viernes, 27 de enero de 2023

DIOS CASTIGA A LOS QUE SE OPONEN AL ROSARIO

Es muy perverso e injusto impedir el rezo del Santo Rosario. Dios ha castigado con severidad a muchos de los que han sido tan miopes como para despreciar la Cofradía del Santo Rosario [establecida en tiempos del Beato Alano de la Roche) y han tratado de destruirla.


A pesar de que Dios ha puesto su sello de aprobación en el Rosario por muchos milagros, y a pesar de que ha sido aprobado por la Iglesia en muchas bulas papales, hay demasiadas personas que están en contra del Santo Rosario hoy en día. Tales son los librepensadores y los que desprecian la religión, que condenan el Rosario o tratan de apartar a otros de él.

Es fácil ver que han absorbido el veneno del Infierno y que están inspirados por el Diablo. Pues nadie puede condenar la devoción al Santo Rosario sin condenar todo lo que hay de santo en la Fe Católica, como la oración del Señor, el Ave María y los misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santa Madre...

San Buenaventura dice en su Salterio que quien descuide a Nuestra Señora morirá en sus pecados. ¿Cuál debe ser, pues, el castigo reservado a los que apartan a la gente de la devoción a Ella?

El docto franciscano Carthagena, así como varios otros autores, dice que un acontecimiento extraordinario tuvo lugar en 1482. El venerable padre Santiago Sprenger y los religiosos de su Orden trabajaban con celo para restablecer la devoción al Rosario y su Cofradía en la ciudad de Colonia.

Desgraciadamente, dos sacerdotes famosos por su capacidad de predicación estaban celosos de la gran influencia que ejercían con la predicación del Rosario. Estos dos Padres hablaban en contra de esta devoción siempre que tenían ocasión, y como eran muy elocuentes y tenían una gran reputación, persuadieron a mucha gente para que no se uniera a la Cofradía.

Uno de ellos, para conseguir mejor su perverso fin, escribió un sermón especial contra el Rosario y pensaba darlo el domingo siguiente. Pero cuando llegó la hora del sermón no apareció. Después de cierto tiempo de espera, alguien fue a buscarlo. Lo encontraron muerto, y evidentemente había muerto sin que nadie le ayudara.

Tras convencerse de que esta muerte se debía a causas naturales, el otro sacerdote decidió llevar a cabo el plan de su amigo y pronunciar un sermón similar otro día, con la esperanza de acabar con la Cofradía del Rosario.

Sin embargo, cuando llegó el día de predicar y el momento de hacerlo, Dios le castigó con una parálisis que le privó del uso de sus miembros y de la facultad de hablar.

Por fin reconoció su culpa y la de su amigo, y en su corazón suplicó en silencio a Nuestra Señora que le ayudara. Prometió que, con tal de que Ella lo curase, predicaría el Rosario con tanto celo como con el que antes lo había combatido.

Con este fin, le suplicó que le devolviera la salud y el habla.

Al verse instantáneamente curado, se levantó como otro Saulo, un perseguidor convertido en defensor del Santo Rosario. Reconoció públicamente su antiguo error y desde entonces predicó las maravillas del Rosario con gran celo y elocuencia.

San Luis Maria Grignon de Montfort,
The Secret of the Rosary, 9th and 10th Roses



Tradition in Action


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