viernes, 5 de julio de 2024

5 DE JULIO: SAN MIGUEL DE LOS SANTOS


5 de Julio: San Miguel de los santos

(✞ 1625)

El seráfico siervo de Cristo crucificado, San Miguel de los santos fue natural de Vich, en Cataluña, a donde poco antes se había trasladado su padre, que ejercía el oficio de escribano en la villa de Centella.

Tenía el asombroso niño Miguel seis años no cumplidos, cuando abrasado de amor por Cristo se encaminó con otro niño hacia Montseny, con propósito de hacer en aquellas asperezas una vida penitente y solitaria.

Al hallarle su padre en una cueva, hincado de rodillas y llorando con muchas lágrimas, le preguntó por qué lloraba; y el niño respondió:

- Lloro por la pasión de nuestro Señor Jesucristo

Y preguntándole también cómo pensaba sustentarse en aquella soledad, respondió que Dios le alimentaría como alimentaba a los otros Santos.

Tomándole el padre de la mano lo volvió a su casa, donde comenzó a ayunar la Cuaresma, las vigilias y los miércoles, viernes y sábado de cada semana; ponía los pies desnudos sobre la nieve, se disciplinaba todas las noches, y llevaba en el pecho una cruz de madera atravesada con tres clavos, que traía hincados en las carnes.

Terminados los primeros estudios en las letras humanas y siendo de doce años fue a Barcelona, donde recibió el hábito de los Trinitarios Calzados, con indecible gozo en su alma, más poco después de sus votos solemnes, pasó a la estrecha observancia de los Religiosos Trinitarios Descalzos, a los cuales espantó con sus extraordinarias penitencias.

Porque no comía sino de dos en dos días algunos bocados de pan, y a veces se le pasaban doce, quince y veinte días sin probar agua ni bebida alguna, llegando a pasar un verano entero sin beber.

Se le ponía la lengua y los labios tan secos como los que padecen ardientísima fiebre, y el siervo de Dios, para acrecentar aún esta terrible mortificación, bajaba a unos sótanos donde había muchas tinajas de agua fresca, para que a la vista del refrigerio fuese mayor el sacrificio.

Aún hoy todavía se guarda una cruz de hierro que tiene una cuarta de largo y está sembrada de ochenta y un clavos que traía hincados en las espaldas.

En invierno se aplicaba agua fría en el pecho para templar los ardores del amor divino.

Uno de los regalos que le hizo el Señor fue trocarle místicamente el corazón dándole Jesucristo el suyo de una manera inefable.

Eran tan frecuentes sus éxtasis seráficos que se arrobaba predicando, diciendo Misa, orando, en el templo, en las visitas y en las calles.

Lo vieron muchas veces elevado todo el cuerpo en el aire, especialmente al celebrar la Misa, y teniendo el que lo ayudaba curiosidad por medir la altura, pues los arrobamientos duraban un cuarto de hora, halló que estaba elevado más de media vara del suelo.

Finalmente, llegado el tiempo en el que el Señor quiso trasladar este Serafín humano al paraíso, después de haber asombrado al mundo con sus extraordinarias virtudes, le llevó para sí el segundo día de Pascua de Resurrección a la edad de treinta y tres años.

Reflexión:

Oye y asienta en tu alma lo que solía decir este mismo santo, maravillándose de que hubiese hombres que no amasen a Dios. “Oh, hijos de Adán! -exclamaba- ¿Es posible que haya hombres que no quieran amar a Dios? ¡Oh, si las almas conocieran aquella suma bondad, cómo no la ofenderían, antes se abrasarían en su amor! ¡Oh! ¡Si experimentaran la suavidad de Dios, cómo se morirían todos de amor por Él!”. Tal es el secreto y verdadera causa de la vida asombrosa de los santos.

Oración:

¡Oh Dios misericordioso! Que te dignaste adornar al bienaventurado Miguel, tu confesor, con maravillosa inocencia y admirable caridad, concédenos por su intercesión que libres de vicios, y encendidos en tu amor, merezcamos llegar a gozarte. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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