jueves, 25 de diciembre de 2025

LOS CRUCIFIJOS

El uso del crucifijo es un símbolo de fe que representa el sacrificio y amor de Jesús, sirviendo como recordatorio tangible de la redención, protección y llamado a seguir a Cristo

Por Fish Eaters


1 Corintios 1:23-24 “Nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura! Pero para los que Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.



Cada hogar católico debería tener un Crucifijo colgado sobre la cama en cada dormitorio y, lo más importante, al menos uno en un área común, como el Comedor, la Sala de estar o la Sala Familiar. Además, en términos generales, los católicos deberían usar Crucifijos, no Cruces vacías (estilizadas de significado), alrededor de sus cuellos. ¿Por qué Crucifijos en lugar de Cruces vacías? Porque, como lo hizo Pablo, predicamos a Cristo crucificado y sabemos que llegamos a la Resurrección a través de la Cruz, que estamos llamados a tomar nuestras propias cruces y cargarlas, ofreciendo nuestros sufrimientos en imitación de Él.

Los crucifijos se pueden conseguir en cualquier tienda de regalos católica y son el regalo perfecto para una pareja de recién casados, ya que uno nunca puede tener demasiados. Encontrará Crucifijos para usar alrededor del cuello, algunos para colgar en las paredes, algunos en soportes para colocarlos en las mesas, etc. (1).

Verá en algunos Crucifijos una calavera y huesos cruzados al pie de la Cruz. Además de simbolizar la victoria sobre la muerte, esta calavera representa más específicamente la calavera de Adán, que según la tradición judía y cristiana fue enterrada en el Gólgota, donde Jesús fue crucificado. La Sangre de Cristo, el Nuevo Adán, redime al hombre, como lo simboliza la calavera del Primer Adán. 1 Corintios 15:22, 45: “Y así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados... El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.

También se puede ver una representación del titulus crucis, la placa marcada con “INRI”, que significa “Iesus Nazarenus Rex Iudeorum”, las iniciales en latín de “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”. Esta inscripción fue escrita en latín, hebreo y griego y colocada en la cima de la cruz de Jesús según Mateo 27:37, Marcos 15:26, Lucas 23:38 y Juan 19:19.

Los crucifijos deben ser bendecidos por un sacerdote y tratados con gran veneración. Besar un crucifijo es un acto que conlleva indulgencias.

Hay algunos crucifijos y cruces que destacan y que merecen ser mencionados individualmente. El primero de ellos es el Crucifijo de San Damián .

Crucifijo de San Damián


El Crucifijo de San Damián fue pintado por un artista umbro de los siglos XI o XII y llegó a adornar la capilla de San Damián en Asís, Italia. Fue ante este Crucifijo que San Francisco de Asís se convirtió y recibió la orden del Señor de reparar su Iglesia. Las Clarisas, una Orden de monjas fundada por Santa Clara de Asís, buena amiga de San Francisco, llevaron el Crucifijo a San Jorge en 1257, y ahora se encuentra en la capilla de San Jorge en la Basílica de Santa Clara de Asís. Observemos el Crucifijo con atención:

Este Crucifijo está lleno de los sucesos evangélicos de su Pasión. En la parte superior, vemos a Nuestro Señor ascendiendo al Cielo, de la mano de su Padre.

La Santísima Virgen y Juan, quien fue designado para ser su cuidador, están de pie a la derecha de Cristo (nuestra izquierda). A la izquierda de Cristo (nuestra derecha) están la Magdalena, María Cleofás (madre de Santiago) y el Centurión cuyas palabras pronunciamos en la Misa: “Dómine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea” (Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero solo di una palabra y mi alma sanará). El niño detrás del Centurión es el hijo del Centurión a quien Jesús sanó.

También están presentes otros dos soldados romanos: Longino, quien atravesó el costado de Jesús con una lanza, y Esteban, quien le dio a beber vinagre (algunos dicen que esta segunda figura es la de Pilato).

Junto a su pierna derecha está Adán mordiendo la manzana, y encima de él está el gallo, símbolo de la negación de Pedro.

En la parte inferior, bajo sus pies, se encuentran seis santos desconocidos.

El brazo transversal de la cruz es en realidad una tumba —la tumba vacía— y en ambos extremos están Pedro y Juan corriendo hacia ella, donde son recibidos por dos grupos de ángeles que les hacen saber que “no está aquí”.

El Crucifijo del Perdón


Tengo que mencionar este Crucifijo porque es muy hermoso y es relevante para uno de mis Papas favoritos, el Papa San Pío X, quien concedió estas indulgencias (no están en el nuevo Enchiridion):

Quien lleve sobre sí el Crucifijo del Perdón, podrá con ello ganar una indulgencia.

Por besar devotamente el Crucifijo se gana una indulgencia.

Quien rece una de las siguientes jaculatorias ante este crucifijo podrá obtener una indulgencia cada vez: 

“Padre nuestro que estás en los cielos, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. 

“Ruego a la Santísima Virgen María que interceda por mí ante el Señor nuestro Dios”.

Quien es habitualmente devoto de este Crucifijo, cumpla las condiciones necesarias de la Confesión y de la Sagrada Comunión, puede ganar indulgencia plenaria en las fiestas siguientes: En las fiestas de las Cinco Llagas de Nuestro Señor, el descubrimiento de la Santa Cruz, la Exaltación de la Santa Cruz, la Inmaculada Concepción y los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María.

El que en el momento de la muerte, fortificado con los Sacramentos de la Iglesia, o contrito de corazón, en el supuesto de no poder recibirlos, besare este Crucifijo y pidiera a Dios perdón por sus pecados y perdón al prójimo, ganará la Indulgencia Plenaria.

En el reverso del Crucifijo, en los brazos transversales, se lee: “Padre, perdónalos”. En el lado largo de la Cruz se lee: “Mirad este Corazón que tanto ha amado a los hombres”. El Sagrado Corazón se muestra donde se unen los dos brazos de la Cruz.

Cruz o Crucifijo de Caravaca

(también conocido como "Cara Vaca" y "Cuernavaca")


Esta cruz toma su nombre de Caravaca (hoy conocida como Caravaca de la Cruz), España, un pueblo de la provincia de Murcia donde, en 1231 d. C., un sacerdote fue encarcelado por los moros. Por curiosidad, el rey de sus captores, Abu Zeid, le pidió que oficiara Misa, pero al comenzar, se dio cuenta de que no tenía el crucifijo necesario. Ante la ira de sus captores, la cruz pectoral del Patriarca de Jerusalén fue transportada hasta el sacerdote a través de una ventana abierta, llevada por dos ángeles. Al ver esto, el rey Abu Zeid se convirtió a la verdadera religión.

La "Cruz de Caravaca", por lo tanto, es la Cruz de Lorena de dos brazos que usan los arzobispos y patriarcas. Algunas representaciones son crucifijos, como la de arriba, y pueden mostrar a los ángeles que portaban la cruz, uno a cada lado. Las palabras "Caravaca" pueden aparecer en el segundo brazo de la cruz, de modo que "CARA" aparece en un lado y "VACA" en el otro. Este es un crucifijo muy popular en España y México.

Cruz de Dagmar


El nombre de esta cruz deriva del nombre de la reina que la portaba: la reina Dagmar de Dinamarca. Nació alrededor del año 1189 d. C. en Bohemia y se convirtió en la esposa del rey danés Valdemar II ("Valdemar el Victorioso"), quien reinó entre 1202 y 1241 d. C.

Cuando se abrió su tumba en 1690, se encontró esta cruz alrededor de su cuello. Aunque Dagmar fue una personalidad del siglo XIII, se cree que la cruz data de alrededor del año 1000 d. C. En el centro de la cruz se encuentra la figura de Cristo, y los cuatro brazos representan, comenzando en la parte superior y en el sentido de las agujas del reloj, a San Juan Crisóstomo, San Juan Evangelista, San Basilio y Nuestra Señora. El reverso de la cruz es un crucifijo.

Es especialmente apreciada por el pueblo danés (debido al lugar de nacimiento de Dagmar, la cruz también fue adoptada como símbolo por los luteranos, lamentablemente. De hecho, originalmente es una cruz católica y lo sigue siendo ahora).


Nota al pie:

1) Sobre cómo conseguir crucifijos portátiles: no pierdas el tiempo consiguiendo crucifijos de peltre, aunque sean tan baratos. Se doblan, se rompen, se vuelven negros, etc.; consigue plata, oro, madera, etc.

Para limpiar un crucifijo de plata deslustrado, aplícale pasta de dientes y límpialo con una esponja. Si está muy deslustrado, haz una pasta de bicarbonato de sodio y agua y déjala sobre el crucifijo durante un rato. Luego frota con una esponja húmeda. Otro método es el siguiente: coloca una hoja de papel aluminio en el fondo de una cacerola y agrega de 2 a 3 pulgadas de agua extremadamente caliente, un poco de bicarbonato de sodio y un poco de sal. Agrega el crucifijo de modo que se asiente sobre el papel aluminio y déjalo reposar durante unos minutos. Retira el crucifijo, enjuágalo, sécalo y púlelo con un paño suave. No uses este método con crucifijos con joyas encastradas.
 

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS (77)

Continuamos con la publicación del libro escrito por la mística Maria Valtorta (1897-1961) en el cual afirmó haber tenido visiones sobre la vida de Jesús.


77. En Hebrón en casa de Zacarías. El encuentro con Aglae.
13 de enero de 1945.

1 “¿Hacia qué hora llegaremos?” pregunta Jesús, caminando en el centro del grupo precedido por las ovejas que pacen en las márgenes herbosas.
“Hacia la hora tercia. Son aproximadamente diez millas” responde Elías.
“¿Y luego vamos a Keriot?” pregunta Judas.
“Sí. Vamos allí”.
“¿Y no era más corto ir de Yuttá a Keriot? No debe haber mucha distancia. ¿Verdad, tú, pastor?”.
“Dos millas más, poco más o menos”.
“Así recorremos más de veinte millas sin motivo”.
“Judas, ¿por qué estás tan inquieto?” dice Jesús.
“No es inquieto, Maestro; sólo que me habías prometido ir a mi casa...”.
“E iré. Mantengo siempre mis promesas”.
“He encargado que avisen a mi madre... y además Tú has dicho que con los muertos se está también con el espíritu”.
“Lo he dicho. Mira, Judas, reflexiona: tú por mí no has sufrido todavía. Estos hace treinta años que sufren, y no han traicionado jamás ni siquiera mi recuerdo, ni siquiera el recuerdo. No sabían si estaba vivo o muerto... y, no obstante, han permanecido fieles. Me recordaban como recién nacido, infante, sólo con mi llanto y mi necesidad de leche... y, aun así, me han venerado siempre como Dios. Por causa mía los han maltratado, los han maldecido, han sufrido persecución como un oprobio de Judea; y, a pesar de todo, su fe, ante los golpes, no vacilaba, no se aridecía, sino que, por el contrario, echaba raíces más hondas y se hacía más vigorosa”.

2 “A propósito. Hace unos días que me quema los labios una pregunta. Son amigos tuyos y de Dios éstos, ¿no es verdad? Los ángeles los han bendecido con la paz del Cielo, ¿no es verdad? Ellos no han dejado de ser justos ante ninguna tentación, ¿no es verdad? ¿Me explicas entonces por qué han sido infelices? ¿Y Ana?... La mataron por haberte amado...”.
“Tu conclusión sería, entonces, que mi amor y el amarme acarrea desventura”.
“No... pero...”.
“Pero es así. Siento verte tan cerrado a la Luz y tan poseído de lo humano. No; deja, Juan, y también tú, Simón. Prefiero que hable. Nunca rechazo a nadie. Sólo quiero apertura de corazones, para poder introducir en ellos la luz. Ven aquí, Judas. Escucha. Partes de un juicio común a muchos hombres presentes y futuros. Digo "juicio", debería decir "yerro"; pero, si supongo que lo hacéis sin malicia, por ignorancia de la verdad, entonces no es yerro, es sólo juicio imperfecto, como lo puede ser el de un niño. Y sois niños, vosotros, pobres hombres. Y Yo estoy aquí como Maestro para hacer de vosotros adultos capaces de discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo mejor de lo bueno. Escuchad, pues. ¿Qué es la vida? Es un tiempo de pausa; Yo diría el limbo del Limbo, que Dios Padre os da para probar vuestra naturaleza de hijos buenos o de bastardos, y para asignaros, sobre la base de vuestras obras, un futuro en el que ya no habrá ni pausas ni pruebas. Ahora, decidme: ¿sería justo que uno, por el hecho de haber recibido el raro bien de disponer del modo de servir a Dios de manera especial, gozara además de un bien continuo durante toda la vida? ¿No os parece que ya ha tenido mucho y que, por lo tanto, puede considerarse dichoso, aunque en lo humano no lo sea? ¿No sería injusto que aquel que tiene ya en el corazón luz de divina manifestación y la sonrisa de una conciencia que aprueba, tuviera además honores y bienes terrenos? ¿Y no sería incluso imprudente?”.

3 Simón dice “Maestro, yo digo que sería incluso profanador. ¿Por qué poner alegrías humanas donde estás Tú? Cuando uno te tiene –y éstos te han tenido; ellos, los únicos ricos en Israel por haber gozado de ti desde hace treinta años– no debe poseer nada más. No se pone el objeto humano en el Propiciatorio... El vaso consagrado no sirve más que para usos sagrados. Estos están consagrados desde el día en que vieron tu sonrisa... y nada, no, nada que no seas Tú debe entrar en su corazón, que te tiene a ti. ¡Ojalá fuera yo como ellos!”.
Judas responde irónicamente “Sin embargo, te has dado prisa, después de haber visto al Maestro y después de ser curado, en volver a tomar posesión de tus bienes”.
“Es verdad. Lo he dicho y lo he hecho. Pero ¿tú sabes por qué? ¿Cómo puedes juzgar si no conoces todo? Mi agente recibió órdenes precisas. Ahora que Simón el Zelote está curado –y sus enemigos ya no pueden perjudicarle segregándole; ni perseguirle porque ya no es más que de Cristo y no tiene ninguna secta: tiene a Jesús y basta–, Simón puede disponer de los haberes suyos, que un hombre honesto, fiel, le ha conservado. Y yo, dueño todavía durante una hora, prescribí su reorganización para obtener más dinero en la venta y poder decir... No, esto no lo digo”.
Jesús dice “Lo dicen los ángeles por ti, Simón, y lo escriben en el libro eterno”. Simón mira a Jesús. Las dos miradas se anudan: una, asombrada; la otra, bendiciendo.
“Como siempre, yo estoy equivocado”.
“No, Judas; tienes el sentido práctico. Tú mismo lo dices”
“¡Oh, pero con Jesús!... También Simón Pedro estaba apegado al sentido práctico, ¡y ahora sin embargo!... Tú también, Judas, serás como él. Hace poco que estás con el Maestro, nosotros hace más tiempo y ya hemos mejorado” dice Juan, siempre dulce y conciliador.
“No me ha querido con El. Si no, hubiera sido suyo desde Pascua” –Judas está hoy realmente enojado–.
Jesús zanja la cuestión diciendo a Leví: “¿Has estado alguna vez en Galilea?”.
“Sí, Señor”.
“Vendrás conmigo, para conducirme a donde Jonás. ¿Le conoces?”.
“Sí. Por Pascua nos veíamos siempre; yo iba a verle entonces”.
José baja la cabeza apenado. Jesús se da cuenta. “Juntos no podéis venir. Elías se quedaría solo con las ovejas. Pero tú vendrás conmigo hasta el paso de Jericó, donde nos separaremos por un tiempo. Te diré después lo que tienes que hacer”.
“¿Nosotros ya nada más?”.
“También vosotros, Judas, también vosotros”

4 “Se ven algunas casas” dice Juan, que va unos pasos por delante de los demás.
“Es Hebrón, con su cúspide a caballo entre dos ríos. ¿Ves, Maestro? ¿Ves aquella casa grande de allí, entre toda aquella hierba, un poco más alta que las otras? Es la casa de Zacarías”.
“Aceleremos el paso”.
Recorren ligeros los últimos metros de camino. Entran en el pueblo. Las pequeñas pezuñas de las ovejas parecen castañuelas al chocar contra las piedras irregulares de la calle, aquí rudimentariamente adoquinada. Llegan a la casa. La gente mira a ese grupo de hombres de diverso aspecto, edad y vestimenta, entre el blancor de las ovejas.
“¡Oh! ¡Es distinta! ¡Aquí estaba la verja de entrada!” dice Elías. Ahora, en lugar de la verja, hay un portón herrado que impide ver. Y la tapia que la circunda es más alta que un hombre, y, por tanto, no se ve nada.
“Quizás esté abierto por detrás. Vamos”. Rodean un amplio cuadrilátero (más concretamente un amplio rectángulo), pero la pared es igual por todas partes.
“Pared hecha desde hace poco -dice Juan observándola- No tiene grietas, y en el suelo hay todavía piedras con cal”.
“Tampoco veo el sepulcro... Estaba hacia el bosque. Ahora el bosque está fuera del muro y... y parece de todos. Hacen leña en él...”. Elías está perplejo.

5 Un hombre, un leñador entrado en años, más bien bajo, pero fuerte, observando al grupo, deja de serrar un tronco talado y se dirige hacia ellos. “¿A quién buscáis?”.
“Queríamos entrar en la casa, para orar ante el sepulcro de Zacarías”.
“Ya no existe el sepulcro. ¿No lo sabéis? ¿Quiénes sois?”.
“Yo, amigo de Samuel, el pastor. El...”.
“No hace falta, Elías” dice Jesús. Elías se calla.
“¡Ah! ¡Samuel!... ¡Ya! Sólo que desde que Juan, hijo de Zacarías, está en la cárcel, la casa ya no es suya. Y es una desgracia, porque él distribuía todas las ganancias de sus bienes entre los pobres de Hebrón. Una mañana vino uno de la corte de Herodes, echó afuera a Joel, clausuró la casa; luego volvió con algunos obreros y empezó a levantar el muro... En el ángulo, allí, estaba el sepulcro. No lo quiso... y una mañana lo encontramos todo destrozado, medio derruido... los pobres huesos mezclados... Los recogimos como se pudo... Ahora están en una única arca... Y en la casa del sacerdote Zacarías ese inmundo tiene a sus amantes. Ahora está una histrionisa de Roma. Por eso ha realzado el muro. No quiere que se vea... ¡La casa del sacerdote, un lupanar! ¡La casa del milagro y del Precursor! Porque ciertamente es él, si es que no es él el Mesías. ¡Y cuántas dificultades hemos tenido por el Bautista! ¡Pero es nuestro grande! ¡Verdaderamente grande! Ya cuando nació se dio un milagro. Isabel, consumida como un cardo ajado, resultó fértil como un manzano en Adar; primer milagro. Luego vino una prima, que era santa, a servirla y a soltarle la lengua al sacerdote. Se llamaba María. Me acuerdo de ella, aunque sólo la viéramos en muy raras ocasiones. No sé cómo sucedió. Se dice que, por contentar a Isabel, Ella dejaba poner la boca muda de Zacarías sobre su vientre grávido, o que le metía sus dedos en la boca. No lo sé bien. Lo cierto es que, después de nueve meses de silencio, Zacarías habló alabando al Señor y diciendo que había venido el Mesías. No explicó más, pero mi mujer asegura –ella estaba ese día– que Zacarías dijo, alabando al Señor, que su hijo iría delante de El. Ahora, yo digo: no es como la gente cree. Juan es el Mesías y camina ante el Señor como Abraham ante Dios, eso es. ¿No tengo razón?”.
“Tienes razón por lo que respecta al espíritu del Bautista, que siempre camina en presencia de Dios; pero no tienes razón respecto al Mesías”.
“Entonces aquélla, de la que se decía que era Madre del Hijo de Dios –lo dijo Samuel– ¿no era verdad que lo era? ¿No vive todavía?”
“Lo era. El Mesías nació, precedido por aquel que en el desierto alzó su voz, como dijo el Profeta (354)”.
“Tú eres el primero que lo asegura. Juan, la última vez que Joel le llevó una piel de oveja –como todos los años hacía cuando llegaba el invierno–, si bien fuera interrogado acerca del Mesías, no dijo: "Ya ha venido". Cuando él lo diga...”.
“Hombre, yo he sido discípulo de Juan y he oído decir: "He aquí el Cordero de Dios", señalando...” dice Juan.
“No. no. El Cordero es él. Verdadero Cordero que se ha criado a sí mismo, sin casi necesidad de madre y padre. Poco después de pasar a ser hijo de la Ley, se aisló en las cuevas de los montes que miran al desierto y allí se ha educado, hablando con Dios. Isabel y Zacarías murieron y él no vino. Padre y madre para él era Dios. No hay santo más grande que él. Preguntad a toda Hebrón. Samuel lo decía, pero debían tener razón los de Belén. El santo de Dios es Juan”.
“Si uno te dijera: "El Mesías soy Yo", ¿qué dirías tú?” pregunta Jesús.
“Le llamaría "blasfemo" y le echaría a pedradas”.
“¿Y si hiciera un milagro para probar su condición?”.
“Le llamaría "endemoniado". El Mesías vendrá cuando Juan se revele en su verdadero ser. El mismo odio de Herodes es la prueba. El, el astuto, sabe que Juan es el Mesías”.
“No ha nacido en Belén”.
“Pero cuando le liberen, después de anunciarse por sí mismo su próxima venida, se manifestará en Belén. También Belén espera esto. Mientras... ¡Oh! Ve, si tienes valor, a hablarles a los de Belén de otro Mesías... y verás”.
“¿Tenéis una sinagoga?”.
“Sí. Recto doscientos pasos por esta calle. No puedes equivocarte. Cerca está el arca de los restos profanados”.
“Adiós. Que el Señor te ilumine”.
Se van. Dan la vuelta por la parte de delante.

6 En el portón hay una mujer joven vestida sin ningún pudor. Guapísima. “Señor, ¿quieres entrar en la casa? Entra”
Jesús la mira fijamente, severo como un juez, y no habla.
Habla Judas, en esto apoyado por todos. “¡Métete dentro, desvergonzada! No nos profanes con tu aliento, perra insaciable”.
Se manifiesta en la mujer un vivo rubor e inclina la cabeza. Trata de desaparecer, confundida, escarnecida por gamberros y por la gente que pasa.
“¿Quién es tan puro como para decir: "Jamás he deseado la manzana ofrecida por Eva?" (355)” dice Jesús, severo, y añade: “Decidme dónde está éste y Yo le saludaré con la palabra "santo". ¿Ninguno? Bueno, pues entonces, si no por repulsa, sino por debilidad, os sentís incapaces de aproximaros a ésta, retiraos. No obligo a los débiles, a luchas en inferioridad de condiciones. Mujer, querría entrar. Le guardo cariño a esta casa. Era de un pariente mío”.
“Entra, Señor, si no te doy asco”.
“Deja abierta la puerta. Que la gente vea y no murmure...”.
Jesús pasa serio, solemne. La mujer le recibe reverente, subyugada, y no osa moverse. Pero las burlas de la multitud le hacen sangre. Huye corriendo hasta el fondo del jardín. Mientras, Jesús va hasta el pie de la escalera; mira de refilón por las puertas entreabiertas, pero no entra. Luego se dirige hacia donde estaba el sepulcro (ahora hay una especie de pequeño templo pagano).
“Los huesos de los justos, aunque estén resecos y dispersos, gimen por un bálsamo de purificación y esparcen semillas de vida eterna. ¡Paz a los muertos que han vivido en el bien! ¡Paz a los puros que duermen en el Señor! ¡Paz a quienes sufrieron, pero no quisieron conocer vicio! ¡Paz a los verdaderos grandes del mundo y del Cielo! ¡Paz!”.

7 La mujer, bordeando un seto que la ocultaba, se ha llegado hasta El. 
“¡Señor!”.
“Mujer”.
“Tu nombre, Señor”.
“Jesús”.
“No lo he oído nunca. Soy romana: mimo y bailarina. No soy experta más que en lascivias. ¿Qué quiere decir ese Nombre? El mío es Aglae y... y quiere decir: vicio”.
“El mío quiere decir: Salvador”.
“¿Cómo salvas? ¿A quién?”
“A quien tiene buena voluntad de salvación. Salvo enseñando a ser puros, a preferir el dolor a la pérdida del honor, a querer el bien a toda costa”. Jesús habla sin acritud, pero sin siquiera volverse hacia la mujer.
“Yo estoy perdida...”.
“Yo soy Aquel que busca a los perdidos”.
“Yo estoy muerta”.
“Yo soy Aquel que da Vida”.
“Yo soy suciedad y embuste”.
“Yo soy Pureza y Verdad”.
“También eres Bondad, Tú, que no me miras, no me tocas, no me pisoteas. Piedad de mí...”.
“Ten piedad de ti, tú, primero; de tu alma”.
“¿Qué es el alma?”.
“Es aquello que hace del hombre un dios y no un animal. El vicio y el pecado la matan y, una vez muerta, el hombre se vuelve animal repelente (356)”.
“¿Podré volver a verte?”.
“Quien me busca me encuentra”.
“¿Dónde estás?”.
“Donde los corazones necesitan médico y medicinas para volver a ser honestos”.
“Entonces... no te volveré a ver... Yo estoy donde no se quiere ni médico, ni medicinas, ni honestidad”.
“Nada te impide venir a donde Yo esté. Mi Nombre será gritado por los caminos y llegará hasta ti. Adiós”.
“Adiós, Señor. Déjame que te llame "Jesús". ¡No por familiaridad!... Para que entre en mí un poco de salvación. Soy Aglae, acuérdate de mí”.
“Sí. Adiós”.
La mujer se queda en el fondo. Jesús sale severo. Mira a todos. Ve perplejidad en los discípulos, burla en los hebronitas. Un siervo cierra el portón.

8 Jesús va recto por la calle. Llama a la sinagoga.
Se asoma un viejo malévolo. Ni siquiera le da tiempo a Jesús de hablar. “La sinagoga está prohibida, en este lugar santo, para los que tienen comercio con las meretrices. ¡Fuera!”.
Jesús se vuelve sin hablar y continúa caminando por la calle (los suyos van detrás) hasta que se encuentran fuera de Hebrón. Entonces hablan.
“Hay que decir que Tú te lo has buscado, Maestro” dice Judas. “¡Una meretriz!”.
“Judas, en verdad te digo que ella te superará. Y ahora, tú que me censuras, ¿qué me dices de los judíos? En los lugares más santos de Judea nos han escarnecido; nos han echado... Pero es así. Llega el tiempo en que Samaria y los gentiles adorarán al verdadero Dios, y el pueblo del Señor estará manchado de sangre, y de un delito... de un delito respecto al cual el de las meretrices que venden su carne y su alma será poca cosa. No he podido orar ante los huesos de mis primos y del justo Samuel, pero no importa. Reposad, huesos santos, regocijaos, Oh espíritus que habitáis en ellos. La primera resurrección está cercana. Luego vendrá el día en que seréis presentados a los ángeles como los espíritus de los siervos del Señor”.

Jesús calla y todo termina.

Continúa...

Notas:

354) Cfr. Mal. 3, 1; Is. 40, 3.

355) En el Apéndice de “La preparación” se habla del pensamiento del PECADO ORIGINAL de la escritora.

356) Expresión popular para dar a entender a una pagana y pecadora la sublimidad de la virtud y lo degradante del vicio.
 





 





 

El Poema del Hombre-Dios (40)

El Poema del Hombre-Dios (41)


El Poema del Hombre-Dios (43)

El Poema del Hombre-Dios (44)

El Poema del Hombre-Dios (45)




El Poema del Hombre-Dios (49)

 

 

El Poema del Hombre-Dios (54) 

 

 
 
 
 

 

El Poema del Hombre-Dios (64)
 
El Poema del Hombre-Dios (65)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD (10)

Continuamos con la publicación del Capítulo 9 del libro “La Reina del Cielo”, escrito por la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, Hija Pequeña de La Divina Voluntad.


Esta obra de Luisa-Piccarreta que fue publicada por primera vez el año 1930, consta de treinta y un Meditaciones que serán publicadas -Dios mediante- cada cinco días.


DECIMA MEDITACION

El nacimiento prodigioso de la Reina del Cielo.

Es el alba que pone en fuga la noche del querer humano, es la aurora que anunciaba a los corazones el día suspirado de la luz y de la Gracia.

EL ALMA A LA REINA DEL CIELO:

¡Mamá Santa, hoy vengo a contemplar el admirable portento de tu nacimiento! Me postro delante de tu cuna, ante la cual se encuentran arrobados tu madre Ana y tu padre Joaquín. Tu dulce mirada, el movimiento de tus manitas me atraen irresistiblemente hacia Ti y me muestran que Tú quieres abrazarme y estrecharme a tu Corazón lleno de amor. Tú que eres el alba precursora del FIAT Divino en la tierra inúndame de luz divina y pon en fuga de mi alma y del mundo entero la tenebrosa noche del querer humano.

LECCION DE LA REINA DEL CIELO:

Hija mía, ¡si tú supieras cuánto gozo siento al verme tan amada por ti! Tú quieres que Yo ejerza en tu alma mi oficio de Mamá y de Reina y que te enseñe el modo de vivir en el Reino de la Divina Voluntad.

Acércate a Mí y escúchame: mi nacimiento en la tierra fue también prodigioso y constituyó el alba que puso en fuga la noche del querer humano. En ese día los Cielos quedaron estupefactos, el sol me dio su luz, el Universo exultó de alegría, los ángeles, en competencia rodearon mi cuna para glorificarme y para estar prontos a mis deseos. Sí, todas las cosas me ofrecieron su propia alabanza, todas quisieron festejar mi nacimiento; nacimiento portentoso como nunca había habido ni nunca habrá.

El Sol de la Divina Voluntad estaba encerrado en la bendita y santa tierra de mi humanidad, la cual debía producir las más inesperadas floraciones.

Aun recién nacida Yo constituía el máximo prodigio, porque el Querer Divino, reinando en Mí, encerraba en mi alma un cielo más sereno, un sol más refulgente que el mismo de la Creación y un mar de gracia sin fin. Estando dotada de razón y de ciencia infundida en Mí por el Creador, Yo sentí ante todo el deber de adorar con toda la efusión de mi alma a la Santísima Trinidad. En la hoguera de mi amor hacia una Majestad tan excelsa, Yo languidecía y deliraba por el deseo de encontrarme entre sus brazos, abismada en un recíproco y ternísimo abrazo. En cuanto abrí los ojos a la luz, los dirigí a este bajo mundo y fui en busca de todos mis hijos, para darles mi afecto materno, para regenerarlos a nueva vida de amor y de gracia, para hacerlos entrar en el Reino del FIAT Divino. Ninguno de ellos escapó de mi vista y también tú, hija mía, estabas presente. Como Reina y como Madre encerré a todos mis hijos en mi Corazón, para ponerlos a salvo de cualquier peligro.

Pero... ¿cuál no sería mi dolor al ver que los hombres vivían como inmersos en un abismo de tinieblas, porque se dejaban dominar de su propio querer? Consumiéndome entonces en amor, me elevé hasta la Trinidad Adorable y le supliqué: “Divino Padre, Hijo y Espíritu Santo, Yo me siento feliz; me siento Reina, pero entre tanto una pena de intensa amargura tortura mi Corazón; sufro por mis hijos que son infelices... porque son esclavos de su voluntad rebelde. ¿Cómo podría gozar sabiendo que ellos están por ser arrollados por un huracán de debilidades, de peligros, de caídas en el mal? Tened piedad, Padre y Señor mío;” y suplicaba de nuevo: “completad mi gozo, salvad a estos pobres hijos, haced descender a vuestro Verbo Eterno a la tierra y todo será reparado. Yo no me iré, no me desprenderé de vuestro abrazo hasta que me hayáis acordado el Decreto de Gracia por medio del cual pueda llevar a los hombres la buena nueva de su Redención”

Establecía así un admirable comercio entre el Cielo y la tierra y formaba en torno a Mí la aurora que extendiéndose al mundo entero, anunciaba a cada corazón humano la venida del Verbo. ¿Comprendes ahora, hija mía, cuánto me costó tu alma? Por ella derramé mis primeras lágrimas inocentes y tuve amargado el océano infinito de mis gozos. Debes saber que cada vez que haces tu voluntad no sólo formas en ti misma una obscura noche que te envuelve, te paraliza en el bien, te hace perder la luz divina y meridiana del Querer Santo, sino que además te hace causa de penas indecibles a mi Corazón de Madre.

Por el afecto que te tengo, te pido que renuncies a tu voluntad y te sometas en todo a la Voluntad de tu Sumo Creador.

EL ALMA:


Mamá Celestial, sintiéndome enseñada por Ti, apenas recién nacida, lecciones tan santas, yo quedo al mismo tiempo raptada por la profundidad de tu amor y temerosa por el peligro al cual estoy continuamente expuesta. Frente a tu cuna y por el misterio de tu nacimiento prodigioso, te suplico que hagas descender en mí y en todos los hijos la potencia, el amor y las alegrías que inundan tu Corazón, a fin de que nuestro querer pueda ser uno, como el tuyo con el Santo Querer de Dios.

PRACTICA:

Para honrarme, vendrás tres veces a visitarme a mi cuna, diciéndome: “Celeste Niña, hazme renacer junto Contigo en la Divina Voluntad”.

JACULATORIA:

¡Mamá Celestial, haz surgir el alba y la aurora de la Divina Voluntad en mi alma!

Continúa...

 

25 DE DICIEMBRE: EL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


25 de Diciembre: El Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo


El texto del santo Evangelio dice así: 
“Sucedió pues en aquellos días, que se promulgó edicto de César Augusto, ordenando que todo el mundo se empadronase. Este fue el primer empadronamiento llevado a cabo por Cirino, gobernador de la Siria; y todos iban a inscribirse, cada uno a la ciudad de donde traía origen. Siendo pues José de la casa y familia de David, subió desde Nazareth, ciudad de Galilea, a la ciudad de David, llamada Bethlehem, que está en Judea, para empadronarse, y llevó consigo a su esposa, que estaba preñada. Aconteció pues, que cuando allí estaban, se cumplió para la Virgen el tiempo del parto, y dio a luz a su primogénito Hijo, y le envolvió en pañales y le reclinó en el pesebre, porque ya no había lugar para ellos en la posada. Estaban velando en aquella comarca unos pastores que guardaban de noche el ganado, cuando de improviso un ángel del Señor apareció junto a ellos, cercándolos con el resplandor de una luz divina, lo cual los puso en grande espanto. Les dijo entonces el ángel: ‘No temáis; que vengo a daros una nueva que ha de ser de gran gozo a todo el pueblo: y es, que hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo Señor vuestro. Y esta es la seña que os doy: hallaréis al Infante envuelto en pañales y recostado en el pesebre’. En este instante apareció con el ángel un numeroso coro del ejército celestial que alababa a Dios y decía: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (Luc. II).
Reflexión

Acércate, cristiano, como aquellos sencillos pastores a adorar en el pesebre al infante Jesús, al Mesías prometido, al Verbo de Dios encarnado, al Rey de los reyes, al Dios de inmensa majestad y grandeza, hecho hombre por nuestro amor, y por nuestro amor y ejemplo rodeado de todas nuestras miserias. Ya tenemos un hermano que es Dios. ¿Por qué piensas que se ha hecho hombre, sino para levantar la naturaleza humana a las alturas de su divinidad? Y si Cristo la ha encumbrado tanto ¿por qué te empeñas en degradarla dejándote arrastrar de las más viles pasiones? Un rey tiene a menos el ocuparse en oficios indignos de su elevado puesto. ¿Cómo se atreve el hombre, hermano de Cristo desde hoy, a envilecerse hasta el punto de hacerse esclavo de sus concupiscencias? “Mayor eres y para mayores cosas has nacido”. El cielo es tu patria y tu reino. Tu ocupación debe ser seguir las huellas de este Dios hecho hombre por tu salud. “Demos pues gracias a Dios Padre, por su Hijo en el Espíritu Santo, el cual por la grande caridad con que nos amó se compadeció de nosotros, y cuando estábamos muertos por el pecado, nos dio la vida con Cristo, para que fuésemos en él nueva criatura y nueva obra de sus manos. Despojémonos pues de nuestro hombre viejo y de su antiguo proceder, y pues hemos sido regenerados en Cristo, renunciemos a las obras de la carne. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad; y hecho partícipe de la divina naturaleza, no quieras volver a la antigua vileza por una conducta que te degrada. Acuérdate de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro, y recuerda cómo libertado de la potestad de las tinieblas, fuiste trasladado a la lumbre y al reino de Dios” (Papa S. León serm. X, de Nativit. Dómini). 

Oración

Concédenos, te rogamos, omnipotente Dios, que este nuevo nacimiento de tu Hijo, según la carne, nos libre del yugo del pecado a los que nos hallamos aún en la antigua servidumbre. Por Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro. Amén.

miércoles, 24 de diciembre de 2025

SÚPLICA DE NAVIDAD


Súplicas al Divino Niño Jesús

¡Oh santísimo Niño! Por la caridad infinita con que bajando del cielo a la tierra quisiste ser concebido por obra del Espíritu Santo en las entrañas de la Virgen María, y hacerte hombre para salvar al género humano: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por aquella Fe viva y caridad abrasada, que comunicaste a los Santos Reyes, para que guiados por una estrella, viniesen desde el Oriente a ofrecer a tus plantas preciosos dones: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por la alegría y singular consuelo con que te adoraron y abrazaron el anciano Simeón y Ana profetisa cuando fuiste al templo a presentarte la primera vez: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por aquella bondad con que quisiste ser llevado a Egipto huyendo del cruel Herodes y recibir en holocausto las primicias de tantos niños, que para darte gloria derramaron su inocente sangre: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por el destierro que sufriste con tanta paciencia, permaneciendo desconocido en aquel país extraño, infiel y ciego: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por las aflicciones y penalidades que pasaste al volver de Egipto a Galilea en tan largo y molesto camino, en compañía de José y de tu querida Madre: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por la santidad admirable con que después viviste en la pobre casa de Nazaret, siempre sujeto y obediente a la voluntad de San José, tu padre protector, y a la de tu Madre amorosísima: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria


¡Oh santísimo Niño! Por el dolor y angustia que experimentaron tus amantes padres cuando te perdieron en Jerusalén y el gozo indecible que recibieron hallándote en el templo a los tres días: mírame con ojos de misericordia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria



PREDICADOR DEL VATICANO: CRISTO “REVELA A CADA UNO SU PROPIA VERDAD”

La “meditación” de Adviento para León XIV y la Curia Romana…


El capuchino modernista, el reverendo Roberto Pasolini, es el actual “Predicador” de la Casa Pontificia. Jorge Bergoglio, alias “papa Francisco”, lo eligió el año pasado para sustituir al insufrible padre Raniero Cantalamessa, quien cumplió 90 años ese mismo año y ocupaba el cargo desde 1980.

El nombramiento de Pasolini ha sido polémico desde el principio. ¿El motivo? No sorprenderá a la mayoría, pero se le ha descubierto predicando ideas poco ortodoxas sobre la homosexualidad.

El sitio web italiano Informazione Cattolica investigó sobre el nuevo predicador de la casa papal y descubrió una charla que dio en Varese, Italia, el 2 de febrero de 2024, titulada Omosessualità e Vita Cristiana ("Homosexualidad y vida cristiana"). Un video de la charla estuvo disponible en YouTube hasta que quien la subió lo eliminó posteriormente (lo que parece ser una copia se puede encontrar aquí).

La parte más inquietante de las declaraciones del P. Pasolini, como se escucha en el video, se refiere a la presencia de parejas homosexuales en el Antiguo Testamento. El P. Pasolini se refiere específicamente a la relación entre Jonatán y David. En cuanto al Nuevo Testamento, analiza la relación entre el centurión y su sirviente enfermo, por quien el centurión romano implora la sanación de Jesús. Durante su presentación, el P. Pasolini mostró diapositivas con pasajes bíblicos que, según él, abordan la homosexualidad, pero no mencionó el pasaje de la Carta de Judas (capítulo 1, versículo 7), que es la última referencia del Nuevo Testamento a los pecados contra la naturaleza. Este pasaje es particularmente severo, ya que condena explícitamente a Sodoma y Gomorra al fuego eterno por su inmoralidad y vicios contra la naturaleza.

(Salvatore Carloni, “Ma cosa insegna sull'omosessualità il nuovo predicatore della Casa Pontificia Roberto Pasolini?” , Informazione Cattolica, 12 de noviembre de 2024; traducción de ChatGPT).

Esto debería decirnos todo lo que necesitamos saber, por ahora, sobre este biblista capuchino, quien, gracias a Francisco, es ahora el único hombre en el mundo autorizado para predicar al líder de la Iglesia del Vaticano II, actualmente el “papa” León XIV. Podemos suponer que permanecerá en ese cargo durante décadas.

En cualquier caso, desde hace ya algún tiempo es costumbre que el “predicador papal” dé charlas espirituales (sermones, meditaciones) al “papa” y a la Curia romana durante la Cuaresma y el Adviento, normalmente los viernes, y León XIV ha conservado esta costumbre.

El pasado viernes 19 de diciembre, Vatican News publicó el texto completo de la meditación de Pasolini para la Tercera Semana de Adviento. Puede accederse a él a continuación, junto con un informe, y también está disponible el video completo:

Texto completo: The Universality of Salvation: An Unconditional Hope (La universalidad de la salvación: una esperanza incondicional) (Rev. Roberto Pasolini, OFM Cap.)
Tiziana Campisi, Pasolini: May the Church foster encounter as she sets out to know God (Pasolini: Que la Iglesia favorezca el encuentro en su camino hacia el conocimiento de Dios”) (Vatican News)
VIDEO: Third Advent Meditation given by Fr. Roberto Pasolini OFM Cap (Meditación del Tercer Adviento a cargo del P. Roberto Pasolini OFM Cap) (Vatican News)

Como se puede ver en el video, a la charla espiritual asistió un buen número de prelados y León XIV estaba sentado en primera línea en el centro del público.

A continuación haremos algunas observaciones críticas sobre la meditación del “predicador papal”, saturada de ideas y de expresiones típicas de la Nouvelle Theologie (“Nueva Teología”).

En primer lugar, cabe señalar que la tercera meditación de Adviento de Pasolini se tituló “La universalidad de la salvación: una esperanza incondicional”. Esto por sí solo es motivo de sorpresa, pues la salvación no es universal ni la esperanza es incondicional, al menos no si se entiende en el sentido en que muchos seguramente la entenderán.

La Redención es universal, en el sentido de que Cristo murió por todos y, por lo tanto, todos pueden beneficiarse de ella. En ese sentido, sí, la salvación se ofrece a todos. Pero aunque todos han sido redimidos y Dios desea que todos se salven (véase 1 Timoteo 2:4), trágicamente, muchos eligen no salvarse: “Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos” (Mt 22:14); “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha; porque os digo que muchos intentarán entrar, y no podrán” (Lc 13:24).

De igual manera, la esperanza es incondicional solo en el sentido de que, independientemente de cuán pecaminosa haya sido nuestra vida hasta este momento, podemos ser perdonados y alcanzar la verdadera santidad si tan solo empleamos los medios que Dios nos ha asignado para tal fin. La esperanza no es incondicional en el sentido de que todos puedan o vayan a obtener la salvación, independientemente de lo que hagan o crean.

Una vez más, nos enfrentamos a una ambigüedad innecesaria. El orador podría expresarse con claridad, pero prefiere no hacerlo. Utiliza deliberadamente una jerga que puede ser malinterpretada.

Hablando del viaje de los Magos a Belén, Pasolini dice:

Su movimiento afirma una verdad decisiva: para encontrar el rostro de Dios hecho hombre, es necesario emprender un camino. Esto es cierto para todo creyente, pero cobra especial importancia cuando la fe se entrelaza con la responsabilidad de proteger, guiar y discernir. Sin un deseo vivo, incluso las formas más elevadas de servicio corren el riesgo de volverse repetitivas, autorreferenciales, incapaces de sorprender.

Así que aquí vemos algunas de las palabras de moda favoritas de Bergoglio: encuentro, camino, autorreferencialidad, sorpresa.

A lo largo de esta “meditación”, nos encontramos (¡ja!) con algunos conceptos y expresiones típicas tan apreciadas por los neomodernistas (cf. Papa Pío X, Pascendi, n. 3). Exalta el cuestionamiento, la duda y la inquietud; y desaprueba las respuestas, las certezas y las seguridades. Podemos ver en qué objetivo se centra al observar los ejemplos que utiliza para contrastar su punto de vista:

Para la Iglesia, este riesgo adquiere contornos particularmente delicados. Es posible conocer bien la doctrina, preservar la tradición, celebrar la liturgia con esmero y, sin embargo, permanecer estáticos. Como los escribas de Jerusalén, también nosotros podemos saber dónde el Señor sigue estando presente —en las periferias, entre los pobres, en las heridas de la historia— sin encontrar la fuerza ni el coraje para avanzar en esa dirección.

Las periferias, los pobres e incluso las heridas de la historia... ¡Francisco estaría orgulloso! Solo que el predicador olvidó el medio ambiente, ya saben, el clamor de la tierra y todo eso.

Ahora bien, es perfectamente legítimo decir que el progreso espiritual puede estar estancado a pesar de conocer la fe, de defender la tradición y, si se es sacerdote, de celebrar la Santa Misa con reverencia. Al fin y al cabo, se puede conocer bien la sagrada doctrina, defender la fe e incluso celebrar la Santa Misa con gran decoro y reverencia, y al mismo tiempo estar involucrado en los pecados más atroces. Eso está claro. Por lo tanto, el punto que plantea no es ilegítimo en sí mismo.

Sin embargo, la decisión de Pasolini de destacar estas tres cosas (en lugar de otras) revela su parcialidad, pues es evidente que ataca a los tradicionalistas y conservadores en las estructuras del Novus Ordo, por pocos y distantes que sean. No nos engañemos: si hay tres cosas en la Iglesia del Vaticano II, en general, que no se ven mucho, serían (1) personas que conocen bien la doctrina; (2) personas que preservan la tradición; y (3) sacerdotes que celebran la comida del novus ordo con reverencia. Y, sin embargo, estas son las cosas que Pasolini consideró necesarias mencionar por ser contrarias a ese “viaje” que predica.

Obsérvese que no dijo: “Es posible centrarse constantemente en los problemas temporales, tender puentes hacia los marginados, no juzgar y, sin embargo, permanecer estático”. No, su mente estaba centrada en aspectos que suelen asociarse con el tradicionalismo, y que los neomodernistas creen haber superado: la fidelidad doctrinal y la pureza litúrgica. (Aquí se recuerda la frecuente denuncia del ‘‘papa’ Francisco del proselitismo, o su burla a los sacerdotes que visten sotana, ¡como si el gran problema en la iglesia del novus ordo fueran los proselitistas que visten sotana!).

Otro pasaje vergonzoso de la reflexión de Pasolini es el siguiente:

Arrodillándose ante el humilde y pobre signo del niño, los Magos descubren que el acceso al otro —diferente, frágil, inesperado— siempre viene desde abajo, nunca desde arriba. Es al abajarse que se salva la distancia y la diversidad se hace habitable. No se trata de renunciar a la propia identidad, sino de entregarla, abriéndola al misterio que el otro trae consigo.

¿Puede haber algo más "Vaticano II" que esto? Pasolini retoma el viaje de los Reyes Magos hacia el Niño Jesús y describe su encuentro con el Hijo de Dios no solo como una cuestión de ellos y Él, o de los gentiles (a quienes representan) que encuentran la salvación, sino como una cuestión de la gente en general que se encuentra con "el otro" y "su misterio".

Si esto suena tan mal que podría haber salido directamente del propio Jorge Bergoglio es porque así fue, más o menos:

La Iglesia valora la manera en que Dios obra en otras religiones y “no rechaza nada de lo que es verdadero y santo en estas religiones. Tiene un gran respeto por su forma de vida y conducta, sus preceptos y doctrinas que… a menudo reflejan un rayo de esa verdad que ilumina a todos los hombres y mujeres” [Vaticano II, Nostra Aetate, n. 2]. Sin embargo, los cristianos somos muy conscientes de que “si la música del Evangelio deja de resonar en nuestro ser, perderemos la alegría que nace de la compasión, el tierno amor que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que tiene su fuente en nuestro conocimiento de haber sido perdonados y enviados. Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestros hogares, nuestras plazas públicas, nuestros lugares de trabajo, nuestra vida política y económica, entonces ya no escucharemos las melodías que nos desafían a defender la dignidad de cada hombre y mujer” [Francisco, Servicio Ecuménico de Oración, Riga, Letonia, 24 de septiembre de 2018]. Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, la fuente de la dignidad humana y la fraternidad reside en el Evangelio de Jesucristo. De él surge, “para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia, la primacía dada a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con toda la familia humana, como vocación de todos” [Francisco, Lectio Divina, Pontificia Universidad Lateranense, Roma, 26 de marzo de 2019 ].

(Antipapa Francisco, Encíclica Fratelli Tutti, n. 277; subrayado añadido.)

Cuando Francisco cita la mención del “sagrado misterio del otro”, se cita a sí mismo, como lo muestra la nota a pie de página (entre paréntesis arriba).

Así que Pasolini usa estas tonterías bergoglianas sobre el “sagrado misterio del otro” en su reflexión de Adviento. Esto demuestra una vez más cómo, en la iglesia del Vaticano II, Cristo se disuelve sigilosamente en el hombre genérico, en el hombre en general.

Un ejemplo vívido de ello se encuentra en la referencia del “papa” Juan Pablo II a la Natividad de Nuestro Señor como la “fiesta del hombre” en su primer mensaje navideño: “La Navidad es la fiesta del hombre… Porque es la humanidad la que se eleva en el nacimiento terrenal de Dios. La humanidad, la “naturaleza” humana, es asumida en la unidad de la Persona Divina del Hijo, en la unidad del Verbo en quien Dios se expresa eternamente” (Urbi et Orbi, 25 de diciembre de 1978 ).

No hay duda de que la naturaleza humana fue ennoblecida por la Encarnación; eso es lo que enseña la enseñanza católica tradicional:

…Dios se dignó asumir la humildad y fragilidad de nuestra carne para exaltar al hombre al más alto grado de dignidad. Esta sola reflexión, de que Aquel que es Dios verdadero y perfecto se hizo hombre, proporciona prueba suficiente de la excelsa dignidad conferida al género humano por la munificencia divina; puesto que ahora podemos gloriarnos de que el Hijo de Dios es hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne, privilegio que no se concedió a los ángeles, pues en ninguna parte, dice el Apóstol, se prendió de los ángeles, sino de la descendencia de Abraham [Hebreos 2:16].

(Catecismo del Concilio de Trento, Credo, Artículo III)

Sin embargo, la religión del Vaticano II ha ido mucho más allá de esta verdad, hasta el punto de adorar prácticamente al hombre mismo, nunca más obviamente que bajo el “papa” Francisco (r. 2013-2025) , quien predicó la teología de la liberación y un falso “Evangelio del Hombre”, por así decirlo:


Francisco en el Congreso Interreligioso: “El hombre es el camino de todas las religiones”

Aquí conviene recordar también el discurso de clausura del “papa-santo” Pablo VI en la Cuarta Sesión del Concilio Vaticano II (7 de diciembre de 1965), en el que rogó al hombre orgulloso e incrédulo que por favor “reconozcan nuestro nuevo tipo de humanismo: nosotros también, de hecho, nosotros más que nadie, honramos a la humanidad” (Fuente). Al parecer, el falso papa creía que la negativa del concilio a condenar al mundo incrédulo le daría a la Iglesia algunos puntos extra:

 El humanismo secular, revelándose en su horrible realidad anticlerical, ha desafiado en cierto sentido al concilio. La religión del Dios que se hizo hombre se ha encontrado con la religión (porque tal es) del hombre que se hace Dios. ¿Y que pasó? ¿Hubo un choque, una batalla, una condena? Podría haberlo, pero no lo hubo. La vieja historia del samaritano ha sido el modelo de la espiritualidad del concilio. Un sentimiento de simpatía sin límites lo ha impregnado todo.

(Antipapa Pablo VI, Discurso en la última Asamblea General del Vaticano II, 7 de diciembre de 1965)

¡Sólo un tonto pensaría que se puede “acariciar” a los enemigos declarados de Cristo para que se arrepientan!

Sabiamente el Papa San Pío X advirtió en su encíclica inaugural que “es la marca distintiva del Anticristo, el hombre [que] se ha puesto con infinita temeridad en el lugar de Dios
” (E Supremi, n. 5), con referencia a 2 Tes 2:4: “…se sienta en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios”.

Por desgracia, debemos volver a Pasolini. Reflexionando aún sobre la visita de los Reyes Magos a Belén, afirma:

Para la Iglesia, este doble movimiento —levantarse y arrodillarse— es esencial. Está llamada a moverse, a salir, a encontrarse con personas y situaciones distantes. Pero también está llamada a saber detenerse, a bajar la mirada y reconocer que no todo le pertenece ni puede controlarlo todo. Solo así el don de la salvación puede universalizarse: en la medida en que la Iglesia acepta abandonar sus propias seguridades y contemplar con respeto la vida de los demás, reconociendo que incluso allí, a menudo de maneras inesperadas, puede surgir algo de la luz de Cristo.

Es increíble cómo el “predicador papal” toma la búsqueda y adoración de los Magos por Jesucristo y la convierte en el acercamiento de la Iglesia a los pecadores y su cuasi adoración. Pasolini afirma que la Iglesia debe “abandonar sus propias seguridades” —con lo cual, naturalmente, estas personas suelen referirse a cualquier cosa que salvaguarde su patrimonio sobrenatural, especialmente la Fe y los Sacramentos (cf. el proyecto de Hans Urs von Balthasar de "derribar los bastiones", secundado por Joseph Ratzinger)— ¡y respetar las vidas pecadoras de los pecadores! Después de todo, como parece insinuar el neomodernista, ¡el pecador puede tener algo de la luz de Cristo para dar a la Iglesia! ¿Qué debe estar pasando en la mente de un capuchino para que se le ocurra semejante tontería blasfema?

Cuando llegaron a Belén y encontraron al Niño Jesús, Pasolini le cuenta a su audiencia que los Reyes Magos no sólo encontraron a Dios encarnado sino también… a sí mismos:

En el rostro de Jesús, Dios hecho hombre, los Magos vislumbran que la misma dignidad se promete también a sus vidas. Si Dios se revela como Rey en ese niño, entonces la vida humana también está llamada a una grandeza que no proviene del poder, sino del cuidado y el servicio. Si Dios ha elegido habitar en nuestra carne, entonces cada vida humana lleva en sí una luz, una vocación, un valor indeleble. Los dones ofrecidos por los Magos se convierten así en un espejo: hablan de Dios, pero también revelan lo que el hombre está llamado a ser.

Con la visita de los Magos, el misterio de la Encarnación manifiesta toda su fuerza universal. No vinimos al mundo simplemente para sobrevivir o pasar el tiempo de la mejor manera posible. Nacimos para alcanzar una vida más grande: la de hijos de Dios. Los Magos partieron en busca de una estrella y encontraron a Cristo; pero al buscar a Cristo también se encontraron a sí mismos. Descubrieron que, a pesar de venir de lejos y sin conocer las Escrituras, una luz brillaba en su humanidad, esperando solo ser reconocida y sacada a la luz.

Quizás la Iglesia esté llamada, hoy más que nunca, a hacer esto sobre todo: ofrecer la luz de Cristo al mundo. No como algo que se pueda imponer o defender, sino como una presencia que se puede ofrecer, permitiendo a cada persona acercarse a ella a través de un camino similar al de los Magos. Partieron de un deseo, emprendieron un viaje, se encontraron con preguntas e incertidumbres, y solo al final reconocieron a Cristo y, ante él, se descubrieron también a sí mismos.

Desde esta perspectiva, la misión no consiste en forzar el encuentro, sino en hacerlo posible. Ofrecer luz significa salvaguardar el espacio de búsqueda, permitir que el deseo se manifieste, acompañar sin anticipar las respuestas. Así, el encuentro con Cristo no borra la humanidad de quienes lo buscan, sino que la ilumina y la realiza.

Una Iglesia que ofrece la presencia de Cristo a todos no se apropia de su luz, sino que la refleja. No se sitúa en el centro para dominar, sino para atraer. Y precisamente por eso, se convierte en un lugar de encuentro, donde todos pueden reconocer a Cristo y, ante él, redescubrir el sentido de su propia vida.

Esta perspectiva nos obliga a repensar muchos de nuestros hábitos misioneros. A menudo imaginamos que evangelizar significa aportar algo que falta, llenar un vacío, corregir un error. La Epifanía señala otro camino: ayudar a otros a reconocer la luz que ya habita en ellos, la dignidad que ya poseen, los dones que ya poseen. No somos nosotros quienes «damos» a Cristo al mundo, como si tuviéramos derechos exclusivos sobre él. Estamos llamados a hacer visible su presencia con tal claridad y verdad que todos puedan reconocer en él el sentido de su propia existencia.

Esto no relativiza la verdad de Cristo ni reduce el Evangelio a una apreciación genérica de la humanidad. Al contrario, toma en serio la catolicidad de la Iglesia en su sentido más profundo: custodiar a Cristo para ofrecerlo a todos, con la confianza de que la belleza, la bondad y la verdad ya están presentes en cada persona, llamada a realizarse y a encontrar su pleno significado en él. La verdadera luz de la Navidad «ilumina a todo hombre» precisamente porque es capaz de revelar a cada persona su propia verdad, su propia vocación, su propia semejanza con Dios.

Éste sería el signo más elocuente de una Iglesia fiel a su vocación: no guardar la luz para sí misma, sino dejarla brillar para que la vida nueva, ya plantada en el corazón de cada hombre y de cada mujer, pueda finalmente germinar y dar fruto.

(subrayado añadido)

Se podría escribir una publicación completa solo sobre esta conclusión de la “meditación”, pero terminaremos ahora. Basta decir que Pasolini es un típico modernista del novus ordo. No predica el Evangelio, predica la Nueva Teología.

En esta “meditación” particular para la Tercera Semana de Adviento, el “predicador” de la casa papal presenta una doctrina estrechamente alineada con la de Karl Rahner (1904-1984), cuyo concepto de lo "existencial sobrenatural" parece reflejarse aquí: la idea de que existe (por pequeña que sea) la gracia sobrenatural incondicional e indeleblemente presente en cada individuo, un hecho que Cristo, mediante su Encarnación, reveló al hombre; y ahora la tarea de la Iglesia es avivarla, hacerla crecer, ayudarla a alcanzar su máximo potencial. ¡Es una locura!

En cualquier caso, esto contradice la doctrina católica del pecado original, según la cual todos somos, desde la caída, “por naturaleza hijos de ira” (Ef 2,3) y necesitamos un Redentor, no para que nos revele cuán parecidos a Dios somos ya, sino para que “nos convirtamos de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios” (Hch 26,18).

El pecado original es la culpa hereditaria, propia, aunque no personal, de cada uno de los hijos de Adán, que en él pecaron (cf. Rom 5,12); es pérdida de la gracia —y, consiguientemente, de la vida eterna— con la propensión al mal, que cada cual ha de sofocar por medio de la gracia, de la penitencia, de la lucha y del esfuerzo moral. La pasión y muerte del Hijo de Dios redimió al mundo de la maldita herencia del pecado y de la muerte. La fe en estas verdades, hechas hoy objeto de vil escarnio por parte de los enemigos de Cristo en vuestra patria, pertenece al inalienable depósito de la religión cristiana.

(Papa Pío XI, Encíclica Mit Brennender Sorge, n. 30)

Que la doctrina que predica Pasolini es novedosa se confirma por el hecho de que incluso él admite que su perspectiva nos obliga a repensar muchos de nuestros hábitos misioneros. ¿De verdad cree este hombre que 1900 años de actividad misionera fueron un error? ¿Que no se debe proclamar a Cristo, sino que el “encuentro” con Él debe “hacerse posible” ayudándolos a “caminar”? ¿Cómo cree que los Apóstoles habrían logrado tantos conversos tan rápidamente si hubieran ofrecido tonterías sobre el camino, el encuentro y la acogida? “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles” (1 Cor 1,23).

El mensaje del Evangelio no es tan complejo, como vemos en Hechos 2, donde San Pedro predicó su primer sermón, con resultados inmediatos: “...y se añadieron aquel día unas tres mil almas” (Hechos 2:41). Quizás fue precisamente la predicación de San Pedro de la verdad divina con tanta credibilidad y convicción —podría decirse que predicaba certezas con seguridad— lo que hizo su mensaje aún más atractivo.

Pero ya basta. La basura modernista es intolerable.

En un discurso a los jesuitas pronunciado el 17 de septiembre de 1946, el Papa Pío XII comentó:

Mucho se ha dicho, pero no lo suficiente después de la debida consideración, sobre la "Nouvelle Théologie", que, por su característica de moverse junto con todo en un estado de movimiento perpetuo, siempre estará en el camino hacia alguna parte pero nunca llegará a ninguna. Si se pensara que hay que estar de acuerdo con una idea así, ¿qué sería de los dogmas católicos que no deben cambiar nunca? ¿Qué pasaría con la unidad y la estabilidad de la fe? 

(Papa Pío XII, Alocución Quamvis Inquieti)

En realidad, ¿qué sería de ellos?

Desde el concilio Vaticano II, hemos visto qué les sucede. Y Roberto Pasolini no ayuda.