Bailarines, malabaristas y hasta animales hicieron su aparición en el escenario donde minutos antes el “papa Francisco” había compartido su catequesis.
Lo que debería haber sido un momento de reflexión espiritual terminó con un show que, para muchos, simboliza a la perfección lo que se ha convertido el Vaticano en los últimos años: un verdadero circo.
La escena es casi demasiado obvia como para no trazar un paralelismo. No es solo que los elefantes y los acróbatas compartieran espacio con el pontífice; es que esta imagen parece encapsular perfectamente una serie de decisiones recientes que han llevado a algunos a preguntarse si el Vaticano ha perdido su norte.
Entre los movimientos más sonados de este pontificado está la reciente decisión de autorizar oficialmente una peregrinación lgbt durante el Jubileo de 2025. Este gesto, que el “papa Francisco” ha defendido como una “muestra de apertura y acogida”, no ha dejado de generar controversia.
No se trata de un acto de “inclusión”, sino de un paso que confunde al rebaño, dando la sensación de que el magisterio de la Iglesia se acomoda al espíritu del tiempo en lugar de mantenerse firme en la fe y la tradición.
Otro momento digno de atención es el nombramiento del “cardenal” Robert McElroy como arzobispo de Washington. Su opinión favorable hacia cambios doctrinales en temas como la moral sexual o la inclusión de grupos marginados ha sido motivo de debate.
Para algunos, McElroy representa el rostro de una Iglesia que busca “dialogar con las periferias”; para otros, es la señal de que Roma está dispuesta a sacrificar claridad doctrinal en favor de la narrativa de inclusión.
El caso del obispo Dominique Rey, obligado a presentar su dimisión como pastor de la diócesis de Fréjus-Toulon, también deja un sabor amargo. Rey, conocido por su defensa de las vocaciones tradicionales y su apertura a comunidades de rito extraordinario, ha sido desplazado en un nuevo gesto que suena a purga contra los sectores más conservadores de la Iglesia. La explicación oficial habla de “problemas en la gestión diocesana”, pero pocos se tragan esa versión.
Ya sabemos que la Santa Sede es experta en hacer malabares para vender lo contrario de lo ocurrido edulcorando la realidad para que la cruda verdad no trascienda.
Volvamos al Aula Pablo VI. Los malabaristas y animales de esta mañana no son solo una anécdota curiosa; son un símbolo del rumbo que la Iglesia ha tomado bajo el “liderazgo” de Francisco.
Algunos como James Martin o Austen Ivereigh ven que estas decisiones y gestos del “papa Francisco” son signos de una “Iglesia en salida”, que busca “tender puentes” y “abrazar a todos”, incluso a los que están alejados. La cruda realidad que muchos denuncian desde dentro (aunque por miedo no se atreven a hacerlo en público) es que el Vaticano no solo se ha convertido en un circo literal, sino también en uno figurado, donde las prioridades espirituales se sacrifican en el altar de la opinión pública y la corrección política.
Mientras tanto, el rebaño mira perplejo desde las gradas, preguntándose si este circo tiene director o si, como dicen algunos, el Vaticano ha perdido definitivamente el equilibrio sobre el alambre de su propia identidad.
InfoVaticana
Lo que debería haber sido un momento de reflexión espiritual terminó con un show que, para muchos, simboliza a la perfección lo que se ha convertido el Vaticano en los últimos años: un verdadero circo.
La escena es casi demasiado obvia como para no trazar un paralelismo. No es solo que los elefantes y los acróbatas compartieran espacio con el pontífice; es que esta imagen parece encapsular perfectamente una serie de decisiones recientes que han llevado a algunos a preguntarse si el Vaticano ha perdido su norte.
Una peregrinación arcoíris para el Jubileo 2025
Entre los movimientos más sonados de este pontificado está la reciente decisión de autorizar oficialmente una peregrinación lgbt durante el Jubileo de 2025. Este gesto, que el “papa Francisco” ha defendido como una “muestra de apertura y acogida”, no ha dejado de generar controversia.
No se trata de un acto de “inclusión”, sino de un paso que confunde al rebaño, dando la sensación de que el magisterio de la Iglesia se acomoda al espíritu del tiempo en lugar de mantenerse firme en la fe y la tradición.
McElroy, el “arzobispo” de los bordes
Otro momento digno de atención es el nombramiento del “cardenal” Robert McElroy como arzobispo de Washington. Su opinión favorable hacia cambios doctrinales en temas como la moral sexual o la inclusión de grupos marginados ha sido motivo de debate.
Para algunos, McElroy representa el rostro de una Iglesia que busca “dialogar con las periferias”; para otros, es la señal de que Roma está dispuesta a sacrificar claridad doctrinal en favor de la narrativa de inclusión.
La “limpieza” en Fréjus-Toulon
El caso del obispo Dominique Rey, obligado a presentar su dimisión como pastor de la diócesis de Fréjus-Toulon, también deja un sabor amargo. Rey, conocido por su defensa de las vocaciones tradicionales y su apertura a comunidades de rito extraordinario, ha sido desplazado en un nuevo gesto que suena a purga contra los sectores más conservadores de la Iglesia. La explicación oficial habla de “problemas en la gestión diocesana”, pero pocos se tragan esa versión.
Ya sabemos que la Santa Sede es experta en hacer malabares para vender lo contrario de lo ocurrido edulcorando la realidad para que la cruda verdad no trascienda.
¿El Vaticano, una pista de circo?
Volvamos al Aula Pablo VI. Los malabaristas y animales de esta mañana no son solo una anécdota curiosa; son un símbolo del rumbo que la Iglesia ha tomado bajo el “liderazgo” de Francisco.
Algunos como James Martin o Austen Ivereigh ven que estas decisiones y gestos del “papa Francisco” son signos de una “Iglesia en salida”, que busca “tender puentes” y “abrazar a todos”, incluso a los que están alejados. La cruda realidad que muchos denuncian desde dentro (aunque por miedo no se atreven a hacerlo en público) es que el Vaticano no solo se ha convertido en un circo literal, sino también en uno figurado, donde las prioridades espirituales se sacrifican en el altar de la opinión pública y la corrección política.
Mientras tanto, el rebaño mira perplejo desde las gradas, preguntándose si este circo tiene director o si, como dicen algunos, el Vaticano ha perdido definitivamente el equilibrio sobre el alambre de su propia identidad.
InfoVaticana
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