miércoles, 26 de marzo de 2025

SUPUESTAS PERSECUCIONES DE QUE LOS PROTESTANTES DICEN QUE SON VÍCTIMAS (50)

Así como una de las manías del protestantismo es perseguir donde es mayoría; otra de sus manías es clamar que se le persigue, donde está en minoría. 

Por Monseñor De Segur (1862)


Si fuéramos a creer a muchos de ellos, actualmente se les persigue en Francia. Esta es una pretensión tan extraña, que antes de refutarla es necesario establecerla bien. 

No tendré que ir muy lejos, para encontrar la prueba que necesito. He aquí lo que se atrevía a decir, en el mes de abril de 1857, en una de las grandes salas de Queen Street, Edimburgo, Mr. Le Savoureux, pastor protestante de Limoges. “Tengo buenas noticias que daros de la madre patria (la Francia). La luz tan débil del Evangelio, hace ahí progreso. Nuestros padres habían dejado apagar el protestantismo, a pesar de las luchas de nuestros buenos hugonotes, pero las antiguas Iglesias nacionales se despiertan. Las naciones como la Francia, la España etc., que están bajo la dominación de Roma, son naciones muertas (gracias por el cumplimiento). El romanismo es enemigo del bien moral. El vecindario de Villeſavard se ha hecho protestante. Nosotros hemos barrido los Santos de toda la Iglesia (gracias por la moderación). Hemos establecido diez escuelas en el departamento del Allier; y si hubiese habido dinero, habríamos obtenido mayoría, nosotros los protestantes (gracias por la confesión). Pero después del golpe de Estado, un hombre, Napoleón, que se ha unido a las ideas católicas, ha cerrado nuestras escuelas y nos ha hecho comparecer en los Tribunales. ¡Actualmente estamos escondidos en los bosques! No obstante, el progreso continúa. En Limoges la obra ha sido entorpecida por un camino de hierro. Si hubiéramos sido romanos, la administración no nos hubiera inquietado. Y, en conclusión, el ministro protestante de Limoges, pide a Dios la libertad”

Los corresponsales franceses del diario inglés y protestante The Times, pintan un cuadro, aun mas sombrío, de la situación en que gimen los protestantes de Francia. Ora son pobres pastores injustamente puestos en la cárcel, ora templos o escuelas también injustamente cerradas. Sí, exclaman dolorosamente esos verídicos corresponsales. “Se ha visto a poblaciones enteras obligadas como sus padres, a refugiarse en los bosques, para entregarse al ejercicio de su culto. Con el objeto de esquivar la persecución de la policía, tenían espías encargados de advertir a la asamblea de la aproximación de los gendarmes. De vez en cuando se abreviaban los cánticos, o se interrumpían las preces o la prédica; y cuando los agentes de justicia llegaban, no encontraban más que hombres, mujeres y niños recogiendo bellotas (sic), o divirtiéndose en brincar a los árboles”. 

Es sabido que estas aserciones burlescas se han repetido con tanta perseverancia y audacia, que el gobierno francés se creyó obligado a tratarlas con indignación y desprecio, en un artículo del Monitor. Verdad que no todos los protestantes de Francia, llevan hasta ese exceso la manía de quejarse a tuerto o a derecho; pero a la mayor parte de ellos se les antoja llamarse y creerse perjudicados en sus derechos, cohibidos en sus movimientos, sacrificados en sus intereses, en una palabra, perseguidos. En sus escritos, en sus periódicos, en sus discursos, y, sobre todo, en las mesas del Ministerio, toman invariablemente el papel de víctimas. 

¡Qué víctimas, gran Dios! ¡Pluguiera al cielo que los católicos de Irlanda y de Suecia fuesen víctimas de esa clase! Jamás fue un culto más libre y más favorecido que lo es hoy el protestantismo en Francia. Cuéntese el número de protestantes. Según el último censo, ellos eran apenas setecientos mil, en una población de treinta y seis millones de franceses. Pues cuéntense luego los empleos que ocupan los protestantes, en toda la jerarquía de funcionarios altos y bajos; y véase en el presupuesto cuál es el sueldo que se paga a los pastores protestantes, comparándole con el que tiene el clero católico. Ellos no solamente están libres en su casa y entre los suyos, sino que se entregan en las poblaciones católicas a la más activa propaganda. No sólo son libres para defenderse, sino que se les tolera que ataquen. Véanse los muchos templos y escuelas que poseen en París, cuyo número no guarda proporción con el de trece mil protestantes que hay en aquella capital. 

Recuérdese que esas escuelas se abren y se multiplican todos los días, con la mayor libertad, en los barrios casi exclusivamente católicos, para poblarlas de pobres niños arrancados a la Iglesia. No se olvide por último que las obras de Marnix de Sainte Aldegonde, las únicas que cito porque su título lo dice todo, se venden sin obstáculo en las librerías protestantes. Después de esto, dime lector, con la mano sobre la conciencia, ¿si los protestantes tienen razón para llamarse perseguidos en Francia, o si sus quejas a este respecto no son la más maliciosa al mismo tiempo que la más torpe de las ingratitudes?

Continúa...

Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.



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