sábado, 27 de diciembre de 2025

27 DE DICIEMBRE: SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA


27 de Diciembre: San Juan, Apóstol y Evangelista

(✞ 101)

El bienaventurado profeta, Apóstol, Evangelista y Mártir San Juan, el discípulo, amado del Señor, fue natural de Betsaida en Galilea, pescador de oficio, como su hermano Santiago y su padre Zebedeo. 

Llamado por Cristo al apostolado, le fue mudado su nombre en Boanerges, esto es, rayo o hijo del trueno. Fue uno de los tres Apóstoles más íntimos del Señor. 

Con Pedro y con Santiago fue admitido a la resurrección de la hija de Jairo, a ser testigo de la transfiguración en el monte Tabor y de la agonía de Cristo en el huerto de Getsemaní, la noche que precedió al día de la pasión; y en la última cena mereció recostarse en el pecho del Señor. 

Fue el único apóstol que tuvo amor y valentía para acompañar al Señor en su crucifixión y muerte, mereciendo en recompensa que Cristo al morir le dejase por hijo a su Madre benditísima, y a ella le recomendase a Juan que le tuviese en lugar de hijo; y Juan cumplió desde entonces con la Virgen Santísima todos los deberes de un hijo fiel y amante. 

Resucitado el Señor, fue con san Pedro al sepulcro, y por respeto a Pedro, no entró hasta que él hubo llegado y entrado primero. 

Después de la Ascensión de Cristo al cielo, san Juan predicó el Evangelio en Judea; y más tarde pasó a Efeso, donde estableció su residencia y formó una comunidad de fervorosos cristianos, que fue como el alma de las demás comunidades vecinas. 

Sabiendo lo cual el cruel emperador Domiciano, le mandó prender, y cargado de cadenas y de años, fue conducido a Roma, donde le mandó echar en una tina de aceite hirviendo en presencia del senado y de numeroso pueblo; mas por virtud de Dios salió san Juan de la tina más puro y resplandeciente y con más vigor que había entrado. 

Entonces le desterró Domiciano a la pequeña isla de Patmos, poblada de infieles, a los cuales predicó el Evangelio y los convirtió a la fe. 

Aquí tuvo admirables revelaciones del cielo y escribió el libro de ellas, que llamamos Apocalipsis. 

Muerto Domiciano, san Juan volvió a Efeso, y a instancias de los Obispos del Oriente, escribió el cuarto Evangelio, en cuyo principio, como águila real, de un vuelo se levanta a la divina generación del Verbo del Padre y de allí desciende a la creación de todas las cosas del mundo visible e invisible por medio del mismo Verbo. 

Escribió además tres cartas o epístolas canónicas, en las cuales nos dejó un fiel trasunto de la ardiente caridad y amor a Dios y a los hombres en que ardía su seráfico pecho. 

Llegado a la suma vejez, se hacía trasladar a las reuniones de los fieles y no cesaba de recomendarles que se amasen unos a otros. 

Cansados ellos, le preguntaron por qué les repetía siempre lo mismo. Respondió él: 

- Este es el mandamiento del Señor, y quien lo cumple, hace cuanto debe. 

Llegó a la edad de cien años, y fue el único Apóstol que no perdió la vida en los tormentos. 

Murió en Efeso entre las lágrimas y las oraciones de los fieles. 

Reflexión

Aprendamos en este glorioso Apóstol y Evangelista la liberalidad con que recompensa Dios a los que le siguen y acompañan en sus trabajos. Por haber estado él al pie de la cruz, mereció oír del Señor estas palabras: “He ahí a tu Madre”; como si le dijera: Buen galardón recibes por todo el amor que me has mostrado; dejaste tus padres, yo te dejo mi Madre; dejaste un barquichuelo, yo te dejo esta arca de salvación. Dichoso quien tiene a María por Madre: dichoso quien es digno hijo de María. 

Oración

Derrama, benigno Señor, tu luz sobre la Iglesia, a fin de que iluminada por la doctrina de tu bienaventurado Apóstol y Evangelista san Juan, alcance los dones Sempiternos. Por Jesucristo Señor nuestro. Amén.

viernes, 26 de diciembre de 2025

SANTO TOMÁS Y EL BIG BANG

¿Conocía ya Santo Tomás de Aquino el “Big Bang”? ¡Esta teoría no se hizo conocida hasta el siglo XX, mientras que Santo Tomás falleció en 1274!

Por el padre Bernhard Zaby


La época de Santo Tomás aún no era una época “científica”, en la que se reducía todo el cosmos a la materia y esta a partículas cada vez más pequeñas. Su visión del mundo era aún muy espiritual, por lo que, para él, la materia estaba determinada por el espíritu y no al revés. Como “Doctor universalis”, abarcaba todo el universo no con un telescopio, sino con su mente iluminada por la sabiduría divina, y así ya entonces encontraba fácilmente las soluciones a problemas que la ciencia actual, con todos sus telescopios, sondas espaciales y ordenadores, persigue en vano. Entre ellos se encuentra también el “Big Bang”.

Por supuesto, Aquino aún no habla de un “Big Bang”. Para él, la cuestión no se plantea físicamente a partir de una materia más o menos explosiva, sino filosóficamente a partir del concepto. Por eso llega a una solución verdadera y definitiva, ya que la materia solo puede ser comprendida desde el espíritu, desde los principios metafísicos que sustentan todo el universo y que son inquebrantables y firmes, y no desde unas partículas minúsculas que resultan completamente impredecibles y que finalmente se desvanecen en la nada.

Por lo tanto, su pregunta no era: “¿Hubo un Big Bang?”, sino: ¿Precedió a la materia formada una materia sin forma en el tiempo? (Sth I q.66 a.1). Es decir: ¿Hubo un momento en el que nuestro universo aún no tenía su forma y configuración, sino que comenzó como una “nebulosa primigenia” (Kant-Laplace) o, precisamente, como un “Big Bang”? Incluso supo aducir algunos argumentos al respecto que no proceden de la física moderna, sino de las Sagradas Escrituras, de San Agustín y de la razón ilustrada, por lo que son mucho más serios. El primero se refiere a la afirmación de las Sagradas Escrituras (Génesis 1,2): “La tierra estaba desierta y vacía”, lo que San Agustín interpreta, basándose en la Septuaginta, como una forma original de la materia sin forma. El segundo argumento es el que suelen esgrimir los defensores católicos del “Big Bang”, solo que aquí, en la Summa, de forma algo más inteligente. Estos católicos bienintencionados, que se esfuerzan por conciliar la fe católica con la ciencia agnóstica moderna, suelen señalar las causas secundarias a través de las cuales Dios suele actuar, y como tal causa secundaria consideran también el “Big Bang”. En Santo Tomás, el argumento es el siguiente: Las causas secundarias imitan en su acción la acción de Dios; ahora bien, vemos en la acción de la naturaleza cómo la formación es precedida por una materia informe del tiempo; lo mismo ocurre con la acción de Dios. Dios siempre empieza con lo pequeño y luego lo deja crecer, como el germen se convierte en árbol, según nuestros bienintencionados católicos conciliadores.

El Aquinate presenta ahora algunos contraargumentos, uno de los cuales nos resulta especialmente interesante, ya que revela el rechazo natural que provocaba en aquella época la idea de un universo “Big Bang”. Dice así: La formación de la creación física se llevó a cabo mediante la (sub)división; sin embargo, esta distinción se opone a la confusión, al desorden, como la formación se opone a la falta de forma; por lo tanto, si al principio la materia no hubiera sido formada, habría reinado el desorden en la creación física, lo que los antiguos llamaban “caos”. Esto era tan inconcebible para los contemporáneos de santo Tomás, porque era incompatible con la sabiduría del Creador y con el orden del cosmos, que no tuvo que añadir nada más.

Antes de abordar la solución al problema, tal y como nos la presenta el maestro angelical, debemos aclarar un poco los conceptos filosóficos. Desde el punto de vista filosófico, en el mundo físico todo está compuesto de forma y materia. Sin embargo, a diferencia de lo que solemos imaginar, el ser no proviene de la materia, sino de la forma. Aquí ya vemos hasta qué punto la visión del mundo se ha invertido desde la época de la escolástica hasta nuestra era científica. Para nosotros, hoy en día es evidente que todas las formas se construyen, por así decirlo, desde abajo, a partir de la materia, es decir, que su ser proviene de la materia. Este es el dogma básico del “Big Bang”.

Muy diferente es la philosophia perennis de Santo Tomás. Aquí, la materia solo ofrece la posibilidad, la potencia, a la que la forma, como acto, confiere el ser real. Por supuesto, la forma no puede existir por sí sola, sin materia (a menos que sea ella misma una sustancia, como el alma humana, pero eso es otro tema), pero es ella la que da existencia a una cosa. Tomemos un ejemplo sencillo, aunque muy insuficiente: una casa. ¿Qué es lo que hace que una casa sea una casa? ¿Son los ladrillos? No, porque si después del derrumbe de una casa solo nos queda un montón de piedras, nadie dirá que eso es la casa. La casa ya no existe, aunque su materia siga ahí, ya no existe porque la forma ya no está. La forma es lo que hace que la casa sea una casa, no la materia.

Cuando hablamos de forma, no nos referimos a la forma exterior, sino a la forma esencial. En nuestro ejemplo, la forma es lo que hace que la casa sea una casa, pero no lo que la hace pequeña o grande, blanca o verde. Esto último sería la forma accidental, porque se refiere a características insignificantes y fortuitas que no cambian nada en la cosa en sí, mientras que lo primero se denomina forma sustancial, porque confiere a la materia las características esenciales y, junto con ella, forma la sustancia de la cosa.

Hemos mencionado anteriormente la casa como ejemplo. Si desmontamos la casa, como en el caso hipotético del derrumbe mencionado anteriormente, esta habrá perdido su forma de casa, pero seguirá quedando materia, materia con forma: ladrillos, madera, vidrio, etc. Si desmontamos estos elementos, llegaremos a formas de materia más simples, como la arcilla, luego a sus componentes y, finalmente, a moléculas, átomos, etc. Intelectualmente, podemos avanzar hasta llegar a una materia primigenia, completamente sin forma, la “materia prima”, que en última instancia es la base de todo.

Aquí ya estamos ante la primera respuesta que nos da Aquino. Él dice que, aunque se puede concebir una materia totalmente informe o sin forma, y que naturalmente también existe, no puede existir como tal, es decir, sin forma, en el tiempo. Porque es precisamente la forma lo que da existencia a una cosa. Si algo no tiene forma, tampoco tiene existencia. No puede existir una materia totalmente informe e indeterminada como tal, por lo que tampoco puede haber existido en el principio. Por eso, los físicos actuales se topan una y otra vez con la nada, cuanto más descomponen las formas de las cosas.

Pero ahora vienen nuestros bienintencionados físicos católicos y dicen que, por supuesto, al principio no había una materia completamente informe e indefinida, sino que era materia en ebullición, compuesta por partículas elementales, los llamados “quarks”, que luego, mediante enfriamiento, expansión, condensación, etc., gracias a sus cargas y fuerzas inherentes, se formaron el tiempo, el espacio y todo el universo.

San Tomás ya respondió a esta teoría. Dijo que tampoco puede ser que con esta primera materia informe se refiera a una primera forma general, sobre la que luego se superpusieron nuevas formas para convertirla en cosas diferentes. Entonces, según el Aquinate, “convertirse” significaría simplemente “ser transformado”, lo cual es un error de algunos antiguos filósofos naturales. Pero entonces las diferentes cosas serían simplemente formas accidentales de una misma materia, como cuando se cortan diferentes formas de una masa de galletas, una estrella o una luna, que sin embargo son galletas idénticas, solo que con formas externas diferentes. Así, todas las cosas corpóreas serían en realidad una misma sustancia, solo que con diferentes manifestaciones. “Por lo tanto, hay que decir que la materia primera”, es decir, en su primera creación por Dios, “no fue creada ni completamente sin forma ni bajo una única forma general, sino bajo diferentes formas”, según la última respuesta de Aquino. Tal y como relata la Sagrada Escritura: “En el principio, Dios creó el cielo y la tierra”.

Así pues, desde el principio no hubo caos, sino que ya antes del “opus distinctionis”, la obra de la distinción, tal y como se relata en las Sagradas Escrituras, existía una clara distinción entre las cosas. “En primer lugar, existía la distinción entre el cielo y la tierra [...]. En segundo lugar, la distinción de los elementos según sus formas [tierra y agua]”. La tercera distinción se refería a la ubicación de las diferentes cosas, por ejemplo, el agua estaba sobre la tierra, y lo que aún quedaba por distinguir se llevó a cabo en la obra de los seis días.

Veamos brevemente qué responde santo Tomás a los argumentos mencionados al principio a favor de una materia inicialmente sin forma. San Agustín, dice, ocupa de todos modos una posición especial. Aunque afirma que la materia era inicialmente completamente informe, no se refiere a ello en términos temporales, ya que, según su interpretación puramente espiritual del relato de la creación, esta no se produjo en etapas temporales, sino que un único acto creador se divide mentalmente en diferentes momentos (según el conocimiento de los ángeles). Sin embargo, los demás Padres de la Iglesia, cuando hablan de un mundo material inicialmente sin forma, no se refieren a una falta de forma que excluye cualquier forma, sino a una deformidad que aún carece de la belleza y la ornamentación que ahora encontramos en la creación. Porque aún faltaba la luz, la tierra estaba cubierta de agua y aún no estaba cubierta de plantas y hierbas. “Porque las tinieblas cubrían el abismo y la tierra estaba desierta y vacía”.

En cuanto al segundo argumento, el de las causas secundarias, que también avanzan de lo informe a lo formado, el santo nos dice que la naturaleza siempre presupone para actuar algo que ya existe sobre lo que pueda actuar. Pero Dios crea el ser de la nada. Así puede crear inmediatamente la cosa perfecta, de acuerdo con la grandeza de su omnipotencia. Por lo tanto, no necesita, como nosotros, mezclar primero cemento, cocer ladrillos, serrar madera para hacer tablas, etc. Él es el Creador y no el “Gran Arquitecto de todas las cosas”. Tampoco tuvo necesidad de mezclar al principio una masa de “quarks” para formar a partir de ella los soles, las estrellas, los planetas y las galaxias. Él creó el universo, es decir, lo sacó de la nada, no lo cortó de masa de galletas. Sin embargo, las causas secundarias no pueden participar de ninguna manera en el acto de la creación, como expone Aquino en otro lugar (q.45 a.5).

Ahora bien, se nos dice que hay un argumento al que santo Tomás no pudo responder, y es un argumento de autoridad. Georges Lemaître, fundador de la “teoría del Big Bang”, era sacerdote católico y en 1940 fue nombrado por Pío XII miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias, de la que fue presidente desde 1960 hasta su muerte. Y en una conferencia de esta academia en noviembre de 1951, el Papa Pío XII explicó en una ponencia que la “teoría del Big Bang” era una prueba segura de la creación del mundo y, por lo tanto, de Dios como creador.

Debemos admitir que a Santo Tomás seguramente no se le habría ocurrido considerar una teoría científica como prueba y, además, como prueba de la existencia de Dios. En la Quaestio 46, artículo 2, expone que el origen temporal del mundo no puede demostrarse, sino que solo se conoce a partir de la revelación. Para él, una prueba es siempre solo una prueba filosófica. Pero esta idea siempre parte del concepto “quod quid est”, lo que es algo. Ahora bien, los conceptos son independientes del lugar y del tiempo, son válidos siempre y en todas partes. Eso es precisamente lo que les da su fuerza probatoria. Pero con ello no se puede demostrar que no haya existido siempre el ser humano, el cielo, la piedra, etc. Por lo tanto, desde el punto de vista del mundo, no se puede demostrar que no haya existido siempre.

Pero tampoco desde el punto de vista de su Creador se puede demostrar este hecho, como muestra Aquino, ya que la creación depende del libre albedrío de Dios y este no es reconocible para nosotros salvo a través de la revelación. Por eso, el comienzo temporal del mundo puede ser un artículo de fe, pero no se puede demostrar ni conocer. “Y es útil tener esto en cuenta -dice santo Tomás- para que nadie, en su presunción de querer demostrar las cosas de la fe, aducir razones innecesarias que den pie a la burla de los incrédulos, porque piensan que creemos lo que pertenece a la revelación por tales razones”.

Un mundo sin un comienzo temporal no sería en sí mismo incompatible con su creación. Precisamente cuando Dios es el creador del mundo, la duración del tiempo no tiene importancia, ya que Dios crea en un instante gracias a su omnipotencia. “No se deduce necesariamente que, si Dios es la causa activa del mundo, haya tenido que existir en el tiempo antes del mundo, ya que la creación, mediante la cual Él produjo el mundo, no es un cambio sucesivo, como ya se ha dicho anteriormente” (q. 46 a.2 ad1). Por lo tanto, la “teoría del Big Bang” sería en realidad justo lo contrario de una prueba de la existencia de Dios.

6 de Junio de 2013
 

EL LENGUAJE DEL PADRE CASTELLANI VS TEILHARD DE CHARDIN

Al analizar el lenguaje, siempre lúcido y lleno de humor del padre Castellani me limitaré a destacar su ortodoxia y su valentía para combatir a los más venerados ídolos de su tiempo.

Por el padre José María Iraburu


El padre Leonardo Castellani, argentino (1899-1981) fue uno de los más grandes escritores del siglo XX en lengua hispana. Al analizar yo aquí su lenguaje, siempre lúcido y lleno de humor, me limitaré a destacar su ortodoxia y su valentía para combatir a los más venerados ídolos de su tiempo. Elijo como ejemplo la crítica que Castellani hizo de Teilhard de Chardin (1881-1955), admirado entonces por la mayoría de la intelligentsia católica, no solo la progresista.

Los errores teilhardianos

Ya en 1950 –parece increíble– se atreve Castellani a escribir en su obra ¿Cristo vuelve o no vuelve?: “quien dudare (de que se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión herética) puede leer las obras de […] o recorrer los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin imprimatur del padre Teilhard de Chardin, […] mezcla detonante que constituye un vasto y complejo programa de neocatolicismo profundamente heterodoxo y 'modernista'”. Y cinco años más tarde ofreció una lista de los principales errores de ese autor, presentes en sus obras de modo implícito o explícito:

“1.- El transformismo darwiniano dado como verdad cierta. 2.- La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal como la entiende la Iglesia. 3.- La negación de la Redención por la obra personal de Cristo. 4.- La negación del pecado original, a la manera de Pelagius. 5.- Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer y Haeckel. 6.- Panteísmo sutil a la manera de Bergson. 7.- Interpretación modernista de todos los Sacramentos, empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther. 8.- Negación del fin primario del Matrimonio y constitución del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”. 9.- Aprobación de los medios contraconcepcionistas en el matrimonio, a la manera de Malthus. 10.- Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para definir, a la manera de Loisy, Tyrrel y otros” (Dinámica Social, nº 63, Buenos Aires, noviembre 1955).

La Iglesia reprobó los errores de Teilhard poco tiempo después:

–la Sagrada Congregación del Santo Oficio (6-12-1957), en tiempos de Pío XII, ordenó en un decreto que “los libros del Padre Teilhard de Chardin, S. J., deben ser retirados de las bibliotecas de los Seminarios y de Instituciones religiosas; no deben ser puestos a la venta en Librerías Católicas y no es lícito traducirlos a otras lenguas”. De hecho, sin embargo, sus escritos, mimeografiados, se difundieron ampliamente traducidos a muchas lenguas.

–la misma Congregación del Santo Oficio (30-6-1962), ya en tiempos de Juan XXIII, publicó un Monitum muy severo:

“Varias obras del padre Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica.

Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del padre Teilhard de Chardin y de sus seguidores” (AAA 54, 1962,526).

En el mismo número de L’Osservatore Romano (30-6-1962) se publicó el Monitum acompañado de un estudio muy amplio. En éste se describían y reprobaban detalladamente graves errores y ambigüedades, la mayor parte de ellas ya señaladas por Castellani. La Creación del mundo no es para Teilhard un acto libre de Dios, y la evolución mundana, infaliblemente progresiva, en la que, de alguna manera, Dios se va perfeccionando, conduce necesariamente hacia el “Punto Omega”. Por eso, “el Cristo de la Revelación no es otro que el Omega de la Evolución… Cristo salva. Pero ¿no es preciso añadir inmediatamente que él es también salvado por la Evolución?” (Le Christique, ensayo inédito 1955). Ese mismo texto afirma que hay en Cristo, “en sens vrai”, una “tercera naturaleza”, no humana, no divina, sino “cósmica”.

La gnosis de Teilhard, su teología-evolutiva, rinde al Mundo una veneración suprema. En 1934 (Comment je crois) confesaba: “si se diera el caso de que yo sufriera una revolución interior (renversement), si llegara yo a perder sucesivamente mi fe en Cristo, mi fe en un Dios personal, mi fe en el Espíritu, pienso que continuaría creyendo en el Mundo. El Mundo (el valor, la infalibilidad y la bondad del Mundo), tal es, en último análisis, la primera y la única cosa en la que yo creo”.

La rehabilitación de Teilhard de Chardin es imposible, considerando la enorme gravedad de sus errores. Puede darse en alguna ocasión una expresión, dicha al paso, de admiración en alusión a una expresión feliz de su pensamiento. Pero no más que eso. Pondré un ejemplo al contrario. La Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Ratzinger, con muchas precisiones y explicaciones, reconoció que el sistema filosófico-teológico de Antonio Rosmini es compatible con la fe católica, teniendo en cuenta tanto las investigaciones más recientes, como el cambio histórico-contextual en el que aquellas “cuarenta proposiciones” suyas reprobadas se formularon (Nota 1-7-2001). Pues bien, una rehabilitación análoga nunca podrá darse en referencia a Teilhard, y nunca, concretamente, el cardenal Ratzinger, en sus 23 años al frente de la Doctrina de la Fe, la ha realizado.

La anécdota siguiente es significativa. Una carta del cardenal Casaroli al rector del Instituto Católico de París, que celebraba el centenario del nacimiento de Chardin (L’Osservatore Romano, 10-6-1981), produjo tantas y tales protestas, que la Oficina de Prensa de la Santa Sede hubo de publicar un mes después una nota aclaratoria, asegurando que el Monitum de 1962 seguía vigente, “después de haber consultado al cardenal Secretario de Estado [card. Casaroli] y al cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, quienes, por orden del Santo Padre [Juan Pablo II], habían sido debidamente consultados de antemano acerca de la carta en cuestión” (L’Osservatore Romano 20-7-1981).

Escuchemos de nuevo al padre Castellani. El teilhardiano padre Luzzi, S. J. –ignorando el Monitum de 1962 y algunas obras críticas excelentes, como la del sacerdote argentino padre Julio Meinvielle (1965)–, canta la gloria de Teilhard en un artículo ¿Mundo y Dios en controversia? Y lo publica nada menos que en la revista paulina, de grandísima difusión popular, Familia cristiana (abril 1968). Poco después, el bueno de Castellani comenta adecuadamente el artículo. Pero antes de cederle la palabra, hago notar que con frecuencia él habla de Telar de Chardon, alegando que “éste es su nombre español, créanme, así lo hubieran llamado Cervantes y Luis de Granada”:

“El trabajo de este profesor constituye un intento de presentar a Telar en forma sinóptica y panegírica, para uso de la familia cristiana indefensa; a la cual la parta un rayo, si se fía de las “paolinas” […] Si Luzzi dijera palmariamente: “Nuestro Dios es un dios que se hace”, saltaría a los ojos una herejía patente […] Pero no lo dicen así: lo dicen amontonando la Cristogénesis, la centreidad, la morfología, la superconciencia, el punto Omega, el espacio-tiempo de forma cónica, la noosfera y cien más. Así, que te entienda Las Vargas.

“Las “ambigüedades” hormiguean en este escrito. Tomemos un ejemplo: Telar y su heraldo [el padre Luzzi] llaman conciencia a la afinidad química de los minerales, a los tropismos de las plantas, a la percepción del animal y a la conciencia del hombre; y por si fuera poco, también al hecho –si es hecho– de que “el portuario de Londres, el de Buenos Aires, el de Santa Fe reaccionan del mismo modo [?]. Hay algo que los hace manifestarse así, hay una conciencia común… ¿No notamos en esto una unificación de las conciencias?”. O sea una “superconciencia” destinada a unificarse en un bloque e ir a parar al Punto Omega en forma cónica.

“Esto pasa ya de la ambigüedad; es un bruto sofisma. El profesor dice que es “analogía”. Nones. Es un bruto equívoco, es equivocación. Nos toma por memos.

Y así se podrían traer seis “ambigüedades” más. Como la que el espacio-tiempo-energía (Trinidad chardoniana) tiene necesariamente forma de cono. Risum tenete, amici! [amigos, aguanten la risa].

Ellas [las ambigüedades] tiran a persuadir que en la Iglesia hay y había muchas cosas mal, que una buena inyección de Telar curaría como por ensalmo. Los que se opongan a eso, el Luzzi los amenaza con una cantidad de males que resumiremos en esto: se quedarán atrasados en las tinieblas de la Edad Media y no podrán convertir obreros –de los cuales Telar y el Luzzi deben haber convertido millares–; mientras los que se incorporan al movimiento gozarán de una cantidad de bienes tal que recuerdan el aria Ciarlatano en L’elisir d’amore de Donizzeti” (Jauja, nº 18, Buenos Aires, junio 1968).

Reconozcan ustedes, por favor, que hoy estamos urgentemente necesitados de la irreverencia bien documentada del lenguaje del padre Leonardo Castellani ante la manga de sabiazos elevados en nuestro tiempo, frente al Magisterio apostólico, como grandes ídolos teológicos.

Los admiradores actuales de Teilhard de Chardin siguen siendo en la Iglesia, por supuesto, los modernistas y progresistas supervivientes, cada vez más viejos y desencantados –y cada vez más fuera de la Iglesia–. Pero no deja de ser significativo que los principales enemigos actuales de la Iglesia rinden especial culto al padre Pierre Teilhard de Chardin. Por ejemplo:

–La New Age admira a Teilhard de Chardin.El Pontificio Consejo de la Cultura y el Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, colaborando con otros altos organismos de la Santa Sede, elaboraron un amplio documento sobre la New Age, titulado “Gesù Cristo, portatore dell’acqua viva. Una riflexione cristiana sul 'New Age'” (2-3-2003). El documento analiza el conjunto de tendencias gnósticas, panteístas, evolucionistas, naturalistas, esotéricas, etc. que confluyen en la New Age, y señala también su afinidad con el pensamiento de Teilhard, cuando dice en la nota [15] del documento:

“A fines de 1977, Marilyn Ferguson [una de las principales teóricas de la New Age], envió un cuestionario a 210 “personas empeñadas en la transformación social”, que ella llamó “Aquarian Conspirators” […] Cuando se solicitó a los encuestados que dieran el nombre de los individuos cuyas ideas les habían influido, bien a través del contacto personal, bien por medio de sus escritos, los más nombrados, por orden de frecuencia fueron éstos: Pierre Teilhard de Chardin, C. G.. Yung, Abraham Maslow, Carl Rogers, Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti”. A estos siete nombres principales, añade el documento otros 30 nombres significativos (The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our Time, Tarcher, Los Ángeles 1980, pg. 50, nota 1 y pg. 434).

La masonería admira a Teilhard de Chardin

Jacques Mitterrand, Gran Maestre de la Masonería, declaró en la Asamblea General del Gran Oriente de Francia (3/7-9-1962):

Teilhard de Chardin, “quizá sin que se diese cuenta de ello, ha cometido el crimen de Lucifer de que la Iglesia de Roma con frecuencia ha acusado a los masones: él ha afirmado que en el fenómeno de la hominización […] es el hombre quien tiene la precedencia y no Dios y es el artículo principal de este proceso. Cuando esta conciencia colectiva alcance su apogeo en el punto Omega –como dice Teilhard–, entonces habremos producido el nuevo tipo de hombre, como lo deseamos: libre en su carne y sin trabas en su mente” (Roca, XV, nº 171, 3-1982).

Probablemente el Gran Maestro masónico no interpreta bien a Teilhard, pero sí es cierto que la masonería halla una afinidad profunda entre su visión y la gnosis teilhardiana. Y en todo caso, sí queda claro que tenía razón Castellani cuando entre los errores principales de Teilhard señalaba “la negación de la Parusía”. Si Teilhard “profetiza” la eclosión final histórica y triunfante de la Evolución, la Iglesia católica, enseñada por Dios, muy por el contrario, nos asegura que ese advenimiento glorioso del Reino no se dará “en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal” (Catecismo 677).

Actualidad de Castellani

El lenguaje que Castellani, estando él muy solo, emplea contra tantos falsos profetas venerados en su tiempo, y concretamente, como hemos visto, contra la gnosis panteísta-evolucionista de Teilhard, es semejante al lenguaje de Cristo y de San Pablo contra letrados y fariseos. Y ése es el lenguaje que hoy queremos recuperar en la Iglesia católica. Tiene razón Castellani: nos toman por memos.
 

26 DE DICIEMBRE: SAN ESTEBAN, EL PRIMER MÁRTIR


26 de Diciembre: San Esteban, el primer mártir

(✞ el séptimo mes después de la Ascensión de Cristo al Cielo)

El primero que selló con su sangre la fe de Jesucristo, fue el glorioso san Esteban, uno de los siete varones escogidos entre los primeros cristianos, como hombre de mejor reputación y más lleno del Espíritu Santo y de su sabiduría, a quienes encargaron los apóstoles la distribución de las limosnas a los pobres y a las viudas de Jerusalén, mientras ellos se ocupaban en predicar la divina palabra y en hacer oración. 

Como san Esteban, lleno de gracia y poder de Dios, hiciese grandes prodigios y milagros en el pueblo, y el número de los discípulos, no solamente de los plebeyos, sino también de los sacerdotes, creciese en gran manera; se levantaron muchos judíos graves y doctos a disputar con Esteban; mas no podían resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. 

Entonces sobornaron a unos que dijesen haberle oído hablar palabras de blasfemias contra Moisés y Dios, y conmovieron al pueblo y a los ancianos y a los escribas, y arremetiendo a él, le arrebataron y trajeron al concilio, acusándolo de blasfemo. 

Y en señal de su inocencia dispuso el Señor que todos los que en el concilio se hallaban, puestos los ojos en él, viesen su rostro como el de un ángel. 

Le preguntó el Príncipe de los Sacerdotes si eran verdad aquellos cargos que le hacían. Y él respondió probándoles con un largo y elocuente razonamiento cómo ni ellos ni sus padres habían observado la ley, que el Señor, por medio de Moisés, les había dado; antes al contrario, duros de corazón como eran, y resistiendo siempre al Espíritu Santo, habían perseguido y dado muerte a los profetas que les anunciaban a Cristo, a quien ellos acababan de condenar y crucificar. 

Oyendo estas razones, concibieron gran enojo contra él; mas Esteban, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a la diestra del Padre. 

Les dijo él lo que veía; y ellos, dando grandes voces, y tapándose los oídos por no oír lo que tenían por gran blasfemia, arremetieron a una contra él, y echándolo fuera de la ciudad de Jerusalén, le apedreaban; y para hacerlo con mayor desembarazo y menos estorbo, se quitaron los mantos, y los entregaron a un mancebo, que se llamaba Saulo, y después fue el Apóstol san Pablo, para que se los guardase. 

Siguieron, pues, arrojando, ciegos de furor y de rabia, grandes piedras contra Esteban: mas él con grande paz y no menor constancia, iba invocando el nombre de Jesús, y pidiendo al Señor que recibiese su espíritu: y puesto de rodillas clamó a grandes voces: 

- Señor, no les imputes este pecado. 

Y dicho esto, murió. Y Saulo consentía en su muerte. Y el mismo día se hizo una gran persecución en aquella fervorosa Iglesia, que estaba en Jerusalén: y todos los discípulos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaría, excepto los Apóstoles que quedaron allí ocultos. 

Unos piadosos varones, a pesar del tumulto, recogieron el sagrado cadáver del santo protomártir, lo llevaron a enterrar, e hicieron gran llanto sobre él. 

Reflexión

Ninguna región del orbe, dice san Agustín, ignora los méritos de este bienaventurado mártir; porque padeció en el origen de la Iglesia, a saber, en la misma ciudad de Jerusalén. Por confesar a Cristo fue apedreado de los judíos y mereció la corona que llevaba significada en su mismo nombre, porque Esteban en lengua griega vale lo mismo que corona. (San Agust. sem. II, de S. Esteban). 

Oración

Concédenos, Señor, que imitemos lo que veneramos, aprendiendo a perdonar a los enemigos; pues celebramos el nacimiento para el Cielo de aquel que supo rogar por sus perseguidores a tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo. Amén.


jueves, 25 de diciembre de 2025

LOS CRUCIFIJOS

El uso del crucifijo es un símbolo de fe que representa el sacrificio y amor de Jesús, sirviendo como recordatorio tangible de la redención, protección y llamado a seguir a Cristo

Por Fish Eaters


1 Corintios 1:23-24 “Nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura! Pero para los que Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.



Cada hogar católico debería tener un Crucifijo colgado sobre la cama en cada dormitorio y, lo más importante, al menos uno en un área común, como el Comedor, la Sala de estar o la Sala Familiar. Además, en términos generales, los católicos deberían usar Crucifijos, no Cruces vacías (estilizadas de significado), alrededor de sus cuellos. ¿Por qué Crucifijos en lugar de Cruces vacías? Porque, como lo hizo Pablo, predicamos a Cristo crucificado y sabemos que llegamos a la Resurrección a través de la Cruz, que estamos llamados a tomar nuestras propias cruces y cargarlas, ofreciendo nuestros sufrimientos en imitación de Él.

Los crucifijos se pueden conseguir en cualquier tienda de regalos católica y son el regalo perfecto para una pareja de recién casados, ya que uno nunca puede tener demasiados. Encontrará Crucifijos para usar alrededor del cuello, algunos para colgar en las paredes, algunos en soportes para colocarlos en las mesas, etc. (1).

Verá en algunos Crucifijos una calavera y huesos cruzados al pie de la Cruz. Además de simbolizar la victoria sobre la muerte, esta calavera representa más específicamente la calavera de Adán, que según la tradición judía y cristiana fue enterrada en el Gólgota, donde Jesús fue crucificado. La Sangre de Cristo, el Nuevo Adán, redime al hombre, como lo simboliza la calavera del Primer Adán. 1 Corintios 15:22, 45: “Y así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados... El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.

También se puede ver una representación del titulus crucis, la placa marcada con “INRI”, que significa “Iesus Nazarenus Rex Iudeorum”, las iniciales en latín de “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”. Esta inscripción fue escrita en latín, hebreo y griego y colocada en la cima de la cruz de Jesús según Mateo 27:37, Marcos 15:26, Lucas 23:38 y Juan 19:19.

Los crucifijos deben ser bendecidos por un sacerdote y tratados con gran veneración. Besar un crucifijo es un acto que conlleva indulgencias.

Hay algunos crucifijos y cruces que destacan y que merecen ser mencionados individualmente. El primero de ellos es el Crucifijo de San Damián .

Crucifijo de San Damián


El Crucifijo de San Damián fue pintado por un artista umbro de los siglos XI o XII y llegó a adornar la capilla de San Damián en Asís, Italia. Fue ante este Crucifijo que San Francisco de Asís se convirtió y recibió la orden del Señor de reparar su Iglesia. Las Clarisas, una Orden de monjas fundada por Santa Clara de Asís, buena amiga de San Francisco, llevaron el Crucifijo a San Jorge en 1257, y ahora se encuentra en la capilla de San Jorge en la Basílica de Santa Clara de Asís. Observemos el Crucifijo con atención:

Este Crucifijo está lleno de los sucesos evangélicos de su Pasión. En la parte superior, vemos a Nuestro Señor ascendiendo al Cielo, de la mano de su Padre.

La Santísima Virgen y Juan, quien fue designado para ser su cuidador, están de pie a la derecha de Cristo (nuestra izquierda). A la izquierda de Cristo (nuestra derecha) están la Magdalena, María Cleofás (madre de Santiago) y el Centurión cuyas palabras pronunciamos en la Misa: “Dómine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea” (Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero solo di una palabra y mi alma sanará). El niño detrás del Centurión es el hijo del Centurión a quien Jesús sanó.

También están presentes otros dos soldados romanos: Longino, quien atravesó el costado de Jesús con una lanza, y Esteban, quien le dio a beber vinagre (algunos dicen que esta segunda figura es la de Pilato).

Junto a su pierna derecha está Adán mordiendo la manzana, y encima de él está el gallo, símbolo de la negación de Pedro.

En la parte inferior, bajo sus pies, se encuentran seis santos desconocidos.

El brazo transversal de la cruz es en realidad una tumba —la tumba vacía— y en ambos extremos están Pedro y Juan corriendo hacia ella, donde son recibidos por dos grupos de ángeles que les hacen saber que “no está aquí”.

El Crucifijo del Perdón


Tengo que mencionar este Crucifijo porque es muy hermoso y es relevante para uno de mis Papas favoritos, el Papa San Pío X, quien concedió estas indulgencias (no están en el nuevo Enchiridion):

Quien lleve sobre sí el Crucifijo del Perdón, podrá con ello ganar una indulgencia.

Por besar devotamente el Crucifijo se gana una indulgencia.

Quien rece una de las siguientes jaculatorias ante este crucifijo podrá obtener una indulgencia cada vez: 

“Padre nuestro que estás en los cielos, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. 

“Ruego a la Santísima Virgen María que interceda por mí ante el Señor nuestro Dios”.

Quien es habitualmente devoto de este Crucifijo, cumpla las condiciones necesarias de la Confesión y de la Sagrada Comunión, puede ganar indulgencia plenaria en las fiestas siguientes: En las fiestas de las Cinco Llagas de Nuestro Señor, el descubrimiento de la Santa Cruz, la Exaltación de la Santa Cruz, la Inmaculada Concepción y los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María.

El que en el momento de la muerte, fortificado con los Sacramentos de la Iglesia, o contrito de corazón, en el supuesto de no poder recibirlos, besare este Crucifijo y pidiera a Dios perdón por sus pecados y perdón al prójimo, ganará la Indulgencia Plenaria.

En el reverso del Crucifijo, en los brazos transversales, se lee: “Padre, perdónalos”. En el lado largo de la Cruz se lee: “Mirad este Corazón que tanto ha amado a los hombres”. El Sagrado Corazón se muestra donde se unen los dos brazos de la Cruz.

Cruz o Crucifijo de Caravaca

(también conocido como "Cara Vaca" y "Cuernavaca")


Esta cruz toma su nombre de Caravaca (hoy conocida como Caravaca de la Cruz), España, un pueblo de la provincia de Murcia donde, en 1231 d. C., un sacerdote fue encarcelado por los moros. Por curiosidad, el rey de sus captores, Abu Zeid, le pidió que oficiara Misa, pero al comenzar, se dio cuenta de que no tenía el crucifijo necesario. Ante la ira de sus captores, la cruz pectoral del Patriarca de Jerusalén fue transportada hasta el sacerdote a través de una ventana abierta, llevada por dos ángeles. Al ver esto, el rey Abu Zeid se convirtió a la verdadera religión.

La "Cruz de Caravaca", por lo tanto, es la Cruz de Lorena de dos brazos que usan los arzobispos y patriarcas. Algunas representaciones son crucifijos, como la de arriba, y pueden mostrar a los ángeles que portaban la cruz, uno a cada lado. Las palabras "Caravaca" pueden aparecer en el segundo brazo de la cruz, de modo que "CARA" aparece en un lado y "VACA" en el otro. Este es un crucifijo muy popular en España y México.

Cruz de Dagmar


El nombre de esta cruz deriva del nombre de la reina que la portaba: la reina Dagmar de Dinamarca. Nació alrededor del año 1189 d. C. en Bohemia y se convirtió en la esposa del rey danés Valdemar II ("Valdemar el Victorioso"), quien reinó entre 1202 y 1241 d. C.

Cuando se abrió su tumba en 1690, se encontró esta cruz alrededor de su cuello. Aunque Dagmar fue una personalidad del siglo XIII, se cree que la cruz data de alrededor del año 1000 d. C. En el centro de la cruz se encuentra la figura de Cristo, y los cuatro brazos representan, comenzando en la parte superior y en el sentido de las agujas del reloj, a San Juan Crisóstomo, San Juan Evangelista, San Basilio y Nuestra Señora. El reverso de la cruz es un crucifijo.

Es especialmente apreciada por el pueblo danés (debido al lugar de nacimiento de Dagmar, la cruz también fue adoptada como símbolo por los luteranos, lamentablemente. De hecho, originalmente es una cruz católica y lo sigue siendo ahora).


Nota al pie:

1) Sobre cómo conseguir crucifijos portátiles: no pierdas el tiempo consiguiendo crucifijos de peltre, aunque sean tan baratos. Se doblan, se rompen, se vuelven negros, etc.; consigue plata, oro, madera, etc.

Para limpiar un crucifijo de plata deslustrado, aplícale pasta de dientes y límpialo con una esponja. Si está muy deslustrado, haz una pasta de bicarbonato de sodio y agua y déjala sobre el crucifijo durante un rato. Luego frota con una esponja húmeda. Otro método es el siguiente: coloca una hoja de papel aluminio en el fondo de una cacerola y agrega de 2 a 3 pulgadas de agua extremadamente caliente, un poco de bicarbonato de sodio y un poco de sal. Agrega el crucifijo de modo que se asiente sobre el papel aluminio y déjalo reposar durante unos minutos. Retira el crucifijo, enjuágalo, sécalo y púlelo con un paño suave. No uses este método con crucifijos con joyas encastradas.
 

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS (77)

Continuamos con la publicación del libro escrito por la mística Maria Valtorta (1897-1961) en el cual afirmó haber tenido visiones sobre la vida de Jesús.


77. En Hebrón en casa de Zacarías. El encuentro con Aglae.
13 de enero de 1945.

1 “¿Hacia qué hora llegaremos?” pregunta Jesús, caminando en el centro del grupo precedido por las ovejas que pacen en las márgenes herbosas.
“Hacia la hora tercia. Son aproximadamente diez millas” responde Elías.
“¿Y luego vamos a Keriot?” pregunta Judas.
“Sí. Vamos allí”.
“¿Y no era más corto ir de Yuttá a Keriot? No debe haber mucha distancia. ¿Verdad, tú, pastor?”.
“Dos millas más, poco más o menos”.
“Así recorremos más de veinte millas sin motivo”.
“Judas, ¿por qué estás tan inquieto?” dice Jesús.
“No es inquieto, Maestro; sólo que me habías prometido ir a mi casa...”.
“E iré. Mantengo siempre mis promesas”.
“He encargado que avisen a mi madre... y además Tú has dicho que con los muertos se está también con el espíritu”.
“Lo he dicho. Mira, Judas, reflexiona: tú por mí no has sufrido todavía. Estos hace treinta años que sufren, y no han traicionado jamás ni siquiera mi recuerdo, ni siquiera el recuerdo. No sabían si estaba vivo o muerto... y, no obstante, han permanecido fieles. Me recordaban como recién nacido, infante, sólo con mi llanto y mi necesidad de leche... y, aun así, me han venerado siempre como Dios. Por causa mía los han maltratado, los han maldecido, han sufrido persecución como un oprobio de Judea; y, a pesar de todo, su fe, ante los golpes, no vacilaba, no se aridecía, sino que, por el contrario, echaba raíces más hondas y se hacía más vigorosa”.

2 “A propósito. Hace unos días que me quema los labios una pregunta. Son amigos tuyos y de Dios éstos, ¿no es verdad? Los ángeles los han bendecido con la paz del Cielo, ¿no es verdad? Ellos no han dejado de ser justos ante ninguna tentación, ¿no es verdad? ¿Me explicas entonces por qué han sido infelices? ¿Y Ana?... La mataron por haberte amado...”.
“Tu conclusión sería, entonces, que mi amor y el amarme acarrea desventura”.
“No... pero...”.
“Pero es así. Siento verte tan cerrado a la Luz y tan poseído de lo humano. No; deja, Juan, y también tú, Simón. Prefiero que hable. Nunca rechazo a nadie. Sólo quiero apertura de corazones, para poder introducir en ellos la luz. Ven aquí, Judas. Escucha. Partes de un juicio común a muchos hombres presentes y futuros. Digo "juicio", debería decir "yerro"; pero, si supongo que lo hacéis sin malicia, por ignorancia de la verdad, entonces no es yerro, es sólo juicio imperfecto, como lo puede ser el de un niño. Y sois niños, vosotros, pobres hombres. Y Yo estoy aquí como Maestro para hacer de vosotros adultos capaces de discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo mejor de lo bueno. Escuchad, pues. ¿Qué es la vida? Es un tiempo de pausa; Yo diría el limbo del Limbo, que Dios Padre os da para probar vuestra naturaleza de hijos buenos o de bastardos, y para asignaros, sobre la base de vuestras obras, un futuro en el que ya no habrá ni pausas ni pruebas. Ahora, decidme: ¿sería justo que uno, por el hecho de haber recibido el raro bien de disponer del modo de servir a Dios de manera especial, gozara además de un bien continuo durante toda la vida? ¿No os parece que ya ha tenido mucho y que, por lo tanto, puede considerarse dichoso, aunque en lo humano no lo sea? ¿No sería injusto que aquel que tiene ya en el corazón luz de divina manifestación y la sonrisa de una conciencia que aprueba, tuviera además honores y bienes terrenos? ¿Y no sería incluso imprudente?”.

3 Simón dice “Maestro, yo digo que sería incluso profanador. ¿Por qué poner alegrías humanas donde estás Tú? Cuando uno te tiene –y éstos te han tenido; ellos, los únicos ricos en Israel por haber gozado de ti desde hace treinta años– no debe poseer nada más. No se pone el objeto humano en el Propiciatorio... El vaso consagrado no sirve más que para usos sagrados. Estos están consagrados desde el día en que vieron tu sonrisa... y nada, no, nada que no seas Tú debe entrar en su corazón, que te tiene a ti. ¡Ojalá fuera yo como ellos!”.
Judas responde irónicamente “Sin embargo, te has dado prisa, después de haber visto al Maestro y después de ser curado, en volver a tomar posesión de tus bienes”.
“Es verdad. Lo he dicho y lo he hecho. Pero ¿tú sabes por qué? ¿Cómo puedes juzgar si no conoces todo? Mi agente recibió órdenes precisas. Ahora que Simón el Zelote está curado –y sus enemigos ya no pueden perjudicarle segregándole; ni perseguirle porque ya no es más que de Cristo y no tiene ninguna secta: tiene a Jesús y basta–, Simón puede disponer de los haberes suyos, que un hombre honesto, fiel, le ha conservado. Y yo, dueño todavía durante una hora, prescribí su reorganización para obtener más dinero en la venta y poder decir... No, esto no lo digo”.
Jesús dice “Lo dicen los ángeles por ti, Simón, y lo escriben en el libro eterno”. Simón mira a Jesús. Las dos miradas se anudan: una, asombrada; la otra, bendiciendo.
“Como siempre, yo estoy equivocado”.
“No, Judas; tienes el sentido práctico. Tú mismo lo dices”
“¡Oh, pero con Jesús!... También Simón Pedro estaba apegado al sentido práctico, ¡y ahora sin embargo!... Tú también, Judas, serás como él. Hace poco que estás con el Maestro, nosotros hace más tiempo y ya hemos mejorado” dice Juan, siempre dulce y conciliador.
“No me ha querido con El. Si no, hubiera sido suyo desde Pascua” –Judas está hoy realmente enojado–.
Jesús zanja la cuestión diciendo a Leví: “¿Has estado alguna vez en Galilea?”.
“Sí, Señor”.
“Vendrás conmigo, para conducirme a donde Jonás. ¿Le conoces?”.
“Sí. Por Pascua nos veíamos siempre; yo iba a verle entonces”.
José baja la cabeza apenado. Jesús se da cuenta. “Juntos no podéis venir. Elías se quedaría solo con las ovejas. Pero tú vendrás conmigo hasta el paso de Jericó, donde nos separaremos por un tiempo. Te diré después lo que tienes que hacer”.
“¿Nosotros ya nada más?”.
“También vosotros, Judas, también vosotros”

4 “Se ven algunas casas” dice Juan, que va unos pasos por delante de los demás.
“Es Hebrón, con su cúspide a caballo entre dos ríos. ¿Ves, Maestro? ¿Ves aquella casa grande de allí, entre toda aquella hierba, un poco más alta que las otras? Es la casa de Zacarías”.
“Aceleremos el paso”.
Recorren ligeros los últimos metros de camino. Entran en el pueblo. Las pequeñas pezuñas de las ovejas parecen castañuelas al chocar contra las piedras irregulares de la calle, aquí rudimentariamente adoquinada. Llegan a la casa. La gente mira a ese grupo de hombres de diverso aspecto, edad y vestimenta, entre el blancor de las ovejas.
“¡Oh! ¡Es distinta! ¡Aquí estaba la verja de entrada!” dice Elías. Ahora, en lugar de la verja, hay un portón herrado que impide ver. Y la tapia que la circunda es más alta que un hombre, y, por tanto, no se ve nada.
“Quizás esté abierto por detrás. Vamos”. Rodean un amplio cuadrilátero (más concretamente un amplio rectángulo), pero la pared es igual por todas partes.
“Pared hecha desde hace poco -dice Juan observándola- No tiene grietas, y en el suelo hay todavía piedras con cal”.
“Tampoco veo el sepulcro... Estaba hacia el bosque. Ahora el bosque está fuera del muro y... y parece de todos. Hacen leña en él...”. Elías está perplejo.

5 Un hombre, un leñador entrado en años, más bien bajo, pero fuerte, observando al grupo, deja de serrar un tronco talado y se dirige hacia ellos. “¿A quién buscáis?”.
“Queríamos entrar en la casa, para orar ante el sepulcro de Zacarías”.
“Ya no existe el sepulcro. ¿No lo sabéis? ¿Quiénes sois?”.
“Yo, amigo de Samuel, el pastor. El...”.
“No hace falta, Elías” dice Jesús. Elías se calla.
“¡Ah! ¡Samuel!... ¡Ya! Sólo que desde que Juan, hijo de Zacarías, está en la cárcel, la casa ya no es suya. Y es una desgracia, porque él distribuía todas las ganancias de sus bienes entre los pobres de Hebrón. Una mañana vino uno de la corte de Herodes, echó afuera a Joel, clausuró la casa; luego volvió con algunos obreros y empezó a levantar el muro... En el ángulo, allí, estaba el sepulcro. No lo quiso... y una mañana lo encontramos todo destrozado, medio derruido... los pobres huesos mezclados... Los recogimos como se pudo... Ahora están en una única arca... Y en la casa del sacerdote Zacarías ese inmundo tiene a sus amantes. Ahora está una histrionisa de Roma. Por eso ha realzado el muro. No quiere que se vea... ¡La casa del sacerdote, un lupanar! ¡La casa del milagro y del Precursor! Porque ciertamente es él, si es que no es él el Mesías. ¡Y cuántas dificultades hemos tenido por el Bautista! ¡Pero es nuestro grande! ¡Verdaderamente grande! Ya cuando nació se dio un milagro. Isabel, consumida como un cardo ajado, resultó fértil como un manzano en Adar; primer milagro. Luego vino una prima, que era santa, a servirla y a soltarle la lengua al sacerdote. Se llamaba María. Me acuerdo de ella, aunque sólo la viéramos en muy raras ocasiones. No sé cómo sucedió. Se dice que, por contentar a Isabel, Ella dejaba poner la boca muda de Zacarías sobre su vientre grávido, o que le metía sus dedos en la boca. No lo sé bien. Lo cierto es que, después de nueve meses de silencio, Zacarías habló alabando al Señor y diciendo que había venido el Mesías. No explicó más, pero mi mujer asegura –ella estaba ese día– que Zacarías dijo, alabando al Señor, que su hijo iría delante de El. Ahora, yo digo: no es como la gente cree. Juan es el Mesías y camina ante el Señor como Abraham ante Dios, eso es. ¿No tengo razón?”.
“Tienes razón por lo que respecta al espíritu del Bautista, que siempre camina en presencia de Dios; pero no tienes razón respecto al Mesías”.
“Entonces aquélla, de la que se decía que era Madre del Hijo de Dios –lo dijo Samuel– ¿no era verdad que lo era? ¿No vive todavía?”
“Lo era. El Mesías nació, precedido por aquel que en el desierto alzó su voz, como dijo el Profeta (354)”.
“Tú eres el primero que lo asegura. Juan, la última vez que Joel le llevó una piel de oveja –como todos los años hacía cuando llegaba el invierno–, si bien fuera interrogado acerca del Mesías, no dijo: "Ya ha venido". Cuando él lo diga...”.
“Hombre, yo he sido discípulo de Juan y he oído decir: "He aquí el Cordero de Dios", señalando...” dice Juan.
“No. no. El Cordero es él. Verdadero Cordero que se ha criado a sí mismo, sin casi necesidad de madre y padre. Poco después de pasar a ser hijo de la Ley, se aisló en las cuevas de los montes que miran al desierto y allí se ha educado, hablando con Dios. Isabel y Zacarías murieron y él no vino. Padre y madre para él era Dios. No hay santo más grande que él. Preguntad a toda Hebrón. Samuel lo decía, pero debían tener razón los de Belén. El santo de Dios es Juan”.
“Si uno te dijera: "El Mesías soy Yo", ¿qué dirías tú?” pregunta Jesús.
“Le llamaría "blasfemo" y le echaría a pedradas”.
“¿Y si hiciera un milagro para probar su condición?”.
“Le llamaría "endemoniado". El Mesías vendrá cuando Juan se revele en su verdadero ser. El mismo odio de Herodes es la prueba. El, el astuto, sabe que Juan es el Mesías”.
“No ha nacido en Belén”.
“Pero cuando le liberen, después de anunciarse por sí mismo su próxima venida, se manifestará en Belén. También Belén espera esto. Mientras... ¡Oh! Ve, si tienes valor, a hablarles a los de Belén de otro Mesías... y verás”.
“¿Tenéis una sinagoga?”.
“Sí. Recto doscientos pasos por esta calle. No puedes equivocarte. Cerca está el arca de los restos profanados”.
“Adiós. Que el Señor te ilumine”.
Se van. Dan la vuelta por la parte de delante.

6 En el portón hay una mujer joven vestida sin ningún pudor. Guapísima. “Señor, ¿quieres entrar en la casa? Entra”
Jesús la mira fijamente, severo como un juez, y no habla.
Habla Judas, en esto apoyado por todos. “¡Métete dentro, desvergonzada! No nos profanes con tu aliento, perra insaciable”.
Se manifiesta en la mujer un vivo rubor e inclina la cabeza. Trata de desaparecer, confundida, escarnecida por gamberros y por la gente que pasa.
“¿Quién es tan puro como para decir: "Jamás he deseado la manzana ofrecida por Eva?" (355)” dice Jesús, severo, y añade: “Decidme dónde está éste y Yo le saludaré con la palabra "santo". ¿Ninguno? Bueno, pues entonces, si no por repulsa, sino por debilidad, os sentís incapaces de aproximaros a ésta, retiraos. No obligo a los débiles, a luchas en inferioridad de condiciones. Mujer, querría entrar. Le guardo cariño a esta casa. Era de un pariente mío”.
“Entra, Señor, si no te doy asco”.
“Deja abierta la puerta. Que la gente vea y no murmure...”.
Jesús pasa serio, solemne. La mujer le recibe reverente, subyugada, y no osa moverse. Pero las burlas de la multitud le hacen sangre. Huye corriendo hasta el fondo del jardín. Mientras, Jesús va hasta el pie de la escalera; mira de refilón por las puertas entreabiertas, pero no entra. Luego se dirige hacia donde estaba el sepulcro (ahora hay una especie de pequeño templo pagano).
“Los huesos de los justos, aunque estén resecos y dispersos, gimen por un bálsamo de purificación y esparcen semillas de vida eterna. ¡Paz a los muertos que han vivido en el bien! ¡Paz a los puros que duermen en el Señor! ¡Paz a quienes sufrieron, pero no quisieron conocer vicio! ¡Paz a los verdaderos grandes del mundo y del Cielo! ¡Paz!”.

7 La mujer, bordeando un seto que la ocultaba, se ha llegado hasta El. 
“¡Señor!”.
“Mujer”.
“Tu nombre, Señor”.
“Jesús”.
“No lo he oído nunca. Soy romana: mimo y bailarina. No soy experta más que en lascivias. ¿Qué quiere decir ese Nombre? El mío es Aglae y... y quiere decir: vicio”.
“El mío quiere decir: Salvador”.
“¿Cómo salvas? ¿A quién?”
“A quien tiene buena voluntad de salvación. Salvo enseñando a ser puros, a preferir el dolor a la pérdida del honor, a querer el bien a toda costa”. Jesús habla sin acritud, pero sin siquiera volverse hacia la mujer.
“Yo estoy perdida...”.
“Yo soy Aquel que busca a los perdidos”.
“Yo estoy muerta”.
“Yo soy Aquel que da Vida”.
“Yo soy suciedad y embuste”.
“Yo soy Pureza y Verdad”.
“También eres Bondad, Tú, que no me miras, no me tocas, no me pisoteas. Piedad de mí...”.
“Ten piedad de ti, tú, primero; de tu alma”.
“¿Qué es el alma?”.
“Es aquello que hace del hombre un dios y no un animal. El vicio y el pecado la matan y, una vez muerta, el hombre se vuelve animal repelente (356)”.
“¿Podré volver a verte?”.
“Quien me busca me encuentra”.
“¿Dónde estás?”.
“Donde los corazones necesitan médico y medicinas para volver a ser honestos”.
“Entonces... no te volveré a ver... Yo estoy donde no se quiere ni médico, ni medicinas, ni honestidad”.
“Nada te impide venir a donde Yo esté. Mi Nombre será gritado por los caminos y llegará hasta ti. Adiós”.
“Adiós, Señor. Déjame que te llame "Jesús". ¡No por familiaridad!... Para que entre en mí un poco de salvación. Soy Aglae, acuérdate de mí”.
“Sí. Adiós”.
La mujer se queda en el fondo. Jesús sale severo. Mira a todos. Ve perplejidad en los discípulos, burla en los hebronitas. Un siervo cierra el portón.

8 Jesús va recto por la calle. Llama a la sinagoga.
Se asoma un viejo malévolo. Ni siquiera le da tiempo a Jesús de hablar. “La sinagoga está prohibida, en este lugar santo, para los que tienen comercio con las meretrices. ¡Fuera!”.
Jesús se vuelve sin hablar y continúa caminando por la calle (los suyos van detrás) hasta que se encuentran fuera de Hebrón. Entonces hablan.
“Hay que decir que Tú te lo has buscado, Maestro” dice Judas. “¡Una meretriz!”.
“Judas, en verdad te digo que ella te superará. Y ahora, tú que me censuras, ¿qué me dices de los judíos? En los lugares más santos de Judea nos han escarnecido; nos han echado... Pero es así. Llega el tiempo en que Samaria y los gentiles adorarán al verdadero Dios, y el pueblo del Señor estará manchado de sangre, y de un delito... de un delito respecto al cual el de las meretrices que venden su carne y su alma será poca cosa. No he podido orar ante los huesos de mis primos y del justo Samuel, pero no importa. Reposad, huesos santos, regocijaos, Oh espíritus que habitáis en ellos. La primera resurrección está cercana. Luego vendrá el día en que seréis presentados a los ángeles como los espíritus de los siervos del Señor”.

Jesús calla y todo termina.

Continúa...

Notas:

354) Cfr. Mal. 3, 1; Is. 40, 3.

355) En el Apéndice de “La preparación” se habla del pensamiento del PECADO ORIGINAL de la escritora.

356) Expresión popular para dar a entender a una pagana y pecadora la sublimidad de la virtud y lo degradante del vicio.
 





 





 

El Poema del Hombre-Dios (40)

El Poema del Hombre-Dios (41)


El Poema del Hombre-Dios (43)

El Poema del Hombre-Dios (44)

El Poema del Hombre-Dios (45)




El Poema del Hombre-Dios (49)

 

 

El Poema del Hombre-Dios (54) 

 

 
 
 
 

 

El Poema del Hombre-Dios (64)
 
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