22 de Marzo: Santa Catalina de Suecia, virgen
(✞ 1381)
La admirable virgen Santa Catalina de Suecia fue hija de Ulfón, príncipe de Noricia, y de Santa Brígida, bien conocida por sus revelaciones en la Iglesia del Señor.
La santa madre la entregó después de destetarla a una abadesa muy religiosa para que la criase, y llegando a la edad competente, su padre le mandó que tomase marido, y ella lo aceptó, confiada en la bondad de Dios y en el fervor de la Santísima Virgen María, su Madre, que podría casarse sin detrimento de su virginidad, como le sucedió.
Porque habiéndose casado con un caballero nobilísimo llamado Etghardo, de tal manera le habló, que los dos hicieron voto de castidad, y la guardaron toda su vida.
Yendo una vez con su madre, Santa Brígida, a Asís y a Santa María de Porciúncula, les sobrevino la noche y se recogieron en una pobre casilla para guarecerse de la nieve y agua que caía. Estando allí, ciertos salteadores de caminos entraron donde estaban las santas madre e hija con otra gente, y con mucha desvergüenza quisieron verle los rostros, y como Santa Catalina era hermosísima, comenzaron a hablar palabras torpes; más ellas se volvieron a Dios y de improviso se sintió un gran ruido como de gente armada, con lo cual huyeron espantados aquellos atrevidos ladrones.
Pasó Santa Catalina veinticinco años en compañía de su santa madre, la cual la llevaba consigo a los hospitales, y las dos curaban sin asco las llagas de los enfermos, los consolaban como dos ángeles de paz, y visitaban y socorrían a los pobres.
Era tan grande la fama de los milagros que obraba el Señor por su sierva Catalina, que habiendo salido una vez el río Tíber de cauce por una gran lluvia, inundando de tal manera la ciudad de Roma que todos tenían su última ruina y destrucción de ella, rogaron a la santa que se opusiese a las aguas; y como ella por su humildad se excusase, la arrebataron y llevaron así por la fuerza junto a las aguas, y tocándolas la Santa con los pies, volvieron atrás y cesó aquel diluvio peligroso.
Después de haber cumplido con el entierro de su madre, volvió a Suecia y se encerró en un monasterio de monjas de Wadstein dónde fue prelada, instruyendo las monjas según la regla que su santa madre había dejado.
Finalmente, llena de méritos y virtudes, dio su espíritu al que la había creado para tanta gloria suya; y honraron su entierro muchos obispos, abades y prelados de los reinos de Suecia, Dinamarca, Noruega y Gotia, y el príncipe de Suecia llamado Erico, con otros señores y baroneses, por su devoción llevaron sobre los hombros el cuerpo de la santa virgen a la sepultura, ilustrándola nuestro Señor con muchos milagros.
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