domingo, 5 de enero de 2025

LA VIDA EN LA SOCIEDAD ORWELLIANA

Los “Orwellianos” prefieren dejar sus cabezas firmemente bajo la arena antes que reconocer el mal por lo que es y adoptar una postura activa contra él.

Por Joseph B. Sheppard


Cuando las sociedades se vuelven excepcionalmente decadentes, cuando se ataca la decencia y se defiende la inmoralidad, buscamos naturalmente el origen de semejante pesadilla. Ciertamente, el mal no puede prosperar sin la cooperación del hombre. Pero, ¿quiénes son los hombres más culpables de nuestra decadencia actual? ¿los instigadores descarados de la revolución contra Nuestro Señor o la “mayoría silenciosa”?

Por “mayoría silenciosa” se entiende aquellos que miran hacia otro lado en presencia del mal o suspiran y dicen: “Oh, bueno...”. Tales “orwellianos” prefieren dejar sus cabezas firmemente enterradas en la arena antes que reconocer el mal por lo que es y adoptar una postura activa contra él. Después de todo, si las comodidades de esta vida son suficientes, ¿para qué agitar el barco?

Hay quienes, por ejemplo, dicen ser católicos y, cuando se les pregunta por el aborto, responden: “Bueno... es que...”, o  “Bueno... ¡es la ley!”. Hay otros que, ante los abusos litúrgicos, dicen: “Oh bueno... nada permanece igual. ¿Qué tiene de malo el cambio?”. Por último, está la ya clásica réplica descontextualizada y simplista: “¡Oh, bueno, no debemos juzgar!”.

Lo que nos falta hoy, con algunas notables excepciones, es un espíritu católico combativo en el mundo. ¿De qué otra manera se podrían explicar los acontecimientos que han ocurrido en países que antiguamente eran un faro de catolicismo? Por ejemplo España, antaño la más católica y heroica de las naciones, se ha rendido al terrorismo y al mahometismo. El nuncio papal en España (y otros países europeos), monseñor Manuel Monteiro de Castro, anunció en Madrid en 2004 respecto al tema del reconocimiento legal de las relaciones entre personas del mismo sexo que “La nueva situación política que vivimos en España plantea nuevos retos en la difusión del Evangelio y debemos afrontarlos de manera adecuada. Hay otras formas de convivencia y es bueno que se reconozcan” (1).

Otra noticia explicaba cómo una estatua del patrón de España, Santiago, estaba siendo retirada de la Catedral de Santiago de Compostela porque representa al Santo cortando cabezas de moros (defendiendo la cristiandad en la península ibérica). Entre las razones para trasladar la estatua a un museo se alegó que podría “herir la sensibilidad de otros grupos étnicos”. La estatua sería sustituida por otra más políticamente correcta. Supuestamente esta acción no tenía nada que ver con los atentados del 11 de marzo en Madrid (2). 

Sin embargo, el espíritu del Cid no debe ser totalmente derrotado. Otro artículo describía cómo dos hombres valientes saltaron del público en una obra de teatro extremadamente blasfema en España (cuyo nombre es demasiado vulgar para publicarlo aquí) y reprendieron debidamente a los actores y a los accesorios del escenario.

Uno se pregunta cuál será el grado de decadencia moral que despertará la indignación de los orwelianos. Al examinar nuestra situación actual, parece que la respuesta es negativa. Al igual que las langostas en una olla de agua que se calienta gradualmente, gran parte de nuestra población no distinguiría una temperatura agradable de una muerte en ebullición. Tal vez lo único que cambiaría esta actitud de dejar-hacer hacia la decadencia sería que los percibidos como malvados se encargaran de eliminar las comodidades materiales de los Orwellianos. ¡Eso sí que seguramente sería motivo de indignación!

Notas:

1) Papal Envoy Breaks Ranks On Gay Couples (El enviado papal rompe filas sobre las parejas homosexuales), Guardian Unlimited, 5 de mayo de 2004.

2) Church to Remove Moor-Slayer Saint (La Iglesia retirará al Santo Matamoros), BBC News World Edition, 3 de mayo de 2004.

No hay comentarios: