viernes, 31 de julio de 2020

Y SIGUE MONS. TAUSSIG CON SUS ANDANZAS, Y OTRA CARTA PARA ÉL

Hoy, Mons. Eduardo Taussig ha recibido una carta de su amigo (¿o ex amigo?), Mons. Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata:

Querido Eduardo:

Lamento profundamente lo que ha ocurrido en San Rafael, a causa de un gravísimo error tuyo: el decreto sobre el modo de comulgar. Te he manifestado mi opinión las dos veces que me llamaste por teléfono. Las razones las he expuesto en mi artículo «La comunión en tiempo de pandemia», publicado en «InfoCatólica».
 Rezo por vos, y por la diócesis. Y, de un modo muy especial, por los sacerdotes y seminaristas. Espero que esas vocaciones no se pierdan.

+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata


A pesar del escándalo que él mismo provocó, y en vez que bajar el perfil y calmar las aguas, ha enviado hoy una amonestación canónica a tres sacerdotes de su diócesis, amenazándolos con quitarle las licencias ministeriales, y obligándolos a dar la comunión exclusivamente y prohibiendo que los fieles coloquen sobre ellas un pequeño corporal

Todo esto no hace más que demostrar que se trata de un hombre completamente desquiciado. Si la Santa Sede ha sido tan presurosa en intervenir en otros casos, no se entiende por qué no interviene en San Rafael y desplaza de una buena vez de su puesto a un personaje que no está en sus cabales y es, por tanto, incapaz de gobernar la diócesis.



Wanderer




CINCO COSAS PARA SUPERAR LA CRISIS DE LA IGLESIA CATÓLICA

Puedes estar luchando en esta crisis. Puede que te escandalicen los sacerdotes malvados o el mismo Santo Padre. Es posible que te estés haciendo la pregunta: ¿qué hacemos? (Hechos 2: 37). Aquí hay cinco cosas que puedes hacer para que pase.

Por Timothy S. Flanders


I. Toma tu cruz virilmente como un santo


Esta no es la primera crisis de la Iglesia. Hemos pasado por muchas guerras, derramamiento de sangre, plagas, papas malvados, sacerdotes malvados, ejércitos en guerra contra ejércitos católicos, invasiones mahometanas, invasiones vikingas, campañas de exterminio romanas, británicas, nazis, comunistas y más: pero todas estas cosas las superamos, por El que nos amó (Rom. 8: 37). San Pablo escribió esas palabras cuando nuestra fe apenas tenía adherentes, pero tomó valientemente su cruz por Cristo Rey para soportar palizas, naufragios, azotes, lapidación, peligro constante, desnudez, frío y hambre (II Cor. 11: 25-27). ¿Por qué? Porque sabía que Cristo Rey había vencido y vencería. Así que la primera tarea es en el interior: toma tu cruz con valentía como lo hicieron todos nuestros padres antes que nosotros. ¿Qué significa esto? Significa tomar la firme determinación de vivir y morir en esta fe. Aceptar y amar este sufrimiento, uniéndolo a la Pasión de nuestro Señor y ofreciéndolo al Dios Todopoderoso. Hacer esto con esperanza, sabiendo que incluso si mueres antes de ver la “Libertad y Exaltación de la Santa Madre Iglesia”, de hecho vendrá.

El Profeta declara: Espera al Señor, actúa con valentía, y deja que tu corazón se anime, y espera al Señor (Sal. 27: 14). Y en otro lugar el Bendito Apóstol clama: Velad, estad firmes en la fe, obrad valientemente y fortaleceos. Que todas tus cosas se hagan en caridad (I Cor. 16: 13-14). A través de todos los siglos, a través de cada crisis de la Iglesia, nuestros padres tomaron sus cruces con valentía y conquistaron. Y muchos de ellos murieron antes de ver el triunfo. Esta crisis, como cualquier otra crisis a lo largo de la historia, no es nada para el Dios Todopoderoso, que es fuego consumidor, que da vida a los muertos; y llama a las cosas que no son como las que son (Heb. 12: 29; Rom. 4: 17). Porque para El, las naciones son como la gota de un balde, y se cuentan como el grano más pequeño de una balanza: he aquí, las islas son como un poco de polvo (Is. 40: 15). Hablaremos de esta historia con más detalle en el futuro.

Santo Tomás define el afeminamiento como una renuencia a sufrir debido a un apego al placer (ST II-II q138 a1). Nuestra época ha estado dominada por hombres afeminados durante algún tiempo, y esta ha sido una gran causa de la crisis. Así que deja de ser afeminado. Renuncia a todos los placeres y toma tu cruz con valentía. Escucha las palabras de La Imitación de Cristo:
“A muchos les parece duro el dicho: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme, pero será mucho más difícil escuchar esa última palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Aquellos que escuchan la palabra de la cruz y la siguen de buena gana ahora, no deben temer porque no oirán de la condenación eterna en el día del juicio” (Imitación Cap. XII).
Por lo tanto, debemos ver y considerar no solo el triunfo terrenal de Cristo Rey, sino también nuestra propia muerte, y la cuenta que debemos rendir a Jesucristo. ¿Cómo responderemos al Justo Juez? Pasemos al segundo punto.


II. Lea "La imitación de Cristo"  y haga lo que dice


Se dice que este libro es el libro más vendido de todos los tiempos además de la Biblia, y con razón. (Puedes descargarlo aquí). Este libro destila la vida espiritual mejor que cualquier otro libro. Si un libro pudiera resumir toda la espiritualidad occidental, este es ese libro. Te enseñará cómo desarrollar tu cruz interior en detalle. Pero ten cuidado: este libro te dará una patada en los dientes y no mostrará piedad. Considera esto:
“Nuestro Señor Jesucristo mismo no estuvo ni una hora de su vida sin sufrimiento: le correspondía a Cristo sufrir, dice, y resucitar de entre los muertos, y así entrar en su gloria. ¿Y por qué pretendes buscar otro camino que este camino real, que es el camino de la santa cruz? Toda la vida de Cristo fue una cruz y un martirio, ¿y tú buscas descanso y gozo? Te equivocas, te equivocas, si buscas otra cosa que sufrir tribulaciones; porque toda esta vida mortal está llena de miserias y acosada por todos lados con cruces. Y cuanto más avanzada es una persona en espíritu, más pesadas serán las cruces con las que se encontrará a menudo, porque el dolor de su destierro aumenta en proporción a su amor. Sin embargo, este hombre, así afligido de muchas maneras, no está exento de consuelo, porque es consciente del gran beneficio que obtiene al llevar la cruz” (Libro II Capítulo XII).
O nuevamente en otro lugar:
“Estudia para ser paciente en soportar los defectos de los demás y sus debilidades, sean las que sean; porque tienes muchas cosas, que otros deben soportar. Si no puedes convertirte en lo que quieres ser, ¿cómo puedes esperar tener alguien tan exactamente de tu agrado?” (Libro I, Capítulo XVI).
El libro trata con amonestaciones espirituales, luego disciplinas interiores y consuelos, terminando con meditaciones y oraciones prolongadas sobre el Santísimo Sacramento. La mayoría de los capítulos se pueden leer en 5 a 10 minutos cada día. Este trabajo los mantendrá con los pies en la tierra y los desafiará a diario, como lo ha hecho con nuestros padres antes que con nosotros. Controla tu vida espiritual antes de presumir de ayudar a alguien más. Pero como La Imitación declara, “las palabras sublimes no hacen al hombre santo y justo, pero una vida virtuosa lo ama a Dios” (Libro. I, Capítulo I). Pasemos, pues, al siguiente punto.


III. Reza el Santo Rosario todos los días



En el centro de estas cinco cosas llegamos al Santo Rosario. La lista de santos, médicos y papas que han promovido esta devoción es demasiado larga para contarla aquí. Este tema recibirá la debida consideración, pero lo resumiré brevemente.

El Santo Rosario es esencial por el hecho de que incluye las dos formas esenciales de oración: mental y vocal, como observa San Luis de Montfort [1] La oración vocal sin oración mental es una vida espiritual estancada, mientras que la oración mental sin voz es imaginación desquiciada. El Santo Rosario enfoca perfectamente ambas formas de oración en una meditación diaria y poderosa sobre la vida y las virtudes de nuestro Señor y Nuestra Señora. Como dice San Agustín, no hay ejercicio espiritual más fructífero o más útil para nuestra salvación que dirigir continuamente nuestros pensamientos a los sufrimientos de Nuestro Salvador [2].

Como declara el Bendito Apóstol, todo lo que es verdadero, todo lo modesto, todo lo justo, todo lo santo, todo lo amable, todo lo de buena fama, si hay alguna virtud, si alguna alabanza de la disciplina: piensa en estas cosas (Fil. 4: 8) . Si pensamos en estas cosas, nos volveremos santos, basados ​​en este principio: "el bien entendido mueve la voluntad" (ST I q82 a3).

Cuando nuestros pensamientos están en la vida y las virtudes de nuestro Señor, perdemos interés en el pecado y nuestra voluntad se purifica. Pero para lograr esto, como señala San Luis, no debemos buscar la devoción sensible o el consuelo espiritual, de lo contrario nuestra oración se verá desordenada [3].


San Luis de Montfort 

San Luis de Montfort enseña que todos deberíamos rezar un Rosario completo todos los días: quince décadas y los tres grupos de Misterios. Este es en realidad el primer Rosario oficial promovido por el Papa San Pío V en 1569, ya que se cree piadosamente que Nuestra Señora le dio esta devoción a Santo Domingo como “Mi Salterio” (es decir, 150 Aves).[4] Sin embargo, Nuestra Señora de Fátima dijo que al menos se rece “Un tercio del Rosario” todos los días. Un consejo importante: no intentes un Rosario completo todos los días hasta que tu hábito de decir un tercio esté completamente arraigado. Lo mejor es hacer tu disciplina espiritual por la mañana, como dice San Francisco de Sales, pero formar el hábito es la parte más importante. Para mí, comencé a decir un tercio en mi viaje diario al trabajo todas las mañanas. Esto aseguró que siempre recibiría mi Rosario ya que siempre estaba viajando. Encuentre un momento en el que siempre pueda decir su tercio y hágalo.


IV. Ayunar y ofrecer penitencia por todos los clérigos y el Santo Padre



Una respuesta adecuada a cualquier pecador es ofrecer penitencia por él. Esto ofrece reparación por la ofensa dada a la gloria de Dios, y también busca merecer las gracias necesarias para la conversión de esa alma. Como está escrito, intercediendo por los transgresores (Is. 53: 12).

Cuando vemos que los líderes de la Iglesia u otras personas caen en el pecado y el error, es fácil enojarse. Pero la ira debe moderarse de acuerdo con la razón correcta, de lo contrario puede ser desordenada y pecaminosa (II-II q158 a1). Ofrecer penitencia por los que están en pecado es un acto de misericordia que también ayuda a tu propia alma a moderar la ira.

Sin embargo, Santo Tomás también observa que la falta de ira a veces puede ser un pecado, cuando hay razón para la ira. Por tanto, la ira debe ser el resultado de la razón correcta dirigida como una "ira celosa" hacia la virtud (loc. Cit.). De modo que la penitencia es también violencia espiritual con la que nosotros, con justa ira, luchamos y matamos el vicio y el pecado, en nuestro hermano y en nosotros mismos. Como está escrito, si por el Espíritu matas las obras de la carne, vivirás (Rom. 8: 13) y otra vez: El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos se lo llevan (Mt. 11: 12). El ayuno, además, modera los excesos del apetito concupiscible (placer), frenando el afeminamiento. Concluyamos con el punto final.


V. Conozca la fe y transmítala


Vivimos en una era oscura. Un saeculum obscuram. Vivimos en una época en la que el significado de católico se oscurece. Nuestra tarea es pelear la buena batalla de la fe (I Tim. 6: 12) y permanecer firmes y mantener las tradiciones (II Ts. 2: 14) para que podamos transmitir la fe a nuestros hijos después de nosotros. Nuestros padres resistieron innumerables terrores en su día, y nuestra fe es la prueba de su victoria en Cristo Rey.

En esta época, lamentablemente no podemos confiar en muchos obispos. Demasiados de ellos han sido mal formados en la fe o han trabajado deliberadamente contra la fe para derribarla. Como escribió recientemente el Papa Emérito Benedicto, durante los últimos cincuenta años, “los obispos individuales rechazaron la tradición católica en su conjunto [y] buscaron producir una especie de 'catolicidad' nueva y moderna en sus diócesis” [5].

Afortunadamente, ninguna cantidad de mala fe puede reescribir las obras de los santos y médicos. No hay una versión redactada de Denzinger (aunque el Nuevo Leccionario y el Salterio sí lo son). ¿Cuántas controversias actuales sobre la fe y la moral ya han sido resueltas por la autoridad de la Iglesia? Por lo tanto, para mantener la línea contra los enemigos de la Santa Iglesia, especialmente el Modernismo y el “Progresismo”, simplemente debemos aprovechar estos recursos.

La mayoría de nosotros tenemos poca influencia sobre el Vaticano o los obispos, pero podemos confesar la fe y transmitirla a nuestros hijos. Esto, para muchos de nosotros, constituye nuestro principal deber. Sabemos que nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos eventualmente verán la Libertad y Exaltación de la Santa Madre Iglesia. Por lo tanto, veamos la victoria por delante y hagamos nuestra parte para que nuestros hijos tengan la fuerza para mantenerse firmes contra el mal.

Nuestra Señora de la Victoria, ruega por nosotros.


[1] San Luis de Montfort, El secreto admirable del Santísimo Rosario

[2] Ibíd., 78.

[3] Ibíd., 36.

[4] Consueverunt Romani Pontifices (1569). El Papa San Juan Pablo II promovió más tarde también los Misterios Luminosos escritos por San Jorge Preca.

[5] Papa Emérito Benedicto, La Iglesia y el escándalo del abuso sexual, traducido por Anian Christoph Wimmer (2019).



Meaning of Catholic

jueves, 30 de julio de 2020

LA RELIGIÓN DEL DESPERTAR

Los conservadores se han quejado durante años sobre el adoctrinamiento en las escuelas y universidades. Tenían razón en quejarse. Ahora está claro que el adoctrinamiento ha funcionado. 

Por William Kilpatrick

La prueba se puede encontrar en las imágenes de jóvenes que marchan a paso seguro por cualquier causa que sus adoctrinadores de izquierda hayan cocinado, y derribando estatuas de "malas personas" de las que no saben nada.

La generación adoctrinada afirma estar "despierta" y consciente, pero en realidad saben muy poco sobre historia, cultura y ciencia. Si lo hicieran, se darían cuenta de que sus esquemas utópicos ya han sido probados y han fracasado.

El adoctrinamiento ha estado sucediendo por mucho tiempo. Por lo tanto, las filas de los adoctrinados incluyen no solo a jóvenes universitarios, sino también a jóvenes profesionales y CEOs de mediana edad que emiten declaraciones de señalización de la virtud en el sentido de que su empresa cumple plenamente con lo que está sucediendo ahora.

Aunque los adoctrinadores educativos y mediáticos no son particularmente religiosos, el "movimiento" que han generado en realidad opera como un culto religioso fundamentalista. Esta nueva religión es estrecha, puritana y justa. Aquellos que no se ajustan a su catecismo son rápidamente expulsados ​​o "cancelados". Sus miembros piensan que representan el amanecer de una nueva era, pero para otros se parecen más a zombis controlados por la mente de una vieja película de terror.

Uno de los catalizadores para la formación de este culto nuevo y creciente fue la aparición repentina de "un virus misterioso e invisible". Las personas a menudo recurren a la religión cuando sus vidas están envueltas por fuerzas que no pueden controlar o explicar. Es por eso que ahora sería el momento ideal para que los católicos busquen conversos entre jóvenes confundidos pero aún idealistas. La ironía es que algunos líderes católicos están optando por apoyar su nueva religión de "despertar".


Turning Point Project


SIRIA: CONSTRUIRÁN UNA MINIATURA DE LA CATEDRAL CRISTIANA DE SANTA SOFÍA

Una noticia que dejará a muchos cristianos indiferentes, católicos comunistas indiferentes, pero eso nos llena de alegría. 

El gobierno de Damasco ha anunciado que construirá una réplica en miniatura de Santa Sofía en Al Suqaylabiyah, una ciudad cristiana ortodoxa en la provincia de Hama, como símbolo de diálogo entre cristianos y musulmanes. 

El edificio, que seguirá la estética de Santa Sofía en Estambul, aunque en un formato reducido, será construido con el apoyo financiero de Rusia y es una respuesta a la conversión del sitio del patrimonio de la Unesco en una mezquita por parte del gobierno de Turquía. 

Según los informes del sitio libanés "Al Modon", la idea nació de Nabeul al Abdullah, líder de una milicia armada aliada al gobierno de Damasco en la provincia de Hama, que obtuvo la aprobación del obispo metropolitano de la Iglesia Ortodoxa Griega de Hama, Nicholas Baalbaki.


Chiesa e Postconcilio


«LO CATÓLICO» NO ENVEJECE: REJUVENECE CON LOS AÑOS



LO CATÓLICO es lo PERMANENTE. Siempre es iluminador, porque siempre es VERDAD. Por eso permanece y por eso sigue vigente.


Por el padre José Luis Aberasturi

Todo este caos que padecemos, tanto en el orden personal como en el social, tanto en el orden científico como en el religioso, día sí y día también desde hace ya tantos años, demuestra de modo palmario una cosa -supongo que entre otras, pero que ahora no me interesan-: que LO CATÓLICO es lo PERMANENTE. Siempre es iluminador, porque siempre es VERDAD. Por eso permanece y por eso sigue vigente.

Así, puedo afirmar que no solo no envejece, sino todo lo contrario: cada día es más manifiesto que se renueva a sí mismo, viviendo -al revés que el resto de las propuestas o realizaciones y frente a todas ellas-, cada vez más significativamente, una perpetua y vital juventud.

Porque ilumina siempre y cualquier tema, por superado que pueda parecer en un primer momento; en especial, frente al mortecino “empuje” de los PROGRES y sus acólitos, con sus trasnochados mantras, por falsos y mendaces.

De ahí su constante e imperecedera actualidad que las “locuras” del momento actual -con su carga de inhumanidad, crueldad, corrupción, mentira y pecado-, no hacen sino reforzar y resaltar su fulgor y su necesidad.

Porque el hombre, sin Dios, se ha perdido para sí mismo, para los demás, y para sus personales “creaciones
. Lo vemos cada día, a cada hora. Constantemente. Con espeluznante horror, por los destrozos que promueve, y lleva a infeliz término. Para él mismo y para todo su entorno.

Un ejemplo de libro, histórico y desgraciado donde los haya: a dónde hemos llegado con el tema del MATRIMONIO y, por tanto, de la FAMILIA, que aquel constituye y construye: punto crucial tanto para la Sociedad que quiera serlo, como para la Iglesia; porque tanto una como otra se construyen, materialmente, sobre ese cimiento.

Como se ha dicho siempre hasta no hace muchos años, la FAMILIA es la “célula básica de la sociedad
; por tanto, la propia Iglesia y la misma Sociedad se re-construirán cuando la gente -las familias- vuelvan a su ser, no solo “natural, sino también a su ser “sobrenatural. Los dos ámbitos están perfectamente diseñados por Dios, y recogidos en las primeras páginas del Génesis. Os las recomiendo.

El recorrido en este tema crucial, ha sido la "deconstruccion" de lo que siempre había sido, desde Adán y Eva, en toda latitud y cultura; con las excepciones no solo minoritarias sino también de muy corto recorrido: “la unión marital de un hombre y de una mujer, y para siempre”.

Todo ello absolutamente necesario en orden a los hijos: los frutos esperados y deseados de la unión marital: el bien del matrimonio. Primero, para tenerlos. Luego, para criarlos y educarlos. San Pablo, yéndonos más que lejos a los principios, escribirá: la mujer, santifíquese en la educación y la crianza de los hijos. Por cierto: el padre, también.

Porque Dios ya había establecido, para que todo fuese perfecto tanto a nivel personal como a nivel social: Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. No creo que sean unas palabras oscuras, precisamente; o rebuscadas. Que no lo son.

La demolición paso a paso de este orden familiar ordenado precisamente por Dios mismo; y, por lo mismo y con absoluta seguridad, que es el bien del hombre, de la mujer, de la Sociedad y de la propia Iglesia, se ha ido derribando concienzudamente hasta convertirlo en asquerosos escombros. El Enemigo sabía perfectamente dónde golpear. Y ahí ha ido.


Lo primero: “derecho al sexo a como dé lugar”. Los más finos o vergonzantes lo tildaban de “amor libre
, que queda mejor. Esto enseguida trajo varias derivadas: pornografía, pederastia, animalismo, homosexs, “liarse, citas, “parejitas” -nada de casarse ¿para qué?-, banalidad del matrimonio y de la familia, pérdida del sentido del amor y del valor de la procreación, divorcio, ideología de género, cambios de sexo, vientres de alquiler -con sus correspondientes “granjas de mujeres-, usar y tirar, violencias de todo género, sadismo, patologías severísimas, etc, etc. Y ¡a tragar!

Por tanto, y era lo lógico: anticoncepción, también a como dé lugar. Pero claro, como no siempre se tiene a punto algún sistemilla ad hoc, habrá que amarrar: aborto libre, y a cargo de la Seguridad Social, que para eso está. Y a seguir tragando.

De cara al mundillo católico, como todo esto podía chocar de frente con sus principios, se lo edulcora con el MITO de la SUPERPOBLACIÓN, más falso que Judas, que podía perfectamente adormecer conciencias; curiosamente se “olvida” -se arrincona- la Humanae vitae; se va diciendo a la hora de formar las conciencias de los casados que, “ahí
, vale todo: cosa que también es mentira; y, para cerrar el círculo se echa mano, sin motivo que moralmente lo justifique, de los periodos infértiles de la mujer: eso de tener “los hijos que Dios quiera” y ser madre está anticuado… Y a correr. Y a tragar. Y en eso estamos.

Me quedo aquí para no alargar demasiado el relato del tema.

Todo esto es perfectamente trasladable a otros ámbitos, donde el proceso es el mismo o parecido: ir, paso a paso, desmoronando las conciencias, para desmoronar las vidas. Da igual que se trate de la medicina, de las ciencias en general, de la cultura, de los medios de comunicación, de la política…

Es que, cuando se oscurece la Fe, se desdibujan y se apagan las verdades, en las personas y en las sociedades. De hecho, la persona y la sociedad que se “construye” de espaldas a Dios -el “famoso” ut si Deus non daretur, del “siglo de las luces
-, se sumerge, lo pretenda o no, en una aterradora y horrible oscuridad. Vamos, que el apagón es seguro: no queda otra, pues se les han fundido los plomos.

Porque no ya la conciencia, con su capacidad de juicio moral, sino hasta el mismo entendimiento ve disminuida su capacidad en el ejercicio de su función; no en sentido material -el hombre sin Fe, sigue teniendo entendimiento, y sigue pensando-, pero está muchísimo más sujeto tanto al error -del que ningún entendimiento está enteramente libre, cierto- como a los desvaríos y extravíos de una “cabeza loca".

Juan Donoso Cortés, al que de nuevo acudimos por la profundidad de su magisterio -lo digo con total intención-, lo resalta de modo magistral:
“Misericordioso y justo a un tiempo mismo, Dios niega a las inteligencias culpables la verdad, pero no les niega la vida; las condena al error, pero no a la muerte. Por eso, todos hemos visto pasar delante de nuestros ojos esos siglos de prodigiosa incredulidad y de altísima cultura, que han dejado en pos de sí un surco, menos luminoso que inflamado, en la prolongación de los tiempos, y que han resplandecido con una luz fosfórica en la Historia.
Poned, sin embargo, en ellos vuestros ojos; miradlos una y otra vez, y veréis que sus resplandores son incendios, y que no iluminan sino porque relampaguean. Cualquiera diría que su iluminación procede de la explosión súbita de materias de suyo oscuras, pero inflamables, más bien que de las purísimas regiones donde se engendra aquella luz apacible, dilatada suavemente en las bóvedas del cielo, con soberano pincel, por un Pintor Soberano.
Y lo mismo que aquí se dice de las edades [históricas], puede decirse de los hombres. Negándoles la Fe, no les niega Dios o les quita la verdad; ni les da ni les quita la inteligencia. La de los incrédulos puede ser altísima, y la de los creyentes, humilde; la primera, empero, no es grande sino a la manera del abismo, mientras que la segunda es santa a la manera de un Tabernáculo: en la primera habita el error, en la segunda la Verdad. En el abismo está, con el error, la muerte; en el Tabernáculo, con la Verdad, la Vida. Por esta razón, para aquellas sociedades que abandonan el culto austero de la verdad por la idolatría del ingenio, no hay esperanza ninguna. En pos de los sofismas vienen las revoluciones, y en pos de los sofistas, los verdugos.
Los siglos XX y XXI, con sus millones y millones de muertos directamente por las ideologías más sanguinarias que han existido, son la demostración práctica de esta denuncia profética -no me resisto a escribirlo- de nuestro Donoso Cortés: uno de nuestros grandes “olvidados” -apartado más bien: todos los que proclaman la verdad, “molestan; y se les ningunea o se les persigue- por la cultura, la filosofía política y la teología españolas de esos mismos siglos.

Así nos va.

Se nos ha cumplido -y al pie de la letra-, lo ya revelado en las Escrituras Santas: Un abismo llama a otro abismo, como podemos aprender y, de paso, rezar, con el Salmo.

O, como escribirá san Pablo no sin inspiración divina, claro: De manera que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible […].

Por esto los entregó Dios a los deseos de su corazón, a la impureza, con que deshonraron sus propios cuerpos, pues trocaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador. […] Por lo cual, los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uno contra naturaleza; e igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en la concupiscencia de unos por otros, los varones de los varones, cometiendo torpezas y recibiendo en sí mismos el pago debido a su extravío.

Y como no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir, que los lleva a cometer torpezas, y a llenarse de toda injusticia, malicia, avaricia, maldad; llenos de envidia, dados al homicidio, a contiendas, a engaños, a malignidad; chismosos o calumniadores, abominadores de Dios, ultrajadores, orgullosos, fanfarrones, inventores de maldades, rebeldes a los padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados; los cuales, conociendo la sentencia de Dios, que quienes tales hacen son dignos de muerte, no solo las hacen sino que aplauden a quienes las hacen.


Estaría uno tentado de afirmar que estas palabras son de un cronista de actualidad. Pues… ¡están escritas hace casi dos mil años! Y su autor lo ha clavado. Un argumento más a favor de la existencia, primero, y de su veracidad después, de la Revelación Divina.

Porque, como es bien patente, todo esto está al orden del día en este nuestro mundo, extraviado de soberbia, muerte y lujuria.

Ya nadie puede argumentar que eran palabras de un visionario: ¡son la realidad del día a día de nuestro entorno! Entorno, en el que se ha sembrado positivamente toda esta locura -por lo civil y por lo eclesiástico-, pero que hemos tragado casi, casi, hasta con avidez. Consciente o inconscientemente, pero tragado.

Y, como demostración: ¡hasta casi -o sin casi- aplaudimos! O aún peor: mantenemos el sistema participando en él directamente con nuestro voto cómplice -"democrático", le dicen a todo este tinglado: y picamos como pipiolos-, y con nuestro silencio, cómplice también. Que, aun suponiendo que fuese horrorizado, no deja por eso de ser silencio… y participación. O sea: COMPLICIDAD.

Porque hay católicos -incluidos jerarcas de todo pelaje y nivel- que, con esto delante de los ojos, no se han enterado aún de que los católicos NO PODEMOS estar en todo, participar de todo, contribuir a todo lo mundano, dialogar con todo, con todos y sobre cualquier tema: ¡nos lo impide nuestra Fe! Y “no podemos” es “no podemos
. O sea: no debemos.

¿Recuerdan lo de “no poder servir a dos señores
? ¿Recuerdan lo que significa la palabra “mártir” y por qué los ha habido y los sigue habiendo? Pues eso.

Y el que quiera entender, que entienda, como dice Jesús.


Non Mea Voluntas

miércoles, 29 de julio de 2020

MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE: EL CONCILIO VATICANO II, LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA IGLESIA (CAPÍTULO XIV)

La relación que indico entre la crisis de la Iglesia y la Revolución Francesa no es una simple metáfora. Nos encontramos hoy frente a la continuidad de los filósofos del siglo XVIII y del vuelco que sus ideas provocaron en el mundo. 

Quienes transmitieron este veneno a la Iglesia lo confiesan ellos mismos. El cardenal Suenens exclamaba por ejemplo; "El concilio Vaticano II es el 1789 en la Iglesia" y agregaba entre otras declaraciones, desprovistas de precauciones oratorias: "Nada puede comprenderse de la Revolución Francesa, o de la revolución rusa si se ignora el antiguo régimen a que ellas pusieron fin... De la misma manera, en materia eclesiástica una reacción sólo se juzga en función del estado de cosas que la precedió".

Lo que la precedió y lo que el cardenal consideraba que debía ser abolido es el maravilloso edificio jerárquico con el Papa en la cúspide, como vicario de Jesucristo en la tierra. "El concilio Vaticano II marcó el fin de una época y si bien se mira, hasta marcó el fin de una serie de épocas, el fin de una era".

El padre Congar, uno de los artesanos de las reformas, no se expresaba de manera diferente: "La Iglesia hizo pacíficamente su revolución de octubre". Con plena conciencia observaba: "La declaración sobre la libertad religiosa dice materialmente lo contrario del Syllabus".

Podría citar cantidades de afirmaciones de este tipo. En 1976, el padre Gélineau, uno de los jefes de fila del Centro Nacional de la Pastoral Litúrgica, no dejaba ninguna ilusión a aquellos que querían ver en el nuevo orden algo un poco diferente del rito que se celebraba universalmente hasta entonces, pero nada fundamentalmente chocante: "La reforma decidida por el concilio Vaticano II dio la señal del deshielo... Bloques enteros se resquebrajan... Que nadie se engañe: traducir no es decir la misma cosa con otras palabras, es cambiar las formas... Si las formas cambian, el rito cambia. Si un elemento cambió, la totalidad significante queda modificada... Hay que decirlo sin ambages: el rito romano tal como lo conocíamos ya no existe: Está destruido" (8).

Los católicos liberales instauraron un Estado revolucionario. En el libro de uno de ellos, el senador de Doubs, el señor Prelót (9) dice: "Nosotros luchamos durante un siglo y medio para hacer prevalecer nuestras opiniones en el seno de la Iglesia y no lo logramos. Por fin llegó el concilio Vaticano II y triunfamos. Ahora las tesis y los principios del catolicismo liberal están definitivamente y oficialmente aceptados por la Santa Iglesia".

Al sesgo de este catolicismo liberal, la Revolución Francesa se introdujo en la Iglesia -so pretexto de pacifismo y de fraternidad universal- los errores y los falsos principios del hombre moderno penetraron en la Iglesia y contaminaron al clero gracias a papas liberales mismos y al concilio Vaticano II.

Como siempre llega un momento en que es menester poner las cosas en claro, recordaré que yo mismo era refractario a la reunión de un concilio ecuménico en 1962. Por el contrario, lo veía con grandes: esperanzas; Así lo atestigua hoy una carta que en 1963 dirigí a los padres del Espíritu Santo y que fue publicada en una de mis obras anteriores (10). En aquel momento escribí: "Digamos sin vacilación que ciertas reformas litúrgicas eran necesarias y que es deseable que el concilio continúe en ese camino".

Yo reconocía que se imponía una renovación para poner fin a cierta esclerosis que se debía al hecho de que se hubiera abierto una brecha entre la oración (reducida a los límites de los lugares de culto) y la acción, la escuela, la profesión, la vida urbana.

Nombrado por el Papa miembro de la comisión preparatoria central, participé en sus trabajos con asiduidad y entusiasmo durante los dos años que duraron. La comisión central estaba encargada de examinar y verificar todos los proyectos preparatorios que redactaban comisiones especializadas. De manera que me encontraba en buena posición para saber lo que se había hecho, lo que debía examinarse y lo que debía presentarse a la asamblea. Ese trabajo se realizaba muy concienzudamente y con profundidad. Tengo en mi poder los textos de setenta y dos proyectos preparatorios; en ellos la doctrina de la Iglesia es absolutamente ortodoxa, aunque en cierto modo los textos se adaptan a nuestra época pero con mucha mesura y sabiduría.

Todo estaba dispuesto para la fecha anunciada y el 11 de octubre de 1962 los padres ocupaban un lugar en la nave de la basílica de San Pedro de Roma. Pero ocurrió algo que no había sido previsto por la Santa Sede: desde los primeros días, el concilio se vio invadido por las fuerzas progresistas. Así lo experimentamos nosotros, así lo sentimos, y cuando digo "nosotros" me refiero a la mayoría de los padres del concilio en aquel momento.

Tuvimos la impresión de que ocurría algo anormal y esa impresión se confirmó rápidamente: a los quince días de la sesión inaugural ya no quedaba ninguno de los setenta y dos proyectos. Todos habían sido rechazados, abandonados, arrojados al cesto de los papeles.

Esto ocurrió del modo siguiente: el reglamento del concilio establecía que era menester alcanzar dos tercios de los votos para rechazar un esquema preparatorio. Ahora bien, cuando se procedió a la votación, hubo un 60 % de votos contra los proyectos y 40 % en su favor. Por consiguiente, los opositores no alcanzaban a los dos tercios y normalmente el concilio debía desarrollarse sobre la base de esos trabajos preparatorios.

Fue entonces cuando se manifestó una organización poderosa, muy poderosa, dirigida por cardenales de orillas del Rin, con todo un secretariado perfectamente dispuesto. Los cardenales fueron a entrevistar al papa Juan XXIII y le dijeron: "Esto es inadmisible, Santo Padre; nos quieren hacer estudiar proyectos que no fueron aprobados por la mayoría", y se salieron con la suya, pues el inmenso trabajo realizado quedó relegado al olvido y la asamblea se encontró con las manos vacías, sin ninguna preparación. ¿Qué presidente de directorio de una compañía por pequeña que ésta sea aceptará una reunión sin un orden del día, sin expedientes? Sin embargo así comenzó el concilio.

Luego se presentó la cuestión de las comisiones conciliares que había que nombrar, y ése era un problema arduo, pues hay que imaginar a los obispos llegados de todos los países del mundo que se encontraban de pronto reunidos en el recinto. La mayor parte de ellos no se conocían. Conocían personalmente a tres o cuatro colegas y a algunos otros de nombre entre los 2400 que estaban presentes. ¿Cómo podían saber qué padres eran los más aptos para componer la comisión de sacerdocio, de liturgia, de derecho canónico, etcétera?

Muy legítimamente el cardenal Óttaviani hizo llegar a todos la lista de los miembros de las comisiones preconciliares, personas que, por consiguiente, habían sido elegidas por la Santa Sede y ya habían trabajado sobre los temas que se iban a discutir. Esto podría ayudar a elegir sin que hubiera obligación de atenerse a las listas y ciertamente era deseable que algunos de esos hombres experimentados figuraran en las comisiones.

Pero entonces se elevó una voz; no tengo necesidad de recordar el nombre del príncipe de la Iglesia que se puso de pie para decir lo siguiente: "Al suministrar nombres se ejerce una presión intolerable en el concilio. Hay que dejar en libertad a los padres conciliares. Una vez más la curia romana trata de colocar a sus miembros".

Un poco desconcertados y espantados ante esa brutal intervención, los padres decidieron levantar la sesión y por la tarde el secretario, monseñor Felici, anunció: "El Santo Padre reconoce que tal vez es mejor que sean las conferencias episcopales las que se reúnan para dar listas".

Las conferencias episcopales eran en aquella época algo embrionario; hicieron como pudieron las listas que se les pedían sin haberse podido reunir como hubiera sido necesario, porque sólo se les concedieron veinticuatro horas. Pero quienes habían urdido este pequeño golpe de Estado estaban de acuerdo con hombres bien elegidos de diferentes países. Lograron adelantar las conferencias y en verdad obtuvieron una gran mayoría de votos. El resultado fue que las comisiones quedaban formadas por miembros pertenecientes en las dos terceras partes a la fracción progresista, la tercera parte fue nombrada por el Papa.

Con bastante rapidez se elaboraron nuevos proyectos de una orientación completamente diferente de la de los primeros. Algún día me gustaría publicar unos y otros para que se pueda hacerla comparación y comprobar cuál era la doctrina de la Iglesia aquel día que precedió al concilio.

Quien tenga alguna experiencia de las asambleas civiles o clericales comprenderá en qué situación se encontraban los padres. Podían modificarse algunas frases de aquellos nuevos proyectos, algunas proposiciones a título de enmiendas, pero no se podía modificar lo esencial. Las consecuencias de esto serán graves. Un texto tendencioso en su origen nunca se corrige enteramente, siempre conserva la marca del redactor y del pensamiento que lo inspira. A partir de ese momento el concilio ya estaba orientado.

Un tercer elemento contribuyó a dirigirlo en el sentido liberal. En lugar de los diez presidentes del concilio que había nombrado Juan XXIII, el papa Pablo VI designó para las dos últimas sesiones a cuatro moderadores de los cuales lo menos que puede decirse es que no fueron elegidos entre los más mesurados de los cardenales. Su influencia fue decisiva sobre el conjunto de los padres conciliares.

Los liberales constituían una minoría, pero una minoría activa, organizada, apoyada por una multitud de teólogos modernistas entre los que se podían encontrar los nombres de aquellos que lo decidían todo como Leclerc, Murphy, Congar, Rahner, Küng, Schillebeeckx, Besret, Cardonnel, Chenu...

Piénsese en la enorme cantidad de impresos con que el IDOC, el centro de información holandesa subvencionado por las conferencias episcopales alemana y holandesa, urgía en todo momento a los padres a obrar en el sentido aguardado por la opinión internacional y producía así una especie de psicosis: no había que defraudar las esperanzas del mundo que esperaba ver a la iglesia adherida a sus puntos de vista.

Los instigadores de este movimiento reclamaban la instantánea adaptación de la iglesia al hombre moderno, es decir, al hombre que quiere liberarse de todo. Hablaban de una Iglesia esclerosada, inadaptada, impotente; lloraban lágrimas de sangre y se golpeaban el pecho a causa de sus predecesores. Presentaban a los católicos tan culpables como los protestantes y los ortodoxos por las divisiones de antaño. Los católicos debían pedir perdón a los "hermanos separados" presentes en Roma, puesto que habían sido invitados en gran número a participar en los trabajos.

La Iglesia de la tradición era culpable por sus riquezas, por su triunfalismo, y los padres del concilio se sentían culpables por estar fuera del mundo, por no ser del mundo; ya se avergonzaban de sus insignias episcopales y pronto se avergonzarían de mostrarse en sotana.

Esta atmósfera de liberación debía conquistar bien pronto todos los dominios; el espíritu de colegiación sería la manta de Noé que se arroja sobre la vergüenza de ejercer una autoridad personal tan contraria a la mentalidad del hombre del siglo XX, ¡del hombre liberal! La libertad religiosa, el ecumenismo, la investigación teológica, la revisión del derecho canónico atenuarían el triunfalismo de una Iglesia que se proclamaba única arca de salvación. Así como se dice que hay "pobres avergonzados de su pobreza", hubo "obispos avergonzados" sobre los cuales se ejercía influencia al infundirles remordimientos de conciencia. Éste es un procedimiento que fue utilizado en todas las revoluciones.

Sus efectos están inscriptos en muchos pasajes de las actas del concilio. Léase, por ejemplo, el comienzo del proyecto "La Iglesia en el mundo de este tiempo" donde se hacen consideraciones sobre la mutación del mundo moderno, el movimiento acelerado de la historia, las nuevas condiciones que afectan la vida religiosa, el predominio de las ciencias y las técnicas. ¿Cómo no ver en estos textos la expresión del más puro liberalismo?

Habríamos podido tener un magnífico concilio tomando como maestro sobre este tema al papa Pío XII. No creo que haya un solo problema del mundo moderno, de la actualidad, que ese papa no hubiera resuelto con toda su ciencia, toda su teología y toda su santidad. Pío XII dio una solución casi definitiva a la cuestión al mirar las cosas verdaderamente desde el punto de vista de la fe.

Pero ahora no se las podía ver así puesto que no se quería hacer un concilio dogmático.

El concilio Vaticano II es un concilio pastoral; así lo dijo Juan XXIII y así lo repitió Pablo VI. En el curso de las sesiones, muchas veces quisimos hacer definir algunos conceptos y nos respondieron: "Pero aquí no hacemos dogmatismo, no hacemos filosofía, tratamos cuestiones pastorales". ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la dignidad humana? ¿Qué es el régimen colegiado? Uno no tiene más remedio que analizar indefinidamente los textos para saber lo que hay que entender por esas cosas y sólo se llega a aproximaciones, pues los términos son ambiguos.

Y esto no se debe a negligencia ni a casualidad; el padre Schillebeeckx lo confesó: "En el concilio pusimos términos equívocos y sabemos lo que luego podremos obtener de ellos". Sí, esa gente sabía bien lo que hacía.

Todos los otros concilios que hubo en el curso de los siglos eran dogmáticos. Todos ellos combatieron errores. ¡Y sabe Dios si había errores para combatir en nuestro tiempo! Un concilio dogmático habría sido muy necesario. Recuerdo todavía al cardenal Wyszinsky que decía: "Pero hagan ustedes pues un proyecto de declaración sobre el comunismo; si hoy hay un error grave que amenaza al mundo, es ese error. Si el papa Pío XI creyó que debía hacer una encíclica sobre el comunismo sería asimismo útil que nosotros, reunidos aquí en asamblea plenaria, dedicáramos un proyecto de declaración a esa cuestión".
El comunismo, el error más monstruoso que haya salido del espíritu de Satanás, es oficialmente recibido en el Vaticano, su revolución mundial se ve singularmente facilitada por la falta de resistencia oficial de la Iglesia y hasta por los frecuentes apoyos que encuentra en ella, a pesar de las advertencias desesperadas de los cardenales que sufrieron prisión en los países del Este. El hecho de que este concilio pastoral se haya negado a condenarlo solemnemente basta para cubrirlo de vergüenza ante toda la historia, si se piensa en las decenas de millones de mártires, en los cristianos y en los disidentes científicos, despersonalizados en los hospitales psiquiátricos, utilizados como conejillos de Indias en experiencias.

Pero el concilio pastoral se calló. Habíamos obtenido 450 firmas de obispos en favor de una declaración contra el comunismo. Esas firmas quedaron olvidadas en un cajón... Cuando el informante de Gaudium et Spes respondió a nuestras preguntas, nos declaró: 

- "Hubo dos solicitudes para pedir una condenación del comunismo”
- "¡Dos!"- exclamamos nosotros -"¡Había más de cuatrocientas!". 
- "Vaya, yo no estaba al corriente"

Se buscaron esas firmas y por fin se las encontró, pero era demasiado tarde.

Yo viví todos esos hechos. Yo mismo había llevado aquellas firmas a monseñor Felici, secretario del concilio, en compañía de monseñor de Proenca Sigaud, arzobispo de Diamantina, y me veo obligado a decir que ocurrieron cosas verdaderamente inadmisibles. No lo digo para condenar el concilio y no ignoro que estas cuestiones contribuyen mucho a acrecentar la perplejidad de los católicos, que piensan: "¡Al fin de cuentas el concilio está inspirado por el Espíritu Santo!".

No necesariamente. Un concilio pastoral, no dogmático, es una predicación que por sí misma no toca a la infalibilidad. Cuando al término de las sesiones preguntamos a monseñor Felici: "¿No podría usted darnos lo que los teólogos llaman la 'nota del concilio'?", él nos respondió: "Hay que distinguir según los proyectos, los capítulos, aquellos que en el pasado ya han sido objeto de definiciones dogmáticas; en cuanto a las declaraciones que tienen un carácter de novedad, hay que hacer algunas reservas".
De manera que el concilio Vaticano II no fue un concilio como los otros y por eso tenemos derecho a juzgarlo con prudencia y con reservas. De este concilio y de las reformas acepto todo lo que está de acuerdo con la tradición. La obra que fundé lo prueba ampliamente. Nuestros seminarios, en particular, responden perfectamente a los deseos expresados por el concilio y a la Ratio fundamentatis de la Sagrada Congregación para la enseñanza católica.

Pero es imposible sostener que únicamente las aplicaciones posconciliares son malas. Las rebeliones de clérigos, las discusiones de la autoridad pontificia, todas las extravagancias de la liturgia y de la nueva teología, las iglesias vacías, ¿no tienen nada que ver, como se lo ha afirmado recientemente, con el concilio? ¡Vamos! Todas estas cosas son sus frutos.

Comprendo que al decir esto no hago sino aumentar la perplejidad de los lectores preocupados. Y sin embargo, en medio de todo este tumulto ha brillado una luz que puede reducir a la nada los esfuerzos del mundo para terminar con la Iglesia de Cristo: el 30 de junio de 1968 el Santo Padre proclamó su profesión de fe. Éste es un acto que, desde el punto de vista dogmático, es más importante que todo el concilio.

Ese Credo, redactado por el sucesor de Pedro para afirmar la fe dé Pedro, asumió una solemnidad absolutamente extraordinaria. Cuando el Papa se puso de pie para pronunciarlo, los cardenales también se levantaron y toda la multitud quiso imitarlos, pero el Papa hizo sentar a todo el mundo; quería estar sólo él de pie como vicario de Cristo; para proclamar su Credo, y lo hizo con las palabras más solemnes en nombre de la Santísima Trinidad, ante los santos ángeles, ante toda la Iglesia. Por consiguiente, el Papa llevó a cabo un acto que compromete la fe de la Iglesia.

Tenemos pues éste consuelo y esta confianza de sentir que el Espíritu Santo no nos ha abandonado. Se puede decir que el arca de la fe, apoyándose en el concilio Vaticano I, torna a encontrar un nuevo punto de apoyo en la profesión de fe de Pablo VI.

(8) Demain la liturgie. Ed. du Cerf.

(9) Le Catholeisme liberal, 1969.

(10) Un evéque parle, E. Dominique Martín Morin.





EL ABUSO DE LA IMPOSICIÓN DE LA COMUNIÓN EN LA MANO BAJO EL MANTO DEL VIRUS

A causa de la pandemia del covid-19 en numerosas diócesis de todo el mundo se “aconseja” o abiertamente se obliga a recibir la comunión en la mano; ya sea por decreto episcopal o por recomendación escrita, la trágica realidad es que nos encontramos ante un monumental abuso clerical-episcopal de la que son víctimas inocentes los fieles laicos que, a veces por miedo y a veces incluso por un errado argumento de obediencia, comulgan de esa forma tan indigna al no tener las manos ungidas; y de la que son víctimas culpables los propios clérigos que obligan a hacerlo habida cuenta de la gravísima falta que cometen delante de Dios Nuestro Señor cuya presencia real se ve tan vilipendiada. 

No obstante lo dicho, en estas líneas dejemos clara la incongruencia tremenda que se está produciendo y justificamos esta argumentación con, valga la redundancia, argumentos del propio “Novus Ordo” y del espíritu modernista que lo sostiene. A saber:

1) La ordenación general del Misal Romano, y su Instrucción General adjunta: son documentos de la Iglesia Católica con ámbito universal y, por tanto, superiores en potestad jurídica que las disposiciones (decretos y/o indicaciones) a nivel episcopal (cuyo ámbito es el territorio de la diócesis). En ambos documentos queda claro y expreso el derecho del fiel laico a recibir la comunión en la boca (y de rodillas). Si un obispo, o un sacerdote cualquiera, obliga o coacciona a un fiel laico a comulgar en la mano estaría ABUSANDO de su autoridad y debería ser denunciado ante la autoridad vaticana. Todos sabemos muy bien en que quedaría esa denuncia: en nada. Pero en estas líneas nos ceñimos a lo que debería ser, y no a lo que por desgracia sucede.

2) El llamado “espíritu del concilio” (galimatías que se usa como excusa para hacer una dictadura modernista en la Iglesia) lleva al concepto de “Iglesia de los laicos”, “Iglesia NO clerical”….y axiomas análogos. Resulta que cuando los laicos no quieren someterse a los abusos clericales entonces ya dejan de ser laicos dignos (según ese espíritu). Vemos pues la gran incoherencia de clérigos progres, amigos de la secularización, imponiendo sus ideas y formas de manera autoritaria a los laicos que, sencillamente, quieren ejercer sus derechos. Es el “clericalismo atroz de los anti-clericales”….. ¿alguien lo comprende?

3) ¿Donde queda eso de “pastores con olor a oveja”, “Iglesia en salida”, “Puertas abiertas”….?; cuando constatamos que esos clérigos tienen un terror impresionante a la enfermedad, a la misma muerte…..(¿donde queda la fe…?)….. que cuando ven venir al “lobo” se esconden en casa, cierran el templo, dicen la “Misa cara al pueblo pero sin pueblo”, y obligan a recibir la comunión de forma que repugna al laico bien formado????

Algunos católicos de buena fe, y que perciben la gravedad de la situación presente, apremian a “solo reza y no dar batallas que dañen la unidad”…. y con ese consejo avalan la obediencia a los abusos clericales. Aconsejamos nosotros leer a Santo Tomás de Aquino sobre el límite moral de la obediencia: lo que ofende o no agrada a Dios NO debe ser obedecido. Y añadimos una cita más fuerte “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29)


Adelante la Fe

NUEVAS IGLESIAS PARA UNA NUEVA RELIGIÓN: BIENVENIDOS A LA "IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD" EN AUSTRIA

¿Tu mente no se eleva a las cosas celestiales observando esta "iglesia"?

En el páramo teológico tóxico conocido como la "Nueva Primavera" del Vaticano II, es difícil determinar qué iglesia "católica" de Novus Ordo es la peor pieza de basura escultórica que existe. Sin embargo, el edificio oficialmente conocido como Iglesia de la Santísima Trinidad en la capital de Austria, Viena, está definitivamente entre los diez mejores.

La imagen de arriba realmente habla por sí misma; y aunque solo muestra un lado del edificio, el resto del monstruoso edificio no mejora. El escultor que cometió esta atrocidad es Fritz Wotruba (1907-75) y el edificio blasfemo se construyó entre 1974 y 1976, por lo que al menos Wotruba no pudo ver su finalización.




En este video se puede apreciar una vista aérea de este montón de basura modernista que llaman "iglesia".

Eso es el exterior de la "iglesia de Wotruba". Por supuesto, también hay un interior, y es igual de inspirador y edificante. Véalo usted mismo (hacer click en la imagen para ampliarla):


Cuando mires muy de cerca, verás una planta en una maceta en el altar. Eso es presumiblemente para que se vea "bonito". ¡Que idea tan inteligente!

No es sorprendente que el diseño de esta "iglesia" caiga en la categoría arquitectónica de "brutalismo" , que se hizo popular en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es un ataque verdaderamente brutal contra el sentido innato de la belleza del hombre.

Segun Wikipedia este edificio de la iglesia, Wotruba "se inspiró en una visita a la Catedral de Chartres", que "posteriormente sostuvo... como un criterio para su propio trabajo".

Ahora, considerando que así es como se ve la Catedral de Notre-Dame de Chartres...


… Odiamos ser tan francos al respecto, pero parece que se lo perdió un poco


Novus Ordo Watch




martes, 28 de julio de 2020

MONS. TAUSSIG Y EL CIERRE DEL SEMINARIO DE SAN RAFAEL

Aunque parezca intempestiva, la decisión de Mons. Eduardo Taussig de cerrar su seminario diocesano, con cuarenta seminaristas en formación, responde a su particular psicología.

El comunicado de prensa fue escueto, pero luego, el vocero episcopal fue un poco más claro con los medios de comunicación. La decisión, dice, fue tomada por la Santa Sede debido a la desobediencia demostrada por buena parte del clero sanrafaelino al negarse a dar la comunión exclusivamente en la mano tal como había dictaminado su ordinario. Es decir, el seminario se cierra porque los sacerdotes son desobedientes.

Estas declaración del lenguaraz de Taussig merece un análisis.

En primer lugar, resulta muy raro que la Santa Sede tome motu proprio una definición de tamaña gravedad —estamos hablando del seminario más numeroso de Argentina—, en un tiempo tan breve y sin mediar siquiera una visita o una investigación más profunda. No es ese el modo de proceder de la Curia. Lo que estimo es que el propio Mons. Taussig le ofreció a Roma el cadáver de su seminario. Es decir, planteó en Roma las cosas según su versión, les dijo que quería cerrar el seminario y Roma, lógicamente, dio su apoyo. Y no tanto porque San Rafael fuera un seminario conservador, sino porque era esa la voluntad de su obispo, que es príncipe en su diócesis.

En segundo lugar, la mentalidad mezquina y ruin de Taussig traslada la culpa de la decisión a sus sacerdotes que, según él, son desobedientes. Ellos son los culpables —y el vocero episcopal se preocupa de dejarlo claro—, del cierre del seminario y pesará en sus conciencias. ¿Tendrá razón?

Los sacerdotes, efectivamente, desobedecieron pero no lo hicieron por un ánimo de rebeldía o por una personalidad revolucionaria. Lo hicieron por una cuestión de conciencia, y en este punto resulta clave recurrir a San John Henry Newman, que tan claramente estableció los estrechos límites entre conciencia y obediencia.

Su teología de la conciencia en relación con la autoridad magisterial de la Iglesia, y por tanto del propio obispo, sostiene la soberanía pero no la autonomía de la conciencia individual. La conciencia es soberana porque es “vicaria de Dios”, su sustituta o delegada, pero no es autónoma porque no es un dios sino una sierva de Dios. La conciencia es la portavoz no de la personalidad individual o del propio temperamento sino de Dios. Dado que los católicos creemos que Dios habla a través de su Iglesia, la conciencia católica escucha el eco de la voz de Dios en las enseñanzas de la Iglesia. Si ellas son afirmativas o positivas (“dar la comunión sólo en la mano”, por ejemplo), la conciencia individual debe juzgar su aplicabilidad en cada caso particular. Pero incluso cuando son absolutas o negativas (“no dar la comunión en la boca en ningún caso”, por ejemplo), la conciencia debe decidir si una acción particular cae de hecho dentro de esa orden. Tanto la enseñanza positiva como la negativa requieren una cuidadosa evaluación teológica y una interpretación de acuerdo con las normas teológicas y las tradiciones de la Iglesia. Según Newman, entiendo, los sacerdotes de San Rafael actuaron de acuerdo a su conciencia que, en este caso particular, primaba sobre la orden del obispo.

Podrá decirse con razón que, si quieren seguir su conciencia, que estén dispuesto a atenerse a las consecuencias. Y ellos los estaban. De hecho, varios de ellos las sufrieron siendo expulsados de sus puestos. Pero nadie esperaba que las consecuencias las sufrieran otros, en este caso, el seminario diocesano. Eso se llama represalia y es propio de las mentalidades inmaduras o enfermizas, o ambas. “Préstame la bicicleta”, le pide Juancito a Pepito. “No te la presto”, dice éste. “Entonces te rompo tu autito favorito”, remata Juancito, mientras estampa su pie sobre el juguete.

En conclusión, los sacerdotes actuaron como corresponde a un católico. Con Newman, ellos también podrían brindar por Mons. Taussig, su legítimo obispo, pero antes brindarían por su conciencia.

Alguien comentó que la culpa la tenían los laicos que habían manejado imprudentemente la situación. Quizás en algunos casos hubo imprudencia, pero no me parece que así sea en términos generales. Lo que los laicos hicieron fue solicitar respetuosamente al obispo que les permitiera comulgar en la boca y, luego, juntarse a rezar a las puertas del seminario y de la catedral. No fue el caso de algunos católicos mexicanos que obligaron a sus sacerdotes a punta de pistola a celebrarles misa.


Muchos entienden que el cierre del seminario fue una decisión personal del papa Francisco y que Taussig no es más que su ejecutor. No lo creo. Si Bergoglio hubiese tenido en mente cerrar el seminario de San Rafael, lo habría hecho hace años. Y en esto conviene ser realistas, y más allá del afecto que pueda tenerse por ese semanario, hay que reconocer que se trata de una casa de formación de una diócesis marginal, pequeña y pobre. San Rafael no es el centro del mundo, ni de Argentina y ni siquiera de Cuyo, y tampoco es la universidad de París del siglo XIII. No entra dentro del radar pontificio. Esto no significa que Francisco no haya estado al tanto de la decisión. Seguramente así fue, y la aprobó, pero lo hizo a instancias de Taussig.

¿Por qué entonces el obispo tomó tamaña decisión que le granjeará el odium plebis y le impedirá asomar la nariz fuera de su guarida? En un primer momento, supuse que habría negociado una salida: “Yo les hago el trabajo sucio y usted me sacan de San Rafael y me ubican en una diócesis mejor”. Ya no estoy tan seguro que sea así. Taussig actuó de ese modo como reacción propia y previsible de su psicología inmadura, sin medir las consecuencias. No me parece probable que a Bergoglio, que es quien controla la iglesia en Argentina, le interese promoverlo. Sabe quién es y lo desprecia. Más aún, no sería raro que ese mismo odium plebis sea el motivo para misericordiar a Taussig como han sido misericordiado a otros obispos que no gozan de las simpatías pontificias. Y si es que Taussig quiso negociar con Bergoglio, se equivocó de cabo a rabo: quien gitanea con los gitanos, irremediablemente pierde.

Esta hipótesis se fortalece por el hecho de la enorme imprudencia demostrada al anunciar el cierre del seminario seis meses antes de su efectivización. Un gobernante prudente habría anunciado solamente el nombramiento de un nuevo rector y, a fin de año, anunciaría el cierre. ¿Cómo hará el rector para regir los meses que quedan? El ambiente de los seminarios es siempre malsano; en este caso será irrespirable. No sería raro que dentro de un mes, de los cuarenta seminaristas sólo queden cuatro. ¿Qué motivo tendrán los pobres muchachos para seguir allí?


¿Qué harán? Pues tendrán que discernirlo, y yo les sugiero que no lo hagan a la sombra de Taussig o sus mandaderos. Sólo espero que no se les ocurra optar por algún otro seminario argentino; sabemos lo que son, y no resistirían allí más que unos pocos meses. Si me lo permiten la sugerencia, lo que yo les aconsejarían es que opten por algún instituto tradicional, donde podrán terminar una formación aceptable y ejercer un apostolado fecundo. El Instituto del Buen Pastor, o el de Cristo Rey o la Fraternidad San Pedro son opciones. Aquí se ha mencionado a la FSSPX. No lo veo. No hay compatibilidad en ninguna de las dos partes.

A pesar de que mis pecados son muchos y espero salvar mi alma, no quisiera estar yo el pellejo de Mons. Taussig cuando, en su lecho de muerte, se enfrente a su historia y a su conciencia y, cargado con esos petates, se presente ante el tribunal divino.





COMPRAN ABORTIVOS “POR URGENCIA” DURANTE LA PANDEMIA


Como anticipamos, el Ministerio de Salud de la Nación que conduce Ginés González García abrió en junio una Contratación Directa “por urgencia” de 16.000 blísteres por doce (12) comprimidos, de misoprostol de 200 µg.

Salud emitió hoy la orden de compra (80-1071-OC20) y dio a conocer la Resolución 1264/2020 con la que aprueba una contratación directa al Laboratorio Domínguez SA, por la suma final de $44.000.640 (Precio unitario: $2.750,04). Los abortivos deberán ser entregados en un plazo máximo de 20 días hábiles en el depósito logístico del Programa Remediar.

En los considerandos de la Resolución se lee:
“Que dicha adquisición se propicia en cumplimiento del "Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo", aprobado mediante la Resolución N° 1/2019 de este MINISTERIO DE SALUD, que contempla al Misoprostol como tratamiento recomendado para posibilitar el acceso a la interrupción legal del embarazo cuando ésta se encuadre en las causales previstas por el sistema normativo vigente del país, en consonancia con las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.
“Que la urgencia se motiva en la restricción de stock y de disponibilidad del insumo por la crisis en la cadena de suministros internacional generada por la pandemia de COVID-19 y la necesidad de prevenir el aumento de abortos inseguros y morbimortalidad materna”.

NOTIVIDA
Editora: Lic. Mónica del Río