martes, 3 de diciembre de 2024

CATÓLICO, CRUZADO, LEPROSO Y REY: LA VIDA DE BALDUINO IV Y EL TRIUNFO DE LA CRUZ

La historia de cómo el rey Balduino IV guió a los católicos hacia la victoria desde su lecho de enfermo.

Por Michael Whitcraft


La sociedad moderna evita obsesivamente el sufrimiento, el riesgo y el peligro. Asegura todo con cinturones de seguridad y barandillas, climatiza el calor del verano, imprime advertencias en las tazas de café y aconseja que se utilicen gafas de seguridad al trabajar con martillos.

Sin duda, tales precauciones han evitado desgracias. Sin embargo, dado que el heroísmo y la excelencia nacen de afrontar el sufrimiento y el peligro en lugar de evitarlos, la manía de las salvaguardias también ha mermado la noción de estas cualidades.

Es una lástima, ya que sólo las almas intrépidas que afrontan el peligro, soportan el sufrimiento y superan los obstáculos merecen ser mencionadas en los anales de la historia. Un brillante ejemplo es el rey leproso Balduino IV de Jerusalén.

Una infancia truncada

Balduino IV nació en Jerusalén en 1161, hijo del rey Amalarico y de la reina Inés de Courtney. De niño, dotado intelectual y físicamente, parecía bien preparado para heredar el reino cruzado. Así describió su infancia el cronista y tutor real Guillermo de Tiro:
Hizo buenos progresos en sus estudios y con el paso del tiempo creció lleno de esperanza y desarrolló sus habilidades naturales. Era un niño apuesto para su edad y más hábil que los hombres mayores que él para dominar a los caballos y montarlos al galope. Tenía una memoria excelente y le encantaba escuchar cuentos (1).
Un día, el tutor hizo un descubrimiento aterrador. Mientras jugaba con sus amigos, Balduino nunca gritaba de dolor, ni siquiera cuando los otros niños le clavaban las uñas en el brazo.


Conociendo la dureza del príncipe de nueve años, Guillermo de Tiro supuso en un primer momento que Balduino se estaba conteniendo, pero una observación más atenta reveló que sus brazos estaban completamente entumecidos, un síntoma revelador de lepra.

Cuatro años más tarde, el rey Amalarico murió repentinamente. A pesar de su enfermedad, Balduino fue coronado rey por decisión unánime del Alto Tribunal de Jerusalén (2). Como sólo tenía trece años, su pariente más cercano, Miles de Plancy, se convirtió en regente. Poco después, Miles fue asesinado y Raimundo de Trípoli le sustituyó.

Raimundo de Trípoli gestionó la escalada de tensiones entre el reino cruzado y sus enemigos musulmanes mediante una política de apaciguamiento. Estableció la paz con Saladino en 1175.

El tratado favorecía enormemente al líder musulmán. Jerusalén había acordado no apoyar a los sicilianos que atacaban la base de poder de Saladino en Egipto y éste tenía vía libre para aumentar sus fuerzas mediante la conquista de Siria, donde su trayectoria revelaba planes para cercar el reino cruzado.

Saladino prosiguió su búsqueda impunemente, hasta que un cambio gubernamental en Jerusalén puso fin a sus merodeos.

Balduino alcanza la mayoría de edad

En 1176, Balduino alcanzó la mayoría de edad y se hizo cargo del reino a la tierna edad de 15 años. Durante los dos años transcurridos desde su coronación, su estado había empeorado, y ahora era claramente perceptible que padecía lepra.

No obstante, poseía la fuerza y el carácter necesarios para gobernar. Como bien dijo el historiador Stephen Howarth: 
“Balduino asumió todo el poder y pronto demostró que compensaba cualquier incapacidad con puro nervio...” (3).
Una de las primeras acciones de Balduino como rey fue rechazar la paz firmada con Saladino y asaltar las tierras que rodeaban Damasco. Esto obligó a Saladino a abandonar su ataque en Alepo y adoptar una postura defensiva. Más tarde ese mismo año, el joven rey dirigió otra incursión en el valle de Beka'a, en Líbano y Siria, y derrotó un ataque dirigido por el sobrino de Saladino.

En los primeros meses de su reinado, Balduino demostró su capacidad para gobernar. Al contrarrestar a Saladino con un ataque a Damasco en lugar de un asalto frontal a Alepo, Balduino demostró una madurez y sabiduría superiores a sus años.

Saladino, uno de los grandes gobernantes del mundo islámico

La sabiduría de un rey

Esta sabiduría guiaría a Balduino a lo largo de su corta vida. Su insistencia en invadir Egipto en otoño de 1176 fue otro ejemplo de ello.

Desde el principio de su reinado, Balduino planeó golpear a Saladino en su base de poder egipcia. Al carecer de fuerza naval suficiente, forjó una alianza con el Imperio Bizantino.

El escenario estaba preparado para la invasión. Sin embargo, el cuñado del rey, Guillermo de Montferrat, elemento clave de la incursión, enfermó y murió. Luego Balduino cayó enfermo y toda la operación se vio en peligro.

Mientras tanto, el pariente de Balduino, Felipe de Flandes, llegó de Europa en cruzada, apoyado por el mandato de Santa Hildegarda: 
“Si llega el momento en que los infieles intenten destruir la fuente de la fe, entonces luchad contra ellos con tanta fuerza como, con la ayuda de Dios, seáis capaces de hacer” (4).
Con la esperanza de que Felipe salvara la malograda misión, Balduino le ofreció la regencia hasta que pudiera recuperarse. A Felipe no le gustaron los términos del trato y lo rechazó. Raimundo de Trípoli se opuso al ataque y el nuevo Gran Maestre de los Caballeros de San Juan, joven e inexperto, dudó.

Cuando los embajadores bizantinos se mostraron escépticos ante la misión y retiraron su apoyo, se canceló el asalto que tanto deseaba el rey.

Nunca más tendrían los cruzados semejante oportunidad de herir a Saladino en su base de poder. Sólo Balduino había sido lo bastante sabio como para reconocer la importancia de la misión.

Una victoria milagrosa en Montgisard

Más que la sabiduría y el valor, lo que hizo de Balduino IV un gran rey fue su fe indomable, virtud que demostró en la famosa batalla de Montgisard.


Tras la cancelación del ataque a Egipto, Felipe de Flandes llevó a su ejército a hacer campaña en los territorios del norte del reino, donde se le unió Raimundo de Trípoli. El traslado dejó a Jerusalén en una situación precaria. Muy pocas tropas se habían quedado para defender la capital y el estado del rey había empeorado.

Saladino no tardó en aprovechar la oportunidad y dirigió su ejército principal de 26.000 soldados de élite hacia Jerusalén.

Desde su lecho de enfermo, Balduino hizo acopio de las pocas fuerzas que tenía y cabalgó al encuentro de su adversario con menos de 600 caballeros y unos pocos miles de soldados de infantería (5). A estas alturas, las fuerzas de Balduino estaban tan deterioradas que muchos pensaron que moriría. Bernard Hamilton cita a un escritor cristiano contemporáneo que describió el estado del rey como “ya medio muerto” (6).

Al darse cuenta de la impotencia de la fuerza del rey, Saladino lo ignoró y continuó su marcha hacia Jerusalén hasta que Balduino lo interceptó cerca de la colina de Montgisard, a sólo 45 millas de Jerusalén.

Al ver el abrumador ejército musulmán, los cristianos se quedaron petrificados. Sin embargo, estas situaciones desesperadas brindan a los grandes hombres la oportunidad de demostrar su valía, y Balduino estuvo a la altura del desafío.

Desmontó de su caballo y llamó al obispo de Belén para que levantara la reliquia de la Vera Cruz que portaba. El rey se postró ante la sagrada reliquia, suplicando a Dios por el éxito. Al salir de la oración, exhortó a sus hombres a atacar y arremetió.

El historiador Stephen Howarth describe la batalla que siguió:
Había veintiséis mil jinetes sarracenos y sólo unos cientos de cristianos, pero los sarracenos fueron derrotados. La mayoría murieron; el propio Saladino sólo escapó porque cabalgaba en un camello de carreras. El joven rey, con las manos vendadas, cabalgaba al frente de la carga cristiana, con San Jorge a su lado, según se decía, y la Vera Cruz brillando tanto como el sol. Fuera o no así, fue una victoria casi increíble, un eco de los días de la Primera Cruzada. Pero también fue la última vez que un ejército musulmán tan grande fue derrotado por una fuerza tan pequeña (7).
Inundado por las fuertes lluvias y con la pérdida de aproximadamente el noventa por ciento de su ejército, Saladino regresó a El Cairo totalmente derrotado. Años más tarde, se referiría a la batalla con desdén como “un desastre tan grande” (8).


Balduino, consciente de que su triunfo se debía en gran parte a la ayuda divina, erigió en el lugar un monasterio benedictino dedicado a Santa Catalina de Alejandría, en cuya festividad se había obtenido la victoria.

Los sufrimientos de un rey

La gloria del triunfo no alivió los crecientes efectos de la lepra de Balduino. Con el paso del tiempo perdió el uso de sus miembros y de sus ojos. Sin embargo, ni una sola vez utilizó su enfermedad como excusa para eludir su deber.

Aunque intentó abdicar varias veces, reasumió inmediatamente sus responsabilidades cuando se dio cuenta de que no había nadie adecuado para sustituirle. Poco después de su victoria en Montgisard, Balduino escribió al rey Luis VII de Francia:
No es conveniente que una mano tan débil como la mía ostente el poder cuando el temor a la agresión árabe presiona a diario sobre la Ciudad Santa y cuando mi enfermedad aumenta la osadía del enemigo... Por ello os ruego que, habiendo reunido a los barones del reino de Francia, elijáis inmediatamente a uno de ellos para que se haga cargo de este Santo Reino (9).
Al ser ignorada su petición, el rey comenzó a buscar un marido adecuado para su hermana la princesa Sibila. Era la mayor de la familia y con quien se casara heredaría el reino.

Balduino esperaba que se casara con alguien de Europa, asegurando así la protección occidental del reino tras su muerte. Hizo gestiones para que Sibila se casara con Hugo de Borgoña, pero los planes fracasaron.

Para forzar a Balduino y controlar el futuro de Jerusalén, Raimundo de Trípoli y Bohemundo de Antioquía planearon una asonada. Sus esfuerzos fracasaron porque cuando llegaron a la capital, Sibila ya estaba casada con Guy de Lusignan.

Aunque Balduino esperaba abdicar en Guy tras el matrimonio, su cuñado fue una gran decepción. De muñeca blanda y antipático para muchos de los barones cruzados, Guy no era apto para reinar y Balduino se vio obligado a permanecer en el trono.


Podría decirse que estas luchas internas le costaron a Balduino más angustias que la lepra que seguía devorando su cuerpo.

Un guerrero hasta el final

Los años posteriores al matrimonio siguieron siendo turbulentos. Balduino consiguió una tregua de dos años con Saladino que terminó prematuramente, cuando el príncipe Reynaldo de Antioquía saqueó una caravana mora que se dirigía a Damasco y se negó a devolver los prisioneros o el botín incluso cuando el rey se lo ordenó. Saladino también violó el tratado al apoderarse de la tripulación y la carga de un navío cristiano que naufragó en sus costas.

Entonces estalló en Bizancio un sentimiento antioccidental con el ascenso al trono de Andrónico Comneno. Al darse cuenta de que los cruzados carecían de apoyo bizantino, Saladino atacó el castillo de Bethsan.

Balduino marchó inmediatamente contra los agresores musulmanes y los rechazó, aunque contaba con un ejército mucho más pequeño y probablemente estaba demasiado débil para luchar en ese momento.

En 1183, el rey se quedó ciego e incapaz de usar las manos y los pies. Nombró a Guy de Lusignan regente permanente.

Sin embargo, cuando el heredero se mostró incapaz de unificar a los barones cruzados y se negó a enfrentarse a Saladino, al mando de la mayor fuerza cristiana jamás reunida en Tierra Santa, Balduino le retiró la regencia y volvió a asumir las responsabilidades del reino.

Más tarde, ese mismo año de 1183, la hermanastra del rey, Isabel, se casó con Humphrey IV de Toron en el castillo de Kerak. Aunque Balduino estaba demasiado enfermo para asistir a la boda, muchos otros líderes cristianos influyentes estaban presentes. La oportunidad de capturarlos era demasiado tentadora como para que Saladino se resistiera.

Rodeó el castillo y lo sitió en medio de la celebración. Aunque totalmente incapacitado, Balduino se encargó de rescatar a los nobles atrapados. Ciego y cojo, ordenó que lo llevaran a la batalla en camilla.

Al darse cuenta de que el rey había llegado para socorrer la fortaleza, Saladino dio la señal de retirada sin enfrentarse a los cristianos. 

La misma escena se repitió cuando Saladino volvió a intentar tomar el castillo de Kerak en 1184. Una vez más, Saladino se retiró cuando Balduino fue llevado a la batalla en camilla.

Privado de toda fuerza y poder, Balduino había triunfado por última vez sobre su enemigo de toda la vida.

Resolver la sucesión y la muerte

Más tarde, en 1184, Balduino contrajo la enfermedad que acabaría con su vida (10). El problema de la sucesión se había resuelto en cierto modo en 1183, cuando Balduino coronó co-rey a su sobrino de cinco años, Balduino V, para excluir del trono a Guy de Lusignan.


Aunque a los lectores modernos esto les pueda parecer duro, Guy había desafiado abiertamente al rey en dos ocasiones, llegando en una de ellas a traicionar su voto feudal. Tal desafío no podía quedar sin respuesta.

Balduino, hambriento de opciones viables, nombró a Raimundo de Trípoli regente temporal. Cuando quedó claro que el rey estaba de hecho en su lecho de muerte, Jerusalén necesitaba una solución más permanente hasta que el rey Balduino V alcanzara la mayoría de edad.

Muerte de Balduino IV y coronación de Balduino V

El rey leproso aplazó esta importante decisión al Alto Tribunal, que eligió a Raimundo de Trípoli. Tras haber hecho todo lo posible por mantener su reino, Balduino IV entregó su alma a Dios el 16 de mayo de 1185 y fue enterrado en la Iglesia del Santo Sepulcro.

De la cruz a la luz

El sufrimiento fue la única constante en la vida de Balduino. Desde su más tierna infancia hasta sus últimos momentos, padeció una lepra que pudrió su cuerpo y representó la podredumbre de su reino, que, debido a la discordia y corrupción internas, cayó en manos de Saladino dos años después de la muerte de Balduino.

La capacidad de Balduino para gestionar el precario estado de su reino se debió a su voluntad de cargar con su cruz a imitación de su Maestro. Ni una sola vez utilizó su enfermedad como excusa para eludir sus responsabilidades, incluso cuando le redujo a la más absoluta incapacidad.

En este estado, era una viva representación de Cristo, de quien el salmista afirma: “Pero yo soy un gusano, y no un hombre; el oprobio de los hombres, y el desterrado del pueblo” (Sal. 21:7)

La sociedad moderna, que huye del sufrimiento como de la peste, necesita modelos como Balduino IV, el rey leproso que bebió hasta la última gota el cáliz de amargura que la Providencia puso ante él. Necesita arquetipos que echen por tierra el mito revolucionario de que el sufrimiento es un mal absoluto, que hay que evitar a toda costa.

La Iglesia tiene un dicho que reza: “Per Crucem ad Lucem” (De la Cruz a la Luz). Balduino IV no sólo comprendió estas palabras, sino que las vivió. Porque así lo hizo, siempre será estimado por quienes sacrifican sus intereses personales por el bien común. Será admirado por quienes están dispuestos a afrontar el peligro y sufrir por una causa superior.

En una palabra, será consagrado por las almas que huyen de la mediocridad y aspiran a la grandeza.

Notas:

1) Bernard Hamilton, The Leper King and His Heirs: Baldwin IV and the Crusader Kingdom of Jerusalem (Nueva York, Cambridge University Press, 2005) p. 43.

2) En esta época, la enfermedad de Balduino era ciertamente conocida, pero el diagnóstico de lepra probablemente aún no se había hecho con certeza. En aquella época, si a un caballero o sargento se le diagnosticaba la lepra, se le hacía ingresar en la Orden de San Lázaro, una comunidad religiosa formada para atender a los nobles leprosos. Véase Bernard Hamilton, The Leper King and His Heirs, p. 29.

3) Stephen Howarth, The Knights Templar (Nueva York, Barnes and Noble Books, 1991) p. 132.

4) Bernard Hamilton, The Leper King, p. 119.

5) Cf. “Batalla de Montgisard”, https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Montgisard.

6) Bernard Hamilton, The Leper King and His Heirs, p. 133.

7) Stephen Howarth, The Knights Templar, p. 133.

8) Bernard Hamilton, The Leper King and His Heirs, p. 136.

9) Ibid. p. 140.

10) A pesar de los horribles efectos del tipo de lepra que padecía Balduino, rara vez provoca la muerte. La enfermedad final del rey fue probablemente el resultado de la infección de una de sus muchas heridas. Cf. Piers D. Mitchell, “An evaluation of the leprosy of King Baldwin IV of Jerusalem in the context of the medieval world”, reproducido como apéndice en The Leper King and His Heirs.




LA VALIDEZ DE LOS NUEVOS SACRAMENTOS

¿Los ritos establecidos por Pablo VI son realmente los instrumentos de Jesucristo, los canales a través de los cuales Él da la gracia sacramental?

Por el abad Hervé Belmont


Entre todas las novedades introducidas por el Vaticano II o tras él, la reforma litúrgica –y la reforma de los sacramentos que está en su centro– fue la más visible y la más cotidiana. Lo que se percibió especialmente fue la profanación masiva, la omnipresente protestantización, el ridículo que se apoderaba del santuario.

Pero hay un aspecto más fundamental, y más insidioso porque no es directamente discernible: la validez sacramental de los nuevos ritos. Esto es mucho más angustioso y más grave que las fantasías de un vicario al acecho.

Para ver con claridad, para guiarse con certeza y sabiduría en el abanico de posibilidades teóricas y prácticas, es necesario situar el problema en su verdadera luz: la naturaleza de los sacramentos y los principios que los gobiernan.

De acuerdo con las estipulaciones del Vaticano II (1), Pablo VI inició la reforma de todos los ritos sacramentales y promulgó los diversos elementos entre 1968 y 1973 (2).

Esta reforma se refiere a lo esencial de los sacramentos, y allí se siente constantemente la influencia protestante; por lo tanto, estamos justificados para preguntarnos si los ritos establecidos por Pablo VI son realmente los instrumentos de Jesucristo, los canales a través de los cuales Él da la gracia sacramental.

Esta cuestión de la validez de los nuevos ritos sacramentales no puede ni debe separarse de otras dos cuestiones inevitablemente relacionadas: la de la conformidad de los ritos con la fe católica y la de la realidad de la Autoridad que los promulgó. En efecto :

● si estos ritos provienen de la verdadera Autoridad de la Iglesia, es imposible que estén en desacuerdo con la fe o sean inválidos: la asistencia del Espíritu Santo garantiza tanto el acuerdo con la fe como la eficacia de la gracia;

● si no son conformes a la fe católica, es imposible que procedan de la Autoridad legítima, que no puede dar a la Iglesia una ley mala (3) o un rito despreciable (4);

● si, esencialmente, no son acordes a la fe católica, no pueden ser válidos: es la fe de la Iglesia la que hace de los signos sacramentales instrumentos de Jesucristo para el don de su gracia (5).

● si no provienen de la Autoridad de la Iglesia, no hay garantía de validez, la cual sólo puede conocerse en la fe y por lo tanto, a través del testimonio de la Iglesia.

Entonces, sólo la Iglesia podrá decidir la cuestión de forma categórica y definitiva. Pero mientras tanto debemos saber qué esperar, es decir, desde el único punto de vista de la validez, ya que el testimonio de fe se opone a la participación activa en estos ritos. Pero, ¿qué podemos saber sobre ellos una vez realizados?

Si admitimos con razón que la reforma litúrgica no es ni fruto ni expresión de la fe de la Iglesia, debemos admitir por el mismo hecho de que no proviene de la Iglesia y que Pablo VI estaba desprovisto de la Autoridad Pontificia (que también puede ser establecido por todas sus acciones que no producen el bien de la Iglesia, o de su enseñanza sobre la libertad religiosa).

Al no provenir estos ritos de la Iglesia, es imposible afirmar que el ministro que los utiliza (sea quien sea y a pesar de hacerlos) tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia: su intención (real y efectiva) es precisamente utilizar estos ritos, y estos ritos no son los que hace la Iglesia. Por lo tanto, no podemos afirmar la validez del rito de los sacramentos cuyo elemento esencial –la materia o la forma– ha sido cambiado (Confirmación, Eucaristía, Extremaunción, Orden): no podemos evitar tener dudas sobre ellos.

Para los otros tres sacramentos (Bautismo, Penitencia y Matrimonio) cuya forma no ha cambiado, no ha habido, en sentido literal, una nueva promulgación de la parte esencial y por lo tanto, a priori, no hay necesidad de cuestionar su validez.

Para los cuatro cuya forma ha sido modificada, existe –al menos– duda jurídica, por la ausencia de la garantía sobrenatural y necesaria de la Iglesia. Pero como la vida sacramental –al igual que la vida de fe– no puede dar cabida a la duda, deben considerarse inválidos en la práctica.


Notas:

1) Constitución de la sacra liturgia de 4 de diciembre de 1963, nn. 50, 66, 71, 72, 75, 76 y 77

– Orden: Constitución Apostólica Pontificalis Romani de 18 de junio de 1968; AAS 1968 págs. 369-373.

– Eucaristía: Constitución Apostólica Missale Romanum del 3 de abril de 1969; AAS 1969 págs. 217-222.

– Matrimonio: Decreto de 19 de marzo de 1969; Notitiæ (boletín de la congregación para el culto divino) 1969 p. 203.-

Bautismo: Decreto de 15 de mayo de 1969; AAS 1969 p. 548.

– Confirmación: Constitución Apostólica Divinæ consortium naturæ del 15 de agosto de 1971; AAS 1971 págs. 657-664.

– Extremaunción: Constitución Apostólica Sacram Unctionem infirmorum del 30 de noviembre de 1972; AAS 1973 págs. 5-9.

– Penitencia: Decreto de 2 de diciembre de 1973; AAS 1974 págs. 172-173


El Papa Pío VI condena – como “falsa, temeraria, escandalosa, perniciosa, ofensiva para los oídos piadosos, insultante para la Iglesia y para el Espíritu de Dios que la guía, por decir lo menos errónea” – una propuesta del Sínodo de Pistoia sobre la disciplina de la Iglesia por esta razón: “Como si la Iglesia, que está gobernada por el Espíritu de Dios, pudiera constituir una disciplina, no sólo inútil y demasiado pesada para la libertad cristiana, sino también peligroso, dañino y que conduce a la superstición y al materialismo” (Denz. 1578). Los papas Gregorio XVI (Quo Graviora del 4 de octubre de 1833) y León XIII (Testem benevolentiæ del 22 de enero de 1899) se refieren explícitamente a esta condena.

“Si alguno dijere que los ritos recibidos y aprobados por la Iglesia Católica, utilizados en la administración solemne de los sacramentos, pueden ser despreciados u omitidos sin pecado a voluntad de los ministros; o que cualquier pastor puede, en su iglesia, cambiarlos por otros nuevos que es anatema” (Concilio de Trento, canon 13 de la Sesión vii, Denz. 856).

“La eficacia –o virtud– de los sacramentos proviene de tres cosas: de la institución divina que es su agente principal; de la pasión de Cristo que es su primera causa meritoria; de la fe de la Iglesia que pone el instrumento en continuidad con el agente principal” (Santo Tomás de Aquino, IV Sent. d. i q. i a. 4 sol. 3).


Quicumque


EL PAPADO “DESMONTADO”

Ratzinger y Bergoglio se nos han presentado como portadores de teologías opuestascuando en realidad representan dos etapas sucesivas de un mismo proceso revolucionario.

Por Monseñor Carlo Maria Viganò


Emeritus. munus, ministerium


La interminable saga de la Dimisión de Benedicto XVI sigue alimentando una narrativa cada vez más audaz y surrealista de los acontecimientos que hemos presenciado en la última década. Teorías incoherentes y no apoyadas en prueba alguna se han apoderado de muchos fieles e incluso de algunos sacerdotes, aumentando la confusión y la desorientación. Pero si esto ha sido posible, también se debe en gran parte a quienes, conociendo la verdad, sin embargo temen hablar de ella por las consecuencias que la verdad, una vez revelada, podría tener. De hecho, hay quienes “creen que es preferible apuntalar un castillo de mentiras y engaños, antes que tener que enfrentarse a las preguntas sobre un pasado de connivencia, silencio y complicidad”.

Intercambio de cartas

Durante una reunión en el hotel Renaissance Mediterraneo de Nápoles con católicos del Cœtus Fidelium local, celebrada el pasado 22 de noviembre [2024], monseñor Nicola Bux mencionó un intercambio de cartas con el “papa emérito Benedicto XVI”, que se remonta al verano de 2014, y que supuestamente constituye el desmentido definitivo de las diversas teorías que circulan sobre la invalidez de la renuncia de Benedicto. El contenido de estas cartas -la primera, escrita por monseñor Bux el 19 de julio de 2014 (tres páginas), y la segunda, de Benedicto XVI, el 21 de agosto de 2014 (dos páginas)- no se dio a conocer hace diez años, como hubiera sido más que deseable. En cambio, sólo hoy apenas se ha mencionado su existencia. Se da la circunstancia de que conozco tanto este intercambio de cartas como su contenido.

¿Por qué monseñor Bux decidió no divulgar rápidamente la respuesta de Benedicto XVI cuando Benedicto aún vivía y podía confirmarla y corroborarla, y en cambio revelar sólo su existencia, sin divulgar su contenido, casi dos años después de su muerte? ¿Por qué ocultar a la Iglesia y al mundo esta declaración autorizada y tan importante?

La revolución permanente

Para responder a estas preguntas legítimas, debemos dejar de lado la ficción que nos ofrecen los medios de comunicación. En primer lugar, debemos comprender que la visión antitética de un Ratzinger “santo subito” [santo inmediato] y un Bergoglio “feo y malo” es conveniente para muchos. Este enfoque simplista, artificial y falso evita abordar el núcleo del problema, es decir, la perfecta coherencia de acción de los “papas conciliares” desde Juan XXIII y Pablo VI hasta el autodenominado Francisco, pasando por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Los objetivos son los mismos, aunque se persigan con métodos y lenguaje diferentes. La imagen de un teólogo anciano, elegante y refinado, con casulla romana y zapatos rojos, que concedió la ciudadanía al rito tridentino, contrapuesta a la de un destemplado hereje globalista que no celebra misa y ha anulado Summorum Pontificum, mientras promulga la liturgia maya con mujeres purificadoras, forma parte de esa operación de polarización forzada que también hemos visto adoptar en el ámbito civil, donde se ha llevado a cabo un proyecto subversivo similar favoreciendo a las fuerzas ultraprogresistas por un lado y callando las voces de la disidencia por otro.

En realidad, Ratzinger y Bergoglio -y esto es precisamente lo que los conservadores no quieren reconocer- constituyen dos momentos de un proceso revolucionario que contempla fases alternas sólo aparentemente opuestas, siguiendo la dialéctica hegeliana de tesis, antítesis y síntesis. Un proceso que no comenzó con Ratzinger ni terminará con Bergoglio, sino que se remonta a Roncalli y parece destinado a continuar mientras la Iglesia profunda siga sustituyendo a la Jerarquía católica usurpando su autoridad.

En la visión ratzingeriana, la tesis del Vetus Ordo y la antítesis del Novus Ordo se combinan en la síntesis de Summorum Pontificum, gracias al subterfugio de “un solo rito en dos formas”. Pero esta “coexistencia pacífica” es producto del idealismo alemán; y es falsa porque se basa en la negación de la incompatibilidad entre dos formas de concebir la Iglesia, una correspondiente a dos mil años de catolicismo, la otra impuesta por el Concilio Vaticano II gracias a la obra de herejes hasta entonces condenados por los Romanos Pontífices.

La “redefinición” del Papado

Encontramos el mismo modus operandi en la intención expresada primero por Pablo VI, luego por Juan Pablo II y finalmente por Benedicto XVI de  “redefinir” el Papado de manera colegial y ecuménica, ad mentem Concilii, donde la institución divina de la Iglesia y del Papado (tesis) y las exigencias heréticas de los neomodernistas y de las sectas no católicas (antítesis) se conjugan en la síntesis de una redefinición del Papado de forma ecuménica, propuesta por la encíclica Ut Unum Sint promulgada por Juan Pablo II en 1995 y formulada más recientemente en el Documento de Estudio del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos publicado el pasado 13 de junio [2024]: El Obispo de Roma. Primacía y Sinodalidad en los Diálogos Ecuménicos y en las Respuestas a la Encíclica 'Ut Unum Sint'. No sorprenderá saber -como me confió el cardenal Walter Brandmüller en enero de 2020 en respuesta a una pregunta concreta mía- que el profesor Joseph Ratzinger estaba desarrollando la teoría del Papa emérito y de un Papado colegial [compartido] con su colega Karl Rahner en los años 70, cuando ambos eran “jóvenes teólogos”.

Durante una conversación telefónica que mantuve en 2020, una asistente de mucha confianza de Benedicto XVI me confirmó la intención del Papa Benedicto -que él le reiteró varias veces- de retirarse a la vida privada en su residencia de Baviera, sin mantener ni su nombre apostólico ni sus vestiduras papales. Pero esta eventualidad fue considerada inoportuna para quienes perderían su poder en el Vaticano, especialmente los conservadores que tenían a Benedicto XVI como referente y habían mitificado su figura.

No sabemos a ciencia cierta si la solución teorizada con Rahner por el joven Ratzinger seguía siendo contemplada por el anciano Pontífice, ni si el Papado Emérito fue “resucitado” por quienes querían mantener a Benedicto en el Vaticano, valiéndose también de la presión externa sobre la Santa Sede que se había materializado con la suspensión del Vaticano del sistema SWIFT, que, significativamente, fue restablecida inmediatamente después del anuncio de la Dimisión. De hecho, la Dimisión creó una inmensa confusión en el cuerpo eclesial y entregó la Sede de Pedro a su destructor, algo de lo que, en cualquier caso, formó parte Joseph Ratzinger.

Benedicto recurrió así a la invención del “Papado Emérito”, tratando, en violación de la práctica canónica, de mantener viva la imagen del “fino teólogo” y del defensor Traditionis que su entorno había construido. Por otra parte, el análisis de los acontecimientos que conciernen al epílogo de su Pontificado es extremadamente complejo, tanto por las peculiaridades del intelecto y del carácter de Ratzinger, como por la opacidad de la acción tanto de sus colaboradores como de la Curia y, finalmente, por la absoluta ἅπαξ de su Renuncia, llevada a cabo por Benedicto XVI, una modalidad completamente nueva y nunca vista en la historia del Papado.

Por otro lado, este paréntesis de mozzettas y camauros se suponía eclipsado con el relevo al ya elegido arzobispo de Buenos Aires, propuesto por la mafia de Saint Gallen para ocupar el lugar de Benedicto desde el Cónclave de 2005. El papel de Benedicto XVI como emérito tenía la función de sostener una especie de papado conservador (munus) que velaría por el papado progresista de Bergoglio (ministerium), para mantener unidos el componente ratzingeriano moderadamente conservador y el componente bergogliano violentamente progresista, favoreciendo así la percepción pública de una supuesta continuidad entre el “papa emérito” y el “papa reinante”.

En esencia, se buscó la manera de mantener a Benedicto en el Vaticano, para que su presencia dentro de los Muros Leoninos apareciera como una forma de aprobación de Bergoglio y las aberraciones de su “pontificado”. Por su parte, el argentino veía en este monstrum canónico -porque eso es el “Papado Emérito”- un instrumento para la desestructuración del Papado de forma conciliar, sinodal y ecuménica; lo cual, como sabemos, era un deseo compartido por el propio Benedicto XVI.

El “monstrum” canónico del Papa Emeritus

Hay que decir que la institución del Episcopado emérito es también un monstruo canónico, porque con ella el Obispo diocesano ve “congelada” su jurisdicción por razón de edad (al cumplir los 75 años), en contra de la práctica secular de la Iglesia. La institución de la categoría de “emérito”, al hacer perder a los Obispos la conciencia de ser Sucesores de los Apóstoles, ha tenido también como consecuencia inmediata una total desresponsabilización, relegándolos al papel de meros funcionarios y burócratas. La institucionalización de las Conferencias Episcopales como órganos de gobierno que interfieren y obstaculizan el ejercicio del poder (potestas) de los Obispos individuales ha constituido ciertamente un atentado a la constitución divina de la Iglesia Católica y a su Apostolicidad.

El episcopado “emérito”, introducido justo después del Concilio, en 1966, con el Motu Proprio Ecclesiæ Sanctæ, y luego adoptado por el Código de Derecho Canónico de 1983 (can. 402, § 1), revela una significativa coherencia con el Ingravescentem Ætatem de 1970, que priva a los Cardenales de setenta y cinco años de sus funciones en la Curia y a los Cardenales de ochenta años del derecho a elegir al Papa en Cónclave. Más allá de la formulación jurídica de estas leyes eclesiásticas, su mens [finalidad] sólo puede entenderse en una perspectiva de exclusión deliberada de los Obispos y Cardenales más veteranos de la vida de la Iglesia, dirigida a favorecer el “relevo generacional” -un verdadero reseteo de la Jerarquía católica- con Prelados ideológicamente más próximos a las nuevas peticiones promovidas por el Vaticano II. Esta purga artificial de los miembros más veteranos del Episcopado y del Colegio Cardenalicio -y, por lo tanto, presumiblemente menos proclives a la innovación- ha terminado por distorsionar el equilibrio interno de la Jerarquía, de acuerdo con un enfoque mundano y secular ya ampliamente adoptado en el ámbito civil. Y cuando, bajo el pontificado de Juan Pablo II, las llamadas “viudas Montini” -es decir, los cardenales que habían alcanzado el límite de edad en los años ochenta- pidieron la revocación de la Ingravescentem ætatem para no ser excluidos del Cónclave, se hizo evidente que también los progresistas de los años setenta estaban destinados a su vez a ser víctimas de la norma que habían invocado para los demás: Et incidit in foveam quam fecit (Sal 7,16) [cayeron en el agujero que hicieron].

No se nos escapará que, en una perspectiva de “redefinición” del Papado en clave “sinodal”, donde el Obispo de Roma es considerado primus inter pares [el primero entre iguales], la institución del Episcopado emérito y las normas que limitan el ejercicio del Episcopado y del Cardenalato al cumplimiento de una determinada edad, constituyen la premisa para la institucionalización del Papado emérito.

El falso problema del munus y del ministerium

De la tesis del Papado (soy Papa) en conflicto con la antítesis de la Renuncia (ya no soy Papa) surge un concepto en continua evolución -al igual que el devenir es el absoluto para Hegel-, es decir, la síntesis del Papado emérito (sigo siendo Papa pero no actúo como Papa). Este aspecto filosófico del pensamiento de Joseph Ratzinger, principal y recurrente en él, no debe pasarse por alto: la síntesis es en sí misma provisional, habida cuenta de su mutación en tesis a la que se opondrá una nueva antítesis que dará lugar a otra síntesis, a su vez provisional. Este incesante devenir es la base ideológica, filosófica y doctrinal de la revolución permanente inaugurada por el Concilio Vaticano II en el frente eclesial y por la izquierda global, en el frente político.

Así pues, hemos asistido a una especie de separación artificial del Papado: por un lado, el Papa renunció al Papado y, por otro, la persona Papæ, Joseph Ratzinger, intentó mantener algunos aspectos del mismo que le garantizaran protección y prestigio. Dado que el alejamiento de la Sede Apostólica podía aparecer como una forma de desaprobación de la línea de gobierno de la Iglesia impuesta por la Iglesia profunda bergogliana, tanto el Secretario Personal como el Secretario de Estado presionaron fuertemente a Ratzinger para que se mantuviera “a tiempo parcial” por así decirlo, jugando con la ficticia separación entre munus y ministerium -que por otra parte fue vigorosamente negada en la respuesta del Emérito a mons. Bux.

El Prof. Enrico Maria Radaelli ha subrayado en sus profundos estudios que esta arbitraria bipartición del mandato petrino entre munus y ministerium invalida la Renuncia. Ya que el Primado Petrino no puede descomponerse en munus y ministerium, puesto que se trata de una potestas que Cristo Rey y Sumo Sacerdote confiere a quien ha sido elegido para ser Obispo de Roma y Sucesor de Pedro. La negación de Ratzinger (en la carta citada) afirmando que no quería separar munus y ministerium está en contradicción con la propia admisión de Benedicto de que ha basado el Papado emérito en el modelo del Episcopado emérito, que se basa precisamente en esta división artificial e imposible entre ser y hacer Papa, entre ser y hacer Obispo. El absurdum de esta división es evidente: si fuera posible poseer el munus sin ejercer el ministerium, también sería posible ejercer el ministerium sin poseer el munus, es decir, desempeñar las funciones de Papa sin serlo: lo cual es una aberración tal que invalida radicalmente el consentimiento a la asunción del propio Papado. Y en cierto sentido vimos realizada esta dicotomía surrealista entre munus y ministerium, cuando el Emérito era Papa pero no ejercía el Papado, mientras que Bergoglio actuaba como Papa sin serlo.

La desacralización del Papado

Por otro lado, el proceso de desacralización del Papado iniciado con Pablo VI (piénsese en la deposición escénica de la tiara) continuó sin interrupción incluso bajo el pontificado de Benedicto XVI (quien también retiró la tiara del escudo papal). Esto hay que atribuirlo principalmente a la nueva eclesiología herética del Vaticano II, que hizo suyas las exigencias de la sociedad secularizada y “democrática” acogiendo en el seno de la Iglesia conceptos como la colegialidad y la sinodalidad que le son ontológicamente ajenos, desvirtuando así la naturaleza monárquica de la Iglesia querida por su divino Fundador. Ciertamente deja a uno perplejo e inmensamente entristecido ver con qué celo la Jerarquía Conciliar y Sinodal ha promovido la subversión dentro de la Iglesia Católica. Una secuencia de reformas, normas y prácticas pastorales durante más de sesenta años han demolido sistemáticamente lo que hasta antes del Vaticano II se consideraba intangible e irreformable.

Hay que recordar también que la renuncia de Benedicto XVI no fue seguida de un Cónclave normal, en el que los electores eligieron serenamente al candidato a suceder al Trono de Pedro, sino que fue un verdadero golpe de Estado llevado a cabo ex professo por la Mafia de San Galo -es decir, por el componente subversivo infiltrado en la Iglesia durante las décadas precedentes- mediante la manipulación y violación del proceso electivo regular y el recurso al chantaje y la presión sobre el Colegio Cardenalicio. No olvidemos que un eminente prelado confió a conocidos que lo que había presenciado personalmente en el Cónclave podía poner en peligro la validez de la elección de Jorge Mario Bergoglio. También en este caso, incomprensiblemente, se ha dejado de lado el bien de la Iglesia y la salvación de las almas, en nombre de una farisaica observancia del secreto pontificio, quizá no del todo exenta de chantajes y amenazas.

Existe una contradicción evidente entre el objetivo que Benedicto se fijó (es decir, renunciar al Papado) y los medios que eligió para hacerlo (basados en la invención del Papado Emérito). Esta contradicción, en la que Benedicto renunció subjetivamente pero objetivamente produjo un monstruo canónico, constituye un acto tan subversivo como para anular la Renuncia. A su debido tiempo, esta contradicción tendrá que ser remediada por un pronunciamiento autorizado, pero el hecho ineludible sigue siendo que la forma en que se colocó la Renuncia no elimina las irregularidades posteriores que llevaron a Bergoglio a usurpar el Trono de Pedro con la complicidad de la Iglesia profunda y el Estado profundo. Tampoco es posible pensar que la Renuncia no deba leerse a la luz del plan subversivo que pretendía derrocar a Benedicto XVI y sustituirlo por un emisario de la élite globalista.

El castillo de mentiras en el que cooperan laicos, sacerdotes y prelados, incluso de buena fe, sigue siendo una jaula en la que se han encerrado a sí mismos. En la dramatización mediática, los actores Ratzinger y Bergoglio se nos han presentado como portadores de teologías opuestas, cuando en realidad representan dos etapas sucesivas de un mismo proceso revolucionario. Pero la apariencia, simulacro en el que se basa la comunicación de masas, no puede sustituir a la sustancia de la Verdad a la que la Iglesia católica está indefectiblemente ligada por mandato divino.

Conclusión

A los numerosos fieles escandalizados, a los numerosos sacerdotes y religiosos confundidos e indignados, a los pocos -al menos por ahora- que alzan su voz para denunciar el golpe perpetrado contra la Santa Iglesia por sus propios Ministros, dirijo mi aliento para perseverar en la fidelidad a Nuestro Señor, Sumo y Eterno Sacerdote, Cabeza del Cuerpo Místico. Resistid firmes en la fe, nos amonesta el Príncipe de los Apóstoles (1 Pe 5,9), sabiendo que vuestros hermanos esparcidos por el mundo están pasando por los mismos sufrimientos que vosotros. El sueño en el que el Salvador parece ignorarnos mientras la Barca de Pedro es zarandeada por la tempestad, debe ser para nosotros un acicate para invocar aún más su ayuda, porque sólo cuando nos dirijamos a Él, dejando a un lado respetos humanos, teorías inconsistentes y cálculos políticos, le veremos despertar y ordenar a los vientos y al mar que se calmen. Resistir en la fe exige luchar por permanecer fieles a lo que el Señor ha enseñado y ordenado, precisamente en el momento en que muchos, especialmente en la cúspide de la Jerarquía, lo abandonan, lo niegan y lo traicionan. Resistir en la fe implica no desfallecer en el momento de la prueba, sabiendo sacar de Él la fuerza para superarla victoriosamente. Resistir en la fe significa, en definitiva, saber mirar de frente a la realidad de la passio Ecclesiæ y del mysterium iniquitatis, sin tratar de ocultar el engaño tras el que se esconden los enemigos de Cristo. Este es el sentido de las palabras del Salvador: Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8, 32).

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

30 de noviembre de 2024
S.cti Andreæ Apostoli

3 DE DICIEMBRE: SAN FRANCISCO JAVIER, CONFESOR


3 de Diciembre: San Francisco Javier, confesor

(✞ 1552)

San Francisco Javier, ornamento de la Compañía de Jesús, gloria de su nación, taumaturgo de estos últimos siglos, apóstol de las Indias y del Japón, admiración de todas las naciones, era navarro y descendía de los reyes de Navarra. 

Le escogió el Señor para resucitar en el siglo XVI, que fue el de las herejías, todos los prodigios y gracias de los apóstoles. 

Inclinado a las letras y al estudio de la sabiduría, pasó a la universidad de París, donde graduado como maestro en artes, enseñó filosofía en aquella universidad, con gran aprobación y aplauso de sus discípulos. 

Fue compañero del beato Pedro Fabro, y los dos lo fueron de san Ignacio de Loyola en la fundación de la Compañía de Jesús. 

Con deseo de visitar los santos Lugares, fue a Venecia: y viendo frustrado su viaje a Jerusalén, recorrió varias ciudades de Italia predicando y dando ejemplos de heroica humildad y mortificación. 

Fue designado para anunciar el Evangelio en las tierras de la India, descubiertas por los portugueses, y pasó allá con el título y autoridad de Nuncio apostólico, que le dio Paulo III. 

Llegado a Goa después de una larga y penosísima navegación, se dio del todo al trabajo apostólico, recorriendo a pie, y a veces descalzo, aquellas vastísimas regiones, y navegando a todas las islas de la Oceanía en que residían portugueses. 

Cuando entre los oyentes los había de varias lenguas, cada uno oía a Javier como si le hablase en la suya natural: y sucedió algunas veces que haciéndole muchos a la vez preguntas sobre la doctrina, o por no entenderla bien o por dudar de ella, Javier con una sola respuesta satisfacía a todas las preguntas. 

Lo que daba especial eficacia a su predicación eran los numerosos milagros que hacía, sanando enfermos, librando de peligros, calmando los mares embravecidos y los vientos tempestuosos, haciendo retroceder ejércitos enteros de bárbaros enemigos, descubriendo lo más oculto de los corazones, anunciando lo que estaba por venir, resucitando muertos, y acompañando todas estas maravillas con la no menor de sus apostólicas virtudes, el celo, la paciencia, la mansedumbre, la humildad, la misericordia con los desgraciados, el respeto a los superiores, la caridad con los iguales, la afabilidad con los inferiores. 

Tuvo noticia del Japón recientemente descubierto por los portugueses, e inmediatamente fue allá, exponiéndose a mil peligros: y con los ejemplos de sus virtudes y las maravillas que hemos dicho, plantó la fe en aquellos reinos, cuyos moradores la abrazaron con tal fervor, que semejaban los primeros cristianos convertidos por la predicación de los apóstoles. 

Establecidas aquellas cristiandades y dejados en ellas ministros que las cultivasen, volvió él a Malaca, donde supo que se había descubierto la China; y se dirigió allá a predicar a Cristo. 

Llegado a Sancián, isla cercana al continente chino, alegre con la vista de la tierra y con la esperanza de nuevos triunfos, el Señor se dio por satisfecho de sus trabajos y lo llamó al descanso eterno. 

Reflexión

El recuerdo de Javier trae a la memoria millones de almas convertidas por su celo. ¡Oh! ¡Cuánto amó y estimó el Hijo de Dios las almas! ¡La caridad nos habría de estar siempre solicitando y compeliendo a trabajar por salvarlas! Que no se puede sufrir que muera Dios por un alma y que la veamos irse a perder y a caerse en el infierno y que la podamos ayudar y no lo hagamos: esto no lo puede sufrir la caridad. 

Oración

Oh Dios, que por la predicación y milagros de san Francisco Javier, te dignaste agregar a tu Iglesia los pueblos de las Indias; concédenos benigno, ya que veneramos los gloriosos merecimientos de sus virtudes, que también imitemos sus ejemplos. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

lunes, 2 de diciembre de 2024

¿POR QUÉ LA MEDALLA MILAGROSA ES TAN IMPORTANTE PARA LOS CATÓLICOS?

Lea este artículo para saber por qué la Medalla Milagrosa es tan importante para nosotros.

Por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira


Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa fue el primer gran paso hacia la remarianización del siglo XIX, preparando el gran movimiento de almas que culminó con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

El 27 de noviembre de 1830, Nuestra Señora se apareció a Santa Catalina Labouré en París y le reveló el diseño de la Medalla Milagrosa. Su primer gran milagro fue la conversión en su lecho de muerte de un obispo que había jurado lealtad a la Revolución Francesa.

La Medalla Milagrosa muestra una imagen de Nuestra Señora de las Gracias con sus manos emitiendo rayos de luz, tal como se le apareció a Santa Catalina. Esta devoción a Nuestra Señora de las Gracias en la medalla marcó una verdadera renovación de la devoción a Nuestra Señora en Europa.

La devoción a Nuestra Señora había sido profundamente erosionada por el jansenismo, que, aunque en gran decadencia en aquella época, fue sustituida por formas más radicales de Revolución, de modo que la devoción a Nuestra Señora dejaba mucho que desear. Podemos decir que la Medalla Milagrosa fue el primer gran paso hacia la “re-marianización” del siglo XIX, preparando el gran movimiento de almas que culminaría con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

Con el uso de la Medalla Milagrosa, gracias extraordinarias se extendieron por toda la Iglesia. Llegó a ser una costumbre común llevar una Medalla Milagrosa alrededor del cuello o colocarla en el pecho de un paciente impenitente mientras se hacían las novenas y oraciones prescritas por Nuestra Señora. Parecía casi seguro que la persona se convertiría como resultado. A través de esta devoción, Nuestra Señora comenzó a dispensar muchas otras gracias al mundo.

Además, esta devoción está ligada a otras dos devociones muy importantes, que los jansenistas habían intentado enterrar: la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.

Esta animosidad fue muy evidente en el caso del obispo Escipión de Ricci, de Prato y Pistoia, hombre de la Ilustración y jansenista que combatió la devoción al Sagrado Corazón y que también trató de lograr reformas democráticas en la Iglesia en el Sínodo de Pistoia (fue condenado por Pío VI en 1794). También se produjo el rechazo de esta devoción al Sagrado Corazón por parte de la Casa de Borbón, que no difundió esta devoción como debía haberlo hecho antes de la Revolución. 

En el reverso de la medalla, Nuestra Señora decidió colocar una letra M que representa su santo nombre, y debajo de esta letra se ven los corazones de Jesús y María, uniendo estas tres devociones tan significativas y tan odiadas por los jansenistas.

Esta devoción no sólo contribuyó a derrotar los sentimientos jansenistas, sino que también contribuyó a dar origen a un colosal movimiento ultramontano en los campos filosófico, político y social. Los resultados fueron un gran movimiento del siglo XIX dedicado a Nuestra Señora, la definición de la infalibilidad papal y la devoción a los Corazones de Jesús y María. De hecho, todo esto dio origen a una contrarrevolución encabezada por el beato Pío IX y continuada por san Pío X.

Por su importante papel en la historia de la Iglesia, esta devoción conserva toda su relevancia para los católicos de hoy. En vista de estas gracias y consuelos pasados, debe ser cultivada con gran fervor.


TFP


EL BAUTISMO EXPLICADO A UN “PAPA” ESTÚPIDO

“¿Bautismo? ¿Qué es eso?”


El “papa Francisco” acaba de recomendar a una abuela que “no insista” a su hija para que bautice a sus hijos.

La mente se aturde.

Digamos primero una cosa: es probable que el bautismo no se produzca. Los padres viven en pecado, así que el bautismo se está volviendo problemático sólo por eso, ya que habría que encontrar padrinos que respondan por la educación religiosa de los niños, educación religiosa que los padres ateos no van a permitir en primer lugar. Creo que muchos sacerdotes simplemente rechazarían el bautismo a padres que viven en pecado y punto, y no les estoy culpando. Además, estos son los italianos ateos del XXI, y te digo que son mucho más militantes que los italianos ateos de antaño. Culpo de esto al Vaticano II y al clero cobarde.

Aún así, hay muchas cosas que están mal aquí.

La abuela está preocupada porque “sé lo importante que es tener al Señor al lado” de su nieta, etc. Que tierno. No menciona que, si la niña muere pronto, no habrá Paraíso.

Se pregunta “¿Qué pensará Jesús de todo esto?”. No hay nada que preguntarse, Signora. Jesús ha dejado reglas precisas exactamente para que no tengamos que pensar, sino actuar.

Los dos padres viven claramente en pecado, dirigiéndose de nuevo con gran celo y notable energía hacia el infierno. De eso tampoco se dice nada. Han perdido la fe, pero tienen el corazón en el lugar correcto? ¿Seguro? ¿Seguro? La abuela no parece preocupada por ellos. Todo parece un desacuerdo como si la nieta se hubiera quedado sin cachorro de labrador porque a sus padres les gustan los gatos.

Los pecados de los padres recaerán sobre los hijos. Una de las sanciones de vivir en pecado es el mayor riesgo de que la descendencia pague el precio. No lo digo yo, la Iglesia lo ha creído siempre. Si la niña muere, no fantasees con que estará con angelitos en el cielo. Hay destinos peores que el Limbo, pero no hay derecho al Paraíso.

La anciana tiene muy poco que preguntarse, y yo -gratis et amore dei- le estableceré las reglas de una manera que Francisco nunca lo hará.

Si los padres de la nieta mueren sin arrepentirse, irán a un lugar llamado Infierno. Allí, sufrirán para siempre. Eso es un tiempo terriblemente largo, “para siempre”.

Si la nieta muere con pecados mortales no arrepentidos en su conciencia (no tardarán en empezar a acumularse) irá, también, el infierno. Sí, no hay descuentos por ser ateos papá y mamá, o nos lo habrían enseñado.

Si la nieta muere pronto, la Iglesia enseña que su destino es el Limbo, y esta idea novedosa de que la niña debe ser canonizada no es cristianismo. Sí, Dios puede hacerlo si quiere. Sí, Dios enseña lo del Limbo para que no te engañes. Los que optan por engañarse lo hacen en contra de la enseñanza constante de la Iglesia, sin explicar nunca por qué las normas, en su caso, no se aplicarían.

“¡Pero... pero... ella era una aannngggeeellll!” Lo siento, señora. En realidad no lo era.

Entonces, ¿qué debe hacer la abuela? Tiene que actuar con prudencia, pero con fortaleza. Tiene que decirles a los jóvenes padres pecadores el riesgo que corren tanto sus propias almas como la de su hija. Así que, por supuesto, debe insistir y ofrecerse como madrina si es posible, pero tiene que ser inteligente al respecto. También tiene que transmitir a la niña todo el cristianismo posible -el adecuado- para que desee sinceramente ser bautizada. Entonces, o se bautizará cuando sea adulta, o morirá con el bautismo del deseo. Es simple, no es ingeniería espacial. Yo entendía estas cosas cuando tenía cinco años. Estoy seguro de que hasta Francisco lo entendería, si decidiera aproximarse al catolicismo.

La abuela debe ser prudente, no sea que los padres excluyan a la niña de su influencia. Pero tiene que ser franca y poner las reglas sobre la mesa. Reglas que Francisco no puede enseñar a la mujer, porque en primer lugar no cree en ellas.

No he leído toda la carta. Aún así, es difícil escapar a la impresión de que la seriedad en este asunto no es entendida por ninguna de las partes, o al menos esta es la impresión que saco de lo que el Vaticano ha publicado.

No se trata de cachorros de labrador.


Mundabor


LA ESPADA DE SANTA JUANA DE ARCO

Quizás pocos saben que Santa Juana de Arco recibió su espada de manera milagrosa...

Por Hugh O'Brien


La pista que me llevó al descubrimiento de la espada de Santa Juana de Arco me la dio Dom Gueranger, quien señala en su Liturgical Year (Año Litúrgico) que la Doncella de Orleans recibió su espada de forma milagrosa en Sainte-Catherine-de-Fierbois, una iglesia dedicada a Santa Catalina de Alejandría en un pueblo del mismo nombre.

Aún hoy, el pueblo de Sainte-Catherine-de-Fierbois sigue siendo pequeño (unos 750 habitantes) y es famoso sobre todo por el altar bajo el que Santa Juana encontró su espada del Cielo. Santa Catalina de Alejandría fue una de las santas que ayudaron y aconsejaron a la doncella de Orleans, por lo que no es de extrañar que se sepa el papel que desempeñó en la obtención de la espada por parte de la doncella.

Tras su encuentro con el Delfín en Chinon en 1429, Carlos dispuso que se le hiciera una armadura. Pero la Doncella rechazó su oferta de una espada porque sus “Voces” le dijeron dónde encontraría la que el Cielo había elegido para ella. Sabemos esto porque ella habló de la espada durante el proceso de su Juicio de Condena en 1431 (en inglés aquí).

Se llamaba “Espada de Santa Catalina” y tenía cinco cruces en la hoja. Sus inquisidores le preguntaron por esta espada con el fin de inducirla a admitir que tenía poderes “mágicos”. Ella no quiso hacerlo, pero les explicó con palabras sencillas la verdad de su maravilloso origen.

Cuando estaba en Chinon, sus “Voces” le habían dicho que encontraría su espada en la iglesia de Santa Catalina de Fierbois, detrás del altar. Envió una carta al párroco y pidió que la buscaran y le enviaran la espada. La encontraron exactamente donde ella había indicado, enterrada en un lugar detrás del altar, toda cubierta de óxido.

Un comerciante de armas de Tours fue enviado a recuperarla para la Pucelle, y los prelados de Tours y Santa Catalina mandaron hacer preciosas fundas para ella, una de terciopelo rojo y otra de tela de oro, pero ella prefirió usar la de cuero fuerte que había mandado hacer.

Preguntada cómo supo que esta espada estaba allí, respondió,
“Esta espada estaba en la tierra, toda oxidada, y había sobre ella cinco cruces, y yo la conocí por mis voces, y nunca había visto al hombre que fue a buscar esta espada.

Escribí a los prelados del lugar que, si les parecía bien, me diesen la espada, y me la enviaron. No estaba muy profunda bajo tierra, detrás del altar, según me parece, pero no sé exactamente dónde estaba: delante o detrás del altar.

Una vez encontrada esta espada, los prelados del lugar la hicieron frotar, y enseguida se le cayó el óxido sin dificultad. Hubo un mercader de armas de Tours que fue a buscarla, y los Prelados de aquel lugar me dieron una vaina y los de Tours también, con ellos, mandaron hacer dos vainas para mí: una de terciopelo rojo y otra de paño de oro. Y yo misma me hice otra de cuero bien fuerte.

Pero cuando fui capturada, no era esa espada la que tenía. Siempre llevé esa espada hasta que me retiré de Saint-Denis después del asalto a París” (1).
La espada fue encontrada donde San Miguel había indicado a Juana, pero entonces, un segundo milagro: la gruesa capa de óxido del hierro enterrado se desprendió sin esfuerzo con un paño.

Ella explica que había llevado la espada de Fierbois al menos hasta que se retiró de Saint-Denis tras el asalto a París en septiembre de 1429, donde comenzó su revés de fortuna. Durante el ataque, Juana fue herida por un virote de ballesta en el muslo, sacada contra su voluntad del campo de batalla y, sin su presencia para animar a las tropas, Carlos VII ordenó la retirada cuatro horas más tarde.

Es decir, la llevó al menos hasta llegar a Lagny el 29 de marzo de 1430. Fue capturada en Compeigne dos meses más tarde. (2). ¿Fue el conocimiento de la traición que se avecinaba lo que impulsó a La Pucelle a esconder su Espada de Santa Catalina? Una vez había comentado que “sólo temía la traición”. Y, al final, fue por traición por lo que fue capturada y entregada a los ingleses, que la quemaron en Rouen.

No dijo a nadie dónde había colocado la Espada de Santa Catalina, y tomó en su lugar una espada más pequeña y manejable que, según dijo a sus inquisidores, había tomado de un soldado borgoñón llamado Franquet d'Arras. Y añadió: 
“Me la quedé porque era una buena espada de guerra, buena para dar fuertes golpes”. 
Si propinaba golpes fuertes, solía ser a las prostitutas a las que echaba del campamento, ya que declaró bajo juramento que nunca había matado a nadie.

Cuando sus jueces la interrogaron sobre el paradero de la Espada de Fierbois, pues no querían que quedara ninguna “reliquia” que el pueblo pudiera honrar, se negó a dar una respuesta, alegando que no concernía al caso. La única información que daría es que se había perdido y que sus hermanos tenían el resto de sus bienes, sus caballos y espadas (3).

Como se sabía que había dejado una armadura y una espada en la iglesia de San Dionisio como acto de devoción, los jueces volvieron a preguntar por esa espada. Ella respondió que no había ofrecido la espada de Santa Catalina de Fierbois (4).

Muchos rumores circularon por Francia sobre el destino de esta espada. Incluso se ha llegado a publicar la historia de que la hoja de la espada se rompió cuando expulsaba a las prostitutas del campamento, lo que era habitual en ella. Juana de Arco negó esta historia durante el proceso con sus interrogadores.

La leyenda de sus orígenes

Una leyenda sobre los orígenes de la Espada del Cielo es que perteneció a Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, que detuvo la invasión musulmana en Europa en la batalla de Tours (o Poitiers) en 732. Fue allí donde se ganó el apellido Martel (o Martillo) por su feroz azote al enemigo.

Se dice que, en acción de gracias, el comandante franco dejó su espada en el altar de Santa Catalina de Fierbois. Temiendo que se la robaran, decidió enterrarla en secreto detrás del altar.

La Doncella de Orleans murió sin revelar el paradero de la Espada del Cielo. Queda por saber si volverá a ser encontrada milagrosamente por un nuevo héroe de Francia que surgirá durante el Gran Castigo para salvar una vez más a la Primera Hija de la Iglesia.

Notas:

1) Regine Pernoud, Joan of Arc: By Herself and Her Witnesses, Lanham MD: Scarborough House, 1966, p. 61-62

2) Lance Bernard, The Sword from Heaven, Los Gatos, 2001.

3) Trial of Condemnation, February 27, 1431, Fourth Session

4) Ibid.




2 DE DICIEMBRE: SANTA BIBIANA, VIRGEN Y MÁRTIR


2 de Diciembre: Santa Bibiana, virgen y mártir

(✞ 235)

La heroica virgen y mártir santa Bibiana, fue hija de Flaviano, prefecto de Roma, el cual por su constancia en profesar la fe de Cristo fue degradado de la nobleza, privado de su empleo, despojado de todos sus bienes, reducido a la vil condición de esclavo y muerto de miseria en el destierro, como confesor y mártir de Jesucristo. 

El emperador Juliano el apóstata, que así trató a este santo, proveyó en sus honores a Aproniano, tan perverso y hostil a los fieles de Cristo como el emperador. 

Lo primero en que puso los ojos el perverso prefecto fue en perseguir la familia de su antecesor. 

Componíase ésta de Dafrosa, mujer de Flaviano, y de Bibiana y Demetria, sus hijas. 

A las tres tuvo encerradas como en cárcel en su propia casa. 

Luego se apoderó de sus bienes y desterró a la madre, a la cual después de haberla casi hecho morir de hambre, mandó cortar la cabeza. 

A las dos hermanas, jóvenes hermosas, y más que todo fervientes cristianas, las hizo comparecer en su presencia, y las intimó a renegar de Jesucristo. 

Ellas  resistieron valerosamente, por lo cual, irritado el prefecto, las encerró en una cárcel con orden que no se les diese ningún alimento hasta que abjurasen su fe: y como nada obtuvo con esto, determinó someterlas a los tormentos. 

Antes de ejecutarlo, llamó Dios a su gloria a Demetria, quedando sola Bibiana, única heredera de la fe de sus padres, dispuesta a entrar en batalla con los enemigos del nombre cristiano. 

Fue entregada a una perversa mujer para que con halagos y promesas tratase de rendir aquel tierno corazón, más firme que una roca combatida por bravas olas; y no pudo la malvada alcanzar lo que pretendía. 

Después de las caricias, echó mano de los malos tratos. La hacía azotar cada día con varas y látigos guarnecidos de puntas de acero con una crueldad que excede a todo encarecimiento, sin que pudiese arrancar de la santa virgen ni una sola queja ni un solo gemido, antes bien daba muestras de mayor alegría y contento, por la honra que tenía de padecer por su celestial Esposo, lo que él había padecido primero por ella. 

Embravecido y fuera de sí Aproniano al verse vencido por una débil doncella, con cuya defección pensaba granjear mayor confianza del emperador, mandó que atasen a la santa virgen a una columna y que fuese azotada hasta que muriese, con disciplinas armadas de plomo, ejecutándose esta su orden con una crueldad tan sin ejemplo, que los corazones más bárbaros e inhumanos se horrorizaban al contemplar tan cruel carnicería. 

Sola la santa estuvo inmóvil, con el rostro sonriendo y el corazón esforzado y tranquilo: hasta que destrozado su cuerpo virginal, dejó paso a aquella alma pura e inocente para volar a su divino Esposo con la palma del martirio y la corona de la virginidad. 

Reflexión

No hay palabras para afear y detestar la feroz crueldad de los enemigos del nombre de Cristo. ¿Qué mal les hizo esta santa doncella cristiana, para que la hubiesen de atormentar tan bárbaramente? Pero así como en la inquebrantable fortaleza que mostró en los suplicios se manifestó que estaba revestida del espíritu de Dios, así en la fiereza e inhumanidad de los perseguidores de la virtud cristiana, se muestra que están revestidos del furor de los espíritus infernales. 

Oración

Oh Dios, dispensador de todo bien, que en tu sierva santa Bibiana juntaste la palma del martirio con la flor de la virginidad; por su intercesión une a ti nuestras almas por medio de la caridad, para que libres de todo peligro, consigamos los premios eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 1 de diciembre de 2024

BERGOGLIO RECIBE OTRO ACTIVISTA TRANS

El falso papa siempre encuentra un lugar en su apretada agenda para recibir algún “personaje” que desee reunirse con él...


El actor e ícono transgénero que se hace llamar “Nava Mau” reveló en su cuenta de Instagram que fue “seleccionada” no solo para conocer al “papa Francisco”, sino también para charlar personalmente con él sobre “los derechos y el activismo lgbtq+”.

El señor Mau  escribió en su Instagram:
Este año ha estado lleno de momentos que no parecían reales, que siguen sin parecerlo, y este es uno que definitivamente no estaba en mi cartón de bingo. Nunca en mi vida imaginé que estaría sentada junto al Papa en su residencia, y mucho menos que hablaría con él durante una hora junto a seis defensores del colectivo lgbtq de todo el mundo.

Le hablé de mi educación, de mi trabajo con supervivientes de la violencia y de cómo la comunidad ha sido mi fe. Le hablé de Baby Reindeer, y de lo que significaba para tantos millones de personas de todo el mundo conocer ahora a una mujer trans con poder, dueña de sí misma y amada. Le hablé de mi abuela, que era mi mejor amiga y que habría estado muy orgullosa de mí. Ella estaba allí con nosotros aquel día.

Lamentablemente perdí todas las demás fotos del viaje, pero estos dos días me reencontraron incuestionablemente con el espíritu de las comunidades que luchan por la supervivencia, la dignidad y la justicia. Sí, esos dos días fueron sagrados. Las palabras de despedida del Papa fueron que nos desea todo el amor y la felicidad que deseamos, y que sigamos luchando. Nunca olvidaré su bendición.

Conocí a activistas de Uganda y Ghana que representan a las comunidades lgbtq en la resistencia contra leyes que llegan a castigar nuestra existencia con la pena de muerte. Mientras asistimos a un aumento de los ataques políticos contra las personas queer y trans en Estados Unidos, me impresiona su inquebrantable valentía. Su determinación y su fe deberían guiarnos a todos, porque no seremos libres hasta que todo el mundo lo sea. Debemos luchar juntos.

 

BERGOGLIO PIDE A LAS ABUELAS NO INSISTIR EN EL BAUTISMO DE SUS NIETOS

Una abuela italiana escribió al falso papa, preocupada por el bienestar espiritual de su nieta, y recibió como respuesta que “acompañara” a los padres de la niña sin “insistir” en que fuera bautizada.


Veamos primero, la carta de la abuela angustiada por el alma de su nieta, aun no bautizada; luego la respuesta del jesuita argentino; a continuación qué dice sobre el Bautismo el Catecismo de la Iglesia Católica y finalmente, la enseñanza sobre el Bautismo dictada por el Concilio de Trento.

☙❧ ☙❧ ☙❧

Santo Padre:

Soy abuela de tres nietos, su llegada fue un gran regalo que nos trajo mucha alegría a los abuelos y a nuestras dos hijas. La última nieta, que tiene 5 años y es muy cariñosa y vivaz, no fue bautizada porque sus padres, casados civilmente, se alejaron del Señor durante su adolescencia. Hasta el día de hoy, el deseo de buscarlo y hacerlo presente en sus vidas no está presente en ellos.

Esto me causa un gran sufrimiento porque sé lo importante que es tener al Señor a nuestro lado, rezarle, escucharle y acoger su amor.

Imagino a mi nieta sin este gran regalo, sin el Sacramento del Bautismo, ella tan curiosa por conocer la historia de Jesús con tantas preguntas propias.

¿Qué pensará Jesús de todo esto? Seguiré rezando para que ayude a abrir el corazón de sus padres, y para que pueda acompañar a mi nieta en las pruebas de la vida, ser su amigo y compañero de viaje.

Me dirijo a usted, Santo Padre, en busca de consuelo y consejo, confiando en que el Señor nos mostrará el camino correcto para ayudar a nuestra nieta.

Con fe, Oliva de Bérgamo

☙❧ ☙❧ ☙❧

Respuesta del “santo padre”

Querida Oliva:

Comprendo tu sufrimiento y estoy cerca de ti. El bautismo es un gran don que podemos hacer a los pequeños, porque es el primero de los sacramentos, es la puerta que permite a Cristo Señor y al Espíritu Santo habitar, instalarse, en nuestra persona. Yo mismo he bautizado a muchos niños a lo largo de los años en San Pedro, en hospitales, y siempre es una gran alegría.

Si los padres se han alejado de la fe, no hay que perder la fe. La oración puede hacer mucho. Hace milagros. Reza con más fe. Piensa en Santa Mónica y en sus incesantes oraciones por la conversión de su hijo Agustín, que más tarde llegó a ser un santo obispo. A través de la oración, ama con la esperanza de la resurrección. El amor auténtico y desinteresado crea vínculos fuertes, que pueden ser sorprendentes.

Algunos piensan: pero ¿por qué bautizar a un niño que no entiende? Cuando sea adulto, será él quien decida.

Tuve ocasión de responder a esta pregunta, pero la retomo con gusto. Me da la oportunidad de invitar a los padres a dar algo extraordinario a los niños, algo hermoso, algo bueno: que se sientan hijos de Dios, que es Padre y que nos acompañará siempre en la vida. No pienses demasiado en las fiestas mundanas, porque ésta es una de las razones que a veces aleja a tantos de la fe. Vivan esta espera juntos, en la parroquia, con los demás. Vívela con sencillez.

Bautizar a un niño significa confiar en el Señor, en el Espíritu Santo, porque cuando bautizamos a un niño, el Espíritu Santo entra en ese niño, y el Espíritu Santo hace crecer en ese niño las virtudes cristianas, que luego florecerán.

Sin embargo, el Bautismo no se puede imponer a los padres que no lo quieren para sus hijos. Ustedes, abuelos, sin embargo, con su ejemplo, pueden abrir muchos corazones que parecen cerrados. Lleva el diálogo siempre, te lo recomiendo siempre, con esperanza, con mansedumbre y con caridad. Acompaña a tus hijos, habla con ellos, pero sin insistir con la propuesta del Bautismo. El amor gratuito es más persuasivo que muchas palabras. El amor de Dios siembra el futuro, la amistad, la búsqueda de Él y los tiempos que no conocemos. La oración te ayudará sin duda. Ya verás.

Ánimo, sigan adelante juntos y no olvides rezar por mí.

Francisco
☙❧ ☙❧ ☙❧

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1213:
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu (vitae spiritualis ianua) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo (El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra: Catecismo Romano 2,2,5).
☙❧ ☙❧ ☙❧

El Catecismo del Concilio de Trento insta a la máxima importancia de bautizar a los niños lo antes posible, en la sección titulada “El bautismo de los infantes no debe retrasarse”:
Se exhorta encarecidamente a los fieles a que cuiden de que sus hijos sean llevados a la Iglesia, tan pronto como sea posible hacerlo con seguridad, para recibir el solemne Bautismo. Puesto que los niños pequeños no tienen otro medio de salvación que el Bautismo, se comprende fácilmente cuán gravemente pecan quienes permiten que permanezcan sin la gracia del Sacramento más tiempo del que exige la necesidad, sobre todo a una edad tan tierna que está expuesta a innumerables peligros de muerte.