Por William Kilpatrick
En la primera parte de este artículo expliqué que, después del 11 de septiembre, los creadores de opinión estadounidenses y europeos se dedicaron a blanquear masivamente el Islam. La que en su día fue la religión más temida del mundo se convirtió, mediante trucos académicos y periodísticos, en “un modelo de moderación y hermandad” que hasta los cuáqueros podían envidiar.
Mientras los maestros de escuelas públicas y los profesores universitarios presentaban a los estudiantes una historia “purificada” del Islam, los reporteros de televisión y otros periodistas desarrollaron rápidamente un protocolo para lidiar con los numerosos ataques yihadistas que socavaban la narrativa preferida.
La táctica principal era la de distraer: evitar hablar del Islam y concentrarse en cambio en otros factores. El reciente ataque con un vehículo en Nueva Orleans es ilustrativo en este sentido (el ejemplo del blanqueamiento del Islam por parte del periodismo se puede ver aquí).
Tácticas comunes
Por ejemplo, los titulares de los periódicos retrataron al asesino, Shamsud-Din Jabbar, como un “hombre de Texas” y un “veterano” que había servido en el ejército estadounidense, a pesar de que Jabbar había publicado videos en Facebook que dejaban claro que sus acciones eran parte de una “guerra entre creyentes y no creyentes”. Si Jabbar se describió a sí mismo como un verdadero creyente, ¿por qué los periodistas no hicieron lo mismo? No sorprende que los medios de comunicación europeos utilicen las mismas tácticas. En Inglaterra, la prensa se refiere a un terrorista musulmán como un “hombre asiático”, y en Francia como un “hombre del norte de África”.
Otra táctica consiste en referirse al agresor como un “lobo solitario” que no parece tener ninguna conexión con ningún grupo, movimiento o ideología mayor. La intención es retratar al yihadista como un personaje que no representa al Islam. Por ejemplo, el mayor Nidal Hasan, el autor de la masacre de Fort Hood en 2010, fue descrito inicialmente como un “lobo solitario” hasta que se reveló que mantenía estrecho contacto con un agente de alto rango de Al Qaeda.
Otra variante de la táctica del “lobo solitario” es evitar mencionar ataques terroristas yihadistas similares ocurridos en el pasado, para que el lector no empiece a discernir un patrón. Así, cuando ocurrió el ataque de Nueva Orleans, relativamente pocos artículos periodísticos informaron de que una semana antes había ocurrido otro casi idéntico en Magdeburgo, Alemania. En ese incidente, un saudí condujo un coche alquilado a gran velocidad por un concurrido mercado navideño, matando a seis personas e hiriendo a otras 300.
Los periodistas dicen que es importante “dar contexto a sus historias”, pero aparentemente hay que evitar el contexto que pone al Islam bajo una mala luz. Afortunadamente, pueden contar con que el consumidor medio de noticias es en gran medida ignorante del Islam y del hecho de que el homicidio con vehículos ha sido una práctica común entre los terroristas islámicos durante muchos años, tanto en Europa como en los EE. UU. ¿Cuántos recuerdan el más destructivo de estos: el ataque del Día de la Bastilla de 2016 en Niza, Francia, cuando un “tunecino” condujo un camión pesado por un paseo marítimo lleno de gente, matando a 86 personas e hiriendo a más de 400? Como era de esperar, The Guardian se esforzó por sugerir que el ataque no tenía nada que ver con el Islam o los grupos terroristas islámicos. Así, se nos informa de que, aunque el Estado Islámico se atribuyó la responsabilidad del ataque, no pudo ofrecer ninguna prueba de que el asesino tuviera contacto con el grupo.
Aceptar las falsedades tal como son
Para reforzar aún más el argumento de que nadie debería culpar a la religión o ideología islámicas por incidentes como éste, The Guardian señala que un tercio de los muertos en el ataque de Niza eran musulmanes. A continuación, cita a uno de los musulmanes heridos, que aseguró al periodista: “El Corán nunca dijo que se matara a nadie, sino todo lo contrario”.
Dado que muchos pasajes del Corán sí respaldan el asesinato de los infieles, uno se pregunta de dónde sacó esa idea. ¿Quizás del “papa”? El periodista de The Guardian menciona que el hombre “ha viajado para reunirse con el 'papa', subrayando la importancia de las 'relaciones interreligiosas'”. Sin duda, Francisco le aseguró que “una lectura correcta del Corán se opone a toda forma de violencia”.
Así, un artículo sobre el asesinato en masa cometido por un yihadista se convierte gradualmente en un artículo sobre los musulmanes como “víctimas”, la “naturaleza pacífica” del Corán y un encuentro con el “papa”.
La ironía es que Francisco ha hecho más por encubrir el lado oscuro del Islam que la mayoría de los periodistas, y ciertamente más que cualquier otro líder católico.
Mientras que el concilio Vaticano II simplemente llamó la atención sobre supuestas similitudes entre el Islam y el cristianismo, Francisco establece una equivalencia moral entre las dos religiones. Cuando se le preguntó sobre el asesinato del padre Jaques Hamel, un sacerdote francés que fue asesinado en 2016 por dos yihadistas musulmanes que atacaron su iglesia en Normandía, Bergoglio señaló que “los católicos también han matado a personas” y citó una noticia reciente sobre un hombre católico que había asesinado a su novia.
Lo que Bergoglio no advirtió es que los islamistas que mataron a Hamel actuaban de acuerdo con su fe, mientras que el católico que asesinó a su novia violaba las enseñanzas de la suya. Esta concepción simplista de la religión aparece casi cada vez que Francisco aborda cuestiones “interreligiosas”. Aunque Francisco es un partidario de la “diversidad”, cree que todas las religiones son básicamente lo mismo. Así, la Declaración conjunta sobre la Fraternidad Humana que él y el jeque Amed Al Tayeb firmaron en Abu Dhabi presenta tanto al Islam como al cristianismo como religiones humanistas con un compromiso igual con los valores de “paz, justicia, bondad, belleza, fraternidad humana y coexistencia”. El documento también condena el terrorismo, pero niega que tenga algo que ver con la religión, aunque “interpretaciones incorrectas de textos religiosos” pueden ser un factor causal.
Sembrando confusión
El Documento de Abu Dhabi dejó a muchos cristianos confundidos, pero Francisco siguió adelante con su agenda de una religión mundial.
● Dijo a los inmigrantes musulmanes en Italia que deberían buscar el significado del Corán.● Ha dicho a otros grupos que la conversión es innecesaria porque todas las religiones conducen a Dios.● Instó a las naciones europeas a abrir sus fronteras a la inmigración masiva, sabiendo muy bien que esta política ya había conducido a un aumento de la violencia musulmana contra cristianos y judíos.
● Además, Francisco ha mostrado más preocupación por la difícil situación de los inmigrantes musulmanes del norte de África que se enfrentan a los peligros de cruzar el mar Mediterráneo que por la situación de los cristianos del África subsahariana, que son masacrados por miles cada año. ¿Masacrados por quiénes? La respuesta es por los yihadistas musulmanes, pero nadie lo imaginaría al escuchar a Francisco. En cambio, evita cuidadosamente implicar al Islam o a los musulmanes en estos crímenes.En resumen, desde el comienzo de “su papado”, Francisco ha estado encubriendo al Islam. Al igual que el periodista que describe a un yihadista islámico como un “hombre de Texas”, Francisco desvía nuestra atención de los aspectos más problemáticos del Islam y se centra en cambio en “los puntos en común” entre cristianos y musulmanes. De hecho, tal como lo ve Francisco, cristianos y musulmanes tienen “tanto en común” que no hay necesidad de convertir a los musulmanes al cristianismo; más bien, dice Francisco, los musulmanes sólo necesitan profundizar en su propia fe.
Elevarlo a una forma de arte
Como dije, esta tendencia a ver el Islam a través de lentes color de rosa se remonta al concilio Vaticano II y la publicación de Nostra Aetate. Los “padres conciliares” parecían decididos a hacer que el Islam se pareciera al catolicismo. Pero Francisco ha logrado llevar el esfuerzo a un nivel superior. Más recientemente, se puso en oración ante un “Jesús palestino” envuelto en una keffiyeh blanca y negra, el símbolo de la Organización para la Liberación de Palestina (en la imagen superior que ilustra este artículo se puede observar el “detalle”).
¿Para qué no están preparados?, se preguntarán. Pues para acontecimientos como la masacre de la calle Bourbon en Nueva Orleans, la masacre del camión del Día de la Bastilla en el Riviera, la masacre del club nocturno Pulse en Orlando y los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Estos ataques continuarán y casi con toda seguridad aumentarán porque quienes los planean se dan cuenta de que no entendemos qué los motiva. Incluso quienes sí lo entienden parecen haber hecho un voto autoimpuesto de silencio.
Nuestros funcionarios y autoridades se ven obligados a expresar sentimientos estereotipados sobre “mantenernos firmes” y “defender nuestros valores”. Por ejemplo, después del ataque de Nueva Orleans, el representante estadounidense Troy Carter (demócrata por Luisiana) dijo que “la comunidad volverá a levantarse más fuerte y más unida”. Pero ¿unida contra qué? ¿Contra camionetas? ¿contra aviones secuestrados? ¿contra ataques con cuchillos? ¿contra “hombres de Texas”?
Tal vez sería mejor que prestemos atención al mensaje que Shamsud-Din Jabbar nos dejó: es decir, que se trata de una “guerra entre creyentes y no creyentes”.
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