miércoles, 12 de noviembre de 2025

12 DE NOVIEMBRE: SAN MARTÍN, PAPA Y OBISPO


12 de Noviembre: San Martín, Papa y Obispo

(✟ 655)

El glorioso pontífice y mártir san Martín nació en Todi, ciudad de Toscana, y fue hijo de Fabricio, varón de gran santidad.

Terminados sus estudios en Roma con gran opinión de sabiduría y virtud, fue ordenado como sacerdote por el Papa Teodoro I, el cual lo envió por legado suyo a Constantinopla, para que redujese a los herejes monotelitas a la unidad de la fe.

Poco tiempo después falleció el pontífice; y Martín fue elegido para sucederle, traspasado su corazón de dolor, por no haber podido aún sosegar los disturbios de los herejes.

Convocó luego un Concilio en Letrán; y en él dio cuenta a los Padres de lo que había hecho para reducir a la obediencia a los rebeldes.

Los padres aclamaron a una voz a San Martín y con él condenaron de nuevo las pretensiones sistemáticas de Sergio, patriarca de Constantinopla y el edicto del emperador Constantino II, en el cual, para favorecer a los herejes monotelitas, prohibía toda controversia que se tratase de si en Cristo había dos voluntades o una sola.

Envió San Martín un vicario suyo a Constantinopla, al cual no quisieron someterse los herejes; antes embravecidos y llenos de coraje, determinaron asesinar al Santo Pontífice.

Tomó el emperador por instrumento de su maldad a Olimpio, su camarero; y para eso le nombró Exarca de Italia y pasando Olimpio a Roma, fingió querer comulgar de mano del santo Papa; y dio orden a uno de su guardia, que, al tiempo que él estuviese hincado de rodillas para recibir la comunión, le diese la espada para con ella dar muerte al que le estaba dando el Pan de vida.

Más sucedió que al mismo tiempo que aquel sayón cruel quiso dar la espada a Olimpio, se cegó repentinamente y jamás pudo atinar a ver al Papa.

No habiendo podido los herejes consumar su crimen, usaron de más diabólicos artificios, calumniándole ante el emperador Constante; el cual, como estuviese ya inficionado con el veneno de la herejía, envió a Roma a Teodoro Caliopas, hombre astuto, con orden de prender al Santo y traerlo a Constantinopla, como efectivamente lo hizo.

Allí defendió él su inocencia con razones irrecusables, pero todo fue en vano.

Constante quiso forzarle a firmar los edictos solemnemente condenados en el Concilio de Letrán, y como el Papa se negase resueltamente, le quitaron ignominiosamente sus vestiduras pontificiales, le cargaron de cadenas, y le llevaron así a Crimea, donde padeció hambre, sed y toda clase de malos tratos; de los cuales él mismo dice en una de sus epístolas:

- Vivo en las angustias del destierro, despojado de todo, alejado de mi Sede, sustento mi débil cuerpo con duro pan; pero ningún cuidado paso de las cosas terrenas.

En esas penurias perseveró con admirable paciencia, hasta que, a los seis años de su pontificado, entregó su espíritu al Señor.

Reflexión:

¿No te sorprende ver a este Santo Pontífice tan perseguido, tan maltratado, tan atormentado? ¿Acaso es esta la recompensa de su virtud? ¡Ah! Abre las Sagradas Escrituras y comprenderás en alguna manera la conducta de Dios nuestro Señor. “Todos los caminos del Señor -dice el real profeta David- son misericordia y verdad”. Entiende, pues, que si el Creador aflige a sus siervos, los aflige por efecto de su justicia y de su misericordia. De su justicia, castigando en ellas algunas imperfecciones y faltillas, a veces imperceptibles; de su misericordia, preparándoles así colmada recompensa.

Oración:

Oh Dios, que cada año nos alegras con la solemnidad de tu mártir y pontífice el bienaventurado Martín, concédenos propicio, que al celebrar su nacimiento a la gloria, experimentemos los efectos de su protección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 11 de noviembre de 2025

LOS MALOS HÁBITOS: LOS VICIOS Y EL PECADO

Un vicio es un hábito que tiende al mal y al pecado. Un pecado es un pensamiento, una palabra, una acción o una omisión que va en contra de la ley de Dios y que resulta del vicio o lo refuerza.

Por Fish Eaters


El pecado se puede clasificar de muchas maneras diferentes

Según el tipo de placer que produce puede ser pecado espiritual o pecado carnal:

Los pecados espirituales incluyen la envidia espiritual, la vanagloria (buscar la alabanza de los hombres), etc. Los pecados carnales son pecados como la lujuria, la gula, etc.

En términos de malicia, los pecados espirituales son peores, en sí mismos, que los pecados carnales, como se puede ver en la forma en que Jesús trató con dureza a los fariseos que condenaron a la mujer adúltera en Juan 8, a quien Él trató con dulzura.

Según quién se vea más directamente ofendido puede ser un pecado contra Dios, contra los demás o contra uno mismo

Los pecados contra Dios son más graves que los pecados contra sus criaturas. Los pecados contra las personas son peores que los pecados contra sus posesiones. Los pecados contra quienes tienen mayor derecho sobre ti en cuanto a las obligaciones que les debes son peores que los pecados contra quienes tienen menor derecho; por ejemplo, es más pecaminoso asesinar al propio hijo que al hijo de un desconocido. Y en cuanto a las posesiones, es más pecaminoso cometer ofensas contra cosas necesarias o valiosas para alguien que contra algo que no lo es; por ejemplo, es más pecaminoso tomar el dinero de un pobre que el de un rico, y es más pecaminoso robar un reloj que es una valiosa herencia familiar que robar cualquier otro reloj.

Según el mal causado por actuar o no actuar puede ser pecado de comisión o pecado de omisión

A veces, no actuar moralmente (pecado de omisión) es tan pecaminoso como actuar inmoralmente (pecado de comisión). Por ejemplo, pasar de largo e ignorar a un hombre sangrando que pide ayuda es pecaminoso, al igual que golpearlo y abandonarlo al borde del camino.

Según su progreso puede ser pecado del corazón, pecado de la boca o pecado de las obras

El pecado puede progresar desde el corazón (la mente) hasta su ejecución. Uno puede, por ejemplo, envidiar a alguien (pecado del corazón), calumniarlo (pecado de la boca) y luego hacer algo para provocar su ruina (pecado de obra).
 
Según cómo se desvíe de justo medio puede ser pecado de exceso o pecado de defecto

Se peca al desviarse del justo medio, ya sea por exceso (por ejemplo, temeridad) o por defecto (cobardía).

Según cómo se contrae la culpabilidad puede ser pecado original o pecado actual

El pecado original es el pecado de Adán que se transmitió a toda la humanidad sin que cada uno de nosotros tuviera culpa alguna. El pecado actual es el pecado que cometemos nosotros mismos y del que somos individualmente responsables.

Según su causa puede ser por debilidad, ignorancia o malicia

Los pecados de debilidad son aquellos que provienen de la concupiscencia y otras pasiones. Se consideran pecados contra el Padre porque a Dios Padre se le describe con el atributo del poder.

Los pecados de ignorancia son aquellos que provienen de la ignorancia vencible. Se consideran pecados contra el Hijo porque a Dios Hijo se le describe con el atributo de la sabiduría.

Los pecados de malicia son aquellos que provienen de la voluntad de causar sufrimiento o daño, la voluntad de herir a alguien, sin pasión ni ignorancia. Se consideran pecados contra el Espíritu Santo porque a Dios Espíritu Santo se le describe con el atributo del amor. En general, los pecados de malicia son los más graves y mucho más serios que los pecados de debilidad o ignorancia.

Según su carácter voluntario puede ser pecado material o pecado formal

Si un acto pecaminoso no es intencional, es solo un pecado material y no implica culpa. Es un pecado formal si es intencional. Por ejemplo, una persona que olvida que es un día de precepto solo peca materialmente al faltar a Misa y no es culpable; sin embargo, si una persona sabe que es un día de precepto y falta a Misa intencionalmente cuando podría haber asistido, peca formalmente y es culpable.

Según su gravedad puede ser pecado mortal o pecado venial

Un pecado mortal es un pecado grave que conlleva castigo eterno, apartándonos de Dios y de la vida eterna a la que estamos llamados. Un pecado es venial cuando se trata de una falta menor y no conlleva castigo eterno.

Para ser culpable de un pecado mortal, deben cumplirse tres condiciones: 1) el pecado que cometemos debe ser grave o debemos creer que lo es; 2) debemos consentirlo plenamente con nuestra voluntad; y 3) debemos saber, sospechar o creer que es un pecado grave y prestarle plena atención. Para prestarle plena atención a un acto, debemos estar despiertos, en pleno uso de nuestras facultades, tener edad suficiente para razonar y no tener discapacidad intelectual, entre otros requisitos. Los pecados mortales deben confesarse cuanto antes.

Los pecados veniales pueden convertirse en mortales en ciertas circunstancias. Por ejemplo, robar un poco de dinero podría no ser un pecado grave en ciertas circunstancias, pero hacerlo con la intención de culpar a otro —un acto de malicia— puede cambiar la naturaleza del pecado, elevándolo de venial a mortal. Bromear sobre el aspecto de alguien podría no ser un pecado mortal en sí mismo, pero hacerlo sabiendo que esa persona es extremadamente sensible con respecto a su apariencia y que tu broma podría provocarle una borrachera, podría convertir esa “pequeña broma” en un pecado mortal.
 

LA CONJURACIÓN ANTICRISTIANA: BAJO LA TERCERA REPÚBLICA

La masonería francesa tenía como objetivo la aniquilación de la Iglesia Católica, persiguiendo ese designio satánico desde la época de la Revolución

Por Monseñor Henri Delassus (1910)


CAPÍTULO XXI

BAJO LA TERCERA REPUBLICA (1)

En octubre de 1872 se celebró en la provincia de Novara, en Lucano, una reunión de los principales líderes de la masonería italiana. En esa convención, Félix Pyat representaba a Francia y el general Etzel representaba a Prusia. Allí se decidió la dictadura del masón Gambetta. 

La realización de este proyecto parecía muy inverosímil e imposible. Gambetta regresaba de San Sebastián, situado entre las ruinas de la guerra y las ruinas de la Comuna; también tenía en su contra los DESORDENES FINANCIEROS de su primera dictadura y los TRÁFICOS que lo habían marcado: estos obstáculos parecían insuperables.

La masonería supo suavizarlos. Las comisiones de investigación de la Asamblea se callaron, los ministros se abstuvieron, aunque la mayoría de ellos no fueran masones: lo que demuestra hasta dónde puede llegar su influencia secreta.

En la gira oratoria que realizó después de que la Asamblea declarara terminada su misión, Gambetta expuso el programa que la masonería, siempre audaz y por eso siempre victoriosa (2), proponía al país: “Es necesario que la nueva asamblea se levante y diga: ¡Aquí estoy! Siempre seré la Francia del libre examen y del libre pensamiento”.

Después del 24 de mayo de 1873, el gobierno de Mac-Mahon siguió tratando al Gran Oriente como a un igual. Léon Renault, jefe de policía, inició, sin el conocimiento del ministro del Interior, negociaciones con la masonería como si se tratara de una potencia extranjera.

Las elecciones del 20 de febrero de 1876 sustituyeron la República conservadora, que la Asamblea Nacional se jactaba de haber constituido, por la República revolucionaria y anticristiana.

Mac-Mahon disolvió esa Cámara el 16 de mayo de 1877.

En la víspera de las elecciones que debían substituirla, los jefes del gobierno conservador enderezaron a Francia a un exorcismo supremo:

“Si nombráis a esos hombres -los 363 oportunistas y radicales- y vuelven a los negocios, esto es lo que harán:

Desordenarán todas las leyes. Desordenarán la magistratura. Desordenarán las fuerzas armadas. Desordenarán todos los servicios públicos. Perseguirán al clero. Restablecerán la ley de los sospechosos. Destruirán la libertad de enseñanza. Cerrarán las escuelas libres y restablecerán el monopolio. Favorecerán atentados contra la propiedad privada y contra la libertad individual. Revigorizarán las leyes de violencia y de opresión de 1792. Expatriarán las Ordenes Religiosas y llamarán a los hombres de la Comuna. Arruinarán Francia por dentro y la humillarán en el exterior”.

Todas esas amenazas decían, en efecto, lo que debía acontecer, lo que nosotros hemos visto y lo que  vemos; pero no es con reproches como se detiene a un pueblo en la pendiente del mal.

Leon Gambetta

“Los principales medios de influencia y de corrupción de Gambetta en toda Francia, para hacer triunfar los suyos en el escrutinio -dice el Citoyen, periódico socialista- fueron basados en la acción de la masonería (3), y en Paris especialmente bajo la administración de la Asistencia Pública.

Un mes antes de la fecha del decreto de convocatoria de los electores, todas las logias masónicas de Francia fueron llamadas a deliberar sobre la cuestión electoral.

Aquellas que dieron muestras de un alejamiento respecto a la política gambetista no volvieron a ser convocadas; pero aquellas que certificaron su adhesión, se convirtieron durante todo el período electoral, y siguen siendo centros permanentes de acción política a favor del oportunismo.

En cuanto a la Asistencia Pública, sabemos que sumas considerables fueron distribuidas, bajo la forma de socorros, para hacer propaganda electoral en todos los barrios de Paris en donde el gambetismo era mas particularmente atacado” (4).

Fue sobre todo en Belleville donde esas distribuciones insólitas fueron recibidas, después de dos meses.

La masonería cosmopolita había hecho comprender a las cancillerías extranjeras que el futuro estaba en Gambetta y que debían empezar a contar con él. Pocos meses antes del 16 de marzo, había sido recibido dos veces por Víctor Manuel y las relaciones del rey con Gambetta se habían puesto de manifiesto desde entonces.

Las elecciones fueron realizadas, se votó contra el “gobierno de los curas”. MacMahon se sometió y después dimitió. Entonces fue fundada la Unión Republicana que iba de la centro-izquierda a la extrema-izquierda que declaró tener un enemigo a combatir: “el clericalismo”. El clericalismo y el catolicismo; se proclamaron en voz alta, y la Unión se impuso el deber de exterminarlo “lenta y seguramente” (5).

Llegó el momento de las nuevas elecciones; ¿se mostraría el país mas esclarecido, mas previsor? La Cámara de 21 de agosto de 1881 fue peor que la precedente. Ella hizo el “gran ministerio”, con Gambetta a la cabeza. El Ministro de Cultos y de Instrucción Pública, Paul Bert, proclamó la necesidad de destruir “la filoxera (6) negra”. Esa Cámara promulgó la ley de la escuela neutral, la ley del divorcio, la ley de los entierros civiles. Las elecciones de octubre de 1885 fueron mejores. El país pareció reconsiderar su posición y hacer un esfuerzo para sacudir el juego masónico. Pero la secta era demasiado poderosa, demasiado bien organizada, demasiado bien gobernada, para quedarse afuera a través de un escrutinio. La Unión Republicana contaba con 380 miembros en la nueva Cámara y la oposición 204. Era demasiado. La mayoría abusó sin pudor de su fuerza para invalidar en masa a los adversarios, intimidar a los electores, ostentando el mal con toda libertad. Como represalia, entre cuatrocientos a quinientos padres fueron privados de sus emolumentos, si así se puede decir; y unilateralmente, sin consultar a los obispos, la mayor parte de los vicariatos subvencionados por el Estado fueron suprimidos.

A partir de entonces la secta se sintió más segura; ella hizo lo que quiso, en la hora y en la medida en que ella juzgó oportuno para llegar con seguridad a sus objetivos.

Paul Bert

El plan general de la guerra contra la Iglesia fue entregado a la Cámara el 31 de marzo de 1883, por Paul Bert. Permanece como el documento más importante de aquella época: Separación de la Iglesia y el Estado - Denuncia del Concordato - Secularización de los bienes del clero regular y secular. Eso es lo que con paciencia perseguirían (7).

Mientras se aguardaba la realización de ese deseo, era necesario utilizar el Concordato como un arma para golpear con seguridad a la Iglesia. “El Concordato -dijo Paul Bert al terminar- da al Estado una arma poderosa, si sabe como usarla; y esa arma es la elección de los obispos y la aquiescencia dada al nombramiento de los curas”.

Ferry, Waldeck, Combes, Loubet, Briand, Clemenceau no tenían ninguna política personal. Ellos ejecutaban pasivamente las ordenes de la masonería para la realización del plan cuyas líneas, dictadas por ella, Paul Bert había trazado. Cada Ministerio tenía una parte para ejecutar ese plan, y cumplía su obligación con mayor o menor habilidad. Y ese plan avanzó en orden

La Cámara de 1889 promulgó la ley sobre las fábricas; la de 1893 la ley del desarrollo; la de 1898 preparó la separación entre la Iglesia y el Estado con la ley sobre las asociaciones; la de 1902 terminó la separación; la de 1906 eliminó los efectos que la secta esperaba.  

En enero de 1892, quince años después de la sustitución de la república conservadora por la república masónica, los seis candidatos franceses, a los cuales adhirieron doce arzobispos, incluidos sus colaboradores, y sesenta y cinco obispos, entre estos incluidos dos obispos titulares, publicaron una EXPOSICIÓN SOBRE LA SITUACION CREADA PARA LA IGLESIA, seguida de una DECLARACION.

Comenzaron recordando las palabras que acababan de pronunciarse desde la tribuna francesa en nombre del Gobierno: “La República tiene un gran respeto por la religión. Ningún gobierno republicano ha tenido la intención de oponerse a la religión en nada ni de restringir el ejercicio del culto. No queremos, y el partido republicano en su conjunto no quiere ser representado como si en algún momento hubiera pretendido invadir el terreno religioso y atentado contra la libertad de conciencia”.

A estas palabras cínicas, los Cardenales oponían los hechos. Comenzaron diciendo: “Lo que lamentablemente es cierto es que, tras doce años, el gobierno de la República es algo distinto de una personificación del poder público: ha sido la personificación de una doctrina, digamos de un programa, en absoluta oposición a la Fe Católica, y aplica esa doctrina, lleva a cabo ese programa, de tal manera que hoy en día no hay nada, ni personas, ni instituciones, ni intereses, que no hayan sido metódicamente atacados, disminuidos y, en la medida de lo posible, destruidos”.
 
Nuestros lectores saben cuál es esa doctrina, de dónde proviene, a qué época se remonta, quiénes fueron sus creadores; y tampoco ignoran que es la tenebrosa asociación que se encargó de hacer triunfar y establecer su reino sobre la ruina de todas las instituciones cristianas, con enorme perjuicio para todos los intereses legítimos.
 
Entrando en detalles, la Exposición examinaba la conducta del gobierno con respecto a Dios y al culto que se le debe, con respecto al clero, la enseñanza y la familia. Han pasado trece años desde entonces. Cada uno de esos años ha visto la promulgación de nuevas leyes y nuevos decretos que marcan todos la misma tendencia: la voluntad de acabar con el catolicismo en Francia


Así lo observó el papa León XIII unos días después de la Declaración de los cardenales: “¿Cómo no sentir un dolor vivo, en este momento, al considerar en profundidad el alcance de la vasta conspiración que ciertos hombres han formado para aniquilar el cristianismo en Francia, y la animosidad que ponen para alcanzar la realización de sus designios, pisoteando las nociones más elementales de libertad y justicia en lo que respecta al sentimiento de la mayoría de la nación, y de respeto en relación con los derechos inalienables de la Iglesia Católica? ¡Pobre Francia! Solo Dios puede medir el abismo de males en el que se hundiría si esta legislación, lejos de mejorar, se obstinara en tal desviación que acabaría arrancando del espíritu y del corazón de los franceses la religión que los ha hecho tan grandes” (8).

Se necesitaría un volumen entero para recordar todos los actos legislativos, todos los decretos, todas las medidas adoptadas durante el último cuarto de siglo para borrar el catolicismo en Francia. Porque eso es lo que pretende la secta: siempre ha considerado a Francia como el punto de apoyo terrenal de la Iglesia, edificada sobre Pedro por Nuestro Señor Jesucristo. Querría hacerla desaparecer de entre las naciones. Hemos elaborado un resumen de la persecución en la Semaine Religieuse de la diócesis de Cambrai, con motivo de las penúltimas elecciones legislativas. Es inútil reproducirlo aquí; los hechos aún están en la memoria y a la vista de todos (9).

Pero lo que importa verificar, es que todas esas medidas de persecución fueron impuestas por la masonería.

“Se puede afirmar sin ser temerario -decía en septiembre de 1893 un periódico que tenía fama de reflexionar sobre las ideas preponderantes del Gran-Oriente, Le Matin- que la mayoría de las leyes bajo cuyo yugo se encuentran los franceses -nos referimos a las grandes leyes políticas- fueron estudiadas por la masonería antes de aparecer en el Boletín Oficial. Y añadía: “Las leyes sobre la enseñanza primaria, las leyes militares y, entre otras, la ley sobre la obligación del servicio para los seminaristas, volaron de la calle Cadet al Palacio Bourbon; allí se volvieron inviolables y definitivas. Y como conclusión, este grito de triunfo: “Seguimos siendo todopoderosos, pero con la condición de sintetizar nuestras aspiraciones en una fórmula. Durante diez años, marchamos repitiendo: “El clericalismo, ¡ese es el enemigo!” Tenemos escuelas laicas por todas partes, los padres están reducidos al silencio, los seminaristas cargan la carpeta escolar. Esto no es un resultado común en una nación que se intitula de hija primogénita de la Iglesia” (10).

Encontramos en el Bulletin du Grand-Orient la prueba de lo que dijo Le Matin.

En 1891, el día 18 de septiembre, la Convención votó la siguiente proposición: “La Convención masónica invita al Consejo de la Orden a convocar en la sede del Gran Oriente a todos los miembros del Parlamento que pertenecen a la Orden, con el fin de comunicarles los deseos expresados por la mayoría de los masones, así como la orientación política de la Federación. Después de cada una de estas reuniones, el Boletín publicará la lista de los que acepten la convocatoria del Consejo de la Orden, la de los que se excusen y la de los que no respondan a la invitación. Estas comunicaciones oficiales del Gran Oriente, así como los intercambios de ideas que les seguirán, deberán realizarse en uno de nuestros templos, bajo la forma masónica, en el grado de aprendiz, con el Consejo de la Orden dirigiendo los trabajos y los invitados manteniéndose en las columnas” (11). 

Se demostraría fácilmente que, al igual que todas esas leyes de persecución fueron propuestas por masones obedientes a una determinación, que el H∴ Brisson fue encargado de hacer pesar sobre la asamblea, ellas fueron votadas y finalmente agravadas, tras su promulgación, por circulares y reglamentos de los señores ministros masones.

Henri Brisson

En la asamblea de 1894 fue adoptada la siguiente deliberación, publicada en el Recueil Maçonnique, página 308:

“Todo profano admitido a recibir la luz deberá antes hacer el siguiente compromiso:

Prometo, por mi honra, cualquiera que sea la posición política o de otro tipo a la que pueda llegar algún día, responder a toda convocatoria que se me dirija, y a defender, por todos los medios a mi alcance, todas las soluciones que ella dé a las cuestiones políticas y sociales.

Tal compromiso, tras la concesión de la luz, deberá consignarse en acta, transcrito por entero, por el neófito, con un bolígrafo destinado a tal fin, y firmada por él con claridad, tras haber sido fechada. Ese compromiso escrito será transmitido a los cuidados del V∴ de la Ass∴ al Consejo de la Orden, que hará la clasificación alfabética en sus archivos” (12).

En varias ocasiones, los periódicos han elaborado una lista de los ministros que han sacrificado su libre albedrío a los pies del Gran Oriente. En todos los gabinetes, desde hace veinte años, siempre han constituido la gran mayoría. Por lo tanto, el H∴ Colfavra puede afirmar con toda sinceridad que: “Fue de nuestras filas que salieron los hombres mas considerables del gobierno de la República y del partido republicano” (13). 

Nada mas verdadero que las palabras de monseñor Gouthe-Soulard: “No vivimos en una república, sino en una masonería”; o las palabras de Gadaud, entonces Ministro de los Trabajos Públicos: “La masonería es la República cerrada; la República es la masonería abierta”; o aquellas de Massé: “El día en que la República sea la masonería al descubierto, del mismo modo que desde hace mucho tiempo la masonería no es más que la República oculta...” (14). 

Un hombre que fue uno de los principales actores en la política de aquella época, Marcère, publicó cuatro volúmenes bajo este título: LA ASAMBLEA NACIONAL DE 1871. En el momento en que participaba en los acontecimientos que narra -como presidente del centroizquierda, luego como ministro en el gabinete Dufaure, conservando su cartera en el gabinete Wadington, que siguió a la caída del mariscal- no sospechaba la existencia del misterioso poder que tejía la red en la que Francia está atrapada hoy. Lo atestigua con una admirable buena fe: 

“En el estado de cosas creado en 1871, no se distinguían todavía las causas profundas del mal, hoy llegado al estado agudo, que padecía Francia... nadie, ni aun entre los conservadores más anti-revolucionarios, tenía idea de los designios formados por los sectarios de la Revolución. Nadie podía imaginar que por la larga inconsciencia de la izquierda republicana y por el trabajo inicialmente secreto y tenebroso de las sectas judías y masónicas, trabajo que poco a poco se fue declarando, profesando y luego oficializando, se llegaría a este extraordinario acontecimiento: la descristianización de Francia y el triunfo de la masonería... Francia nunca habría permitido que este partido se estableciera si los moderados, hoy excomulgados, no hubieran tenido su garantía ante el país... La masonería francesa tiene como objetivo la aniquilación del cristianismo y, sobre todo, de la Iglesia Católica, persigue el designio satánico denunciado por J. de Maistre desde la época de la Revolución”.  
 
Ultimo Capitulo...

Notas:

1) 1870-1940. 

2) “Ousai, esta palabra resume toda la política de nuestra revolución”. Saint Just, Rapport fait à la Convention au nom des comités de salut public et de la sûreté générale, 8 de ventoso, año II. 

3) He aquí un rasgo muy curioso y muy característico: 

Cuando Gambetta era presidente de la Cámara, ofreció un día una gran cena oficial a la que invitó a toda la administración de la Asamblea, y el orden de precedencia hizo sentarse a su derecha al más antiguo de los vicepresidentes, el honorable conde Durfort de Sivrac, uno de los jefes de la derecha católica y monárquica.

Durante la comida, el diputado de Anjou se fijó en la singular y extraordinaria copa que utilizaba su anfitrión; y con la cortesía que le permitía el carácter del presidente, le expresó su admiración y le preguntó si aquella extraña copa estaba relacionada con algún recuerdo particular.

“En efecto -le respondió simplemente Gambetta- es la copa de Lutero, que se conservó en Alemania durante tres siglos y medio como una reliquia, y que las sociedades masónicas del otro lado del Rin me concedieron el distinguido honor de ofrecerme como muestra de simpatía”.

Chateaubriand, en sus Mémoires, también habla de la copa de Lutero, que él había visto en Berlín, rodeado de veneración, al igual que la silla de Calvino se conserva piadosamente en Ginebra.

¿Qué servicios excepcionales no debió prestar a la secta internacional para que los alemanes se deshicieran de un objeto tan preciado a sus ojos y con él rindieran homenaje al hombre que encarnaba en Francia el deseo de una guerra a muerte y de una venganza implacable contra Alemania?

4) No hace falta recordar que en toda Francia se renovaron de arriba abajo las comisiones de los hospitales y las casas de beneficencia.

5) El 26 de marzo de 1876, Spuller, al presentar un informe favorable a la “reforma” gubernamental, dijo: “Votaremos a favor de esta reforma porque se ajusta a la política que queremos seguir, porque queremos avanzar lenta pero seguramente”. El 18 de septiembre de 1878, Gambetta viajó a Romans, y allí, en esa pequeña ciudad que había tenido una abadía como cuna, ante cinco o seis mil personas reunidas en un hangar de madera construido para la ocasión, se expresó en estos términos: 

La cuestión clerical, es decir, la cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, domina y mantiene en suspenso todas las demás cuestiones. Es ahí donde se refugia y se fortalece el espíritu del pasado. Denuncio este peligro cada vez mayor al que se ve sometida la sociedad moderna por culpa del espíritu ultramontano, del espíritu del Vaticano, del espíritu del Syllabus, que no es más que la explotación de la ignorancia con vistas a la sumisión general”.

Esas palabras fueron aplaudidas con furor. 

Deseoso de no ofender a los israelitas y a los protestantes, Gambeta retomó:

“Hablé de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Sé que para ser correcto debería decir: de las iglesias, pero, desde el punto de vista gubernamental y nacional, solo existe el ultramontanismo, que se obstina en causar perjuicio al Estado. Cuando examino las incesantes usurpaciones a las que se dedica el ultramontanismo, las invasiones que cada día practica en los dominios del Estado, tengo derecho a decir: ¡ahí está el peligro social! El espíritu clerical busca infiltrarse en todas partes, en las fuerzas armadas, en la magistratura, y tiene esto de particular, que siempre que la fortuna de Francia decae, ¡el jesuitismo asciende!”

La asistencia aplaudió largamente al orador.

El senador Malens, que presidia la sesión, tenía como principal asesor a Emile Loubet, el futuro presidente de la República.

Ya en 1872, en Saint-Julien, Gambetta había expuesto el programa del partido denominado “republicano”. Este programa, seguido religiosamente, se resume en tres palabras: Guerra al catolicismo.

6) Insecto que ataca la vid, produciendo hipertrofia en las hojas, brotes y tallos, dañando especialmente las raíces. Alusión a los padres jesuitas (N. do T.).

7) Tras proponer las medidas que debían adoptarse, Paul Bert confirmaba así lo que ya estaba hecho:

―En primer lugar, todas las instituciones monásticas desaparecieron. Ya no se ven esas numerosas Órdenes que devoraban sin provecho la sustancia del pueblo... y que servían, en los Estados modernos, solo para alimentar un espíritu extraño y funesto.

―Los Obispos, clasificados según su rango entre los funcionarios departamentales, ya no gozan de los honores extraordinarios que les conferían los Decretos. Abandonarán los palacios, cuya vivienda, a veces principesca, aumentaba al menos tanto su autoridad moral como sus recursos materiales.

―Las instituciones eclesiásticas ya no pueden poseer bienes inmuebles, y sus riquezas muebles deben contribuir al aumento del crédito público, mediante su aplicación como ingresos del Estado. Los sacerdotes, a quienes ya se les ha quitado el control de los cementerios, pierden el de las fábricas, cuya contabilidad bien establecida ya no permite abusos, cuyos déficits los ayuntamientos ya no están obligados a cubrir.

―El clero, debido a las leyes que ya habéis votado, ya no tiene ninguna participación en la dirección de la educación pública, y la separación entre la Iglesia y el Estado está claramente establecida.

―El sacerdote, cualquiera que sea el puesto que ocupe en la jerarquía, ya no puede gozar de la impunidad que hasta ahora le garantizaban casi siempre sus desviaciones culpables del lenguaje. Ya no podrá, sin ser justamente castigado, salir de su papel de religioso para entrometerse en la administración, la política y las elecciones. Si goza de emolumentos derivados del Concordato, o de una simple gratificación debida a la generosidad del Estado, tales ventajas le serán retiradas cuando se demuestre su culpabilidad.

―Al mismo tiempo, las decisiones gubernamentales, en forma de decretos o resoluciones, habrán derogado una multitud de medidas adoptadas en interés de la Iglesia, respecto de las cuales ninguna de las prescripciones del Concordato obliga al Estado.

―La Iglesia, así reconducida a la estricta observancia del Concordato que ella misma firmó, sin que pueda invocar ninguna apariencia de persecución precisamente por su parte, sin recibir del Estado ninguna concesión propia que aumente su riqueza y su influencia política, no tendrá más que la parte muy grande y muy legítima de la autoridad que le concede la docilidad de los fieles.

―Es en ese momento, tras haber comprobado los resultados de esta acción legislativa, desconocida desde 1804, cuando, en nuestra opinión, será oportuno y necesario examinar si conviene pronunciar la separación entre la Iglesia y el Estado, que ha recuperado la plenitud de su poder, con la Iglesia reducida a sus propias fuerzas y a su estricto derecho.

―Tendremos cumplida nuestra tarea, si preparamos ese futuro.

 
9) Quienes deseen disponer de un resumen de las leyes persecutorias promulgadas en los últimos veinticinco años pueden consultar varios folletos: La persécution depuis quinze ans, por un patriota (Maison de la Bonne Presse). Vingt-cinq ans de gouvernement sans Dieu, de Paul Grèveau (París, comisión antimasónica). Les actes du ministère Waldeck-Rousseau (París, Louis Tremaux). La guerre à la religion. Exposé des projets de loi antireligieux, soumis aux Chambres françaises, de C. Groussau (Sociedad General de Librería Católica). La persécution depuis vingt ans, por Jean Lefaure (París, rue Bayart, 5). Y, sobre todo, el libro publicado por Louis Hosotte, Histoire de la Troisième République, 1870-1910, in-8° de 835 páginas, París, Librería de los Santos Padres.

10) Artículo de Matin citado en “La Franc-Maçonnerie Démasquée”, septiembre de 1893, páginas 322- 325.

11) Bulletin du Grand-Orient, 1891, página 668.

12) Esta propuesta fue aprobada por unanimidad. Es imposible negar el alcance de este documento, es “el mandato imperativo en toda su extensión”.

He aquí un ejemplo de cómo se aplica:

Al día siguiente de las interpelaciones de Dide y Hubar sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, todos los diputados masones fueron convocados a la calle Cadet. La reunión fue presidida por H∴ Thulié, presidente del Consejo de la Orden. Varios oradores censuraron vivamente a algunos de sus colegas por no haber votado a favor de la propuesta de separación entre la Iglesia y el Estado.

Este hecho muestra claramente: 1) que el Consejo de la Orden del Gran Oriente, de acuerdo con la decisión tomada o renovada en septiembre de 1891, envió, con fines políticos, convocatorias a los diputados masones, y que estos obedecieron dichas convocatorias; 2) que, en consecuencia, existía en Francia un poder oculto, no designado por la nación, y que un buen número de diputados se consideraba dependiente de ese poder oculto.

Esta injerencia de la masonería en los asuntos del Parlamento y su dominio sobre un gran número de diputados y senadores se afirma aún más en la Asamblea General del Gran Oriente, en la Convención celebrada del 12 al 17 de septiembre de 1892. El H∴ Laffont hizo la siguiente propuesta:

“Considerando que el deber estricto de todo masón es ajustar todos los actos de su vida privada y pública a los principios masónicos; que, en particular, los miembros de la masonería que pertenecen al Parlamento y a las Asambleas elegidas tienen la obligación de buscar, mediante sus votos, la realización del programa republicano masónico y, en primer plano, la supresión del presupuesto de los cultos y la separación entre las Iglesias y el Estado;

La Convención declara que los masones que no se ajustan a estos principios incumplen su deber y les impone una censura.

Es exactamente una citación precisa y formal. Es exactamente la imposición del deber masónico en toda su fuerza.

13) Congrès International du Centenaire, Informe, página 98.

14) Convención General. Sesión de 29 de septiembre de 1903.



11 DE NOVIEMBRE: SAN MARTÍN, OBISPO DE TOURS


11 de Noviembre: San Martín, Obispo de Tours

(✟ 400)

El caritativo y celoso San Martín fue oriundo de Sabaria en la Panonia (Hungría).

A la edad de diez años se hizo catecúmeno contra la voluntad de sus padres, que eran gentiles; y a los quince, en virtud de un decreto imperial fue alistado en la milicia, como hijo que era de un tribuno militar; y sirvió en el ejército de Constancio, y después en el Juliano el Apóstata.

Entrando un día de invierno en Amiens, pidióle limosna un pobre, desnudo y temblando de frío; y como Martín no tuviese qué darle, sacó la espada y cortó al medio su capa; y dio la mitad al mendigo.

Éste era el mismo Salvador, como lo manifestó apareciéndosele la noche siguiente rodeado de ángeles, y diciéndole estas palabras: 

- Martín, siendo aún catecúmeno, me cubrió con este vestido.

Después de este tan señalado favor, recibió el santo Bautismo; y se propuso dejar las armas, para entregarse del todo al servicio de su Divino Rey Jesucristo.

Partió luego a Poitiers en busca del santo obispo Hilario; y con su magisterio aprovechó tanto en la virtud, que san Hilario le hubiera ordenado como diácono, si él, por su humildad, no lo rehusara, prefiriendo quedarse en el grado de exorcista.

Deseando convertir a sus padres, volvió a Hungría, su patria; y convirtió a la fe a su madre y a otras muchas personas, pero no pudo lograr que su padre, dejase la superstición de los paganos.

Allí defendió la verdadera fe contra los arrianos, por los cuales fue azotado públicamente y desterrado.

Pasó a Milán, y se encerró en un monasterio, de donde le arrojó la facción de aquellos herejes; y volviendo a las Galias en busca de san Hilario, edificó el monasterio de Ligugé, donde resplandeció con tan santa vida, que con sus oraciones resucitó dos muertos.

Habiendo vacado la sede de Tours, por universal aclamación fue elegido como obispo de aquella diócesis; previendo su resistencia, le sacaron del monasterio con el pretexto de que fuese a visitar a un enfermo, y entonces le llevaron, casi por la fuerza a la iglesia de Tours.

Edificó otro monasterio, donde vivió algún tiempo con ochenta santos monjes. 

Convirtió innumerables infieles, sanó un leproso con sólo besarle, sosegó en Tréveris un grave tumulto, y salía de él con tanta fuerza la gracia de los milagros, que hasta los pedazos de sus vestidos, las cartas que escribía y las pajas de su lecho obraban milagrosas curaciones.

Habiendo compuesto en Candes ciertas diferencias, se sintió enfermo; y entendió que se acercaba el día de su muerte por la cual suspiraba.

Sus discípulos le decían llorando:

- ¿Por qué nos dejas, Padre? ¿A quién puedes encomendarnos que nos consuele en nuestra orfandad?

Enternecido, él decía:

- ¡Señor! Si todavía soy necesario a tu pueblo, no rehúso el trabajo.

Más, como el Señor lo llamaba para sí, expiró plácidamente a la edad de ochenta y un años; y su alma fue vista subir al cielo, llevada en manos de los ángeles.

Reflexión:

¿Cómo se explica la heroica caridad de San Martin para con los pobres y necesitados? Es que veía constantemente en sus prójimos, especialmente en los pobrecitos, la persona de Cristo nuestro Señor. ¡Oh, si nosotros le imitáramos en esta parte! ¡Cuántas gracias recibiríamos de la mano de Cristo a quien ellos representan! 

Oración:

Oh Dios, que conoces que por nuestras fuerzas no podemos subsistir; concédenos benigno que, por la intercesión de tu confesor y pontífice, San Martín, seamos fortalecidos contra todos los males que nos cercan. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


lunes, 10 de noviembre de 2025

LO QUE LAS POBRES ALMAS DEL PURGATORIO TIENEN PARA DECIRNOS

Según las enseñanzas de la Santa Iglesia, los católicos somos conscientes del sufrimiento de quienes están en el Purgatorio y sabemos que podemos ayudar a las pobres almas mediante oraciones y sacrificios.

Por el padre Hermann Weinzierl (✞ 2024)


Nota: Hace dos años, poco antes del ataque que lo llevaría a la eternidad unos meses después, el padre Hermann Weinzierl plasmó estas reflexiones en papel. Que nos recuerden como sufren las pobres almas y cómo podemos ayudarlas, y que el difunto disfrute del fruto de su trabajo y dedicación. R.I.P.


El final del otoño inevitablemente dirige nuestros pensamientos hacia el final. La naturaleza moribunda, los campos cosechados y los árboles que gradualmente pierden sus hojas hablan con fuerza de la transitoriedad de todas las cosas terrenales, y del hecho de que la muerte es inevitable para la humanidad.

En noviembre, al visitar el cementerio con más frecuencia y cuidar las tumbas, nos enfrentamos a la muerte de muchas maneras. ¿Cuántos amigos y conocidos yacen en alguna de esas tumbas, haciéndonos preguntarnos: ¿Qué será de ellos en el más allá? Los católicos sabemos que existe otro mundo. Además, sabemos que este otro mundo se divide actualmente en tres partes: el Cielo, el Purgatorio y el Infierno.

Si bien la idea del Cielo nos llena de alegría y gratitud, la del purgatorio o incluso la del infierno nos provoca inquietud. Nos resulta difícil mantener la objetividad al considerar estas ideas, sobre todo si las tomamos en serio, es decir, si creemos en la existencia del infierno o del purgatorio y, por lo tanto, debemos lidiar con la posibilidad real de ir al infierno después de la muerte, o, más probablemente, al menos al purgatorio.

Para nosotros, los seres humanos, es sumamente difícil siquiera imaginar los tormentos del infierno o del purgatorio, y mucho menos experimentarlos como dolor real. Y con demasiada facilidad, nos invade la idea blasfema de que, de alguna manera, está mal permitir que alguien sufra tanto. Por ejemplo, Santa Catalina de Génova, la mística del purgatorio, nos asegura, basándose en sus visiones: “Los dolores son tan grandes que ninguna lengua puede describirlos, ninguna mente puede comprender su magnitud”. Santo Tomás de Aquino expresa el mismo sentimiento, diciendo: “Una sola chispa del purgatorio supera incluso los tormentos más severos de esta vida”.

Amor y dolor

La clave para comprender este dolor indescriptible reside en el amor de Dios. Pues el amor verdadero y genuino a Dios en esta vida, junto con la alegría, siempre produce también dolor, ya que nunca podremos amar a Dios como solo Él merece, es decir, infinitamente. Ahora bien, solo Dios es capaz de un amor infinito; las criaturas, en cambio, no pueden, porque sus fuerzas son finitas. Por lo tanto, las criaturas deben ser capacitadas para amar a Dios mediante la virtud sobrenatural del amor, que reside en nosotros a través del Espíritu Santo.

Dolores expiatorios o rebeldes

Sin embargo, en esta vida siempre experimentamos nuestra incapacidad para amar a Dios como Él merece. A esto se suma nuestra propia falta, nuestros muchos pecados, que disminuyen nuestro amor por Dios o incluso lo extinguen, si son pecados graves. Reconocer esta falta nos causa sufrimiento. Podemos aceptar este sufrimiento como expiación por nuestros pecados o rebelarnos contra él. Esta rebelión suele intensificar el dolor y convertirlo en tormento. El sufrimiento en el purgatorio es del primer tipo. El infierno, en cambio, es un lugar de encierro y dolor constante, donde el sufrimiento es inevitable.

Así, del amor divino, que es infinito, surgen tres posibles respuestas humanas: el Cielo, el Purgatorio y el Infierno. En el Cielo, nada se opone al amor divino, por lo que este se manifiesta como luz pura y trae consigo la alegría perfecta. Sin embargo, en la medida en que surge resistencia contra este amor —¡el pecado!—, esta se manifiesta como fuego. Aquí, nuevamente, hay dos posibilidades: en el Purgatorio, este fuego se convierte en un sufrimiento provocado que prepara el alma para la contemplación de Dios. En el Infierno, la resistencia se torna incurable. Domina por completo la mente, que afirma el mal (el pecado) y se rebela contra Dios. Por lo tanto, el Purgatorio puede llamarse una hoguera de alegría, mientras que los fuegos del Infierno causan una agonía insoportable.

Una misteriosa visita a un prisionero

El misterioso purgatorio es, en última instancia, Dios, cuya presencia siente el alma, pero con el que aún no es posible la unión. Sin embargo, la pobre alma conoce su salvación eterna y, por eso, acepta voluntariamente todos los sufrimientos del purgatorio, razón por la cual santa Catalina de Génova escribe: “No creo que exista dicha comparable a la de las almas del purgatorio, salvo quizá la de los bienaventurados en el Cielo. Esta dicha crece cada día a medida que Dios penetra más el alma, y ​​cuanto más la penetra, más se desvanecen los obstáculos que se oponen a Él”.

Según las enseñanzas de nuestra Santa Iglesia, los católicos somos conscientes del sufrimiento y la añoranza de quienes están en el Purgatorio y sabemos que podemos ayudar a las almas del Purgatorio mediante nuestras oraciones y sacrificios. Es, en cierto modo, una visita a un preso, donde se nos permite brindarle alivio a través de nuestras ofrendas.

¿Cómo no iban a bendecirnos estas pobres almas del Purgatorio, nuestras visitas a estos miembros sufrientes del Cuerpo Místico de Cristo? Así, se produce un intercambio maravilloso: nuestras obras de misericordia hacia las almas del Purgatorio suscitan en ellas una profunda gratitud. O, como dijo san Bernardo de Claraval: “Debemos honrar a los Santos del Cielo imitándolos, y debemos ayudar a las almas menos santas del Purgatorio con nuestra compasión”.

San Bernardo insta a rezar por las Benditas Almas del Purgatorio

San Bernardo no solo fue un maestro y defensor excepcional de la Santa Iglesia, sino también un gran amigo de las almas del Purgatorio. En sus discursos a los monjes, habla con frecuencia del Purgatorio. Así, en su Discurso 42, dice: “Permítanme ir a ese lugar y contemplar el gran y maravilloso misterio de cómo el buen Padre castiga a sus hijos, destinados a la eterna transfiguración, no para su destrucción, sino para su purificación. No por ira, sino por misericordia; no por resentimiento, sino para su edificación, para que no sean vasos de ira para la ruina eterna, sino vasos de misericordia para la gloria eterna. Permítanme socorrerlos. Oraré por ellos con lágrimas e imploraré al Cielo, y ofreceré el Santo Sacrificio de la Misa por ellos, para que Dios los mire con gracia y recompense su trabajo con la paz, su miseria con la gloria y su sufrimiento con la corona celestial. Mediante estas y otras obras similares, su penitencia puede aliviarse, sus penurias acortarse y su castigo revocarse. Por lo tanto, quienquiera que seas, alma cristiana, visita a menudo este lugar. Al tratar con las almas pobres, también mirarás tu propia alma y aprenderás a compadecerte tanto de tu propia alma como de las almas pobres”.

La mejor ayuda para las almas pobres

En su libro sobre el Santo Sacrificio de la Misa, el padre Martín de Cochem también escribe: “El Santo Sacrificio de la Misa es la mejor ayuda para las pobres almas”.


“Hay muchos medios que ayudan a las almas del purgatorio y las liberan de sus terribles tormentos. Pero ninguno ayuda con tanta seguridad ni es tan poderoso como el Santo Sacrificio de la Misa. Así lo atestigua la Iglesia Católica en el Concilio de Trento: “El Concilio General enseña que las almas del purgatorio reciben ayuda por la intercesión de los fieles, pero especialmente por la ofrenda salvadora de la Santa Misa” [Sesión 25]. Lo mismo enseñó trescientos años antes el maestro angélico, Santo Tomás de Aquino, quien dijo: “No hay otro sacrificio por el cual las pobres almas sean redimidas más rápidamente del purgatorio que el Santo Sacrificio de la Misa”.

En la Santa Misa, el sacerdote y los fieles no solo oran fervientemente por la salvación de las almas, sino que también ofrecen a Dios el pago íntegro de las deudas, aplacando así su justa ira. Cuando alguien no solo ora por la liberación de un pobre deudor de la cárcel, sino que además paga la totalidad de la deuda, logra su liberación. Las pobres almas están en la gracia de Dios, pues se han reconciliado con su ira mediante la contrición y la confesión. Están presas en la terrible y ardiente mazmorra por los castigos de sus pecados. Si les concedes el mérito de tu oración, pagas una parte de sus cuantiosas deudas. Sin embargo, difícilmente podrás librarlas de su amargo tormento, pues el Juez ha pronunciado la severa sentencia: “Cuídate de no caer en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo” [Mt 5:25-26]. Si asistes a la Santa Misa por una pobre alma y la ofreces al Dios justo, pagas gran parte de las deudas de estas pobres almas cautivas”.

A lo dicho, Marín de Cochem añade que es mejor asistir a las Santas Misas durante esta vida. Cita a San Anselmo, quien enseña: “Una Santa Misa escuchada en vida vale más que muchas celebradas después de la muerte”. Además, Dios distribuye gracias en el Purgatorio según el amor a las pobres almas. Si alguien fue indiferente al Santo Sacrificio de la Misa durante su vida y rara vez asistió, recibirá pocas de estas gracias en el Purgatorio. Sin embargo, si alguien asiste diligentemente a la Santa Misa y además la ofrece por las almas del Purgatorio, entonces cada Santa Misa celebrada después de su muerte será un gran consuelo para él.
  

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS (68)

Continuamos con la publicación del libro escrito por la mística Maria Valtorta (1897-1961) en el cual afirmó haber tenido visiones sobre la vida de Jesús.


68. Jesús enseña en el Templo estando con Judas Iscariote.
1 de enero de 1945.

1 Veo a Jesús entrando, con Judas a su lado, en el recinto del Templo; pasa la primera terraza, o rellano de la grada si se prefiere; se detiene en un pórtico que rodea un amplio patio solado con mármoles de colores distintos. El lugar es muy bonito y está lleno de gente.
Jesús mira a su alrededor y ve un sitio que le gusta. Pero, antes de dirigirse a él, dice a Judas: “Llámame al responsable de este lugar. Debo presentarme para que no se diga que falto a las costumbres y al respeto”.
“Maestro, Tú estás por encima de las costumbres. Nadie tiene más derecho que Tú a hablar en la Casa de Dios; Tú, su Mesías”.
“Yo eso lo sé, y tú también lo sabes, pero ellos no. No he venido para escandalizar, como tampoco para enseñar a violar la Ley o las costumbres; antes bien, he venido justamente para enseñar respeto, humildad y obediencia; para hacer desaparecer los escándalos. Por ello quiero pedir el permiso para hablar en nombre de Dios, haciéndome reconocer digno de ello por el responsable del lugar”.
“La otra vez no lo hiciste”.
“La otra vez me abrasaba el celo de la Casa de Dios, profanada por demasiadas cosas. La otra vez Yo era el Hijo del Padre, el Heredero que en nombre del Padre y por amor de su Casa actuaba con la majestad que me es propia y que está por encima de magistrados y sacerdotes. Ahora soy el Maestro de Israel, y le enseño a Israel también esto. Y además, Judas, ¿tú crees que el discípulo es más que su Maestro?”.
“No, Jesús”.
“¿Y tú quién eres? ¿Y quién soy Yo?”.
“Tú, el Maestro; yo, el discípulo”.
“Y entonces, si reconoces que son así las cosas, ¿por que quieres enseñar a tu Maestro? Ve y obedece. Yo obedezco a mi Padre, tú obedece a tu Maestro. Condición primera del Hijo de Dios es ésta: obedecer sin discutir, pensando que el Padre sólo puede dar órdenes santas; condición primera del discípulo es obedecer a su Maestro, pensando que el Maestro sabe y sólo puede dar órdenes justas”.
“Es verdad. Perdona. Obedezco”.
“Perdono. Ve. Escucha, Judas, esta otra cosa: acuérdate de esto, recuérdalo siempre”.
“¿Obedecer? Sí”.
“No. Recuerda que Yo fui respetuoso y humilde para con el Templo; para con el Templo, o sea, con las clases poderosas. Ve”.
Judas le mira pensativo, interrogativamente... pero no se atreve a preguntar nada más, y se va meditabundo.

2 Vuelve con un personaje solemnemente vestido. “Este es, Maestro, el magistrado”.
“La paz sea contigo. Solicito enseñar, entre los rabíes de Israel, a Israel”.
“¿Eres rabí?”.
“Lo soy”.
“¿Quién fue tu maestro?”.
“El Espíritu de Dios, que me habla con su sabiduría y me ilumina cada una de las palabras de los Textos Santos”.
“¿Eres más que Hillel, Tú, que sin maestro afirmas que sabes toda doctrina? ¿Cómo puede uno formarse si no hay uno que le forme?”.
“Como se formó David, pastorcito ignorante que llegó a ser rey poderoso y sabio por voluntad del Señor (315)”.
“Tu nombre”.
“Jesús de José de Jacob, de la estirpe de David, y de María de Joaquín, de la estirpe de David, y de Ana de Aarón; María, la Virgen que casó en el Templo, porque era huérfana, el Sumo Sacerdote, según la ley de Israel”.
“¿Quién lo prueba?”.
“Todavía debe haber aquí levitas que se acuerden de ese hecho, coetáneos de Zacarías de la clase de Abías, pariente mío. Pregúntaselo a ellos, si dudas de mi sinceridad”.
“Te creo. ¿Pero quién me prueba que sepas enseñar?”.
“Escúchame y podrás juzgar por ti mismo”.
“Si quieres puedes enseñar... Pero... ¿no eres nazareno?”.
“Nací en Belén de Judá en tiempos del censo ordenado por el César. Proscritos a causa de disposiciones injustas, los hijos de David están por todas partes. Pero la estirpe es de Judá”.
“Ya sabes... los fariseos... toda Judea... respecto a Galilea...”
“Lo sé. No temas. En Belén vi la luz por primera vez, en Belén Efratá de donde viene mi estirpe; si ahora vivo en Galilea es sólo para que se cumpla lo que está escrito...”.
El magistrado se aleja unos metros acudiendo a una llamada.

3 Judas pregunta: “¿Por qué no has dicho que eres el Mesías?”.
“Mis palabras lo dirán”.
“¿Qué es lo que está escrito y debe cumplirse?”.
“La reunión de todo Israel bajo la enseñanza de la palabra del Cristo. Yo soy el Pastor de que hablan los Profetas (316), y vengo a reunir a las ovejas de todas las regiones, a curar a las enfermas, a conducir al pasto bueno a las errantes. Para mí no hay Judea o Galilea, Decápolis o Idumea. Sólo hay una cosa: el Amor que mira con un único ojo y une en un único abrazo para salvar...”.
Se le ve inspirado a Jesús. ¡Tanto sonríe a su sueño, que parece emanar destellos! Judas le observa admirado.
Entre tanto, algunas personas, curiosas, se han acercado a los dos, cuyo aspecto imponente –distinto en ambos– atrae e impresiona.
Jesús baja la mirada. Sonríe a esta pequeña multitud con esa sonrisa suya cuya dulzura ningún pintor podrá nunca reflejar fidedignamente y ningún creyente que no la haya visto puede imaginar. Y dice: “Venid, si os sentís deseosos de palabras eternas”.

4 Se dirige hacia un arco del pórtico; bajo él, apoyado en una columna, empieza a hablar. Toma como punto de partida lo que había sucedido por la mañana.
“Esta mañana, entrando en Sión, he visto que por pocos denarios dos hijos de Abraham estaban dispuestos a matarse. Habría podido maldecirlos en nombre de Dios, porque Dios dice: "No matarás" (317), y también afirma que quien no obedece a su ley será maldito (318). Pero he tenido piedad de su ignorancia respecto al espíritu de la Ley y me he limitado a impedir el homicidio, para que puedan arrepentirse, conocer a Dios, servirle obedientemente, amando no sólo a quien los ama, sino también a los enemigos.
Sí, Israel. Un nuevo día surge para ti. Más luminoso se hace el precepto del amor. ¿Acaso empieza el año con el nebuloso Etanim, o con el triste Kisléu de jornadas más breves que un sueño y noches tan largas como una desgracia? No, el año comienza con el florido, luminoso, alegre Nisán, cuando todo ríe y el corazón del hombre, aun el más pobre y triste, se abre a la esperanza porque llega el verano, la cosecha, el sol, la fruta; cuando dulce es dormir, incluso en un prado florecido, con las estrellas como candil; cuando es fácil alimentarse porque todo terrón produce hierba o fruto para el hambre del hombre.
Mira, Israel. Ha terminado el invierno, tiempo de espera. Ahora toca la alegría de la promesa que se cumple. El Pan y el Vino pronto se ofrecerán para saciar tu hambre. El Sol está entre vosotros. Todo, ante este Sol, adquiere un respiro más dulce y amplio, incluso el precepto de nuestra Ley, el primero, el más santo entre los preceptos santos: "Ama a tu Dios y ama a tu prójimo" (319).
En el marco de la luz relativa que hasta ahora te ha sido concedida, se te dijo –no habrías podido hacer más, porque sobre ti pesaba todavía la cólera de Dios por la culpa de Adán de falta de amor– se te dijo: "Ama a los que te aman y odia a tu enemigo" (320). Pero era tu enemigo no sólo quien traspasaba las fronteras de tu patria, sino también el que te había faltado en privado, o que te parecía que hubiera faltado. Así que el odio anidaba en todos los corazones, porque ¿quién es el hombre que, queriendo o sin querer, no ofende al hermano, y quién el que llega a la vejez sin que le hayan ofendido?
Yo os digo: amad incluso a quien os ofende. Hacedlo pensando que Adán fue un prevaricador respecto a Dios, y que por Adán todo hombre lo es, y que no hay ninguno que pueda decir: "Yo no he ofendido a Dios". Y, sin embargo, Dios perdona no una sola vez, sino muchas, muchísimas, muchísimas veces, y es prueba de ello la permanencia del hombre sobre la tierra. Perdonad, pues, como Dios perdona. Y, si no podéis hacerlo por amor hacia el hermano que os ha perjudicado, hacedlo por amor a Dios, que os da pan y vida, que os tutela en las necesidades terrenas y ha orientado todo lo que sucede a procuraros la eterna paz en su seno. Esta es la Ley nueva, la Ley de la primavera de Dios, del tiempo florecido de la Gracia que se ha hecho presente entre los hombres, del tiempo que os dará el Fruto sin igual que os abrirá las puertas del Cielo.

5 La voz que hablaba en el desierto no se oye, pero no está muda. Habla todavía a Dios en favor de Israel y le habla todavía en el corazón a todo israelita recto, y dice –después de haberos enseñado: a hacer penitencia para preparar los caminos al Señor que viene; a tener caridad dando lo superfluo a quien no tiene ni siquiera lo necesario; a ser honestos no causando extorsiones o maltratando a nadie– os dice: "El Cordero de Dios, quien quita los pecados del mundo, quien os bautizará con el fuego del Espíritu Santo está entre vosotros; El limpiará su era, recogerá su trigo" (321).
Sabed reconocer a Aquel que el Precursor os indica. Sus sufrimientos se elevan a Dios para procuraros luz. Ved. Ábranse vuestros ojos espirituales. Conoceréis la Luz que viene. Yo recojo la voz del Profeta que anuncia al Mesías, y, con el poder que me viene del Padre, la amplifico, y añado mi poder, y os llamo a la verdad de la Ley. Preparad vuestros corazones a la gracia de la Redención cercana. El Redentor está entre vosotros. Dichosos los dignos de ser redimidos por haber tenido buena voluntad.
La paz sea con vosotros”.
Uno pregunta: “Hablas con tanta veneración del Bautista, que se diría que eres discípulo suyo. ¿Es así?”.
“El me bautizó en las orillas del Jordán antes de que le apresaran. Le venero porque él es santo a los ojos de Dios. En verdad os digo que entre los hijos de Abraham no hay ninguno que le supere en gracia. Desde su venida hasta su muerte, los ojos de Dios se habrán posado sin motivo de enojo sobre este bendito”.
“¿El te confirmó lo relativo al Mesías?”.
“Su palabra, que no miente, señaló el Mesías vivo a los presentes”.
“¿Dónde? ¿Cuándo?”.
“Cuando llegó el momento de señalarlo”.

6 Judas se siente en el deber de decir a diestro y siniestro: “El Mesías es el que os está hablando. Yo os lo testifico, yo que le conozco y soy su primer discípulo”.
“¡El!... ¡Oh!...”. La gente, atemorizada, se echa un poco hacia atrás. Pero Jesús se muestra tan dulce, que vuelven a acercarse.
“Pedidle algún milagro. Es poderoso. Cura. Lee los corazones. Da respuesta a todos los porqués”.
“Háblale; para mí, que estoy enfermo. El ojo derecho está muerto, el izquierdo se está secando...”.
“Maestro”.
“Judas”. 
Jesús, que estaba acariciando a una niña pequeña, se vuelve.
“Maestro, este hombre está casi ciego y quiere ver. Le he dicho que Tú puedes curarle”.
“Puedo para quien tiene fe. Hombre, ¿tienes fe?”.
“Yo creo en el Dios de Israel. Vengo aquí para meterme en Betzatá, pero siempre hay uno que me precede”.
“¿Puedes creer en mí?”.
“Si creo en el ángel de la piscina (322), ¿no voy a creer en ti, de quien tu discípulo dice que eres el Mesías?”.
Jesús sonríe. Se moja el dedo con saliva y roza apenas el ojo enfermo. “¿Qué ves?”.
“Veo las cosas sin la niebla de antes. Y el otro, ¿no me lo curas?”.
Jesús sonríe de nuevo. Vuelve a hacer lo mismo, esta vez con el ojo ciego. 
“Qué ves?” le pregunta, levantando del párpado caído la yema del dedo.
“¡Ah, Señor de Israel, veo tan bien como cuando de niño corría por los prados! ¡Bendito Tú, eternamente!”. El hombre llora postrado a los pies de Jesús.
“Ve. Sé bueno ahora por gratitud hacia Dios”.

7 Un levita, que había llegado cuando estaba concluyéndose el milagro, pregunta: “¿Con qué facultad haces estas cosas?”.
“¿Tú me lo preguntas? Te lo diré, si me respondes a una pregunta. Según tu parecer, ¿es más grande un profeta que profetiza al Mesías o el Mesías mismo?”.
“¡Qué pregunta! El Mesías es el más grande: ¡es el Redentor que el Altísimo ha prometido!”.
“Entonces, ¿por qué los profetas hicieron milagros? ¿Con qué facultad?”.
“Con la facultad que Dios les daba para probar a las multitudes que El estaba con ellos”.
“Pues bien, con esa misma facultad Yo hago milagros. Dios está conmigo, Yo estoy con Él. Yo les pruebo a las multitudes que es así, y que el Mesías bien puede, con mayor razón y en mayor medida, lo que podían los profetas”.
El levita se marcha pensativo y todo termina.


Continúa...

Notas:

315) Cfr. 1 Re. 17, 12 – 18, 5; 2 Re. 2, 1–4; 5, 1–5.

316) Cfr. Por ej. Is. 40, 10–11; Ex. 34, 11–31.

317) Cfr. Dt. 5, 17.

318) Cfr. por ej. Dt. 27, 26.

319) Cfr. por ej. Dt. 6, 5; 10, 12; 11, 13; 30, 6 y 16 y 20; Eci. 27, 18.

320) Cfr. Lev. 19, 18; Mt. 5, 43.

321) Cfr. Mt. 3, 1–12; Mc. 1, 2–8; Lc. 3, 2–17; Ju. 1, 23–24.

322) Cfr. Ju. 5, 2–4.






 





 

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