Por Mattia Spanò
El papa Francisco está preocupado por las noticias falsas, también conocidas como "fake news". "Los sitios de los medios de comunicación", dice, "se han convertido en lugares de toxicidad, discurso de odio y noticias falsas", que hay que combatir mediante "la educación", "la creación de redes entre los medios católicos" y "la lucha contra las mentiras y la desinformación".
Se trata de un vocabulario muy elevado, muy puro de woke: toxicidad, discurso de odio, fake-news, desinformación. En este punto no hay otras interpretaciones, como escribió el papa al delegado de los obispos de la región de Buenos Aires que le cuestionó, entre otras cosas, la conveniencia de dar la comunión a los divorciados: sí se puede. No hay otra interpretación.
El llamamiento a la educación es inapropiado: un cierto nivel de preparación básica y cultural no garantiza, pero ciertamente ayuda a desenredarse en la info-jungla. Por otra parte, no está claro el trabajo en red de los medios de comunicación católicos: ¿es sólo su problema, o el papa cree que deben asumir el papel de verificadores de hechos?
La lengua funciona como un uniforme: indica a qué ejército, corporación, pueblo o fe se pertenece. Una de las formas, si no la forma por excelencia, de resetear una cultura es intervenir en el lenguaje cambiando, borrando o tergiversando los significados.
La cultura católica se expresa en un lenguaje claro. Aparte del hecho de que se considera obsoleto dentro de la propia Iglesia, como demuestra el cambio de la traducción del Padre Nuestro ("¿El Padre Nuestro? La traducción está mal"), no se entiende la necesidad de adoptar un lenguaje que no sólo es un manifiesto político de un movimiento ideológico agresivo y decidido, sino que además muestra un fuerte pensamiento anticristiano. Como católicos, ¿no tenemos nada más que decir o palabras para decirlo?
Hay palabras espía, palabras clave, que son verdaderas marcas registradas. Llamadas de pájaros: a cada especie, su silbido. El uso de ciertas fórmulas distingue y separa a unos de otros dentro del mismo marco semántico pero, en definitiva, es ilusorio adoptar un uniforme lingüístico que en un pavo real también atrae a los pelícanos.
Por lo tanto, es lamentable que el papa abdique de las palabras de la tradición. El podría expresar el mismo concepto en términos católicos. Es decir, Bergoglio afirma que lo que cuenta no es el lenguaje sino la intención. Puede que esto no sea una noticia falsa, pero es una verdad falsa. Una falsa verdad: no hay nada más frágil, enterrado y cambiante que las intenciones.
No es la primera vez que el papa hace llamamientos que pretenden justificar abiertamente la represión de la falsedad (un concepto sobre el que llevamos décadas discutiendo y que de repente se ha puesto de manifiesto) y, por lo tanto, de la disidencia.
No se puede ignorar que, desde la noche de los tiempos, el poder -especialmente el fundado en mantras culturales, más que militares, políticos y económicos- tiene una necesidad irrefrenable de tachar de falso lo que lo contradice y desenmascara. Si bien es cierto que no toda disidencia contra el poder es buena, lo que es realmente bueno suele ser contra el poder.
Como todos vivimos en una infosociedad que ha perdido toda connotación antropológica y política, y se nutre de la difusión omnipresente de los vaticinios digitales -todos los canales de noticias, periódicos tan numerosos como las estrellas del firmamento, por no hablar de los blogs, los perfiles sociales y las ideas nefastas como el "tiempo real" y el "infoentretenimiento"- hay que preguntarse hasta qué punto puede aplicarse la precisión a la verificación de las noticias y las fuentes.
Cada persona es en sí misma un medio, es decir, algo intermedio. Establece relaciones, se comunica, reflexiona (un poco), juzga (mucho). Es un portavoz de la información. Lo hace de forma directa: de tú a tú, dirían los americanos.
Si pierdo a mi perro, se lo comunico a los vecinos, que a su vez se lo comunican a otros vecinos y, en definitiva, el barrio sabe que he perdido a mi perro. Si una casa explota por una fuga de gas, la ciudad lo sabe. Si un río se desborda, la región lo sabe, y así sucesivamente. La relevancia de la información se establece por su utilidad en un contexto determinado.
La información sobre mi perro perdido se refiere como máximo a mi municipio de residencia, que es pequeño. Difícilmente le importará a una persona que viva en una cuidad cercana. En la era de la comunicación uno a uno, lo útil y sensato aburre, lo inútil y fuera de contexto atrae.
A escala mundial, debería interesarme saber que Ecuador, Bangladesh, Holanda y Canadá se están rebelando. ¿Por qué, a qué, a quién se rebelan? En cambio, debería entristecerme o alegrarme porque el futbolista Francesco Totti y la modelo Ilary Blasi se están separando, a juzgar por la cantidad de palabras e imágenes gastadas en el tema.
Esto sucede porque, como sostiene el filósofo erudito McLuhan, el medio es el mensaje. Compro La Repubblica no porque quiera saber lo que pasa en el mundo, sino porque quiero saber lo que piensa La Repubblica al respecto. A la gente le interesan menos los hechos y más las opiniones.
Por lo tanto, la preocupación del papa son las opiniones, no los hechos. Lo que los maestros del discurso pretenden estigmatizar no son tanto las fake-news, de las que son los principales creadores, como las fake-opiniones. Los que molestan a los señores.
Cuando Monseñor Dario Eduardo Viganò manipuló una carta en la que el papa Benedicto XVI declinaba la invitación a escribir un prólogo a la serie filosófica sobre el pensamiento del papa Francisco, utilizándola por el contrario como un respaldo autorizado al pensamiento de Francisco, esa fake-news dio la vuelta al mundo. Ocurrió en marzo de 2018.
En mayo de ese año, el arzobispo Viganò, entonces jefe del dicasterio de comunicación del Vaticano, intervino en una conferencia organizada por el Consejo Pontificio para la Cultura y la Fundación CURA, y dijo a médicos, periodistas y diversas personalidades que el impulso de la transparencia en la web "es absolutamente urgente". El título de la conferencia, con un trasfondo médico, era United to Cure.
Asimismo, a pesar de los reiterados y vergonzosos desmentidos de las ya famosas entrevistas concedidas por el papa Francisco a Scalfari, la LEV (Libreria Editrice Vaticana), propietaria por ley de todos los derechos sobre las palabras y escritos de los papas- decidió en 2015 recoger las dos primeras en un volumen. Por un lado está la negación, por otro lado hay un sello de calidad: ¿qué deben pensar los fieles?
Así que los hechos pueden disociarse con seguridad de las opiniones, y del principio de identidad y no contradicción tan innecesariamente enunciado por el Estagirita. Monseñor Viganò tiene derecho a advertir sobre las fake-news que circulan por la red y al mismo tiempo hacerse difusor de ellas, al igual que la LEV tiene derecho a imprimir, atribuyéndolas al papa, palabras que han sido declaradas falsas.
Hay otros problemas con la definición comúnmente aceptada de fake-news. Por ejemplo, el papa Francisco viajará a Canadá en una peregrinación penitencial, donde pedirá perdón por las masacres de indígenas perpetradas por misioneros católicos. Masacres que nunca ocurrieron. ¿Es una noticia falsa? Yo diría que sí.
El llamamiento a სαcunar por el bien de los demás evitando el negacionismo suicida, a la vista del asombroso fracaso de la campaña de სαcunación, ¿fue una noticia falsa? Supongo que se puede llamar así. Mientras tanto, tantas o tan pocas personas han muerto a causa de las სαcunas como seguimos muriendo a causa del Cov1d, y muchas más tienen efectos adversos graves o permanentes, incluidos los niños.
Si con la mano derecha se denuncian las fake-news como una lacra de nuestro tiempo, con la izquierda se siembran otras considerables. Ni siquiera la Iglesia parece escapar lo que parece una necesidad obligatoria y coercitiva, como si se hubiera resignado a la imposibilidad, o a la incapacidad de apostar por su propia fe y por la razón del hombre.
Deberíamos desempolvar un antiguo principio católico: el de la prudencia. Pero, como la gente vive hasta la punta del pelo en la melaza del presente y la memoria es una expansión del ordenador, quizá tengan razón: que la verdad muera con todos los filisteos.
El Blog de Sabino Paciolla
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