domingo, 29 de enero de 2023

CRISTIANOFOBIA EN ESPAÑA

Martirizado hace unas horas y ya olvidado: el asesinato del sacristán español asesinado por un marroquí que alababa a Alá, hiriendo a cuatro personas, entre ellas un sacerdote, estuvo completamente ausente de las portadas de los periódicos europeos.

Por Andrea Zambrano


En los resúmenes de prensa de las portadas de los principales periódicos europeos, el atentado español de Algeciras es inexistente. Como si el asesinato de un sacristán y el ataque a cinco fieles cristianos, entre ellos el párroco, en el corazón de Europa (o mejor dicho en la puerta de Europa, dada su situación geográfica) fuera ya un hecho habitual o incluso normal. Ha desaparecido del radar de las portadas europeas, por no hablar de los periódicos italianos, donde sólo Avvenire recogía ayer en sus titulares la noticia del atentado de un ciudadano marroquí, ya expulsado, que sembró el terror en tres iglesias de la ciudad, y en una de ellas mientras se celebraba misa.

Qué lejos quedan los días del asesinato del padre Jacques Hamel, hace sólo seis años, cuando la cobertura de la prensa internacional había sido masiva. Seis años, y sin embargo ya tan lejos. Hoy, el ataque a los cristianos en el corazón de Europa ni siquiera es noticia, como tampoco lo son los últimos atentados terroristas.

Merece la pena repasar brevemente la dinámica del suceso para comprender no sólo la ferocidad del ataque, sino también el objetivo: los cristianos.

El ataque comenzó el miércoles pasadas las siete de la tarde, cuando un hombre marroquí, que más tarde resultó ser Yassine Kanjaa, un inmigrante ilegal de 25 años que ya había recibido una orden de expulsión, comenzó una discusión con el párroco de San Isidro y los fieles presentes en la iglesia en ese momento. El hombre había entrado en la iglesia y había ordenado a los fieles que profesaran el Islam. Después volvió a la iglesia armado con un machete y empezó a destruir las imágenes sagradas y se volvió contra el párroco, el salesiano Antonio Rodríguez, hiriéndole en el cuello y el hombro cuando el pobre hombre intentó resistirse a él y echarle de la iglesia.

A continuación, el agresor entró en la iglesia de La Palma, donde el sacerdote Juan José Marina celebraba misa. Fue en ese momento cuando el sacristán, Diego Valencia fue apuñalado mientras no muy lejos unos niños participaban en la hora de catequesis. Según las primeras reconstrucciones, confundió al sacristán con el sacerdote mientras alababa a Alá. Se trató, por lo tanto, de una ejecución a gran escala de carácter terrorista agravada por el odio anticristiano.

Ayer, el alcalde de Algeciras proclamó un día de luto público mientras miles de personas salían a la calle para condenar el atentado. El Gobierno andaluz se declaró sorprendido y por el momento se muestra cauto a la hora de calificar el atentado de terrorista, también porque el autor no parece pertenecer a ningún grupo yihadista. Sin embargo, no hace falta ser un experto para comprender que actos como éstos, incluso aunque hayan sido llevados a cabo por lobos solitarios, son en sí mismos de origen terrorista.

Pero, ¿qué ocurre en España, un país donde los ataques a los cristianos no son una novedad sino una triste realidad, como documenta el oportuno informe sobre libertad religiosa elaborado por el Observatorio para la Libertad Religiosa y que considera a los cristianos como las principales víctimas?

La Brújula Cotidiana ha hablado con María García, que dirige el Observatorio: “Los ataques a la libertad religiosa en España han vivido una escalada muy grave con el asesinato de un sacristán y la violencia contra un sacerdote. Nos unimos al dolor de las familias de estos mártires de la libertad religiosa”. Según García, en España “tenemos fuerzas especiales del Estado que mantienen controlados a los yihadistas, pero por toda Europa se extienden estos grupos radicales, que pretenden eliminar los valores cristianos, y los gobiernos europeos lo permiten”. De hecho, “ya hemos tenido antes varias amenazas yihadistas, por ejemplo contra la Sagrada familia de Barcelona. Hoy, sin embargo, la escalada se debe a que tenemos dos mártires de la libertad religiosa, uno asesinado, el sacristán, y otro herido, el sacerdote” y no es casualidad, señala la activista, “que la mayoría de los ataques sean contra cristianos y contra iglesias”.


Además, el musulmán “gritó ‘muerte a los cristianos’ dirigido contra el sacerdote y destruyó los objetos sagrados pertenecientes a la Eucaristía, por lo que es evidente que se trató de un atentado terrorista de clara matriz cristianofóbica”.

Carmelo López-Arias, director adjunto del portal ReligionEnLibertad.com, especializado en temas de libertad religiosa, afirma también en una entrevista para la Brújula Cotidiana: “El atentado de Algeciras tiene una clara impronta islamista, independientemente de que el asesino pueda tener antecedentes psiquiátricos. El hecho de que el terrorista, por tanto, se encontrara en situación irregular y pesara sobre él una orden de expulsión es una prueba más de la ambigua política de apoyo a la inmigración mahometana que todos los Gobiernos españoles vienen aplicando, en mayor o menor medida, desde hace aproximadamente un cuarto de siglo”.

López subraya un aspecto que no debe pasarse por alto y es la particular coincidencia entre el número de ataques de laicismo beligerante de los que son víctimas los cristianos y el alto índice de población islámica: “La izquierda ha percibido el importante papel descristianizador que juega la cada vez más numerosa población musulmana, hasta el punto de que allí donde es numerosa se ha utilizado como pretexto para la secularización de costumbres, como la eliminación de crucifijos y otros signos cristianos o la celebración de fiestas litúrgicas”.


En esencia, según el director adjunto de ReL, “en cuanto hay un grupo social musulmán numeroso –como es el caso de Andalucía-, los laicistas españoles, liderados principalmente por gestores de Podemos y del gobernante Partido Socialista, toman la excusa de pedir un cambio en las tradiciones para no ofender a los musulmanes. Existe un deseo activo, fomentado por políticas específicas de ‘neutralidad religiosa’ cuando no de hostilidad abierta, de que un gran porcentaje de la población española se aleje del cristianismo”.

En el análisis también se le hace una puntualización a la Iglesia: “Desgraciadamente, al igual que en otros países de Europa, muchas instancias eclesiásticas, en lugar de oponerse a este crecimiento del islamismo, lo apoyan con iniciativas que van más allá de la atención caritativa a las personas necesitadas y se convierten en colaboración de hecho para la consolidación de una comunidad musulmana cada vez más influyente en número e influencia social”.

Mientras tanto, España y la propia Iglesia lloran a un mártir de la fe, asesinado por odio a esa fe que, en el silencio de las instituciones nacionales e internacionales, vive ahora bajo ataque constante en el corazón de lo que fue la Europa cristiana.


Brujula Cotidiana


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