Una de las intervenciones más importantes en el Concilio Vaticano II, realizada ante la asamblea de más de 3.000 obispos, fue la del Card. Joseph Frings, Arzobispo de Colonia. En él, criticó duramente los métodos de la Suprema Congregación del Santo Oficio, rebautizada después del Vaticano II como Congregación para la Doctrina de la Fe. La intervención del cardenal Frings recibió una ovación de pie por parte de la mayoría de la asamblea, preparada para dar esta respuesta.
Se ha dicho que ese día, el 8 de noviembre de 1963, el Santo Oficio prácticamente moría. El tiempo confirmó este veredicto.
En un libro sobre el Vaticano II, el Card. Henri de Lubac informa que el autor de la intervención de Fring no fue otro que el padre Joseph Ratzinger, su secretario personal.
Entonces, la elección de Ratzinger como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe habría sido para llevar a cabo la destrucción que él inició en aquella intervención.
En su libro, el Cardenal de Lubac describe lo que sucedió.
Se ha dicho que ese día, el 8 de noviembre de 1963, el Santo Oficio prácticamente moría. El tiempo confirmó este veredicto.
En un libro sobre el Vaticano II, el Card. Henri de Lubac informa que el autor de la intervención de Fring no fue otro que el padre Joseph Ratzinger, su secretario personal.
Entonces, la elección de Ratzinger como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe habría sido para llevar a cabo la destrucción que él inició en aquella intervención.
En su libro, el Cardenal de Lubac describe lo que sucedió.
una fotocopia del texto en francés
Nuestra traducción del párrafo resaltado en amarillo:
Permítanme recordar algo que sucedió. Joseph Ratzinger, experto en el Concilio, era también secretario particular del Card. Frings, arzobispo de Colonia. Ciego, el anciano cardenal recurría en gran medida a su secretario para redactar sus intervenciones. Ahora bien, una de estas intervenciones se hizo memorable: se trataba de una crítica radical a los métodos del Santo Oficio. A pesar de una réplica del Cardenal Ottaviani, Frings mantuvo su crítica.
No es exagerado decir que aquel día el antiguo Santo Oficio, tal como se presentaba entonces, fue destruido por Ratzinger en unión con su arzobispo.
El cardenal Seper, un hombre lleno de bondad, inició la renovación. Ratzinger, que no cambió, la continúa.
Sería bueno tener presente este episodio.
Tradition in Action