domingo, 3 de marzo de 2024

3 DE MARZO: SANTA CUNEGUNDA, EMPERATRIZ Y VIRGEN


3 de Marzo: Santa Cunegunda, Emperatriz y virgen

(✞ 1033)

Santa Cunegunda era princesa de muy alto linaje, hija de Sigfrido de Luxemburgo y de su santa esposa, Eduviges, los condes palatinos del Rhin, y dotada de extremada hermosura y de todas las gracias que se estiman en las mujeres. La tomó por esposa el emperador Enrique de Baviera, príncipe no menos poderoso que honestísimo, en tan alto grado, qué concertó con ella el guardar perpetua castidad y amarse como hermano y hermana y no como marido y mujer.

¡Gloria a Dios que a príncipes tan poderosos y magníficos dio aliento para aspirar a tan ilustre victoria en la flor de su edad, emulando la limpieza de los ángeles en medio de las grandezas de la corte, sin quemarse en tantos años estando tan cerca del fuego!

Viviendo, pues, estos santos casados en tan gran pureza y conformidad, como eran tan piadosos como castos, se dieron completamente a la devoción y a amplificar el culto de Dios y edificar muchas Iglesias y monasterios con imperial magnificencia.

Más el demonio envidioso quiso sembrar discordia donde había tanta unión; y engendró en el ánimo del emperador algunas falsas sospechas sobre la emperatriz, pareciéndole que estaba aficionada a cierto hombre y no guardaba la fe prometida.

Pero ella confirmó con un testimonio del cielo su castidad, porque en prueba de su inocencia, con los pies descalzos anduvo quince pasos sobre una barra de hierro ardiendo sin quemarse, y oyó una voz que le dijo: Oh, virgen pura, no temas, que la Virgen María te librará! 

Con esto quedó la santa casada y doncella victoriosa, y el emperador, su marido, arrepentido y confuso, y de allí en adelante vivió en paz y admirable honestidad con ella, hasta que el señor le llevó a gozar de sí y acreditó su santidad con muchos milagros.

Cunegunda dio entonces pruebas de repudio al mundo y determinó pasar el resto de su vida en el monasterio de monjas de San Benito, que había edificado, en el cual, habiendo vivido quince años con las monjas, entregó su alma inocentísima y santísima al Señor; y fueron tantos los que concurrieron a venerar su cadáver, que en tres días con grandes y estupendas maravillas acreditó la admirable santidad de su sierva.


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