En la Iglesia actual la centralidad del hombre y de los derechos humanos tiene un carácter semiarriano o neoarriano. Es necesario predicar a Jesucristo, verdadero Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios.
El año 2025 marca el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 y completado posteriormente por el Concilio de Calcedonia y el Primer Concilio de Constantinopla. En ese primer y gran Concilio de la Iglesia se proclamó el misterio de la Santísima Trinidad, declarando que el Hijo, Jesucristo, es homoúsios tô Patrí, consustancial con el Padre, y por lo tanto es Dios, como el Padre.
El Concilio, presidido por el Obispo Osio de Córdoba, reconoció la verdad proclamada por Atanasio de Alejandría contra Arrio (256-336). El arrianismo es una doctrina unitaria que sostiene que Jesucristo es Hijo de Dios del Padre pero que no es eterno, o mejor dicho, no es coeterno con el Padre. Arrio y su discípulo Eunomio sostenían la total desemejanza entre el Hijo y el Padre. Protegido por los emperadores, el arrianismo se extendió por todo el Imperio romano de Occidente, se impuso también en varios pueblos germánicos y más tarde se integró en numerosas corrientes heréticas. Reconocía la unicidad de Jesucristo, incluso su Resurrección, pero negaba su divinidad.
En la Iglesia actual la centralidad del hombre y de los derechos humanos tiene un carácter semiarriano o neoarriano. Es necesario predicar a Jesucristo, verdadero Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios. Una cristología auténtica es la trinitaria. La Misa Tradicional conserva una profesión exclusiva del Credo niceno, lo que disipa cualquier posible confusión, pero el rito romano actual da también la opción del Credo de los Apóstoles, lo que podría dar lugar a la difusión del neoarrianismo. Un antecedente notable se puede discernir en la tradición jesuita. Los famosos Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola comienzan diciendo: “El hombre… fue creado”. No dice: “Dios creó al hombre”, como debería. Éste es el origen del antropocentrismo moderno y de una concepción ultrahumanista reforzada por la ideología de la Revolución Francesa. Esta orientación se refleja en la cristología como neoarrianismo.
De hecho, el llamado “diálogo interreligioso” postula que todas las religiones son la verdad, devaluando así el mandato del Evangelio. Esta es la realidad admitida en todo el mundo. El ex presidente de los Estados Unidos ha elogiado al “papa Francisco” por “tender la mano a todas las religiones”, a diferencia de lo que solían hacer los papas. El verdadero “diálogo interreligioso” se puede lograr afirmando la Verdad Católica con respeto por todos. La Tradición de la Iglesia nos permite orar por la conversión del mundo a Jesucristo.
Héctor Agüer
Arzobispo Emérito de La Plata
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