miércoles, 1 de enero de 2025

SCHNEIDER: “SI LA NUEVA MISA ES REVERENTE, NO ES HERÉTICA Y SE PUEDE ASISTIR A ELLA”

Schneider, resbala en una pendiente hacia la noción de que la piedad subjetiva del ministro convalida o hace lícitos los sacramentos que él administra...


En una entrevista con Timothy Flanders, editor en jefe del sitio web neocón OnePeterFive, este le preguntó al obispón volante (y en sus ratos libres auxiliar de la inexistente archidiócesis de Santa María de Astaná –antigua Nursultán, Kazajistán–) Atanasio Antonio Schneider Trautmann ORC: 

-¿Qué le diría Ud. a ciertos tradicionalistas que dicen que no deberíamos asistir nunca a la Nueva Misa; aun si esta fuera reverente, aun si fuera toda como debería ser? ¿No deberíamos asistir nunca?

Schneider respondió:

- No, pienso que no es correcto. Porque si la Nueva Misa pudiera ser celebrada en una forma reverente, no es herética. En mi congregación (yo soy religioso), los Canónigos Regulares de la Santa Cruz, celebramos la misa, el novus ordo, versus Deum, hacia el Señor, en latín, con la Plegaria Eucarística I (el Canon Romano), con comunión de rodillas y en la lengua, con canto gregoriano, con homilías tradicionales, con piedad. No veo por qué no puedas asistir a tal misa.

El cabestro (buey manso que guía a los toros bravos al encierro) Schneider pretende con la ficción del “novus ordo reverente” conducir a los incautos neocones hacia la condenación, porque una liturgia falsa como es el novus ordo refleja una falsa doctrina (La ley de la oración sigue la ley de la creencia), la cual es más letal que todas las armas del mundo habidas y por haber.

Independientemente de si sea en los ritos occidentales (además del rito latino, también el hispánico, el ambrosiano y ¡hasta el cartujo! fueron “aggiornados” –el “uso anglicano” de los ordinariatos es un novus ordo en inglés hierático con adiciones del Libro de Oración Común anglicano; de inculturaciones como la “Anáfora India”, el “Rito Zaireño” o el “Rito Maya” y similares ni vale la pena hablar–) u orientales (sí, los ritos bizantino-ruteno, maronita, siromalabar y caldeo también están “modernizados” también), el servicio novus ordo (que NO es la verdadera Misa Católica) nunca puede ser “reverente” como tampoco puede serlo un servicio luterano, judío o musulmán. 

No lo es, no puede serlo y NUNCA LO SERÁ NI PODRÁ SERLO, por más que Schneider, el cardenal Francis Anizoba Arinze o quien sea juren y perjuren lo contrario. El novusordita es un rito protestante-masónico-pagano, acatólico, destructor de la Fe Católica, un vehículo para la revolución doctrinal y representa una nueva religión y por tanto un servicio inválido (falso) en sí mismo. Más todavía, es un pecado peor que todos los abortos del mundo, tal es su gravedad. La Iglesia Conciliar ha perdido el sacerdocio (sus presbíteros y obispones no son ordenados, sino “instalados” como los ministros protestantes) la Misa, y virtualmente todos los Sacramentos.

Aquellos que asisten al servicio novus ordo cometen objetivamente blasfemia, idolatría y sacrilegio, tal como lo harían al participar un servicio protestante, judío, musulmán o pagano. No hay una Misa en él, sin importar cuánto glaseado (celebrando ad Orientem, en latín, solo la Plegaria Eucarística I, comunión de rodillas y en la lengua, canto gregoriano, homilías tradicionales, casullas romanas, encajes, órgano, sacerdote válidamente ordenado –solo que sean los que abandonan la FSSPX para irse a la Roma modernista y anticristo, pero ni aun así–, sin “monaguillas”, y un largo et cœ́tera cœtérisque) se ponga encima de la torta novus ordo para engañar a la gente, porque la torta es horneada con arsénico.

De otra arista, Schneider, alérgico al mandato bíblico de “Sí sí, no no”, resbala (inconscientemente o a sabiendas, poco importa) en una pendiente hacia la noción de que la piedad subjetiva del ministro convalida o hace lícitos los sacramentos que él administra (ex opere operantis), postulado central de la herejía donatista, nacida precisamente luego de las persecuciones imperiales y que fue combatida por San Melquíades en el Concilio Romano del 313, el Concilio de Arlés del 314, y por San Agustín (que sufrió un atentado perpetrado por su brazo armado los circunceliones), quienes reafirmaron la doctrina católica que los sacramentos son eficaces por la acción de Cristo significada en ellos (ex opere operato) y su validez está en la observancia de la materia, forma e intención, independientemente de la condición moral del ministro (Dato de color: los donatistas desaparecieron a manos de los árabes musulmanes).


Caballero de la Inmaculada


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