lunes, 15 de enero de 2024

EL REMEDIO DE FRANCISCO PARA LA 'RIGIDEZ' DE LA MORAL (CXXX)

En sus esfuerzos por romper la “rigidez” de la Enseñanza Católica, Francisco está poniendo en peligro la supervivencia de la Iglesia y la salvación de las almas que depende de ella.

Por la Dra. Carol Byrne


Como hemos visto en los dos artículos anteriores (aquí y aquí), Francisco ha estado llevando a cabo una campaña contra la “rigidez” en cuestiones morales, particularmente en el área del Sexto Mandamiento.

Pero esto es simplemente una fachada para el relativismo moral, para el tipo de “Ética de Situación” (disfrazada bajo cualquier otro nombre) propugnada por los disidentes de Humane vitae como los “padres” Charles Curran, Hans Küng y Bernard Häring. En el ámbito de la ética del matrimonio, no hay zonas grises: el adulterio, en la enseñanza de la Iglesia de 2.000 años de antigüedad extraída de la Ley Divina, es una cuestión no negociable, en blanco y negro.

Un Papa “gris”, sin embargo, es una contradicción en los términos, porque indica un fracaso en su deber principal de comunicar la Revelación Divina por medio de la Ecclesia Docens, sin la cual no tendríamos la certeza de la Verdad infalible.

Pero para los defensores de la “ética de situaciones”, no existen absolutos morales que puedan dar normas de moralidad universales, vinculantes e inmutables. En su opinión, toda decisión moral debe basarse en una situación única juzgada según estándares individuales de lo que es correcto en una circunstancia dada y en un momento dado. La moralidad, entonces, es simplemente una cuestión de preferencias individuales.

El “padre” Curran atacó la moral católica en 1968

Evidentemente se ha dejado de lado la solemne advertencia que sobre esta cuestión hizo el Papa Pío XII en 1952:
“El signo distintivo de esta moral es que no se basa en manera alguna sobre las leyes morales universales, como —por ejemplo— los diez mandamientos, sino sobre las condiciones o circunstancias reales y concretas en las que ha de obrar y según las cuales la conciencia individual tiene que juzgar y elegir. Tal estado de cosas es único y vale una vez para cada acción humana. Luego la decisión de la conciencia —afirman los defensores de esta ética— no puede ser imperada por las ideas, principios y leyes universales” (1)
Se puede encontrar un fuerte sabor a moralidad situacional en muchas de las enseñanzas de Francisco, especialmente en lo que respecta al Sexto Mandamiento (sobre el cual acusó a los tradicionalistas de tener una “fijación”). Que quería que los sacerdotes exoneraran el adulterio queda claro en el contexto de su Amoris laetitia.

Allí había alentado a los sacerdotes a dejar de lado la Ley admitiendo a los católicos divorciados y vueltos a casar a la Sagrada Comunión, en nombre del “acompañamiento” y sobre la base del “discernimiento” en los casos individuales. Pero una vez que los actos intrínsecamente desordenados son exonerados en un área, toda la Ley Natural queda socavada en todas las áreas, y todo el edificio de la Doctrina Católica se derrumbaría por consecuencias lógicas inevitables.

Amoris laetitia (§ 305) hace precisamente eso cuando afirma que “la ley natural no puede presentarse como un conjunto de reglas ya establecidas que se imponen a priori al sujeto moral; más bien, es una fuente de inspiración objetiva para el proceso profundamente personal de tomar decisiones”. Esta es una cita de un documento elaborado por la Comisión Teológica Internacional del Vaticano en 2009, cuyo título, “En busca de una ética universal: una nueva mirada al derecho natural”, revela su naturaleza no católica.

Es gravemente perjudicial para la Fe por varias razones. Primero, la Iglesia Católica no necesita ir en busca de una ética universal porque ya posee una en el Depósito de la Fe que la Jerarquía debe custodiar intacta y transmitir a las generaciones futuras. Pero Francisco desea liberar al hombre moderno de lo que los progresistas consideran “reglas y códigos rígidos y arcaicos”.

Segundo, la Ley Moral objetiva presupone el orden querido por Dios para todas sus criaturas. Es necesariamente una verdad a priori porque Cristo, que encarna el Verbo y por quien todas las cosas llegan a existir, era “en el principio” (Juan 1:1); y, como también registran los Evangelios, nuestro conocimiento de lo que se requiere para la buena vida se basa en “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4), es decir, no decidiendo nuestro propio comportamiento moral a partir de la experiencia subjetiva. Francisco y la Comisión Teológica niegan que estén promoviendo la Ética de Situación, pero caen en contradicción al suponer que la Ley Natural puede admitir “excepciones”.

Tercero, la objeción a que “un conjunto de reglas ya establecidas” sea universalmente vinculante es un claro rechazo de los Diez Mandamientos que Cristo impuso como requisito fundamental e indispensable para cualquiera que quisiera ser su discípulo. En materia de ética matrimonial, Francisco habla como si la Moral Católica fuera una invención de los teólogos:
“A veces también hemos propuesto un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto y casi artificial, muy alejado de las situaciones concretas y de las posibilidades prácticas de las familias reales” (2) (Énfasis añadido)
Pío XII condenó los ataques contra la moral realizados por Francisco y los teólogos modernos

Sin embargo, en lugar de predicar el Evangelio, él y sus “colaboradores” de la Comisión Teológica lo tuercen y distorsionan al tomar la práctica generalizada del adulterio en la sociedad moderna como un hecho consumado al que la vida cristiana debe adaptarse. Esto es exactamente lo que constituye la Ética de Situación tal como la definió Pío XII en 1952:
“Es una apelación individual y subjetiva a las circunstancias concretas de las acciones para justificar decisiones contrarias a la Ley Natural y a la voluntad revelada de Dios” (Énfasis añadido).
Sus enseñanzas progresistas constituyen así un ataque no sólo a la indisolubilidad del matrimonio, sino también, como explicó Pío XII, a la Persona misma de Cristo como Palabra de Dios.


Häring: La clave para entender Francisco

Tyrrell no fue la única figura importante del siglo XX cuyas ideas modernistas fueron adoptadas incondicionalmente por Francisco. El teólogo moral redentorista alemán Bernard Häring (uno de los principales líderes de la disidencia pública de Humane vitae en 1968), también ejerció una influencia maligna en su pensamiento con su “nueva teología” sobre el matrimonio. Debe recordarse que Häring fue miembro de la Comisión que produjo Gaudium et spes, el documento del Vaticano II que invirtió los fines primario y secundario del matrimonio y lo describió vagamente como una “comunión de amor” (§ 47), y una “pareja íntima” (§ 48).

El “padre” Bernard Häring, enemigo de las enseñanzas infalibles y modelo para Francisco

A pesar (o quizás debido a) del largo historial de oposición vocal de Häring a la enseñanza infalible sobre la Moral Católica, Francisco claramente pensaba en él como “un líder modelo”. Elogió sus esfuerzos pioneros en la “renovación” y el “progreso” de la Teología Moral, y al propio Häring por ser “el primero en empezar a buscar una nueva manera de ayudar a que la Teología Moral vuelva a florecer” (3).

Pero la Teología Moral Católica, respaldada por cientos de años de Tradición, ya estaba floreciendo en la era anterior al Vaticano II antes de que los grupos de progresistas del Concilio, la enviaran a la basura. Su reputación fue destruida por la crítica corrosiva de un influyente grupo de presión del clero que la acusó de ser “legalista”, “rígida”, obsesionada con el pecado, basada en normas y subordinada al Magisterio - todo lo cual la hacía, a sus ojos, completamente inútil para las necesidades de las personas modernas amantes de la libertad.

Lo que atrajo a Francisco a la “Nueva Moral” de Häring fue su objetivo de abandonar la “rigidez” de la verdadera Teología Moral Católica, que se basaba en la Ley Natural, la verdad objetiva y los principios morales inmutables, y se enseñaba a través del sistema escolástico. (El Papa Pío X había declarado en Pascendi que los modernistas despreciaban el escolasticismo). En su libro sobre el “Personalismo Cristiano”, La moral es para las Personas, Häring había redefinido el significado de la ley natural:
“La ley natural significa compartir la experiencia existencial y la reflexión de las personas” (4).

Esto hace que la Ley Natural sea un mero acuerdo social basado en las convenciones y costumbres del hombre, en lugar de emanar del Verbo Divino que impone deberes y obligaciones a todas las personas, en armonía con la naturaleza humana.


Amoris laetitia y el ataque a la Ley Natural

Es esclarecedor observar el estrecho vínculo – a veces palabra por palabra – entre la manera en que Häring presentó el concepto de Ley Natural y la de la Comisión Teológica que proporcionó el material para Amoris laetitia. Francisco citó a la Comisión que enseñó que: 
“dentro de una sociedad pluralista, la ciencia moral no puede proporcionar a un sujeto actuante una norma que pueda aplicarse adecuada y casi automáticamente a situaciones concretas; sólo la conciencia del sujeto, el juicio de su razón práctica, puede formular la norma inmediata de acción... La ley natural no podría, por lo tanto, presentarse como un conjunto de reglas ya establecidas que se imponen a priori al sujeto moral; más bien, es una fuente de inspiración objetiva para el proceso profundamente personal de tomar una decisión” (5).
Pero aquí la Comisión se aparta de la Doctrina de la Iglesia. Ve la Ley Natural, no como algo “dado” inamovible que emana del Legislador Divino, sino como algo que “la humanidad... siempre busca darse a sí misma” (6) y que está en continua evolución:
“Esta ley natural no es en absoluto estática en su expresión. No consiste en una lista de preceptos definitivos e inmutables” (7).
Y debe ser interpretada de nuevo por las generaciones siguientes:
“Es una fuente de inspiración que fluye siempre para la búsqueda de un fundamento objetivo para una ética universal”.
La Comisión continúa diciendo que “las normas de comportamiento en la sociedad deben tener su fuente en la persona humana misma, en sus necesidades, en sus inclinaciones”, y apoya la Declaración Universal de Derechos Humanos como “la Carta Magna de la ética moderna”. Este tipo de “personalismo”, adorado por los modernistas, es contrario a la Doctrina Católica porque convierte la Ley Moral en una creación subjetiva del hombre y niega que haya sido fijada en la mente de Dios como parte de la Ley Eterna de la naturaleza, es decir, antes de cualquier operación de la voluntad humana. Incluso un niño puede comprender la naturaleza a priori de los Mandamientos de Dios.

Con la “Nueva Moral”, el fundamento de la Ley Natural queda así destruido. Sería más exacto decir que esta “Nueva Moral” no es moral en absoluto, ya que complace la concupiscencia y atrae a las almas con el canto de sirena de la libertad para elegir según sus instintos más básicos. Es, por lo tanto, sólo una fachada para ocultar una realidad sórdida.

Aunque la Ecclesia Docens ya no se considera depositaria de la Revelación dada por Dios, ni competente para predicar la moral cristiana como obligatoria, no es sorprendente que todo tipo de inmoralidad haya proliferado sin control en la Iglesia y en la sociedad.

En una muestra hipócrita de autodefensa, los progresistas a menudo afirman que están “siguiendo el Evangelio” en la verdadera libertad de “los primeros cristianos” al conectarse “directamente” con el Espíritu de Cristo, sin el intermediario de las estructuras jurídicas de la religión institucional. Esta es, por supuesto, una posición protestante clásica. Sin embargo, ahora ha hecho metástasis en casi todo el cuerpo de la Iglesia bajo la influencia de la “Libertad Religiosa” del Vaticano II. En sus esfuerzos por romper la “rigidez” de la Enseñanza Católica, Francisco está poniendo en peligro la supervivencia de la Iglesia y la salvación de las almas que depende de ella. Que quiere que la Iglesia desaparezca y se reinvente en una nueva transformación se desprende de su declaración en Evangelii gaudium:
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (§ 27) (énfasis añadido)
Hasta vemos su amor por la Iglesia: no le preocupa su preservación. De hecho, sus argumentos contra la “rigidez” no tienen fundamento en la Tradición Católica. Además, carecen por completo de credibilidad porque han sido propuestas por progresistas que han perdido contacto con la realidad, tanto natural como sobrenatural. La evidencia muestra que Francisco simplemente está repitiendo los errores que cometieron los progresistas en la década de 1960 al apoyar posiciones promovidas por algunos de los modernistas más destacados en la época del padre Tyrrell, y por los cuales ellos (y él) fueron excomulgados.

Continúa...



Notas:

1) Pío XII, Soyez les bienvenues, Discurso a las participantes en el Congreso de la Federación Mundial de Jóvenes Católicas, 18 de abril de 1952, AAS 44, 1952, n. 4.

2) Francisco, Amoris laetitia, § 36.

3) Francisco, 'Tener coraje y audacia profética', Diálogo del papa Francisco con los jesuitas reunidos en la 36ª Congregación general, con el padre Antonio Spadaro SJ, La Civiltà Cattolica, 24 de noviembre de 2016.

4) B. Häring, Morality Is for Persons: The Ethics of Christian Personalism (La moralidad es para las personas: la ética del personalismo cristiano), Nueva York: Farrar, Straus y Giroux, 1971 p. 162.

5) Francisco, Amoris laetitia, § 305, apud Comisión Teológica Internacional, En busca de una ética universal: una nueva mirada al derecho natural , 2009, § 59.

6) En busca de una ética universal, § 115.

7) Ibid., § 113.

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