miércoles, 29 de enero de 2025

EL CARDENAL CIPRIANI DEFIENDE SU INOCENCIA FRENTE A LOS OBISPOS PERUANOS

El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo emérito de Lima, está siendo objeto de escarnio público, acusado de un delito de abusos que él niega, por el que no fue juzgado pero sí sancionado.


Hace unos días el diario español El País publicó que el falso papa había aceptado la renuncia del cardenal Cipriani como arzobispo de Lima debido a una denuncia presentada contra él en 2018 por supuestos abusos a un menor cometidos en el año 1983. La supuesta víctima no ha querido que su identidad sea desvelada.

En una primera carta el cardenal defendió su inocencia y explicó cuál había sido la actuación de la Santa Sede:

... sin haber sido escuchado, sin haber sabido más y sin que se abriera un proceso, el 18 de diciembre de 2019 el Nuncio Apostólico me comunicó verbalmente que la Congregación para la Doctrina de la Fe me había impuesto una serie de penas limitando mi ministerio sacerdotal y pidiendo que tuviera una residencia estable fuera del Perú.

El Vaticano confirmó el pasado fin de semana que las sanciones contra el cardenal siguen hoy vigentes. En ningún caso se menciona la apertura de un proceso por el cual el acusado pudiera hacer valer su derecho a la defensa.

Su sucesor en Lima, el muy politizado cardenal Carlos Castillo, arremetió ayer contra quienes se preguntan cómo es posible que en la Iglesia se pueda condenar a un cardenal sin dejar que se defienda. Y la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) ha hecho público hoy un comunicado en el que dice que hay que respetar el deseo de la presunta víctima de mantener su anonimato:


El cardenal Cipriani ha respondido tanto al cardenal Castillo como a la CEP con una carta en la que reafirma su inocencia:

Le escribo con relación al comunicado que la Presidencia de la Conferencia Episcopal ha hecho público en el día de ayer. También quiero referirme a la Carta al Pueblo de Dios emitida por mi sucesor, el arzobispo de Lima y primado del Perú, Cardenal Carlos Castillo. En ambos casos, mi reacción ha sido de sorpresa y dolor por la injusticia con la que dan por ciertos unos hechos no probados sobre mi persona.

Lo afirmé en mi carta del 25 de enero y lo vuelvo a hacer ahora: "no he cometido ningún delito ni he abusado sexualmente de nadie ni en 1983, ni antes, ni después".

Cipriani explica también lo que hizo cuando se le comunicó el decreto de sanción por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe:

“... lo firmé declarando por escrito en el mismo acto que la acusación era absolutamente falsa y que obedecería a esas disposiciones -como así he hecho- por amor a la Iglesia y por comunión con el Romano Pontífice. He aceptado unas medidas preventivas ante la acusación recibida hasta que se aclarara la verdad, a pesar de que tengan su origen en una acusación falsa, de la que no me he podido defender”.

En la carta reafirma su fidelidad a la Iglesia y agradece los apoyos recibidos por quienes no “se han dejado confundir en esta campaña de intento de acoso y destrucción de mi dignidad y mi honor”.

¿Derecho a una defensa?

Independientemente de si las acusaciones contra el cardenal son ciertas o si, tal como defiende él, no se corresponden con los hechos, esto ya lo hemos visto en otros casos como el del cardenal George Pell

Es evidente que estamos ante un caso en el que se ha omitido el elemental derecho de cualquier persona a defenderse ante una acusación. 

El derecho a la presunción de inocencia también ha sido ignorado. No olvidemos el escandaloso ‘caso Zanchetta', en el cual Bergoglio eligió la opción in dubio pro reo (en la duda, a favor del acusado). Evidentemente, en la iglesia sinodal, depende de quien sea el investigado, se lo puede despreciar, maltratar y pisotear sus derechos, o bien proteger, acoger y defender.
 

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