pone el sello de Nuestro Señor sobre el perfecto cristiano para indicar que el confirmado es ahora un soldado que defenderá su gran patria, la Iglesia.

Entonces podremos ir a la batalla. Nuestros cuerpos de adultos están mejor equipados que en la infancia para resistir los peligros interiores y exteriores de la vida. Gozamos ahora de una efervescencia y de un vigor que nos permiten alistarnos en la milicia de Jesucristo, y que nos hacen capaces de oponernos a las debilidades de nuestro organismo, de defendernos contra los elementos hostiles que nos rodean y de realizar, en público, las acciones viriles que le son propias.

La Confirmación nos ofrece las gracias actuales para darnos la fuerza de actuar según nuestro estado de cristianos adultos; estas gracias de ayuda completan nuestra capacidad de profesar vigorosamente nuestra fe, es decir, de luchar para defenderla interiormente contra las tentaciones y los malos ejemplos y de confesarla no menos vigorosamente, defendiéndola contra los ataques del exterior así como propagándola.

De este modo cumpliremos, incluso hasta dar testimonio con sangre si se nos pide, el mandato de Nuestro Señor a sus apóstoles: “Seréis mis testigos”. Y esto por el carácter que nos da este Sacramento de la Confirmación.

Convertidos así en adultos en Cristo, a partir de este sacramento participamos activamente en la misión de Cristo, nos convertimos oficialmente en ciudadanos activos de la Iglesia, practicamos y confesamos su religión en el exterior. Tomamos parte en su actividad cristiana, en su desarrollo, en su propagación y en su defensa. En una palabra, participamos en su vida pública.

En resumen, podríamos decir que :

- el carácter del Bautismo nos confiere un derecho más que unos deberes, el derecho a sentarnos a la mesa del Padre de familia y a gozar de todos sus bienes espirituales,

- el carácter de la Confirmación nos confiere deberes más que derechos, los de colaborar en la vida de la Iglesia mediante acciones viriles y públicas.

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